lunes, 24 de julio de 2017

Editorial jueves, 20 de julio de 2017 del Listín Diario

Una colosal adulteración

Documentos falsos y robo de identidad ó usurpación de identidad



Carnets oficiales del Plan de Regularización de Extranjeros fueron clonados y reproducidos por miles y vendidos a inmigrantes haitianos que, al adquirirlos, creyeron que tenían papeles en regla para vivir y trabajar en nuestro país.

Cuando las autoridades detectaron en Santiago que hasta de un solo carnet oficial, debidamente registrado, se hicieron miles de reproducciones con las fotos de los haitianos que compraron los documentos adulterados, estaban descubriendo la punta de un iceberg que parece más grande de lo imaginado.

Es por eso, en gran medida, que en los operativos llevados a cabo en estas últimas semanas por las autoridades militares del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) y de la Dirección General de Migración aparezcan como arrestados y repatriados centenares de haitianos que alegaron tener sus papeles en orden.

En realidad muchos tenían el carnet de regularización, pero adulterado.

Ese carnet es una especie de visa o permiso para residir y trabajar en el país por un tiempo que ya venció, para que en ese período los portadores de ese documento pudiesen completar los procesos para formalizar su estatus migratorio y, eventualmente, para aspirar a la ciudadanía.

Unos mafiosos, avivatos por demás, han hecho un gran negocio a costa de la miseria y el engaño de miles de haitianos que pagaron por adquirir el carnet de regularización, seguramente conscientes –algunos- de que se estaban metiendo en una triquiñuela o algo impropio, y otros engañados por aquellos que les hicieron creer que actuaban como agentes intermediarios de algún organismo oficial dominicano y que los carnets falsos eran legítimos.

En la medida en que se decomisan estos carnets adulterados y los portadores no pueden demostrar autenticidad o documentos confiables de identidad y de viaje, como cédulas o pasaportes haitianos, estos inmigrantes ilegales son repatriados.


Las autoridades dominicanas afirman que se están ajustando al protocolo de las repatriaciones, pero los diplomáticos haitianos y algunas ONG denuncian que en estos operativos se cometen abusos contra los derechos humanos y se están deportando personas que tienen sus documentos auténticos de regularización.

Lo cierto es que en el caso de la colosal adulteración, las autoridades tienen pruebas fehacientes y suficientes para demostrarlo.


https://www.youtube.com/watch?v=PveekYKtsio

Pasaporte, visa, residencia, carta bancaria o de trabajo...

-->
-->


Ofertan “combos” de documentos falsos


-->
Por: Minerva Isa


De voz en voz se transmite la oferta: Un “combo” de documentos falsos. Charmín lo ofrece, garantiza un servicio eficiente, “legitimidad” impecable. ¿Quiere viajar? ¿Evadir la justicia? ¿Acaso un matrimonio de conveniencia? No hay problema. Todo estará nítido, nada será sospechoso a la aguda mirada del cónsul del “país de los sueños”, del “sueño americano” que a veces se troca en pesadilla.

¿Desea un combo completo? ¿Pasaporte, visa, carta bancaria o de trabajo? 
No hay problema, Charmín te hace “rico” de la noche a la mañana. En un instante consigues matrículas de vehículos, títulos de inmuebles, cuentas en bancos, nada te faltará al momento de solicitar el visado.

Todo falso, por supuesto. ¡Ilegítimo!, pero capaz de montarte en un avión, de trasladarte a Nueva York, Boston, Miami o Madrid.

¿Cuánto? 
RD$50 mil para iniciar el proceso, y de “ñapa” orientaciones al cliente sobre las respuestas durante la entrevista con el cónsul. El resto, según la cantidad de documentos, y si obtiene un pasaporte visado, sobrepasará los RD$200 mil. El precio dependerá del servicio. Ofertan tarjetas de residencia y de Social Security, actas de nacimiento norteamericanas falsificadas para optar por un pasaporte de Estados Unidos.

Si para residir en Nueva York o Madrid logra un arreglo conyugal y le urgen los “papeles” que llevará al consulado, igualmente se gestionan y estarás listo para viajar, como los falsos peloteros que intentaron migrar ilegalmente a España.

Como otros que van y vienen con documentos de los que Charmín y sus cómplices ofrecen al mejor postor.

 ¡Un negocio floreciente!
A algunos los apresan, pero poco después están libres, en plena faena, adulterando cédulas de identidad y electoral, pasaportes que permiten el tráfico humano del que el país ha sido puente y destino.

Falsifican actas de nacimiento para suplantar identidades, lograr nacionalidad dominicana, evadir fianzas, encubrir narcotraficantes, escudar reincidentes en crímenes y otros delitos.

