Turismo radiactivo
Holanda tiene un nuevo destino turístico, se trata de su basurero radiactivo, el cual ha sido abierto al público para sensibilizar a la ciudadanía sobre este fenómeno.
Grupos de escolares, miembros de clubes deportivos, empresariales o altruistas; o simplemente un conjunto de amigos que desea pasar una jornada inusual, son bienvenidos en las instalaciones de la Organización Central para la Basura Radiactiva, mejor conocida como COVRA.
Pero para hacer aún más insólito el paseo entre tanques radioactivos blindados con plomo y cilindros de alta tecnología, los organizadores han añadido a la visita componentes educativos, artísticos y culturales.
"Decidimos acercarnos a los vecinos de la localidad para que cambiaran su percepción respecto a nosotros, porque sabemos que nadie puede estar contento de tener en su patio trasero un basurero y además radiactivo", dice a BBC Mundo, Hans Codée, director de COVRA.
"Y para hacer aún más amena la visita, usamos nuestros espacios vacíos como galerías de arte y para exponer obras de museos de la provincia y que nunca son apreciadas porque no hay lugar para exhibirlas".
Blindaje
Situado en el puerto de Vlissingen, al sur del país y en la desembocadura del río Escalda, en COVRA van a parar todos los desechos radiactivos producidos en Holanda, ya sea en laboratorios experimentales, hospitales, fábricas o centrales nucleares.
Pero no se trata de un almacén cualquiera, sino de un gigantesco búnker de 46 metros de ancho, 91 metros de largo y 20 metros de alto, construido con muros de concreto de 1.70 metros de grosor, tecnología de punta y compuertas del acero del más resistente.
Está diseñado para aguantar todo, desde terremotos, inundaciones y tornados, hasta ataques con misiles y el choque simultáneo de dos aviones Boeing.
"Al abrirlo al público demostramos que es posible manejar de manera segura y responsable los desechos nucleares, después de todo es algo que no podemos negar y que estará entre nosotros hasta encontrar otras alternativas", sostiene Codée.
Tour
Las visitas, pactadas con cita previa, inician con una introducción didáctica y visual sobre el fenómeno de la radiactividad, así como del trabajo realizado por COVRA desde su creación en 1982.
Luego de familiarizarse con elementos teóricos, el tour continúa por las bodegas donde se almacenan desechos radiactivos que pueden contenerse dentro de botes de acero llenos de plomo y concreto, como son guantes, telas y plásticos de hospitales.
Entre decenas de botes que encierran radiación comprimida, puede apreciarse piezas de museos, entre las que destacan herramientas primitivas, estatuas de la edad media o majestuosos gobelinos.
La tercera etapa está destinada a la zona de alta seguridad, donde se almacenan materiales de enorme peligrosidad y que en caso de liberarse pueden aniquilar a una persona en segundos.
E=mc2
Según los trabajadores locales, en el terreno industrial del puerto de Vlissingen, el único edificio visualmente amigable y que rompe con el gris de las chimeneas de las fábricas, los almacenes y el cableado eléctrico, es COVRA.
Diseñado por el artista holandés William Verstraeten, el búnker parece a distancia un enorme juguete de color naranja y que lleva en verde las ecuaciones físicas de los científicos alemanes Albert Einstein y Max Planck.
"El color naranja no fue ninguna ocurrencia, hace referencia al equilibrio entre su interior, el rojo, peligro; y el exterior, el verde, vida", explica Codée.
Según el concepto artístico desarrollado por Verstraeten, cada 20 años la fachada cambiará a un color más claro hasta llegar al blanco en el 2103, cuando se cumplan los 100 años necesarios para que la basura radiactiva que oculta en su interior deje de suponer un peligro para la salud.
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