lunes, 29 de septiembre de 2014

No es justo que el castigo caiga sobre todos


Los Culpables

Por Manuel Núñez Asencio

¿Por qué los dominicanos no podemos aceptar ni una fusión ni una solución federal con Haití?
Cuatro razones fundamentales nos llevan a la defensa a ultranza de la nación en las circunstancias actuales.
1.   Proteger la identidad nacional del pueblo dominicano.  Esto supone conservar  su cultura,  su lengua, sus costumbres, su modo de vida y la personalidad de su nación. Todas esas paparruchas que nos hablan de un mundo postnacional, de un hombre universal, sin patria y de sociedades donde reina el vacío son cuentos de camino para que aceptemos el desmantelamiento del pueblo dominicano y la destrucción de su unidad nacional.

2.  La segunda razón es política.  Mantener al pueblo dominicano dentro de las fronteras de la nación. Preservar el control del territorio, el legado de sus libertadores y la cohesión nacional son condiciones indispensables para  la existencia de un Estado  que defienda y  que represente al pueblo dominicano. Ningún país puede salvarse  apoyado en   ONG u organismos supra nacionales, solo el Estado nación puede  sustentar   las conquistas sociales del pueblo dominicano. ¿Quién puede responsabilizarse del crecimiento de la economía, del bienestar de la población, de los servicios sociales en nuestro país? ¿quien, al momento de las grandes catástrofes, ciclones, grandes epidemias,  terremotos, grandes bancarrotas puede evitar que la nación entera se hunda en el caos y desaparezca en el desorden? El Estado nación.

3.   La tercera razón es económica.   Ningún país ha progresado económicamente importando pobreza.  Las malas políticas nos han llevado  combatir el desempleo endémico de los dominicanos importando trabajadores haitianos, es decir, destruyendo el empleo que produce la economía;  combatimos  la insalubridad trayendo enfermedades del país más insalubre del continente- Y, creemos que hacemos progresar la escuela pública, importando  población del país vecino.  El balance económico de esta inmigración  es negativo.  Toda la prosperidad que podamos crear se halla completamente amenazada por el más grande ejército de desempleados del continente, dispuestos a destruir  para siempre el valor del salario y a convertir los beneficios del esfuerzo económico de la nación entera en agua de borrajas.

4.   La cuarta razón es estratégica.  Preservar la unidad jurídica del pueblo dominicano resulta indispensable para mantener el Estado de derecho. Si   se hace operar la soberanía de dos pueblos en nuestra patria, esto supondría no sólo la anulación de los resultados históricos de nuestra Independencia de 1844, sería, además,  un salto al vacío. Porque los dominicanos no podrán superar el fracaso de la Comunidad Internacional y de las ONG, ni van a quedarse de brazos cruzados ante la pérdida de todo lo que nos resulta hermoso.

       Todo el esfuerzo de todas las generaciones de dominicanos por mantener los resultados históricos de nuestra Independencia se han tropezado con las maniobras   de un enemigo interior. Estos dominicanos que, en lugar de defender los empleos, el territorio y los intereses del pueblo, promueven la desnacionalización. Esos dominicanos  que han adoptado el punto de vista haitiano, ya por convicción,  ya  por hallarse asociados a las ONG o a los jesuitas. O se han dejado seducir por las fabulaciones de intelectuales  que les han hecho creer  tras haber despedazado el Estado nación, inspirado en ideario duartiano, verán surgir un mundo nuevo. Quieren que cambiemos el sueño por una pesadilla. . Es tal el compromiso de los traidores con la destrucción de la nacionalidad,  que ahora nos imputan la condición de apartheid del Caribe;  envían cartas llenas de mentiras a todas las organizaciones internacionales; participan activamente en todas las falsificaciones de documentos de inmigrantes ilegales ; les inventan identidades falsas; exigen la intervención de organismos supra nacionales en los asuntos internos del país; se han proclamado como enemigos jurados en todos los conclaves internacionales. Convertidos en los ojos y en los brazos ejecutores de la voluntad de  los organismos internacionales, combaten sin tregua los intereses del pueblo dominicano.
         La insolencia de estos individuos no conoce fronteras.  Se  han propuesto desguazar a la nación entera; promover la suplantación de nuestros trabajadores y de nuestra población; profundizar el proceso de desnacionalización que estamos padeciendo; transferirles la soberanía nacional a organismos internacionales; anular todas nuestras conquistas sociales. Se movilizan en la prensa, en el Gobierno, en las organizaciones de la sociedad civil para proclamar la muerte del patriotismo. ¿Podrá toda la maquinaria de prensa y agentes extranjeros borrar la historia  de nuestra Independencia y hacer que nos olvidemos de nosotros mismos?
.         Dígase lo que se diga, los dominicanos constituimos un proyecto nacional. El  pueblo dominicano se halla representado ante la comunidad internacional por un Estado que debe garantizar su libertad, su capacidad de autodeterminación, la defensa de su territorio y movilizarse ante todas las circunstancias que se transformen en amenazas. La soberanía, que es el patrimonio de todos los dominicanos, no puede ser traspasada a organismos supranacionales, llámese Naciones Unidas o la Corte Interamericana de los derechos humanos de la OEA. Porque es el único espacio donde los dominicanos pueden ejercer sus libertades, sus derechos democráticos, mantener su identidad y su cultura.
  Juan Pablo Duarte, el inspirador de ese Estado, dejo claramente dicho en el proyecto de Constitución lo siguiente:

Art.6. Siendo La independencia Nacional la fuente y garantía de las libertades patrias, la Ley Suprema del pueblo dominicano es y será siempre su existencia política como nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera.
Art. 18. – La nación dominicana es libre (Art. 6) e independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra potencia, ni patrimonio de familia ni persona alguna  propia ni mucho menos extraña
La Independencia dominicana es un equilibrio de las poblaciones y de las culturas. Los dominicanos nacimos con la posibilidad de ver perderse, ya por la inmigración, ya por razones políticas los resultados históricos de nuestra Independencia de 1844.  Ninguna de las naciones del continente salió a la luz de la libertad con semejantes riesgos. Para los dominicanos la Independencia es compromiso, lealtad al ideario de los fundadores del Estado y  esfuerzo permanente para contrarrestar con las fuerzas del Estado el expansionismo de un Estado que ya, en 1949, había colapsado, según consta, en el Informe de las Naciones Unidas ( Mission to Haiti, N. Y. 1945). Muy pocos dominicanos han reflexionado hondamente en esa condición especialísima. Entre nosotros el patriotismo no puede retirarse a las soledades de la contemplación, sino que es una referencia permanente de una piedra que hay que cargar siempre como hacía Sísifo para conservar el sentido inicial de nuestra vida como nación independiente.
Cualquier circunstancia que deshaga los resultados históricos de nuestra Independencia de Haití, cualquier maniobra que transfiera las decisiones y la autodeterminación del pueblo dominicano a las poblaciones haitianas que se han desplazado a nuestro territorio, implicaría comprometer  la capacidad para el gobierno propio y destruir la cohesión nacional.
       ¿Qué proponen aquellos que, solapadamente, se oponen a que ejerzamos nuestra soberanía? ¿Qué hay detrás  de la campaña que ha iniciado en Bruselas Julienne Deguis Pierre, aupada por los Jesuitas, por los comunicadores de un gran grupo de prensa, por las ONG que le han servido de plataforma y por el ACNUR? ¿Por qué todos los haitianos a los que les hemos otorgado la nacionalidad ejercen plenamente la deslealtad, sin que siquiera podamos aplicarle las previsiones del art. 76 del Código Penal que sanciona la traición a la patria? Gozan de todos los derechos de los dominicanos, y ninguno de los deberes.  La nacionalidad no la puede contener un documento jurídico, obtenido por malas artes, y que  no traduce la pertenencia a la comunidad nacional.

         El pueblo dominicano ha sido víctima de la saña y de la crueldad increíble por parte del mando político.  Se le privó del derecho a pronunciarse sobre la ley 169/14. Decisión  que tendrá
fatales consecuencias en la demografía electoral; segundo,  al establecer un plan de regularización sin cuotas, sin límites ni proporciones el Gobierno dominicano renunció a una política nacional de empleos,  por despreocupación de la cosa pública, millones de dominicanos serán privados permanentemente de los empleos que la economía produce. Los dominicanos han sido olvidados, arrojados a la incertidumbre, condenados a la angustia, al abandono, a la soledad.

         De todo lo malo que  lo que ha ocurrido, y de lo que está ocurriendo ahora, hay responsables y hay culpables.
         Don Pedro Mir nos decía en su poema “Hay un país en el mundo”  lo siguiente:
No es justo que el castigo caiga sobre todos
Busquemos los culpables, y entonces caiga el peso infinito de los pueblos sobre los hombros de los culpables.

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