viernes, 28 de noviembre de 2014

Vivencias...


La Audacia de los
Nuevos Trinitarios

Por: José Manuel Castillo Pichardo


Los 12 de La Nueva Trinitaria en La 40

“Derrocar por todos los medios a su alcance el régimen de opresión y sangre establecido en la República Dominicana por Rafael Leónidas Trujillo desde el año 1930”. Así iniciaba el programa del Movimiento de Liberación Dominicana (MLD) que organizó desde Cuba las expediciones libertarias del 14 y 20 de junio del 59, que desembarcaron 198 combatientes. De los cuales apenas sobrevivieron seis, diezmados sus contingentes por la metralla y el napalm de una fuerza contraria supernumeraria, las bestiales torturas en La 40 y el 9, los fusilamientos in situ o en el CEFA, en una suerte de Circo Romano montado por Ramfis para disfrute de su ego enfermizo y el de sus conmilitones: “Los fusilo para dar un ejemplo a las Fuerzas Armadas, pero primero los hago torturar para dar un ejemplo a mis amigos de lo que les espera si algún día me traicionan”.

Todo comenzó con la entrada triunfal de Fidel Castro a La Habana el 8 de enero del 59, tras la huida vergonzosa el 31 de diciembre del dictador Fulgencio Batista con destino a Ciudad Trujillo. Un año antes en Venezuela el general Pérez Jiménez había sido derrocado refugiándose en nuestro país,  asumiendo una junta presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, con raíces dominicanas. Inicio de una sucesión de eslabones solidarios impulsados por la Unión Patriótica Dominicana de Venezuela –envío de un avión con armamento a Oriente en apoyo a los “barbudos” a cargo de Enrique Jiménez Moya, compromiso durante su visita a Caracas de Castro y Betancourt para apoyar al exilio dominicano- que culminaría con la formación del MLD y el Ejército de Liberación Dominicana comandado por Jiménez Moya, con grado de capitán alcanzado al incorporarse al Ejército Rebelde.

El sacrificio de los hombres de la “Raza Inmortal” abonó el camino de la libertad, al marcar el inicio del fin al régimen de Trujillo, sembrando la semilla de la rebeldía. Así lo entendieron los muchachos de mi barrio Ildefonso Güemez Naut (Fonsito)y Víctor Núñez Keppis, estudiantes entre los 17 y 18 años, cuando se vieron las caras tras culminar las operaciones de contrainsurgencia en la primera quincena de julio. Cuando la ciudad era un solo hervidero de sórdidos rumores que daban cuenta de las atrocidades cometidas contra los “barbudos” o “invasores” en San Isidro, como se les identificaba en los medios oficiales. Antes que Don Paco Escribano escenificara en el teatro Julia su obra “Cero Invasión”, haciendo él de campesina represiva. “Bueno, ¿y ahora qué? Nosotros, ¿qué vamos a hacer?”. Esa fue la pregunta espoleta de la granada reflexiva que los amigos se hicieron.

La idea, formar un grupo de activistas que ayudara a derrocar la tiranía, articulado en células de 3 miembros al estilo La Trinitaria, inspirado en el ejemplo patricio de amor a la libertad de Duarte, Sánchez y Mella, estimulado por la hazaña de Fidel, recogiendo el ejemplo de los expedicionarios de junio. Aparte del barrio (comprendido por la San Juan Bosco, Francia, Dr. Delgado y 30 de Marzo, con el corazón en la Martín Puche), el Colegio Don Bosco sería un referente unificador. Florencio Gómez –seminarista salesiano que estudiaba en Cuba- había regresado al país en esos días y fue fuente de experiencias sobre métodos de organización y de lucha en esa isla. Una conversación entre Güemez, Núñez Keppis y el seminarista, sostenida en el Malecón frente al Jaragua, definió un curso de acción.
El próximo paso fue reclutar al estudiante de Medicina Frank Pratt Pierret, compañero de bachillerato de Güemez de sensibilidad antitrujillista y asiduo del barrio, hijo del mayor retirado del Ejército Leovigildo Pratt Guzmán y de la puertoplateña Mercedes Pierret Villanueva –hermana de Florencia, ambas ligadas de por vida a la educación musical-, quien residía junto a su familia (José Goudy, Milagros y Bernardo) en la Gaspar Hernández próximo a la Barra Payán, redondeando la primera célula de La Nueva Trinitaria.

Un vecino de Güemez en la Francia, el profesor Ramón Rafael Casado Soler –ligado al Colegio Muñoz Rivera y quien operaba en su hogar una escuela de superación personal durante las vacaciones escolares a la que yo asistía-, fue el cuarto a bordo. Consultado para que corrigiera el primer panfleto elaborado por la célula opositora, quedó así comprometido. Frisaba los 41 y doblaba el promedio de edad de los “nuevos trinitarios”, que se moverían entre los 16 y 21 años, predominando los teen. Con temor y reclamando precaución, el señero civilista forjador de conciencias libres que fue Caneiro, quien vivía con su dulce madre, aceptó el reto patriótico. Doblemente riesgoso, ya que al lado de su casa, en la segunda planta del apartamento que ocupaba la familia Güemez Naut –formada por un laborioso republicano español empresario de la ebanistería y una reconocida educadora sureña- residía el mayor Candito Torres Tejada, jefe de operaciones del temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM). En la cárcel compuso El Regalo Mejor (Celebro tu cumpleaños) en obsequio a uno de los jóvenes complotados cumpleañero.