La promoción llega al exterior y el país se convierte en refugio de criminales, en “paraíso de la ilegalidad”.

Usurpan identidad. Con doble o triple identidad llegan delincuentes extranjeros que huyen de la justicia en su país, buscan una guarida, hacer de RD escenario de sus acciones delictivas, como José David Figueroa Agosto, al que expidieron tres cédulas con tres nombres distintos, y declararon la hija con dos padres y madres falsos.

Más reciente, el caso del prófugo italiano investigado por la Fiscalía de Santo Domingo y la Interpol, a quien detectaron en gestiones para cambiar su identidad en el país, al igual que fugitivos de otras nacionalidades que se ocultan aquí y pasan años sin ser descubiertos o son encubiertos por quienes están llamados a perseguirlos.

A doble identidad recurren extranjeros, sobre todo haitianos que fraudulentamente se nacionalizan como dominicanos para residir ilegalmente en el país o como tránsito para migrar a otras naciones.
 
Fácil usted encuentra un haitiano o haitiana con su nombre
Adoptan falsa identidad mujeres utilizadas por una banda como madres biológicas de hijos que no parieron. Lo hacen haitianas, también dominicanas como la apodada “Doña Gallina” y otra que años atrás escandalizó al declarar 18 vástagos con diferentes padres, en su mayoría extranjeros, de los que solo dos eran suyos. Tampoco ella tenía una identidad real.

De una o otra generación. A menudo, dominicanos roban identidades ajenas para viajar, votar, casarse, declarar hijos, transmitiéndola de de padres a hijos y nietos, conformando una cadena fraudulenta.

La suplantación con fines migratorios es la causa dominante, sobre todo en el Sur, aunque también obedece a razones comerciales para engañar bancos y asociaciones hipotecarias.

Apelan a la doble identidad aquellos a quienes rechazan visas, deportados que intentan regresar a EU y peloteros para firmar en Grandes Ligas. El Gobierno de EU sostiene que el 25% de estos falsifica documentos, se involucra en fraudes de edad y de identidad.

Este recurso se utiliza de manera inconsulta o a sabiendas del suplantado, en forma temporal o permanente. Existen personas que han vivido medio siglo o más con una identidad falsa, tomada de alguien que ignora que en algún lugar otro responde a su nombre, se abroga sus derechos civiles y políticos.

Entre los suplantados hay ciudadanos fallecidos, de quienes falsearon los datos de su registro, usaron su acta de nacimiento, obteniendo la cédula con su nombre o el de la persona que fue declarada.

Dos o tres individuos viven con la misma identidad, una práctica entre hermanos, primos o amigos que llevan igual nombre, distintas cédulas y una sola acta de nacimiento. En estos casos suelen ser acuerdos sin interés pecuniario.

Hay quienes se identifican como falsos abogados, ingenieros, militares, periodistas. Inclusive médicos, como en dos ocasiones se reportó en el hospital Cabral y Báez, de Santiago. Uno de ellos solicitaba instrumental para cirugías menores, cobrando a los pacientes por sus atenciones facultativas.

Vasta industria. Los solicitantes de documentos falsos apoyan una extendida industria de falsificaciones, con redes formadas por reincidentes con dos o tres identidades, varias cédulas y pasaportes. Nombres falsos como el de Charmín y aliados. 

En esas mafias se involucran empleados de empresas privadas, como el intermediario que laboraba en una firma de telecomunicaciones. Hasta su detención, cobraba altas sumas por cartas de trabajo y credenciales falsas usadas en formularios de solicitud de visas.

Entre ellos figuran diestros falsificadores o disponen de los servicios de “especialistas”, como el apodado “Pavo Fey”, detenido por adulterar cédulas, más vulnerables que las actas de nacimiento, lo cual podría superarse con la nueva, en proceso de expedición.

Los integrantes de la red se confinan en laboratorios, mientras otros actúan como revendedores o “buscones”, confabulados con empleados de entidades estatales, Tránsito Terrestre y la Junta Central Electoral (JCE).

Esa connivencia se evidenció en junio de 2013 al detener nueve miembros de una red formada en su mayoría por empleados y exempleados de la JCE, acusados de falsificar registros electorales para duplicar identidades, de alterar actas del estado civil.

Ese año arrestaron otros diez hombres por adulterar documentos. Estafaban ciudadanos a los que entregaban marbetes, licencias de conducir y registros falsos tras cobrar el dinero.

