viernes, 17 de julio de 2009

"No estoy pidiendo que se reemplace el nombre de Hispaniola por el de Haití"...





















República Dominicana -
Haití
La isla de La Hispaniola y nosotros
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Por Ericq Pierre [1]
Miércoles 31 de agosto de 2005

Residen en la isla de Hispaniola dos Estados fracasados. Tal fue el juicio recientemente pronunciado por una ONG estadounidense, provocando la ira e indignación del presidente dominicano, Leonel Fernández. En Haití, por el contrario, la gente está tan acostumbrada a este tipo de declaraciones, que al parecer no generó reacción particular alguna.

Conozco muy poco la República Dominicana. Cuatro o cinco visitas cortas en el transcurso de los últimos quince años, siempre en misión y por períodos de no más de cinco días. Sin embargo, por las estadísticas sé que se trata de un país subdesarrollado que se esfuerza, que con regularidad realiza elecciones aceptables y que se empeña en mejorar la gobernabilidad.

Pienso, incluso, que desde el punto de vista geopolítico, Santo Domingo es una de las capitales más importantes para Haití. Las decisiones que allá se toman y los discursos que allá se pronuncian afectan, por lo general, a los compatriotas nuestros que allá residen. Tanto así que, contrariamente a lo que sucede en otras tierras que han servido de refugio para los haitianos, en la República Dominicana su situación deja mucho que desear. Ni siquiera se sabe con exactitud cuántos son: más de un millón, según los dominicanos, 500.000 según los haitianos. Pero me temo que, antes de poco, en el mismo Haití se empezará a hablar de más de un millón pues, al parecer, los haitianos están adoptando cada vez más frecuentemente las cifras que presentan los dominicanos. De cualquier forma, la nutrida presencia de haitianos en República Dominicana es una pesada carga sobre las frágiles infraestructuras sociales de ese país.

En la década de los noventa , la República Dominicana fue el único país de la región que alcanzó una tasa de crecimiento de 8% durante tres o cuatro años consecutivos. Incluso en esa época se hablaba de un tigre dominicano en gestación. Pero el sueño fue de corta duración. Las vacas flacas devoraron con rapidez las vacas gordas: crisis energética, crisis bancaria, corrupción, catástrofes naturales, desempleo, y las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en el turismo, atenuaron bruscamente el triunfalismo que se perfilaba. Pero de allí a hablar de un Estado fracasado hay un verdadero trecho que, a mi modo de ver, esta ONG recorrió muy despreocupadamente.

Sin embargo, creo que esa frase no habría sido utilizada para calificar a los dos países si no se hubiera impuesto la costumbre de aplicarla a Haití en primer lugar. A diestra y siniestra. Y como también se designa a los dos países con la denominación de Hispaniola, la ONG no supo determinar (o ver) la diferencia. Además, como están las cosas, nadie debería sorprenderse si dentro de poco se empieza a utilizar el término hispanioles para designar tanto a los dominicanos como a los haitianos.

No escribo estas líneas con placer ni con humor. Haití es el nombre que los primeros habitantes dieron a la isla montañosa. Haití es el nombre que Dessalines retomó para bautizar de nuevo la isla que Toussaint-Louverture unificó bajo su mandato. La independencia se proclamó entonces para toda la isla de Haití. De chiquillos aprendimos -y nuestros hijos siguen aprendiendo- que toda la isla se llama Haití. Cuando cursaba el último año de escuela elemental, mi profesor insistió mucho en que Hispaniola era el nombre dado por los colonizadores esclavistas.

Hace algunos años, el BID organizó en El Salvador una conferencia que reunió a los países de Centroamérica, la República Dominicana y Haití. Con el ánimo de abreviar y mantener la tónica, los organizadores la denominaron Encuentro América Central/Hispaniola. Cuando señalé que los haitianos prefieren que se mencionen los dos países por separado y no bajo la denominación de Hispaniola, el BID se apresuró a modificar el título de la conferencia.

Desafortunadamente, cuando informé al respecto al entonces Canciller haitiano, con una ingenuidad desconcertante me respondió que debido a todos los problemas que Haití debía enfrentar, él no había dedicado mucho tiempo a ese tipo de detalles. En ese entonces lamenté que a él y a mí­ no nos hubieran impartido la misma lección en la escuela primaria. Pero, pensándolo bien, creo que simplemente él se perdió esa clase.