Un quinto contactado fue Manuel Soriano Tatis (el Gordo), estudiante del Colegio Don Bosco de 18 años, quien residía en la Dr. Delgado con San Juan Bosco en casa de su tía Ramona Paniagua. A seguidas, mi profesor de inglés en dicho colegio, el salesiano cubano Nelson Carrillo, quien dirigía el cántico colectivo en las misas diarias en la iglesia. El carismático Carrillo, alegando “soy sacerdote y no puedo meterme en actividad política”, derivó hacia el seminarista casi cura Máximo Báez Draiby, quien asistía al padre Vicente en las clases de Química con las prácticas de laboratorio. Con acceso franco a materiales claves en los planes de los conjurados y al mimeógrafo utilizado para reproducir los panfletos. Pelirrojo a quien llamábamos “Caco de locrio”, ya en solitaria en La Victoria, recibió una madrugada la infausta noticia del asesinato de su padre, el Lic. Báez Kelmer, de boca del tenebroso Johnny Abbes, acompañado de Candito Torres y Clodoveo Ortiz. “¿Cuál es Báez?” –preguntó mientras sacaban de sus celdas a los muchachos. Al identificarse, le espetó: “Ya ustedes no vuelven a quemar más. A tu papá nos lo tiramos esta noche”.

Aparte los panfletos, el tipo de acción adoptado que los singularizó –ganándoles el sobrenombre de “incendiarios”, como “bomberos” a los miembros de otro grupo develado que colocaba bombas- fue el de provocar incendios nocturnos en días feriados en oficinas gubernamentales, a fin de impactar políticamente sin ocasionar pérdidas humanas. Así se sucedieron fuegos exitosos durante varios meses que desesperaron a los servicios de seguridad. “Jefe, se trata de una célula terrorista internacional altamente entrenada infiltrada en el país”, habría justificado Abbes su inoperancia. Lo cierto es que resultaron “muchachos” –como diría Trujillo cuando Cholo Villeta le reportó en medio de su paseo nocturno por el Malecón la captura de los “incendiarios”. “Oigan esto señores, qué mierda de seguridad yo tengo. Párese ahí y dígalo duro. Un grupo de muchachos de la Francia, la Puche…, más guapos que todos estos mierdas. Dígale a Johnny que ¡cuidado si mata un muchacho de esos!”. La presencia del coronel Flores, fundador del barrio, quizá pudo ayudar.

Los temerarios habían pegado fuego en la Cámara de Cuentas (ubicada entre el Malecón y la Avenida Independencia cerca del futuro Hotel San Gerónimo), la Dirección General de Suministros del Estado (donde funciona Bienes Nacionales), la Secretaría de Obras Públicas (blanco alternativo al desistir del intento en el local del DN del Partido Dominicano en la San Martín, hoy Color Visión), y la Secretaría de Estado de Justicia, en la Feria. Un quinto objetivo se frustró la noche del 8 de noviembre de 1959, cuando cuatro miembros del grupo se propusieron pegar fuego a los depósitos de Aduanas en la Feria, por los lados de la actual O&M.

La detención esa noche de Rafael Martínez Espaillat  (Chino, nieto de Dilia del Castillo, prima de mi padre) inició la captura en cadena de los 12 miembros de la red. Núñez Keppis, Frank Pratt, Melquíades Cabral Jiménez, Casado Soler, Julio Evelio Santos Aguasvivas (Evelín), Soriano Tatis, Báez Draiby y Braulio Montán, fueron recogidos por los cepillos del SIM (VW escarabajos) y trasladados al centro de interrogatorios y tortura de La 40. Los últimos serían Ildefonso Güemez, Roberto Carlo Gómez y José del Carmen Vidal Soto (Anguito), apresados el 10 de noviembre en Elías Piña tratando de cruzar la frontera, por campesinos con machete que los entregaron a la fortaleza.

En La 40, con las rutinarias golpizas y el pase por la silla eléctrica, serían interrogados por Johnny Abbes, Tunti Sánchez, Sánchez Rubirosa, Candito Torres, Cholo Villeta, Clodoveo Ortiz, Flicho Palma, Lavandier, Del Villar, el Sargento Reyes (alias Manota), con la asistencia del escribiente legal, Lic. Faustino Pérez. Tras una semana en este centro de suplicios fueron trasladados a la cárcel de La Victoria. Sentenciados a 30 años de prisión e indemnización de RD$1 millón por daños, los integrantes de La Nueva Trinitaria, pioneros en la resistencia antitrujillista inmediatamente posterior a las expediciones de junio del 59, serían indultados el 14 de julio de 1960.

Como parte de la política del régimen, ante reclamos de la Iglesia Católica, cuya famosa Carta Pastoral conmovió a la nación (“no podemos permanecer insensibles ante la honda pena que aflige a buen número de hogares dominicanos...a los sufrimientos que afligen ahora a los corazones de tantos padres de familia, de tantos hijos, de tantas madres y de tantas esposas”). Y bajo presiones de la OEA, interesada en la situación de los derechos humanos. Desde enero del 60, cuando fue develado el movimiento clandestino 14 de Junio, las cárceles se habían llenado de jóvenes. De unos valientes que pagaron caro por adelantado el precio de nuestra libertad.