Redes internacionales. 
Bandas de dominicanos y extranjeros funcionan aquí y en el exterior, como la acusada en 2012 por el Servicio Secreto de EU de falsificar millones dólares en RD para colocarlos en el mercado de Nueva York, Nueva Jersey y Miami.

Operaba próximo al aeropuerto de El Higüero, presuntamente en un centro de acopio de cocaína.

Ese año, federales de EU arrestaron y acusaron en una corte de Boston a un dominicano y dos peruanos por falsificar más de US$2 millones, fabricados en RD, acusándolos de contrabando y otros 25 cargos vinculados con la venta de dinero falso aquí y en Perú.


DNI de Perú

La frecuencia de fraudes cometidos por grupos organizados con tecnología al más alto nivel, hace que la competencia entre documentos originales y falsos sea pan de cada día.

Nuevos caminos abre a la falsificación la cámara fotográfica digital, reproductora de documentos, como la tradicional. Si la antigua foto con película era adulterada o trucada, más aún la digital, con la que pueden crear un nuevo documento, desvirtuando la información para extorsionar, amenazar, desinformar.

República Dominicana entre países con más fraudes
Las falsificaciones en que incurren dominicanos para obtener visado estadounidense hacen que el porcentaje de fraudes en la sección consular de la embajada de EU en RD sea una las más altas de América Latina y del mundo.

Personas que no califican para visa de paseo o de residencia, un pasaporte estadounidense o un reporte consular de nacimiento en el extranjero, utilizan documentos falsos con la intención, a menudo fallida, de obtener documentos legítimos, visas y otros para viajar a EU. Los adquieren de manera fraudulenta a vendedores para alterar su identidad o antecedentes personales y profesionales. Entre las tendencias de fraude, una de las más usadas históricamente es el matrimonio falso para inmigrar a Estados Unidos, conseguir una vista de residencia.

Si se comprueba la ilegitimidad de la relación matrimonial, el peticionario será permanentemente inelegible para viajar a EU. Podría ser procesado en una corte de ese país, obligado a pagar multas y hasta encarcelado. Igual ocurriría a quienes para obtener pasaporte norteamericano presenten un acta de nacimiento falsa.

Si para calificar para una visa de turista utiliza documentos falsificados: títulos de propiedad, cartas de bancos, actas de nacimiento, de matrimonio o de divorcio falsos, puede ser arrestado bajo las leyes de RD y ser inelegible en el futuro para visas de turismo o negocios. Y corre el riesgo de pagar miles de dólares en multas, ir a la cárcel y quedar fichado como falsificador en la Policía Nacional.

Decenas de personas han sido arrestadas en la sección consular de EU en el país, al presentar documentos falsos durante su entrevista para una visa de paseo. Detuvieron también a vendedores de documentos falsos que habían engañado a muchos individuos con la venta de los mismos y la promesa de una visa estadounidense.


1. Lesionan educación
El sistema educativo de RD ha sido lesionado con la falsificación de certificaciones escolares, títulos universitarios, lo que años atrás convirtió a RD en fábrica de profesionales dominicanos y extranjeros. Práctica a la que se añadía la expedición de exequátur falsos.

2. Pruebas Nacionales
La educación es afectada por igual con los fraudes en las Pruebas Nacionales, el envío de respuestas por celulares, profesores que promueven alumnos no calificados y estudiantes que hacen trampas, sacan “chivos”, anotaciones durante el examen.

3. Alteran calificaciones
La falsificación de calificaciones universitarias resurgió en la UASD, donde en enero pasado el Consejo Universitario ratificó la suspensión de tres empleados acusados de la alteración de notas. A la vez, pidió la devolución inmediata a quienes recibieron títulos fraudulentos.

4. Tesis de grado
El plagio de tesis y monográficos, tanto de grado como de postgrado, ha sido un cáncer en las universidades. Las copias, totales o parciales, son detectadas con software antiplagio, aunque hay casos en que se hace con tal maestría que no siempre se descubre el engaño. Indicios de plagio son frecuentes en ciencias económicas, sociales y jurídicas, humanidades, ingenierías, medicina y ciencias. 

Con esta práctica surgieron negocios de plagio en la vecindad de academias, ofertándolas a RD$20 mil, RD$30 mil o más.

Editorial del Listín Diario

-->
¿Odio? ¿Odio a quién?

Es recurrente, en el lenguaje de los diplomáticos haitianos, usar la palabra odio, o campaña de odio, para etiquetar las críticas que los dominicanos o los medios de comunicación hacen a la creciente inmigración ilegal de haitianos a este país.
 

