lunes, 22 de septiembre de 2014

"cuando la ayuda no ayuda". Un monstruo paternalista que barre con todo a su paso.


Cementerio de Proyectos

Por Manuel Núñez Asencio

1.  Fracaso de la Comunidad Internacional
 
Bill Clinton y Jean Max Bellerive
 Tras el teatro de tierra arrasada,  dejado por el terremoto del 2010,  se elaboro el Plan para recuperación  y desarrollo de Haití ( Plan d´action pour le relevement et developpement national d´Haiti, Puerto Príncipe, 2010). El PARDNH, plataforma del Gobierno encabezado por el ex Presidente Bill Clinton y por el señor Jean Max Bellerive. Todo el esfuerzo emprendido por el Gobierno del CIRH  (Comisión provisional para la Recuperación de Haití) se apoya  en los compromisos asumidos por la Conferencia de Donantes  de marzo del 2010 que calculó  las necesidades de la recuperación y del relanzamiento de esa nación   en 11.500 millones de dólares.  El total de las recaudaciones rondaban los 10.500 millones de dólares.  El Plan del CIRH se basa en cuatro polos fundamentales para fortalecer al Estado haitiano:

·      Una refundación territorial
·      Una refundación económica
·      Una refundación  social
·      Una refundación institucional

Pasado el tiempo, nos preguntamos ¿Cuál  ha sido el desempeño de los que han llevado a cabo esa ayuda? ¿Cuál  ha sido la participación del Estado y el pueblo haitiano en las tareas de la reconstrucción? ¿Qué porcentaje de los desembolsos se ha destinado a gastos generales, vehículos, personal, viáticos y alojamiento, y  ¿cuál es, en rigor, el monto de gastos que va directamente a la resolución de los problemas de Haití?.

         En abril del 2013, Jake Johnston y Alexander Main escribieron  el Informe del Center For Economic and Policy Research  en el que explican  con toda menudencias el fracaso de la ayuda estadounidense a Haití ( “ La caja negra de la ayuda a Haití: aumentar la transparencia y la rendición de cuentas de  la asistencia de los EE.UU, abril 2013). He aquí algunas de sus conclusiones:
1.   Ha habido una rotunda falta de transparencia en la rendición de cuentas. La ayuda desembolsada a través de Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID)  calculada en septiembre  del año pasado en más de 2400 millones de dólares, se ha evaporado sin que los propios haitianos y los contribuyentes estadounidenses sepan cómo se ha gastado tanto dinero.

2.   Todos los proyectos aprobados han sido atribuidos a empresas estadounidenses. Los montos de la asistencia se distribuían en tres partidas contratos, donaciones y subvenciones. De todas las empresas prestadoras de servicios Chemonic Internacional, una compañía establecida en Washington se llevó la parte del león, más de 680 millones de dólares en sólo un año de ejercicio. El resto de los fondos beneficiaron a las ONG y a las compañías subcontratadas, asociadas  a Beltay, afincadas en Washington.

3.   De toda esa montaña de dinero, sólo el 1%  fue contratado por empresas haitianas; de las subvenciones, apenas  0,7% se distribuyó en empresas locales.  Los cabilderos para las compañías de desarrollo internacional  (CIDC)  se opusieron cabalmente a la participación de las compañías locales. Los propósitos de “ la ayuda no han logrado materializarse ni generar un cambio significativo en la gestión de los fondos del USAID” (Informe: 2013,  pág. 9). Al parecer, todos esos fondos se han esfumado en una caja negra.

En otro informe del  Center for Global Development  ( “¿ Haití: dónde ha ido todo el dinero ?” mayo 2012) escrito por Vijaya Ramachandran y Julie Walz   se establece que  el Gobierno de Haití recibió el 1% de la ayuda humanitaria, y de un 15 a 20% de los fondos para reconstrucción. Sus conclusiones son pavorosas: “  La dominación de las ONG y los operadores privados han creado un Estado paralelo más poderoso que el mismo Gobierno. Esas entidades han construido una infraestructura  alternativa para proveer de servicios sociales pero no tienen ninguna responsabilidad ante el Gobierno ni ante el pueblo haitiano” ( pág. 42).