ORLANDO DICE



Nadie esperaba que Tribunal Constitucional fuera un equipo que jugara tan duro


                 
Por: Orlando Gil


LA OBRA.-  Los miembros del Tribunal Constitucional, excepto dos que no se deslizan para no ensuciarse el uniforme, hacen el equipo. Sabiendo como saben que no las tienen fácil, se organizan como si los mandara Máximo en El Gladiador, en círculo y dando el frente al adversario, de manera que cada cual cumpla una  tarea, y lo haga bien. Justo Pedro Castellanos, por ejemplo. Acaba de compilar una serie de documentos importantes en el devenir de la nación dominicana. El tomo lleva por título La Sentencia 168-13-Antología de una Defensa Esencial, e incluye el controvertido fallo y todo lo escrito desde entonces hasta ahora, más de un año, en diferentes medios. Una obra de esfuerzo, pero necesaria, pues los dominicanos necesitan de instrumentos idóneos y viables para librar su dura batalla  por la  identidad, la soberanía y la nacionalidad. El fragor fue estruendoso, y como nunca antes fueron muchos los llamados y todos los escogidos. Ningún interesado se quedó sin opinar, y contrario a otras oportunidades, no fue posible manipular ni tupir la población, que respondió “valga el cliché” como un solo hombre...

LA INSTANCIA.- Desde tiempos atrás se venía hablando de la conveniencia de un Tribunal Constitucional que se ocupara como instancia única de asuntos que eran encargados de manera
subsidiaria a la Suprema Corte de Justicia. Nadie conoce la intimidad de la corte y cómo se originó ese temperamento, tan decidido, pero su repente fue efectivo y puso a otros órganos públicos a hacer la tarea. Nadie pensó ni esperó que jugara tan duro, pues lo lógico era que calentara el brazo, que estudiara el terreno y viera el potencial de los contrarios. Sin embargo, solo hubo que entregarle la pelota, dejarlo pichar, sin señas adicionales, y ganó ese primer juego importante. Fue verdad que hubo que ir varias veces a ver la grabación y discutir con árbitros extranjeros, pues esas eran las reglas del terreno. Pero lo que en principio fue jonrón, se quedó jonrón, y lo que se cantó safe, salvó al pelotero en su base. Esto es, que como nunca antes el dominicano tuvo conciencia de la institucionalidad y defendió sus autoridades del ataque y agravio provenientes del exterior. Guacanagarix quiso, pero no pudo...

AHORA SÍ.- Leonel Fernández descalificó a sus oponentes en las elecciones del 2008 diciendo que no sabían conceptualizar, y ese era un problema que tenían los dominicanos, pues Américo Lugo había afirmado algo parecido. Dijo que el dominicano no sabía conversar.
La sentencia 168-13 demostró lo contrario. Las ideas salieron de todas partes, a favor y en contra, y se produjo un debate a profundidad, como nunca antes. Hubo desaguisados y gazapos, y los consabidos fuera de liga que solo saben insultar o hablar alto sin fundamento, pero en lo demás la discusión pública fue abierta, prolífica y variada. Conceptos que no estaban claros, fueron revalorizados, y las nociones de patria, nacionalidad, identidad, soberanía, autodeterminación, etc. fueron actualizadas. A consecuencia hubo una ley y un reglamento, y se van aplicando unos procedimientos, y nada impuesto, todo por consenso, como debe ser en una democracia adulta. Puede decirse lo que se diga, pero el Ejecutivo habló con todos los sectores y en lo que se plasmó “en más o menos” estuvieron las opiniones de todos los  partidos políticos e instancias de la sociedad civil...

LA FIRMEZA.- Las autoridades han seguido firmes, echando la batalla donde sea de lugar, pero ese ánimo se debe a la actitud vigilante de la población y de sus sectores más representativos, que no les pierden ni pie ni pisada y que no aceptarían majaderías ni retrocesos. Es verdad que a veces se percibe una imagen de duda, pero son muchos los escenarios y el Estado que en ocasiones tiene que jugar con reglas ajenas. Sin embargo, todo va bien de manera general. Los haitianos quisieron, pero no pudieron y al final, si no se resignaron, saben que por ahora no es posible imponer y menos avasallar. Aunque les quedan las ganas como pudo comprobarse en una reunión celebrada la semana pasada, en que intelectuales del vecino país pasaron balance de la situación y plantearon maneras de afrontar el problema de la migración. Pues no solo se producen reveses en República Dominicana, sino por igual en otras islas del Caribe que eran consideradas aliadas. De ahí la importancia de la compilación realizada por Justo Pedro Castellanos, juez del Tribunal Constitucional...


