lunes, 16 de diciembre de 2013

La Sangre de un Blanco como tinta y como pluma una Bayoneta...


Nelson Mandela y j.j. Dessalines, dos personajes opuestos

Por Manuel NÚÑEZ Asencio


El hombre que, tras 27 años de sufrimiento en el presidio de Robben-island, le quitó la espoleta de la guerra civil a Sudáfrica. El
Nelson Mandela
hombre que sepultó todos los resentimientos, las amarguras, para implantar el credo de la reconciliación no ha sido olvidado. El mundo llora la muerte de Nelson Mandela. En el Congreso Nacional Africano, el instrumento de su lucha,  Mandela tuvo que manejarse como  un verdadero equilibrista  para devolverle la libertad a Sudáfrica. Tuvo muchas veces que rectificar y enfrentar a los suyos para salvar la unidad del país. Tuvo la generosidad y grandeza de retirarse a tiempo para que la nación, el objeto supremo de su amor, produjera los liderazgos que habrían de conducirla en el siglo XXI. ¡Qué ejemplo de desprendimiento, de integridad y de honradez había en este hombre!. 

Tres fueron los desafíos planteados a este gigante:

1.    Hubo de hacer frente  a las ambiciones de los extremistas de izquierda que querían desmantelar  a Sudáfrica y meter a esa extraordinaria nación en las campañas  de la Guerra Fría y comprometer su porvenir en los conflictos que han hundido a muchos países de ese continente. Y,  una vez  enseñoreados en el poder,  dejar que la venganza social impere, que se imponga el saqueo de las  propiedades. Que se ponga punto final a la prosperidad de la nación más desarrollada de África.

2.    Tuvo que contrarrestar las propósitos de los partidarios de la negritud y de la violencia , que querían imponer el lema haitiano de tierra arrasada, exterminar a los blancos o expulsarlos del territorio; establecer leyes discriminatorias que culminaran con la expropiación de todos los blancos e indios y asiáticos, y dañar indefectiblemente y para siempre la convivencia en esa nación.

3.    Y, finalmente, tuvo que enfrentarse a los afrikáners,  los blancos de Sudáfrica, que querían mantener los antiguos privilegios, que habían postrado al 80% de la población del país; desmontar todo  el sistema de  apartheid, el aparato jurídico, policial, social y territorial que había arrinconado a la población mayoritaria del país en enclaves miserables, y romper las fronteras mentales que había fabricado ciudades prohibidas para los sudafricanos.

Toda esa obra gigantesca tuvo que hacerla predicando la paz, evitando la guerra social y racial que muchos habían anhelado, impidiendo los baños de sangre, tras los cuales suele implantarse la pesadilla y el empobrecimiento colectivo.

La estampa de este revolucionario fue la creación de la nación arcoíris. Por eso hoy junto a los negros que obtuvieron los derechos de una ciudadanía digna, también llora el blanco, el indio, el asiático. Llora toda Sudáfrica.

Si algo se aleja del ideal de Mandela es el sionismo negro. Sudáfrica es la nación más próspera del continente africano. Y cuando ha tenido que expulsar a inmigrantes negros venidos de los territorios vecinos para arrebatarles los empleos, los hospitales y las escuelas a los sudafricanos lo ha hecho sin vacilaciones. Nadie puede, pues, invocar la raza para hundir la prosperidad de Sudáfrica. Nadie puede invocar el chantaje para traspasarles a los sudafricanos problemas de otras naciones.

La hazaña de Mandela solo es comparable a la obra del Mahatma Gandhi. ¡Qué grande era Madiba! Pudo vencer el odio que se había amadrigado durante décadas en el corazón de sus conciudadanos, y conducir el barco de su patria a un puerto de prosperidad material y de justicia social.

Ocasiones como éstas, son aprovechadas  por los oportunistas. Ahora resulta que algunos quieren presentar a Nelson Mandela como un opositor a la Sentencia 168/13,  un tema sobre el cual no se pronunció el grande y humano Madiba.  Para aquellos  que manipulan la ignorancia con una prodigiosa perversidad, les recordamos que la nacionalidad sudafricana puede obtenerse por dos vías esenciales, por origen (jus sanguinis) todos los hijos de los sudafricanos y por nacimiento en el territorio (jus solis).  Examínese  el texto constitucional de Sudáfrica. Se verá que tampoco allí los haitianos indocumentados e ilegales serían considerados ciudadanos de ese país:

South African Citizenship Act, No. 88 of 1995
  • Por nacimiento:

    • Nacido en territorio sudafricano, siempre y cuando sus padres sean sudafricanos o extranjeros legales con residencia permanente en la República de Sudáfrica. No se incluyen en esta categoría los hijos de diplomáticos o representantes de gobiernos extranjeros, ni los hijos del personal doméstico dependiente de funcionarios extranjeros.
En Sudáfrica aplican una ley sobre la nacionalidad aún más restrictiva que las que aplicamos en República Dominicana, basadas en la Constitución refrendada durante el Gobierno de Nelson Mandela (1994-1999).  Esas mismas disposiciones  se aplican  taxativamente a  todos los extranjeros ilegales, sin importar el color de su piel,  que penetran en lugar más próspero de África. 
¿Acusarán a Mandela y todos los presidentes  posteriores de Sudáfrica de ser adeptos del genocidio civil, de nazi, de xenófobos, de racistas  y de ser partidarios de aberraciones jurídicas porque no premian las violaciones de sus fronteras regalándole la nacionalidad a los indocumentados? Es triste ver a un gran hombre manipulado en su pensamiento por una banda de fariseos. A estos individuos, carentes de probidad intelectual, hay que recordarles que Sudáfrica ha perdido la paciencia con su vecino Zimbabue y que deporta trescientos ilegales cada día.