Volviendo al tema de la indignación del presidente dominicano, me pareció absolutamente justificada. En primera instancia. Consideré el comentario exagerado e injusto a la vez. Pensé que para desmentir la declaración de esa ONG impertinente, la República Dominicana tendría que seguir reforzando, aún más y por siempre, la gobernabilidad económica y política. No obstante, el presidente Fernández adoptó una estrategia que me sorprendió. En efecto, en vez de tratar de demostrar con hechos que su país no es un país fracasado, se indignó ante todo por la osadía de poner a la República Dominicana en el mismo plano de la República de Haití. El Estado haitiano no existe, proclamó. ¿Cómo comparar entonces el Estado dominicano con un Estado que no existe?

Esta actitud me hace pensar en un padre complaciente que de buena gana admite que su hijo es un maleante, consolándose con la idea de que lo es en menor grado que el hijo de su vecino. ¡Triste consuelo!

Lamento que, por tratar de defender a su país, el presidente Fernández haya creído que hundir más aún a Haití podía ser una buena salida. ¡Reminiscente de tiempos pasados! Pero ni siquiera eso. No quisiera tampoco equivocarme de época. Sé de sobra que la era del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo y Molina quedó definitivamente en el pasado. Tanto mejor para la República Dominicana y para Haití. No obstante, me pregunto si lo mismo ocurre con lo que Joaquín Balaguer consagró en su libro La isla al revés. Dejo a otros la tarea de responder, si así lo desean. Yo me niego a entrar en más detalles al respecto.

Lo irónico de todo esto es que en los círculos internacionales, los delegados dominicanos, con el presidente Fernández a la cabeza, pronuncian discursos que les permiten incluirse fácilmente en el grupo de amigos, e incluso de defensores, de Haití. ¿Qué piensan realmente en privado? Difícil saberlo. Pero, ¿tiene acaso importancia? Contentémonos entonces con expresar nuestro reconocimiento al presidente Fernández tanto por sus palabras en pro de Haití, como por su indignación. Deseémosle buena suerte a la República Dominicana. La necesita tanto como Haití.

A mis compatriotas quisiera pedirles únicamente que citen por separado a los dos países y que eviten referirse a Hispaniola para designar la isla. De no ser así, organicemos una campaña para modificar nuestros libros de historia y geografía. Nuestros hijos siguen aprendiendo que toda la isla se llama Haití. No estoy pidiendo que se reemplace el nombre de Hispaniola por el de Haití. Tan sólo propongo no designar a los dos países bajo la denominación de Hispaniola y que se diga y se escriba, de preferencia, la República de Haití y la República Dominicana.

Me sabrán disculpar la insistencia: Hispaniola y nosotros no es una expresión compatible. Hispanioles y haitianos, menos aún.

10 de agosto de 2005

Contacto : Rochasse091@yahoo.com [1] : Delegado de Haití en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Para: Gotson Pierre [AlterPresse - Haití] / Miércoles 31 de agosto de 2005



"Haitianos y Obama"

Por Ericq Pierre*
10 de febrero de 2009

Pese a los retos de todo tipo que lo aguardan, o incluso debido a esos retos, la única opción de Obama es la de tener éxito: ante todo, por su país; en segundo lugar, por los demás países, y, en menor medida, por los afroestadounidenses. Para ello necesitará la ayuda de todos sus amigos. Aunque la de Haití probablemente no le faltará, para ello será necesario que volvamos a abrazar la tradición de grandeza que nos permitió iniciar nuestra existencia como pueblo bajo el signo del orgullo, la dignidad y la confianza en nosotros mismos.

Recordemos nuestro derrotero: en 1801, Toussaint Louverture dedicó a Napoleón Bonaparte un ejemplar de la constitución que acababa de otorgar a la colonia de Santo Domingo, y lo hizo con las siguientes palabras: “Del Líder Magno de los Negros al Líder Magno de los Blancos”. Y estas palabras no reflejaban arrogancia ni fanfarronería alguna de su parte.
Si bien en ésa época existían en Europa soberanos o mariscales que le podían disputar al pequeño cabo el título de Líder Magno de los Blancos, nadie en Santo Domingo o en África podía disputarle el título de Líder Magno de los Negros al Centauro de la Sabana. De hecho, menos de tres años después de esa primera constitución, la colonia de Santo Domingo puso fin a tres siglos de esclavitud, para convertirse en la primera república negra independiente del mundo, bajo el nombre de Haití.



*Designado Primer Ministro el 27 de abril de 2008,ex economista del Banco Interamericano de Desarrollo y fue rechazado para el cargo porque rehusó aceptar sobornos a cambio de puestos ministeriales. El Parlamento votó en su contra, 51 a 35. El Senado había aprobado la nominación.
AlterPresse
10 de febrero de 2009


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