Puntos de vista / Listín Diario
26 Noviembre 2014

lunes, 24 de noviembre de 2014

(Un cuento haitiano)




Culpar a los demás
y Condenarlos



Por Manuel Núñez Asencio


En Washington, en el Palacio neoclásico y decimonónico que alberga la sede de la Organización de los Estados Americanos, durante la disertación del ex Presidente Leonel Fernández, el representante de Haití ante el organismo hemisférico, le reprochó al disertante dominicano que no había colocado a la  “revolución”  haitiana dentro de los acontecimientos que habían ayudado a la integración del continente, capitaneada por la figura incomparable de Simón Bolívar.

El paréntesis que hizo el embajador,  plagado  de falsedades, compara a  la “revolución” haitiana, con las grandes hazañas que han hecho avanzar los derechos humanos y  las libertades en el continente. Según  ello, Bolívar hallo toda su inspiración para la libertad en la figura de Alexandre Petion, el primero de una saga de presidentes vitalicios que sólo concluye en Jean Claude Duvalier (1986).  Pronunciadas en tan alto consistorio estas ocurrencias podrían engendrar equivocaciones; hacernos tomar decisiones andando en las nieblas.

         ¿Puede ser considerada la “revolución” haitiana como un acontecimiento ejemplar para el continente americano? ¿Podría haber servido ese acontecimiento para integración del continente,  y sería justo compararlo con las hazañas de Bolívar?  En la OEA , en esos conciliábulos donde  se elabora la política del continente, no pueden resultar válidas  esas mentiras, empleadas incluso para acusar al propio libertador Simón Bolívar  de no haber tomado en cuenta a los haitianos, sustituyendo los hechos con opiniones falsas.   Para despejar todas las dudas examinemos punto por punto las repercusiones de esta creencia.

En todas las revoluciones, lo más importante no  es el espectáculo de las matanzas ni de las venganzas colectivas ni la fascinación que genera en algunos de sus personajes los baños de sangre, sino el régimen de derecho que se implanta en las épocas de paz. La Revolución francesa, por ejemplo,  dejó como una herencia el Código Civil. En cambio, desde el punto de vista político la “revolución” haitiana creó en el continente la figura de la monarquía absoluta, de los dictadores vitalicios y de los emperadores. En lugar de abrazar los principios de la revolución francesa, y fundar una república inspirada en los tres poderes de Montesquieu, hizo entrar en la historia un pasado superado. Ese régimen reaccionario no tuvo repercusiones en ningún país del continente, y sólo los dominicanos padecimos su expansión espantosa.

La abolición de la esclavitud en la colonia de Saint Domingue, antecedente de Haití, fue una disposición tomada  por  Revolución francesa. El  decreto del 4 de febrero de 1794 (16 Pluviose, año II)  la Convención suprimió la esclavitud, y ordenó a los comisionados Sonthonax y Polverel que aplicarán el decreto en la colonia de Saint Domingue. Ese acontecimiento desató la “revolución” haitiana. La esclavitud fue suplantada por los trabajos forzados durante  el gobierno de Toussaint Louverture y, postreramente, durante el
Jean Jaques Dessalines
reinado de Dessalines. Tras la caída del reino de Christophe,  Jean Pierre Boyer,  se propuso volver al sistema de plantaciones de sus épocas de gloria. El Rey Christophe se hizo construir con el trabajo esclavo una impresionante fortaleza, la ciudadela de la Ferriere,  a 900 de altitud. Miles de esclavos murieron en la construcción de ese impresionante mausoleo. El movimiento independentista que encabezaron los esclavos obedeció a  un sentimiento primario de existencia  y no estuvo guiado por ideales trascendentes de libertad y autodeterminación del pueblo haitiano.

Tras la ayuda militar prestada por Alexandre Petion a Simón Bolívar, las relaciones entre la Gran Colombia y Haití comenzaron a  desvanecerse. Son muchas las razones de este desencuentro:
1.                  La Constitución haitiana privaba del derecho de propiedad a los blancos, implantaba el exclusivismo racial (Consúltese Art. 12, Constitución de 1805). En el frontis de la Constitución refrendada por el libertador de Haití, Jean Jacques Dessalines, el redactor del texto constitucional  Boisrond Tonnerre escribió estas palabras introductorias, que  muestran la imposibilidad de convivencia entre negros y blancos:

“Para redactar este Acta Constitucional---escribió Boisrond Tonnerre---fue necesario la piel de un blanco como pergamino, el cráneo de un blanco como escritorio, la sangre de un blanco como tinta y como pluma una bayoneta”

Ninguno de los libertadores hispanoamericanos se habían
inspirado en semejante credo de odio racial. En todas las Constituciones del continente, salvo en la haitiana,  tiene primacía el principio de la igualdad sin importar raza, color u origen. Ni a Bolívar ni  a Sucre ni a Santander les interesaba iniciar una guerra racial. José Martí, el apostol de Cuba,  había dicho premonitoriamente que los negros habían vivido demasiado tiempo en la esclavitud, para entrar voluntariamente en la esclavitud del color.

Las relaciones de Simón Bolívar y Alexandre Petion han sido cubiertas con una fraseología que esconde la verdad.  En los foros
Alexandre Petión
internacionales y en las reuniones diplomáticos se hacen declaraciones mentirosas, para generar apoyos inmerecidos, fundados en falsedades históricas. El embajador  haitiano presenta a Petion como un precursor de Bolívar, y a la llamada “revolución” haitiana como la clarinada de las independencias del continente.