De manera que la comunidad internacional, en lugar de fortalecer al Estado haitiano y sus instituciones, como se había propuesto en la declaración del PARDNH, se ha dedicado a sepultarlo, a vaciarlo de su contenido. a fortalecer la impotencia, la incapacidad del Estado y sembrar una mentalidad de asistidos sociales. La Comunidad Internacional, los países influyentes en la crisis y las organizaciones internacionales,  no han logrado crear una plataforma que pueda hacerse cargo de llevar a cabo las tareas gigantescas de la reconstrucción social, económica y político de un Estado que se ha disuelto.

Dos testimonios concluyentes

Las conclusiones a las que llega Le nouvelliste ( “ Quand l´aide  n´aide pas”  cuando la ayuda no ayuda)  en su editorial  del 29 de agosto del 2014 no tienen desperdicios.

los blancos pagan o nos prestan el dinero. Nosotros decimos gracias. Tomamos un cursillo y no hacemos nada más. (…) Se podrían citar proyectos interminables que nacen muertos y otros que han desaparecido con la salida del último cooperante.  Las autoridades haitianas se interesan en los anuncios de la ayuda. Los funcionarios en los gastos, en los vehículos y en otros beneficios ridículos que puedan extraer de los presupuestos. Cuando termina un proyecto esperan el siguiente. La misión, los planes y los objetivos no cumplidos sirven como pretexto para el próximo proyecto. Es un eterno recomienzo que muestra nuestra incapacidad para avanzar. Reescribimos el mismo proyecto durante cincuenta años después de haber asesinado un proyecto semejante. Al final los resultados son similares. Muchos proyectos, pocos resultados. El remedio no cura al paciente Haití . Constantemente, se le descubren nuevas patologías. (…) Es un ballet interminable de expertos, de inauguraciones, seminarios, discursos y comentarios poco halagueños  destilados en privado.  La ayuda no ayuda. Y eso no es culpa de nadie”

        El  cineasta haitiano Raoul Peck, una de las  mayores personalidades de ese país,  mostró en su documental  Assistance mortelle” (Berlinale, 2013) que el mas gigantesco esfuerzo de solidaridad y reconstrucción  en todo el continente se redujo a sal y agua;  poquísimas realizaciones; los grandes despilfarro de dinero; proyectos  faraónicos de personas incompetentes; fabulaciones de intelectuales impregnados de todos los populismos; 
Raoul Peck
chapucerías de todos los vendedores de milagros y de ilusiones que nunca llegan a concretarse. Y algo peor que la propia tragedia, la impotencia, la incapacidad para resolver los problemas. Sus conclusiones despejan todas las dudas: “La dictadura de la  ayuda es violenta, ciega, imbuida de  sí misma. Un monstruo paternalista que barre con todo a su paso. Nos hace creer que resuelve los problemas que se empeña en mantener “

Acusar a la víctima

Los dominicanos somos la primera víctima de las repercusiones de toda esa circunstancia verdaderamente pavorosa. Como una jauría hambrienta se han lanzado los haitianos sobre los modestos progresos que hemos alcanzado en los últimos cincuenta años. Una porción importantísima de las ONG y organismos de Naciones Unidas,  en lugar de reconocer su fracaso rotundo en Haití  se han dedicado a acusar a la víctima. El apoyo a las ambiciones jurídicas de Haití dentro del territorio dominicano se traduce por una  campaña de desmantelamiento moral,  El ACNUR acusa al Estado dominicano de apartheid. Los autores de esa campaña  importan escenarios de otras realidades; claman por una intervención  internacional  ¿debemos los dominicanos confiar en que la comunidad internacional velará, como es su obligación jurídica, por el respeto a la soberanía de un Estado fundador de las Naciones Unidas como lo es República Dominicana?.En cualquier caso, nuestros dirigentes políticos, no deben confundir la indecisión y la incapacidad para enfrentar los problemas con la prudencia, ni la falta de patriotismo con la sabiduría .  Ante los despropósitos, la insolencia y el irrespeto a nuestra soberanía debemos sacar en claro dos lecciones.

1.  las denuncias altisonantes no bastan para evitar las fatales consecuencias de este proceso.

2. El tiempo no resuelve por sí solo los problemas; suele confrontarnos con los hechos consumados.

3.  No podemos confiar el porvenir de todas las generaciones de dominicanos en la decencia ajena. El pueblo dominicano tiene derecho a existir como nación independiente, los únicos que pueden defender esos derechos son los dominicanos. Son esos valores los que han construido la Independencia, los que han forjado todos los progresos y hazañas del pueblo dominicano.

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