domingo, 12 de julio de 2009

Gerda Taro, la "pequeña rubia"

REPORTAJE

"¡Te has cargado a la francesa!"

El hombre que mató a la célebre fotógrafa Gerda Taro durante la Guerra Civil se llamaba Aníbal González - No se dio cuenta de que la aplastaba con su tanque



JACINTO ANTÓN - Cenizate (Albacete) - 12/07/2009

Resuelto un misterio de la Guerra Civil: el hombre que arrebató la vida a la fotógrafa Gerda Taro, pionera del fotoperiodismo de guerra y compañera de Robert Capa, truncando una de las carreras más prometedoras de la fotografía moderna, se llamaba Aníbal González y no se enteró de que la mataba.

El carro de combate era sin duda un T-26 ruso de los republicanos

La compañera de Capa fue destripada pero no murió en el acto

Una vez marcharon sobre un camino cubierto de cadáveres

González era un tipo duro, bragado, tras la guerra lo pasó muy mal

Aquella tarde terrible del domingo 25 de julio de 1937, en la brutal confusión de la retirada republicana en Brunete, bajo la sombra letal de las alas de fuego de la aviación de Franco, Gerda Taro, la "pequeña rubia", la guapa e intrépida reportera antifascista, cayó del estribo del automóvil al que se había encaramado y fue arrollada accidentalmente por un carro de combate. El tanque era un T-26 ruso del ejército republicano e ingresaba en la carretera desde campo abierto marcha atrás. La fotógrafa se encontraba en el suelo, tras un pequeño ribazo, y el pesado ingenio mecánico le pasó por encima causándole una terrible herida con sus cadenas, destripándola literalmente. La joven no murió en el acto: sujetándose los intestinos y manteniéndolos a duras penas en el vientre abierto fue llevada al hospital inglés de El Goloso donde falleció en la madrugada del día siguiente, seis días antes de cumplir los 27 años.

Aníbal González, el tanquista albaceteño que conducía el carro, no se apercibió de lo sucedido y continuó su camino. Sí lo hizo su amigo y paisano Fernando Plaza, que conducía otro de los tanques T-26 y vio perfectamente la horrible escena. Un tiempo después, al detenerse los carros, fuera ya de la zona de combate, para formar una segunda línea defensiva, Plaza le espetó desde su tanque a González: "¡Te has cargado a la francesa!". Gerda Taro (Gerta Pohorylle), que en su seudónimo artístico jugaba con el nombre de Greta Garbo, era en realidad una judía alemana pero hablaba perfectamente el francés, residía en Francia tras escapar de los nazis y trabajaba para Ce Soir, lo que explica la confusión.

La identidad del tanquista que atropelló a la fotógrafa y las circunstancias exactas del accidente eran desconocidas hasta ahora. Las reveló el pasado jueves a este diario el sobrino de Fernando Plaza, Fernando Cambronero Tornero, que ha conservado la memoria oral de su tío fallecido hace cinco años y las fotografías que éste salvó tras la guerra escondiéndolas en la bota cuando fue hecho prisionero al acabar la contienda.

Alrededor de una paella fría en su casa en Cenizate mientras los viejos tanquistas encaramados en sus mastodontes de acero nos miran desde las fotos dispuestas sobre el mantel de hule, Cambronero explica lo que le contó su tío. "Él tenía 19 años en Brunete, no vio caer a la fotógrafa del coche, vio el cuerpo de la chica ya tendido en el suelo y cómo el carro de su camarada en repliegue saltaba el ribazo del camino tras el que estaba ella y le pasaba por encima. Su tanque estaba más atrás. Luego, cuando volvieron a reunirse, le dijo a Aníbal lo que había hecho. Sabían quién era la víctima: la pareja, Capa y ella, eran conocidos. Aníbal no se había dado cuenta, todo había sido muy precipitado, un momento de mucha confusión, vehículos con heridos, carros que subían a la carretera a toda prisa, la polvareda. Nadie se paraba por nada". ¿Qué sintieron al saber de la muerte de la fotógrafa? "Mi tío era muy reservado al hablar de sus sentimientos en la guerra. Había visto muchas cosas. Estaban muy acostumbrados a la muerte, no parece que les hubiera impresionado especialmente lo de la muchacha, no, al menos, al contármelo. En Corbera del Ebro una vez marcharon trescientos metros sobre un camino cubierto de soldados muertos sin poder evitarlos. 'Más que tierra pisabas cuerpos, sobrino', me explicaba". De otra habitación de la casa llegan las tranquilizadoras voces de los mellizos de Fernando que ven un vídeo de Érase una vez el hombre en la tele. ¿Qué ha sido de Aníbal González? "Murió. Era, según mi tío, un tipo duro, bragado. Al acabar la guerra lo pasó muy mal. No regresó a Cenizate porque habían represaliado mucho aquí a su familia. Se fue a Utiel". Fernando Cambronero, de 45 años, luce camiseta imperio, barba, buenos músculos y una mirada franca. "Me crié con mi tío. Pasamos muchas horas juntos trabajando en el corral con los animales", rememora con ternura conmovedora este hombre fornido que, lo que son las cosas, también fue tanquista: hizo la mili en el regimiento Saboya de la división acorazada Brunete. "Yo era el único con el que hablaba de la guerra. Aquí no se suele recordar esas cosas. En estos pueblecitos ha habido mucha represión, nadie se fía. Mi tío, tras pasar a Francia su tanque, el último del ejército republicano -viajaba con un grupo de dinamiteros asturianos que iban volando los puentes a sus espaldas-, decidió regresar a España. Lo enviaron al penal de Lleida y luego a un campo de trabajo en Agramunt, tres años en total. Al volver a Cenizate estaba muy marcado". Durante largo tiempo, el antiguo tanquista que silenciaba el misterio de la muerte de Taro hizo de proyeccionista en el cine de este pueblo, ligado de tan terrible manera a la historia de "la niña valerosa que se creía invulnerable", como la describió Rafael Alberti, y cuya figura, a través de libros y exposiciones (como la actual en el Museo Nacional de Arte de Cataluña), no cesa de acrecentarse.

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