 En 1824,  Jean Pierre Boyer, heredero de Petion, envió una misión diplomática a la Gran Colombia, encabezada por Jean Desrivieres Chanlatte, para hacerle dos propuestas a Francisco de Paula Santander. 
1. Declararle la guerra a Francia, lo cual implicaría la derrota de los ejércitos libertadores; 
2. En caso contrario,  que pagaran íntegramente toda la ayuda militar prestada por Petión a Bolívar, cuando paso por Los Cayos, en 1816. Lo que antes había sido considerado  como una donación de Petion al libertador se convirtió en un préstamo. El enviado de Boyer a Colombia, Jean Desrivieres Chanlatte escribe al Secretario de Relaciones Exteriores Pedro Gual, el 16 de julio de 1824 lo siguiente:

Sin embargo, antes de salir de esta ciudad, no puedo dejar de reclamar una deuda contraída por el Gobierno de Colombia, (después del deceso de Su excelencia, el Presidente de Haití,  Alexandre Petion) para suministrar armas y municiones  bajo la autorización del Excelentísimo Simón Bolívar, Libertador Presidente. Se adjunta una copia del reconocimiento legalizado, de fecha 27 de septiembre 1820 en Los  Cayos,  que ha proporcionado agente general Sr. John B Elbers del comercio de la República de Colombia, para probar la recepción de la entrega”.  "(Consúltese “correspondencia de Pedro Gual, Secretario de Relaciones Exteriores” Biblioteca de Bogota; tesis de Daniel Gutiérrez “La Colombie et Haití, un rendez vous manqué 1819-1830, Bulletin No. 32,2010, Université de París).

La Misión Chanlatte obligó a la Gran Colombia a endeudarse con la banca londinense para poder satisfacer las apremiantes exigencias de los haitianos. La generosidad de Petion fue cobrada con creces. Sin embargo, en los foros internacionales, los haitianos continúan empleando la desinformación historiográfica para hacerse acreedores de una deuda histórica, pagada en sonantes luises.

Llegados a este punto, podemos rematar con algunas conclusiones. La revolución haitiana no puede inspirar la integración y la libertad de América, tal como había  reclamado  el embajador de marras:

1.   Porque sus Constituciones se basan en la desigualdad de la raza. No tuvo consecuencias jurídicas en el continente ni en el mundo.
2.   Porque el régimen político creado por sus libertadores: la monarquía absoluta y los gobiernos vitalicios, no supusieron la existencia de un régimen de derecho, republicado, electivo, representativo, tal como fue el caso de todas las repúblicas americanas, incluyendo la Republica Dominicana.
3.    Porque sus reyezuelos y dictadores  y sus sistemas jurídicos privaron al pueblo de la capacidad de  autodeterminación una vez que alcanzaron la Independencia. En varios casos, fue, sencillamente, un cambio de amo. El régimen haitiano, desde punto de vista político  ,fue un retroceso; se inspiró del Ancien Regime; no tuvo consecuencias en el resto del mundo y desde el punto de vista jurídico, su legado fue una barrera judicial contra la cual se han sublevado las democracias y las Constituciones, inspiradas en los derechos del hombre y del ciudadano.

¿Cuál  es la interpretación que hacen los haitianos  de estos hechos históricos?.
 Según esto, los países del continente y las potencias del mundo  no le perdonaron a los haitianos que hubiesen creado una república independiente con los antiguos esclavos.

Los que plantean este disparate de cortísimo alcance ignoran que Haití decidió cerrarle el país a los extranjeros, que destruyó, aplicadamente, toda la riqueza recibida de la colonia más rica del continente.
 Se trata de una  opinión acusatoria, sustentada por la nación que ha recibido la mayor porción de ayuda extranjera del mundo,  en todo el continente.

 Según esto, la culpa de su gran retraso histórico no es imputable a sus malos gobiernos ni a la deforestación de su territorio ni a su organización social que excluyó los progresos venidos de fuera, sino al mundo exterior sobre el que han vertido la culpa de todas sus desgracias.

Una sociedad que practica la ceguera ante lo que, realmente, sucedió en el pasado, que   omite la verdad con el propósito de 
Angeline Jolie

presentarse como víctima ante el mundo y  culpar a los demás de todo lo malo que le ha ocurrido, no puede desarrollar sus capacidades ni logrará superar el estadio infantil del asistido social ni tener confianza, responsabilidad  para  salir del atolladero.
Con una visión deformada del pasado, no puede comprenderse el presente.  Alejados de la realidad, acostumbrados a victimizarse,  emplean la historia para acusar, chantajear y agredir.