-->

Haitianos violentan consulado dominicano,arrean la bandera Dominicana y ondean la haitiana


En el lomo de esta palabra predilecta, odio, montan todo el tinglado de insinuaciones o acusaciones que luego sirvan para justificar el estigma del racismo y la xenofobia que abiertamente descargan sobre las políticas locales de control migratorio, para desacreditarlas o neutralizarlas.

Un modelo de chantaje ya conocido, encaminado a dorar la píldora de lo que es el hecho grave de violentar las leyes migratorias de un país para establecerse en él y reclamar, más adelante, unos derechos que nunca han tenido o disfrutado en el suyo, donde nacieron.

Utilizar la expresión “campaña de odio” para describir las reacciones que se han producido en República Dominicana a favor de un mayor control de inmigrantes en la frontera es una sutil manera de restarle peso y razón al legítimo derecho de los dominicanos a defender su soberanía, sus leyes, su cultura, sus costumbres y sus valores nacionales.

Por años, la sociedad dominicana ha visto crecer exponencialmente la población flotante haitiana, compuesta casi ciento por ciento por indocumentados, sin incurrir en hechos concretos de hostilidad, violencia o estigmatización hacia ella, pese a las conductas arrogantes, desafiantes y hasta atrevidas de algunos inmigrantes que han venido con la creencia de que esta tierra les pertenece.

Si de odio se trata, habría que decir que quienes lo fomentan son aquellos que viven acusando a la República Dominicana de atropellar los derechos de los inmigrantes, legales o ilegales, para hacerse las víctimas de un monumental “genocidio civil” que los ha dejado sin patria y sin acceso a los servicios más elementales para vivir.


Ese ha sido el chantaje de siempre: imputarnos falsedades, falacias, propósitos inexistentes para denunciarnos ante el mundo como una nación de bárbaros, inhumanos, racistas y xenófobos, que patean, desprecian y echan de su suelo a los pobres haitianos que vienen en búsqueda de mejor destino.


sábado, 15 de julio de 2017

Repasando la Historia


Los cocolos somos “gente mansa”

  “Fulano de Tal, serie 23, 
tiro el paso y hablo inglés”



Por: Rolando Robles

La expresión la escuché siendo niño y desde entonces me ha acompañado en la memoria. Quien tal afirmación hacía, era un pastor de la Iglesia de Dios de la Profecía, el Reverendo Ladow, de muy grata recordación para mi familia. En ese momento me resultó ininteligible, porque yo no sabía a plenitud lo que significaba e implicaba la palabra “cocolo”. Ahora, yo si  suponía que los cocolos eran personas de la raza negra, aunque no eran haitianos.

Sin embargo, intuía que en el fondo se escondía algún sentido peyorativo cuando te identificaban como cocolo; te marginaban y como que dejaban caer alguna zurrapita al hablar. Esto provocó que algunos renegaran de su condición primaria y hasta castellanizaran su nombre. Pero en modo alguno se puede considerar como una actitud de cobardía sino mas bien, era como un intento de sobrevivencia, que a su vez evidenciaba una gran preocupación por el futuro de la familia.

Ruinas del Ingenio Quisqueya
Crecí con la duda de no saber a cabalidad lo que significaba ser un cocolo. Hasta que en un viaje al ingenio Quisqueya, por agosto de 1960, alguien le dijo a un familiar -en casa de don Daniel Luna- algo así como: “oye cocolo, muévete que hay que salir temprano” y el aludido le respondió con toda la dignidad que pudiera yo imaginar a mis trece años: “si, cocolo y a mucha honra”. A partir de ese momento me dispuse a averiguar qué era en realidad un cocolo; un sobre nombre que algunos rechazaban, pero que otros aceptaban con evidente orgullo.

A mi tía Zulinda Robles (qepd), la escuché decir alguna vez: “nosotros somos de origen inglés, cocolos”. Y lo decía con tanto garbo y postín, que hasta la mismísima reina Isabel se habría sentido plebeya, ante esta imponente negra, de correctísimo hablar y modales propios de la realeza humana.

Hoy, a mis setenta años, aún sigo averiguando y aunque he aprendido bastante sobre los cocolos, continúo intrigado y buscando una definición mas explícita. Por supuesto, ya tengo muy claro que no es pecaminoso ni vergonzante, el que alguien te llame cocolo. Porque si lo eres, entonces experimentas un infinito placer cuando te lo recuerdan; eso lo puedo sentir.

Ha llovido bastante desde entonces, pero mucho mas que el tiempo transcurrido, es lo tanto que he ido conociendo sobre la gente que siempre estuvo a mi alrededor y que sin modestia ni dolor alguno, se llaman a sí mismos cocolos. Similar a la solidaridad de los negros americanos, que entre ellos se llaman “niger”; pero si un “blanco” lo hace, lo consideran un insulto. Los cocolos actuales, por el contrario, no se ofenden si se les recuerda su origen; mas bien lo celebran y hasta lo agradecen.

