lunes, 8 de septiembre de 2014

El Gobierno de Martellly-Lamothe es la representación de un Estado inexistente


Lecciones de un fracaso histórico

Por Manuel Núñez Asencio

       Después de más de sesenta años de un pésimo desenvolvimiento económico y social, han llegado a territorio haitiano algunos vendedores de milagros. Tras las diversas conferencias internacionales para llevar a cabo la reconstrucción de ese país luego de la catástrofe del 2010, se implantaron en esa nación  dos  jefaturas:
1. El Gobierno de Martellly-Lamothe que mantiene formalmente 
la representación de un Estado inexistente;

Bil Clinton y su carnal Jean-Max Bellerive


2. El Gobierno Clinton-Bellerive que tenía a su cargo la reconstrucción de las infraestructuras: Palacio Nacional, Ministerios, poblaciones arrasadas. Ninguno de los dos ha desplegado una estrategia de recuperación. Las infraestructuras brillan por su ausencia. La salud pública sigue en desorden, apenas cubre el 10% de la población; la educación pública llega coberturas mínimas que rondan un 12%. Los empleos de la reconstrucción; las grandes inversiones prometidas en las conferencias de donantes que se calcularon en   10.000 millones de dólares se han desvanecido.
Una vez concluida la recaudación  de la ayuda internacional, los responsables del Gobierno no sabían por dónde empezar. Estaban perplejos.  Se vivió en las contradicciones  de  la boda del  piojo y la pulga. Cuando no falta el vino, falta el padrino… De poco sirve el pensamiento racional de las eminencias grises como  Paul Collier, Jeffrey Sachs o  Muhamed Yunus. Todos presuponen que a los haitianos les interesa recuperar su país, que se levantarán de las cenizas de la destrucción como se levantó Alemania, tras el paisaje de tierra arrasada dejado por  la Segunda Guerra Mundial.
·       El primer error garrafal es la creencia de  que  los haitianos están comprometidos con la recuperación de su territorio.  Ni sus dirigentes económicos ni su clase política se hallan dispuestos a pagar el  precio de semejante empresa. Ambos consideran que el esfuerzo es demasiado grande.  Para estos, la solución de Haití se halla en colonizar a la República Dominicana.  Una vez que la idea toma cuerpo,  toda  la maquinaria diplomática haitiana, en conciliábulo con las ONG que viven de la miseria de esta población ,  con los organismos internacionales que no han hallado  una salida  tras  diez años  de ocupación militar de la MINUSTAH, se proponen, entonces,  desmantelar el proyecto nacional  dominicano.  En esa tarea han asociado a un grupo de dominicanos traidores al ideario del fundador de la República, peones del intervencionismo internacional.

·      Hay, desde luego, otras figuras relevantes que siguen creyendo en la solución haitiana. Pero no saben por dónde empezar. ¿Cuál es la prioridad de esa nación se han preguntado los más eminentes  expertos del mundo?  
1.                    Unos dicen que  la recuperación económica. Convertir a  ese país en una gran zona franca internacional, aprovechando los beneficios de la Ley Hope II. Muy bien. Pero hay obstáculos insalvables. No hay infraestructuras. No hay carreteras; el costo de kilovatio/hora supera los 19 centavos del dólar; no existe un catastro que proteja el derecho de propiedad de los inversionistas. La corrupción de los funcionarios impone un papeleo gigantesco, demencial, capaz de exterminar la paciencia de Job. Y, ¿cómo darle empleo al 70% de  todas las personas en edad de trabajar?.
   Porque este país, además, de ser el Estado más pobre del continente; entre los Estados fallidos se lleva las palmas en desempleo. (Foreing Policy, )
Por otra parte,   el Gobierno Clinton-Bellerive ha tenido pocos resultados. No hay proyectos claros. Las soluciones económicas no rebasan el asistencialismo. Al final,  el país no puede andar con sus propias fuerzas. El plan económico tropieza y se estanca. Desde luego, la solución  no es meramente económica. Y, en lo que el hacha va y viene, ¿qué hacer con la degradación del medio ambiente?
Haití consume seis millones de metros cúbicos de madera por año, para mantener el fuego de sus cocinas. En 1949,  el país tenía una cobertura boscosa de un 15%; hoy, se ha reducido a menos del 1%,  según la FAO. Sus necesidades se han trasladado a los parques nacionales de la República Dominicana.  Algunos optimistas, proclaman que hay que buscar petróleo. Que en Haití hay minas gigantescas. Y ya hay una buena cáfila  de aventureros que  se han adueñado de las concesiones. Pero todas las esperanzas están centradas  en las  ilusiones del que tiene un billete de lotería premiado.  Por el momento, no hay recursos naturales para financiar el despegue del país. Su mayor recurso son sus muertos. Los aplastados por el terremoto, los muertos del cólera. Son ellos los que pueden golpear la conciencia del mundo, y hacer llegar la ayuda internacional. El empleo constante de la victimización sustituye la responsabilidad de los dirigentes políticos. Sin embargo, la recuperación económica de ese país ha fracasado radicalmente.  Desde hace cuarenta años el Producto Bruto Interno de ese país  va en caída libre.  La riqueza disminuye; la población va en crecimiento galopante; el 56%  de la población vive con menos de un dólar; la destrucción el medio ambiente continúa; no hay progresos  apreciables.  Todos los
esfuerzos económicos han sido insuficientes, ¡y no puede pensarse que la MINUSTAH se mantendrá en ese territorio  per secoula secolorum!  (para toda la vida). En algún momento, habrá que traspasarle esa responsabilidad internacional a los haitianos. ¿Cómo?, ¿cuándo?