         En la guerra – decía Carl  Von  Clausewitz—no se trata sólo de someter al enemigo por los dispositivos diplomáticos, sino que,
además, se emplean otros medios como  el descrédito, el chantaje, la
Desmund Tutu
maquinación internacional y la manipulación de la opinión pública.  A estos malos, y poco meditados enfoques se suman, personajes de talla mundial como la actriz estadounidense,  Angelina Jolie o el obispo de Sudáfríca,  Desmund Tutu, con el propósito de convertir la propaganda del  sufrimiento haitiano en un arma contra nuestra propia existencia.
        





























sábado, 22 de noviembre de 2014

Antología de una defensa esencial


Presentación de la importante obra de recopilación “La sentencia 168-13. Antología de una defensa esencial”

Palabras de presentacion de Justo Pedro Castellanos Khoury, Juez del Tribunal Constitucional de la República Dominicana



         Con la venia del presidente del Tribunal Constitucional, magistrado Milton Ray Guevara, diré unas palabras en mi doble condición de coordinador de la comisión que, integrada por los magistrados Ana Isabel Bonilla y Jottin Cury, fue encargada por el pleno para dirigir los trabajos conmemorativos del 170 aniversario de la Constitución dominicana; y de compilador de una de las obras que ponemos en circulación esta noche.

         Esta es la última actividad del ambicioso programa diseñado al efecto. Permítanme, antes de continuar, reconocer el trabajo del personal del Tribunal Constitucional que, con una entrega rayana en el heroísmo, garantizo el éxito de todas las actividades, asi como agradecer el apoyo que todos ustedes brindaron a cada una de ellas.

         En esta ocasión ponemos en circulación dos libros, La justa causa de la libertad y La sentencia 168-13. Antología de una defensa esencial.
         El primero, La justa causa de la libertad, debe su nombre a un fragmento del documento que el 16 de enero de 1844 suscribieran y firmaran varias decenas de valientes ciudadanos del territorio que pocos días después seria formalmente la República Dominicana, y que originalmente fue conocido como Manifestación de los Pueblos de la parte del Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana.

         La justa causa de la libertad contiene el documento señalado, así como el Proyecto de Ley Fundamental, este último de la autoría del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, que comenzó a escribir a poco de creada la nación dominicana, entre los meses de marzo y junio de 1844, y que nunca pudo concluir.

         Se trata de dos textos hermosos y entrañables; dos piezas esenciales de la dominicanidad. Ambos remiten a un mismo asunto, la justa causa de la libertad de nuestro pueblo, de la que ellos son expresiones primigenias y, como tales, notabilísimas. Como la Constitución proclamada el 6 de noviembre de 1844, ambos cumplen, también, 170 años de haber conocido la luz pública.

         Aparte esos documentos, La justa causa de la libertad tiene un prólogo del historiador y presidente de la Comisión Presidencial de Efemérides Patrias, Juan Daniel Balcácer, unas palabras de presentación del magistrado presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara; así como fotografías de los originales de dichos documentos, las cuales fueron facilitadas: en el caso del Manifiesto del 16 de enero de 1844, por el Archivo General de la Nación, y en el caso del Proyecto de Ley Fundamental, por el Instituto Duartiano, en la persona del magistrado Wilson Gómez; todo lo cual agradecemos profundamente.

         No diré mas sobre su contenido, pues de este ya se ha hablado en el prologo leído hace poco; y me limitare a agregar que el Tribunal aspira a que esta publicación llegue a las manos de nuestros niños y jóvenes y que, como bien dice el magistrado presidente en sus palabras, su contenido “se multiplique en la conciencia de cada dominicana y dominicano, y le de mayor sustento aun, a la Patria inmortal” que es nuestra Republica Dominicana.

         El segundo libro, La sentencia 168-13. Antología de una defensa esencial, es una selección de editoriales y artículos publicados en los periódicos nacionales en apoyo a la sentencia, pero también, en sentido más general, en apoyo a los intereses nacionales en cada uno de los diversos incidentes que se han ido presentando a raíz de su publicación el lunes 23 de septiembre de 2013.

         No me referiré a sus fundamentos, a su razón de ser, pues eso ya lo han hecho con singular maestría el magistrado presidente, Milton Ray Guevara, en sus palabras contenidas en el libro, y el magistrado Víctor Joaquín Castellanos Pizano en su magnífica presentación de esta noche.
La sentencia 168-13. Antología de una defensa esencial, es una obra sencilla en términos de producción intelectual y teórica, por cuanto se limita a reproducir trabajos ajenos; labor que, sin embargo, ha tenido sus complejidades y que ha requerido meses de trabajo a un equipo de mujeres y hombres dedicados por entero, de manera intensiva, a la búsqueda, acopio, recuperación y organización de estos materiales. Más aún, ha supuesto un esfuerzo importante en la selección de los materiales que finalmente se publican.

Por sus particulares características, precisare algunas de ellas:
1.            Como he adelantado, su objeto es lo publicado en los medios de comunicación sobre la sentencia 168-13 y los diversos asuntos que se han suscitado a propósito y en torno a ella, pero solo en los impresos y de circulación nacional; es decir, en los periódicos Listín Diario, La Información, El Caribe, El Nacional, El Nuevo Diario, Hoy, Diario Libre, El Día y el semanario Primicias. No figuran aquí materiales publicados en otros medios, salvo unas muy pocas excepciones, que se especifican en el propio texto, de materiales que solo han sido publicados en medios virtuales y que resultan de utilidad para esta obra. En todo caso, subrayamos nuestra certeza de que, por muy diversas razones y a pesar del gran esfuerzo desplegado y de que logramos acopiar bastante material, hay trabajos que han escapado a nuestro conocimiento y de que, por tanto, lo publicado es mucho más de lo que hemos podido acopiar y, consecuentemente, mucho más de lo que se ha incluido en este libro.