Y precisamente de eso es que quiero hablarles. Alguien comentando uno de mis artículos, me escribe: “Jabalí, yo no sabía que tú eras cocolo, yo también lo soy, así que dejaré de atacarte, porque lo mínimo que somos tú y yo es compadres”. Esto encierra una gran valoración por sus ancestros y una evidente y sólida autoestima personal y colectiva.

Primero debo establecer que los cocolos no son necesariamente negros y que el “cocolismo” no es una expresión simplemente étnica. De hecho, a lo largo de mi vida he conversado sobre el tema con gente que no tiene nada de negros ni en su sangre, ni en el ADN de su familia; y ellos mismos, con altísimo pundonor se definen como “cocolos morales”. Una demostración fehaciente de que el estilo de crianza de los cocolos es muy bien valorado por el resto de los dominicanos.

Eso de “cocolo moral” me obliga a establecer ciertas categorías con que este peculiar grupo de descendientes de esclavos isleños proveniente de la madre patria África, se clasifica a sí mismo. Ese ejercicio de reencuentro con los orígenes comunes, me resulta extraordinariamente placentero, aunque en ocasiones pareciera un tanto pretencioso.

“Robles, de entrada, aclararemos que eso de que el término ‘cocolo’ es una simple degeneración de ‘tortolos’ -o sea, habitantes de la isla Tórtola- ya no se puede aceptar como el génesis de la ‘cultura cocola’, nosotros somos una categoría histórica en el devenir dominicano” me dijo muy convencido Celestino Potter, un mecánico romanense que supongo ya se ha ido, por allá por los años 80’s.

Desde los tiempos previos a la independencia, se había acuñado el término cocolo; mucho antes de la gran migración hacia la isla. Tenemos constancia de que en una carta que dirigía el sacerdote peruano Gaspar Hernández al pintor Baltazar Morcelo, días después del 27 de febrero de 1844, le decía: “Te felicito a ti y a todos los dominicanos por haber sacudido el yugo de los mañeses cocolos, …” en evidente alusión racial y peyorativa a los haitianos.

Ya viviendo en Nueva York, traté de recoger el sentir de la comunidad dominicana sobre la valoración de los cocolos, ahora que de nuevo han emigrado -como lo hicieron sus antepasados- y contacté a dos “cocolos insignes” como Luis Graveley (qepd) y John Sheppard. La experiencia ha sido sencillamente exquisita, por la claridad cultural de ambos.

Graveley, mi amigo de 30 años, afirmaba sin reservas: “Un cocolo es un muchacho criado con método y respeto a la familia y a las personas mayores”. Años después escuché el mismo criterio por boca de otro cocolo, el magnífico beisbolista George Bell. “Es muy difícil que tú te encuentres con un cocolo bruto (sin educación académica), por lo general, el cocolo le hace tiempo al pupitre, no a la cárcel” reiteraba el conocido dirigente político y seguidor de Peña Gómez”.

Sostiene por su parte el doctor Sheppard, con la habitual parsimonia que lo caracteriza y desde luego, como docente consagrado que es, lo siguiente: “te voy a confiar algo Robles, a los cobradores les dicen ‘ingleses’, porque los cocolos eran reclutados por los comerciantes para cobrar, debido a su conocida seriedad, responsabilidad ciudadana y apego a las leyes; cuando llegaba ‘el inglés’, llegaba el cobrador”.

Mas adelante, el sólido intelectual aclara otro asunto de carácter folclórico, y que ha sido tergiversado por ciertos comunicadores en funciones de “culturólogos”. Se refiere el doctor Sheppard al origen de la expresión Yaniqueque. “En realidad, es una corruptela de ‘journey cake’ o sea ‘la torta de viaje’, aludiendo al sabroso alimento de harina de trigo -horneado o frito- que por descomponerse tan poco, te sirve para comer durante una travesía mas o menos larga”

Francisco Chapman (qepd) cocolo insigne, laureado escritor y activista comunitario, me decía con mucha propiedad: “es muy cierto Rolando, si le das una mirada a las cárceles, te será muy difícil encontrar un cocolo preso; es que el cocolo fue criado para servir a la sociedad, no para delinquir. Nuestros padres siempre entendieron el concepto de ‘invertir en la segunda generación’, algo que creo, hemos olvidado los dominicanos al venir a Estados Unidos.”