·      Shlomo Ben Amí, ex canciller de Israel, ha planteado que
Shlomo Ben Amí
la prioridad es la construcción del Estado haitiano
.  ( “Haiti´s State Building Challenge”, 3/6/10, P.S).   La creación de un Estado que saque a ese país de una mentalidad de asistidos sociales, que lo rescate del aislamiento político,  del infantilismo colectivo. Que  cree las condiciones económicas para recaudar impuestos, fomentar la riqueza y proveer a la población de los servicios de educación, salud y seguridad. Que obre como un miembro activo de la comunidad internacional. Que restablezca el polo de autoridad que antes encarnaba el Ejército, y que ahora se halla en manos de la MINUSTAH.
¿Cómo se construye un Estado?  Tras la Segunda Guerra Mundial , las Naciones Unidas apoyaron el proceso de descolonización de África y de Asía e intervinieron en la creación de muchos Estados. Al momento de fundarse el máximo representante de la Comunidad Internacional, había unos 70 Estados; hoy la organización incluye 198 Estados. Hay, pues, sobrada experiencia para llevar a cabo una solución que no les traspase a los dominicanos las fatales consecuencias de la desintegración del Estado haitiano. En la conferencia de Montevideo del  26 de diciembre de 1933 se hallaban descritas las misiones del Estado.
1. Tener control de un territorio deslindado y reconocido;
2. Ocuparse de su población y
3. Tener un Gobierno propio, que mantenga relaciones formales con otros Estados. Sobre esas bases debe conducirse la diplomacia dominicana.
Los haitianos han empleado a las poblaciones que se han desplazado a República Dominicana como elemento definitorio de su política exterior,  para justificar la aventura de deshacer la soberanía dominicana. Nuestro país  no puede transformarse en la tabla de salvación de esa población extranjera, sin al mismo tiempo, correr el riesgo de hundirse. 
Poco les importa a los haitianos y a las ONG que promueven su implantación en nuestro país, los males sociales de nuestra población. En esos cálculos se olvida que los dominicanos de esta generación tenemos  el compromiso de sacar a nuestros compatriotas del desempleo, de la insalubridad, de la miseria, de la falta de instrucción,  de las desigualdades y de la falta de oportunidades.
Tres factores deben observarse para evitar que el colapso del Estado haitiano,  una sociedad que no puede gobernarse por sí misma, nos lleve a un abismo de situaciones que creíamos superadas.    
1.Que la superficie boscosa de  nuestro país no siga siendo plataforma para satisfacer las necesidades haitianas.
2, no podemos permitir que la inmigración ilegal, desbordada, destruya todos los progresos del pueblo dominicano. Ninguna nación está obligada a comprometer todas sus conquistas sociales para salvar a otra.
3.  Que tampoco puede aceptarse que el derecho al gobierno propio, la soberanía nacional, sea regalada a otro pueblo, destruyendo, de este modo, la cohesión nacional, la unidad esencial del pueblo dominicano.  La desgracia ajena no puede ser pretexto para destruir la felicidad nuestra. Estamos en un momento histórico de vida o muerte. Y  cuando eso ocurre, no hay que omitir medios para mantener  cueste lo que cueste el principio sagrado de la legítima defensa.

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