2.            Todos los trabajos incluidos comparten una misma posición fundamental: la valoración positiva del contenido de la sentencia 168-13, así como la defensa de los intereses nacionales frente a los diversos asuntos, incidentes y escaramuzas que, a propósito y alrededor del fallo, se fueron produciendo a lo largo de estos meses -por ejemplo, entre muchos otros, las críticas del escritor Mario Vargas Llosa o las actuaciones del CARICOM o las groserías de líderes y dignatarios extranjeros en contra de nuestro país o el recientísimo fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que, aunque estaba supuesto a decidir asuntos anteriores y ajenos al contenido de la sentencia 168-13, termino refiriéndose a ella-. Así, pues, los ataques a la decisión del 23 de septiembre de 2013 y otras muchas posiciones adversas como las señaladas se pueden encontrar en las páginas de este libro, pero solo desde la óptica de quienes las respondieron y realizaron, pues, esta que hemos denominado defensa esencial. Es posible, como en efecto, que algunos de estos autores no se hayan manifestado en relación con el contenido de la sentencia, o incluso, como ocurre en un par de casos, que hayan expresado algunos reparos en relación con algunos aspectos de la sentencia y que, sin embargo, hayan tenido expresiones de apoyo a los intereses nacionales en algunos otros de los muchos incidentes que se fueron generando y desarrollando cual guerra de guerrillas al mejor estilo de nuestro generalísimo Maximo Gomez, lo que explica, entonces, su presencia en esta obra. Por respeto a todos los autores, esto es importante dejarlo claramente establecido.

3.            Los trabajos escogidos trascienden lo puramente jurídico. La sentencia, como se ha dicho, fue enfrentada de inmediato con los más diversos argumentos, una parte significativa de los cuales no se refirieron a su contenido sino que se deslizaron hacia otras vertientes –como, por ejemplo, el de las relaciones dominico- haitianas, tanto en términos históricos como coyunturales, entre las que se encuentran, por supuesto, todo lo relativo a las tradicionales imputaciones de racismo a nuestro país-. Por tanto, aquí se encontraran trabajos –editoriales y artículos- que no presentan relación estricta con la juridicidad de la decisión; que son esenciales por todo cuanto defienden, pero que no se refieren a la sentencia propiamente, al contenido de la sentencia.

Los trabajos, esencialmente afines entre sí, en la medida que expresan en general una misma corriente de opinión, evidencian, sin embargo, una gran diversidad en términos políticos e ideológicos, de tal forma que, en el marco de esa diversidad, se encuentran expresiones de las posiciones más radicales y más moderadas. Al respecto, es pertinente aclarar que, a pesar de la escogencia realizada, no necesariamente compartimos ni suscribimos todas y cada una de las opiniones, expresiones, ideas y argumentos que se han vertido en los trabajos aquí publicados. De su inclusión en esta obra no puede, pues, derivarse una suscripción nuestra a la totalidad de sus contenidos. 

4.            En términos temporales, el punto de partida es el 23 de septiembre de 2013 y el de conclusión, el 10 de noviembre de 2014; es decir, casi catorce meses.
5.            Se trata no sólo de una compilación o compendio sino, más aún, de una antología y, como tal, de una selección. En estas páginas, en efecto, no se encontrará todo lo que mucho que hemos podido acopiar de lo que se ha publicado, sino tan solo una parte de ello.

La selección realizada ha tenido en cuenta no tan solo la calidad de los trabajos, sino también la diversidad de sus autores, en términos de las posiciones que ocupan en nuestra sociedad, de sus perfiles e historias profesionales, de sus trayectorias y posiciones político- ideológicas. Así, pues, calidad de las obras y diversidad de sus autores, mantienen una tensión permanente en procura de un equilibrio razonable. No es, por tanto, una obra uniforme. En ella, por el contrario, hay desniveles en términos de la enjundia de los análisis y de la calidad escritural, lo que, a nuestro juicio, la enriquece. Conviene tener presente, en este sentido, que el propósito de esta obra no ha sido solamente escoger los trabajos de mejor factura intelectual y literaria, sino también mostrar al país –y, pues, a nosotros mismos- la gran diversidad de voces -en cuanto a su procedencia social, a su formación profesional, a su tendencia ideológica, a sus trayectorias y preferencias políticas- y, con todo ello, el amplísimo haz de hombres y mujeres que han sostenido y sostienen esto que hemos denominado como una defensa esencial. Se trata, en efecto, de la producción intelectual no sólo de especialistas, sino de ciudadanos en general, de muy diversos perfiles, de tal forma que, como ha precisado el presidente, aquí se encontraran trabajos escritos “lo mismo por un periodista que por un ex gobernador del Banco Central, por un ingeniero civil que por un historiador, por un embajador que por un ex jefe del ejército dominicano, por un abogado que por uno de nuestros más exquisitos escritores o por un PhD instalado en otras latitudes”. Es, en realidad, la obra del pueblo dominicano colgada en las páginas de los periódicos nacionales.