Carlos McCoy (Johnny), otro cocolo insigne y de armas tomar, relata en una reseña sobre su gente que: “el cocolo en nuestro país, se distinguió por su sentido de orden y organización, fundando diversas instituciones sociales, tales como: logias odfelas, sociedades religiosas, artísticas, deportivas y de socorro mutuo. Algunas han prevalecido en el tiempo como es el popular SAM (Sociedad de Ayuda Mutua)”, que aquí en Nueva York lo identifican simplemente, como una “sociedad”. En realidad, el SAM es una creativa manera de ahorrar en conjunto.

Mas adelante en su relato, remata Johnny con una expresión de evidente satisfacción, proferida por su padre don Charlie McCoy (qepd): “No hay un solo cocolo que sea ladrón ni maricón”

Julio César Malone, escritor y periodista nacido en el ingenio Consuelo de Macorís del Mar, toca otra arista de la cultura cocola, su cultura: “fíjate en la historia nuestra desde la muerte de Trujillo para acá, por ejemplo, y dime ¿cuántos cocolos tú conoces señalados como corruptos?, no es que no los haya, pero eso es muy raro”.

Esta verdad a medias, aceptada por mí solo por la categoría investigadora del emisor, me indujo a verificar, con cierto entusiasmo y algo de temor, que en realidad los cocolos no son gente de adueñarse del erario público. Ese antiguo vicio de “coger lo ajeno”, hoy tan arraigado en la sociedad, no es un hábito de los cocolos.

Marino Mejía, un meritísimo docente e investigador social, reconocido por la comunidad en el grado de “cocolo moral e insigne” a la vez, hace una acotación un tanto irreverente y que define con propiedad a los cocolos mas frívolos, los cocolos de cabaret. Me asegura Mariano, que la carta de presentación verbal a las meretrices, de los pocos cocolos que visitaban “la Arena” de Miramar o “los Kilómetros” de la José de Jesús Ravelo en Santo Domingo, decía lo siguiente: “Fulano de Tal, serie 23, tiro el paso y hablo inglés”.

Otro cocolo moral, pero tan cuadra’o como los mas originales, es Luis Gaspar, Comandante de Abril, mejor conocido como “Guiguí la Vela” (por su figura espigada); que se apresura a aclarar que él es “makambo”, o sea proveniente de Aruba y Curazao. Su padre don Rafael Gaspar (qepd) se estableció en San Antón, cuando se levantó un “Quilombo” frente al “Solar de la Piedra” en La Atarazana. Varias familias de las Antillas Holandesas crecieron por esos alrededores: los Tillman, los Romell y los Gaspar, para solo mencionar tres.

Guiguí tiene méritos personales para ser considerado un cocolo insigne, en especial su preocupación por sus orígenes, su profundo sentir patriótico y el apego a las buenas costumbres; pero disiente de los otros cocolos antes citados, porque él cree que eso de la seriedad de los cocolos es solo una prédica cosmética, aunque muy bien intencionada.

“Los cocolos eran serios hasta que se hicieron dominicanos; de ahí en adelante copiaron todas las mañas de los españoles, porque ellos no crecieron en Marte”, sentencia implacable La Vela Gaspar. “A don Charlie McCoy yo lo respeto, porque sé que era ‘hecho de una sola pieza’, como mi papá, pero creo que se le fue la mano un poco”.

“Y ten en cuenta Jabalí, que en eso yo me equivoco, pero muy poco”

Mas luego conversaremos sobre los cocolos que viven en Nueva York, sus diferencias, ¿cuándo vinieron, qué hacen aquí y hasta dónde han llegado? Tengo el compromiso de reivindicar su existencia en estas tierras de Dios; pues a fin de cuenta, es como contar mi propia historia; la historia de mis antepasados, que también fueron cocolos.

15 abril 2017

domingo, 23 de julio de 2017

El cuento haitiano en agenda


Puntos de vista
        
Cronista de Paso
                 

Por: Fabio Cabral

El Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en situación irregular en la República Dominicana, puesto en marcha por el gobierno el 14 de junio de 2014, hace ya tres años, ha sido, sin lugar a dudas, una de las reformas migratorias más avanzadas aplicada por cualquier país del continente americano.

Tan abarcadora que no solo se limitó a beneficiar a los que entraron de manera legal y decidieron hacer vida y familia en el país, sino también a los que llegaron sin papeles, a los hijos de los padres que se encontraban en tránsito  y, además, a los descendientes de extranjeros ilegales y sin ningún tipo de documentación, vale decir, sin registros de nacimientos, mayoritariamente haitianos.