Jean Jacques Dessalines
Jean Jacques Dessalines,  el opuesto de Mandela

La Revolución haitiana, en contraposición al ideario de nación arcoíris de Nelson Mandela,  se fundó en el odio racial y en la imposibilidad de convivencia entre negros y blancos. Boisrond Tonnerre , el redactor del Acta Constitucional, promulgada por el emperador Jean Jacques Dessalines en 1805 escribió en la introducción del texto que representa la personalidad del Estado haitiano lo siguiente:

Para redactar el Acta Constitucional -escribe Tonnerre- fue necesario la piel de un blanco como pergamino,  el cráneo de un blanco como escritorio, la sangre de un blanco como tinta y como pluma una bayoneta.

En  los artículos 1, 15 y 18 se establecía  la indivisibilidad política de la isla bajo el dominio del Imperio de Haití. De este modo, quedaba suprimida toda posibilidad de libertad e independencia de la parte este de la isla. De ahí que el Estado haitiano nació con sentimientos agresivos contra la porción dominicana de la isla, la que invadió en 1805 para aplicar brutalmente su texto constitucional, y luego ocupó por veintidós largos años en 1822. En contraste con el deseo de conquista que manifestaron todos los gobiernos haitianos de esos días, el constituyente dominicano  que funda el Estado el 6 de noviembre de 1844, convino en expresar los límites del ejercicio de la soberanía en las fronteras anteriores al nacimiento de ambos Estados, las correspondientes al Tratado de Aranjuez de 1777.
Para defender la independencia de las consecuencias f atales de esa Constitución los dominicanos enfrentaron 12 años de guerra, cuando  creyeron la causa perdida naufragaron en la Anexión,  restauraron la Independencia, y la incertidumbre sólo quedo disipada, tras el tratado de Amistad y Navegación firmado por Haití en 1874, que reconoció oficialmente la independencia dominicana.

En el artículo 12 de la Constitución de 1805   se les prohíbe la propiedad  a las personas de raza blanca. En  las disposiciones generales quedarían confiscadas todas las propiedades  pertenecientes a  personas blancas en provecho del Estado.  La bandera enarbolada el 20 de mayo de 1805 suprimió el color blanco y se constituyo de negro, rojo y azul.

La Constitución haitiana no tuvo repercusiones en ninguna de las naciones del continente. Sus fatales consecuencias sólo fueron padecidas por los dominicanos.  Cuando se examina    el relato escalofriante de  las famosas matanzas de Dessalines de 1803,   los horrores que acompañaron las matanzas de Moca y Santiago de 1805,  las posteriores  matanzas de mulatos, en el siglo XIX y en el siglo XX,   se comprenderá por qué  no podemos recibir lecciones de derecho de  aquellos que fueron  precursores de las primeras limpiezas étnicas aplicadas en este continente. 
 El legado de Mandela ha sido contrario a los ideales de la negritud aplicados  por los haitianos.  Mientras Mandela impuso el ideal multirracial de la nación arcoíris,  fundamento de la reconciliación de las razas y de la paz, Dessalines, en cambio,  planteó el exclusivismo racial negro, el racismo antiblanco;  se le cerraron las puertas al extranjero;  se aplicó  la ley del talión; y, sin consideraciones de ningún tipo, se arrojaron sobre el pueblo vecino.

Aunque estas palabras hagan sonrojar a los traidores que se han enseñado contra nuestro país, estoy completamente convencido
Juan Pablo Duarte
que el ideario aplicado en Sudáfrica por Nelson Mandela compagina con las ideas  de Juan Pablo Duarte sobre la unidad de las razas. He aquí el pensamiento del patricio: Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados, la Patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos.

 Eso escribió el patricio dominicano. Muy superior en grandeza, a los héroes haitianos, sedientos de sangre y de poder. En contraste con las exequias de Mandela que  han  mostrado la unidad del mundo y los permanencia de valores universales,   la muerte  de Jean Jacques Dessalines, padre de la patria haitiana,  se produjo en una emboscada en Pont Rouge en 1806, fue despedazado  como un cerdo por vengadores que celebraban el fin de sus crueldades, una loca llamada Defilée recuperó la cabeza y la colocó en un olvidado panteón del cementerio  de Sainte-Anne  (Puerto Príncipe).

El 9 de diciembre el Presidente Martelly  se  hallaba en Puerto España  (Trinidad y Tobago) acompañando a todos los jefes de Estado del CARICOM  que viajaron   a Johannesburgo para asistir a los funerales de Nelson Mandela. Ni la  Prensa haitiana ni el Presidente Martelly perdieron la magnífica ocasión para ultrajar a la República Dominicana, ¿por cuánto tiempo más permitiremos que  nuestra reputación sea arrojada a los perros?.

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