6.            Es muy importante subrayar que en todos los casos se ha respetado el estilo de los autores, aun cuando no estuviéramos de acuerdo y entendiéramos, con toda humildad, que algunos aspectos podían ser mejorados. En la medida en que lo que hacemos aquí es reproducir esos trabajos, hemos optado, decididamente, por el respeto a su integridad, salvo algunos pocos cambios menores, relativos, por ejemplo, a la corrección de algunos errores materiales, como palabras incompletas o ausencias de signos de puntuación y situaciones análogas. Los trabajos, pues, se reproducen tal cual aparecieron en los medios de comunicación.

7.            El orden en que se presentan los trabajos es cronológico. Su contenido se ha diagramado de forma que se pueda identificar con facilidad cada fecha.
8.            Cada trabajo tiene una nota al pie, que contiene sus datos más relevantes.
9.            En lo atinente a los artículos, se ha incluido, asimismo, un perfil mínimo de cada autor. 
10.         Aunque originalmente se incluyeron cartas de los lectores a los medios, al final, por un asunto de espacio, tuvimos que eliminarlas, lo que lamentamos. Sin embargo, dejamos constancia de que la participación del pueblo dominicano también se ha producido mediante epístolas a los medios de comunicación, la mayoría de las cuales, a pesar del carácter informal del género, merecen estar en una antología como esta.
11.         Dejamos constancia de que nos habría gustado incluir, como notas al pie, las informaciones más relevantes que se iban produciendo en cada fecha, a los fines de lograr una reconstrucción bastante más cercana a la realidad y, por tanto, más rica y provechosa. Como en el caso de las cartas, originalmente llegamos a incluir estas informaciones, pero, por las referidas limitaciones de espacio, lamentablemente también tuvimos que prescindir de ellas.

La inclusión de estas informaciones habría aportado una riqueza todavía superior al conocimiento de este proceso, así de crucial como ha sido, y especialmente de la participación estelar de algunos actores que, sin embargo, no figuran aquí por cuanto nunca publicaron sus posiciones en artículos de periódicos impresos. Así, por ejemplo, las posiciones de Nicolás de Jesús cardenal López Rodríguez, de monseñor Agripino Núñez Collado, del almirante Sigfrido Pared Pérez, de Reynaldo Pared Pérez, Abel Martínez, Roberto Rosario, César Pina Toribio, Marino Vinicio Castillo, José Ricardo Taveras, José Ramón Fadul, de comunicadores como Consuelo Despradel y Danny Alcántara, de políticos opositores como Miguel Vargas Maldonado, Federico Antún Batlle y Jose Miguel Soto Jimenez; entre muchas otras dominicanas y dominicanos que asumieron y apoyaron la decisión del Tribunal Constitucional y que, más aún y sobre todo, participaron sin vacilaciones, con valentía y responsabilidad, en todas las escaramuzas que le fueron presentando al país en todos estos meses. 

Explicado todo lo anterior, permítanme reconocer y agradecer, en nombre del Tribunal Constitucional y en el mío propio, el esfuerzo extraordinario para la realización de esta obra, de un grupo de hombres y mujeres, a todos los cuales menciono a continuación: del grupo de informática, a Johandy Jiménez y Eliecer Medina, así como a José Ricart y Jeremy López; a Rafael Polanco y a su equipo de prensa, integrado por Roberto Rodríguez, Félix Caraballo, Pablo Graciano, José Miguel Garcia, Katherine Estévez, Carla Báez y Leonel Curiel; a Leonor Tejada y su equipo de diagramadores, Yisel Casado y Enrique Read; y, al final pero no menos importante, a Pilar Pichardo y, especialmente, a Jeannette Reyes, que ha cargado el peso mayor de este trabajo durante los últimos ocho meses. Agradezco, por supuesto, al magistrado presidente, que apoyó esta idea desde el primer momento en que se la presenté y al magistrado Victor Joaquin Castellanos por su presentación de esta noche.

Como ha quedado evidenciado, esta obra no tenía relación con el programa de actividades de celebración del 170 aniversario de la Constitución de la Republica. Transitaba su propio camino hasta hace una par de meses cuando, al abordar el diseño de este programa de actividades, le planteé al presidente del Tribunal la posibilidad de publicarla en este contexto, propuesta que el acepto en el entendido de que esta era una buena oportunidad, una ocasión propicia para ello.

En relación con ella, quedo, pues, confiado en que esta obra sirva a los propósitos con que fue concebida, delineados claramente por el magistrado presidente en sus palabras y sobre los cuales, por tanto, no volveré ahora. Si el lector encuentra alguna utilidad y disfrute en ella, entonces el esfuerzo realizado habrá valido la pena.
En lo que respecta a este acto, estoy absolutamente seguro de que no escapa a la comprensión de ustedes el vínculo profundo que existe entre las obras que ponemos en circulación esta noche, La justa causa de la libertad y La sentencia 168-13. Antología de una defensa esencial; ni tampoco la conveniencia de su publicación en estos días.
Así las cosas, convengo en que estaremos de acuerdo en la pertinencia de repetir, justamente hoy que se cumplen 53 años del término definitivo del régimen tiránico que nos agobio durante treintiun años, aquellas palabras sacrosantas de nuestro padre fundador de que “Por desesperada que sea la causa de mi Patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.

Muchas gracias.
Buenas noches.