Sin la ayuda de gobierno alguno ni de algún organismo internacional, mucho menos de las organizaciones que se hacen llamar defensoras de los derechos de los haitianos, el Estado dominicano se embarcó en un ambicioso plan que, en vez de recibir, por lo menos, apoyo moral, lo que obtuvo fue una andanadas de ataques y críticas a escala nacional e internacional, llegándose a  comparar a nuestro país con la Alemania de Hitler.

Todo por aplicar la Constitución de la República, las leyes y los principios de soberanía, fundamentos de la democracia y de la convivencia civilizada entre los Estados independientes.

¿En qué país del mundo se ha aplicado una reforma migratoria en la que el beneficiado (migrante) no tenga que invertir un centavo para recibir el privilegio de la residencia y que todo sea subsidiado por el Estado?. La República Dominicana, un país pobre con problemas de salud, educación, viviendas, seguridad social y una serie de demandas sociales por resolver, se embarcó en ese proyecto, para lo cual invirtió más de RD$2,000.00 millones.


Todo ese sacrificio para que hoy vuelvan con el cuento de que hay que extender el plan, precisamente en un momento en que se percibe, a la luz del día, que en todo el territorio nacional hay más haitianos ilegales hoy que al inicio del Plan Nacional de Regularización.

Hoy, a poco más de tres años del inicio del Plan Nacional de Regularización y vencido el plazo, la cifra de que solo 7,838 de 250,241 logró en todo este tiempo completar los requisitos para hacerse de una residencia permanente en la República Dominicana es una muestra contundente del poco interés, tanto del gobierno haitiano como de la comunidad internacional, para que se resuelva, de una vez y por todas, una situación que sigue creciendo y por ende afectando a la República Dominicana.

Así las cosas, hay que preguntarse dónde quedó el acompañamiento de las decenas de ONG, locales y extranjeras, que supuestamente luchan por los haitianos y en contra de los maltratos de que son víctimas los millares de esos ciudadanos que caminan libremente por las calles, trabajan y se benefician de los servicios de salud y educación
en el país, para ayudar a que el gobierno de Haití los proveyera de la documentación para completar sus respectivos expedientes.

Se han comenzado a levantar las voces para que se extienda el Plan de Regularización, o lo que sería igual poner en marcha un nuevo Plan porque el anterior no llenó su cometido y así volver a revivir el tema de que todo el que nació aquí es dominicano, sin importar lo que dice la Constitución, y mucho menos la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional y zarandearla al extremo de hacerla inaplicable.

domingo, 23 de julio de 2017

sábado, 22 de julio de 2017

Recordando la Capital...

Salas de cine de Santo Domingo, 
en la nostalgia

Las 46 salas que existían en la capital a finales de los 60, todas desaparecieron, por diversos motivos

Teatro Independencia


por Etzel Báez


Ir al cine era un primoroso encanto, independientemente de la calidad de la película en exhibición. La Zona Colonial, Ciudad Nueva y Gascue tenían las más confortables salas con casi siempre los mejores filmes, eran los cines de estreno, y eran más caras por la calidad de la proyección y el aire acondicionado silencioso. Las 46 salas que existían en la capital, a finales de los 60, desaparecieron todas por diversos motivos ya en los 80. Según recuerdan Josefina Frías y Bienvenido Olivier, dos personas ligadas a la industria de esos años: “Olimpia, Élite, Independencia, Rialto, la falta de parqueo y la dificultad de conseguir películas de estreno, casi siempre les daban las películas después de semanas de estar en cartelera en los cines de donde se estrenaban las películas, o sea en los cines de los Turull o en los de Regency Caribbean. El Cine Triple y Doble del Malecón dejaron de interesar a la gente, cuando la ciudad se expandió hacia el oeste, y preferían ir a los cines que les quedaban más cerca a sus casas”.

Se percibe que ese declive de salas de cine se inicia con la llegada de la televisión a colores y, más tarde, las películas en VHS. También impactan el internet y servicio de suscripción en plataformas digitales, que se lleva a mucho público, aunque no tantos porque el número de taquillas anuales vendidas ya pasan de 4 millones, e ir al cine aún es un hábito placentero –y económico– en RD.

Gracias a ese público se pusieron de moda los cines en plazas comerciales con suficientes estacionamientos y seguridad más garantizada. Actualmente, hay alrededor de 158 salas, muchas de ellas con los mismos estándares de las mejores salas de cine del mundo (Imax, 4D, 3D), distribuidas en unos 18 centros o plazas comerciales de la capital dominicana (y Santiago, principalmente), que en su gran mayoría pertenecen a los circuitos Palacio del Cine y Caribbean Cinemas. En Ciudad Colonial hace unos años se abrió The Colonial Gate 4D Cinema, en la esquina de la Isabel la Católica con Padre Billini 52, con dos salas de 50 y 16 butacas.

Aquellas antiguas salas, su magia, quedaron en la memoria. El Élite en la calle
Cine Santomé, en la calle El Conde
Pasteur, Gascue; el Olimpia en la Palo Hincado, el Independencia, frente al Parque Independencia, en la esquina de la calle Enrique Henríquez.

Los cines más emblemáticos eran el Olimpia (calle Palo Hincado, Ciudad Nueva), Rialto (calle Duarte, C. Colonial), Cine Santomé (El Conde), Cine Leonor (calle A.

Teatro San Carlos
Nouel) que luego lo reformaron en dos salas y pasó a llamarse Colonial (con 4 salas); el Cine Max, el Diana, el Doble y el Estela (antes Julia), todos en la Av. Duarte, barrio de Villa Francisca. En la Av. Mella estaban el Apolo y el Lido, en la calle Las Damas estaba el cine Militar de Las Fuerzas Armadas. Entre esos, el Lido era el cine de la pornografía, eufemísticamente llamadas “eróticas”, aunque sí exhibían algunas que solo se permitían allí, con tandas corridas desde las 5:00 de la tarde.

Otros barrios también tenían hasta dos salas de cine: San Carlos con el cine San Carlos y el Paramount; Villa Consuelo con el Cupido, el Trianon, el de RTVD y el Balani; Villa Francisca con Coliseo Brugal; Ensanche Ozama con el Arelis; Villas Agrícolas con el Luna; Villa Juana con El Popular; Cristo Rey con Las Flores; en Mejoramiento Social el Montecarlo, en el ensanche Luperón el Cinzano (calle Albert Thomas); en Capotillo El Municipal; aunque ahí mismo alrededor del Mercado Nuevo había otras 4 salitas, entre ellas el Cometa y el antiguo Ramfis. Un testimonio de Frías y Olivier sobre el porqué desaparecieron: “Los cines de barrios de clase baja dejaron de ser frecuentados cuando las películas de acción fuerte, como las de Bruce Lee y otros legendarios de karate, perdieron popularidad, además de que la TV por cable, en parte tuvo que ver con que la gente ya no quisiera pagar entrada de cine por algo que eventualmente podrían ver en la TV por cable”.

La UASD también tenía su cine, ubicado en el paraninfo de la Facultad de Ingeniería. En los años 60 cerraron el Autocinema Iris (Centro de Los Héroes). Este cine estaba en los terrenos del Coney Island y terminó en decadencia, porque las películas nunca fueron de estreno, sino filmes que se habían exhibido por años y años. “El atractivo de ese cine, no eran las películas sino que en la privacidad de los autos, podían los enamorados hacer lo mismo que en un motel, las películas exhibidas o eran verdaderos clavos o eran repetidas por años y años.”, recuerdan los consultados. Había otro, el Autocinema Naco, en el ensanche Naco.

Con la desaparición de esas salas de cine, también las distribuidoras de películas, o desaparecieron o cambiaron de nombre y de propietarios. Entre esas, la Gomeco Dominicana (antes Apolo) que estrenaba en los cines Apolo, Olimpia y Diana; Cines Dominicanos S.A. de la familia Turull, otros empresarios como Joaquín Ginebra tenían al Leonor, Élite y cines de Plaza Naco, igual que García Recio con el Max, Santomé y Cometa. Asimismo, se transformaron en Palacio del Cine y Caribbean Cinemas.

Entre las salas de sistemas múltiples que aún resisten desaparecer está el Cinema Centro, que cuenta con un público cautivo de los barrios Gascue, Ciudad Nueva, Colonial, Zona Universitaria y Lugo que van con regularidad. Ya el grupo de cine de Malecón Center cerró por falta de público, presumiblemente, se ignora si hay algún plan futuro. Reabrir esa sala en base a ofertas atractivas y con algunos programas financiados por el gobierno, rendiría buen público.

Cines de barrios, así como cines en pueblos y ciudades pequeñas, en populosos barrios como Invivienda, Villa Mella, Maquiteria, Los Mina, Sabana Perdida, La Victoria, Pantoja, Cristo Rey, Gualey, Manoguayabo, Cancino, por ejemplo, es asignatura pendiente de un mercado dormido.

Hay ideas para un Cine-Móvil, que incluso, ha dado buenos resultados en otros países con menor cariño por el cine que el que tiene República Dominicana.


Febrero 27, 2017