miércoles, 3 de julio de 2013

Una reflexión del gran amigo Doctor Manuel Núñez uno de los Dominicanos que ha sabido enfrentar con valentía la grave situación con nuestros vecinos haitianos


La humillación

Por Manuel NÚÑEZ

Entre los dominicanos y los haitianos se han desarrollado distintas formas  de verse. Los dominicanos, por ejemplo, mantienen una posición dividida en dos  bandos enfrentados,  muchas veces de una forma exacerbada.  Según esto, hay un enfoque defendido  por los llamados grupos progresistas, que sustenta  que entre los dos países, la República Dominicana, debe perjudicarse siempre.  Debe desnacionalizar sus empleos y desamparar a su propia población. Debe prestar sus hospitales y sus instituciones educativas  a una inmigración ilegal, sin fronteras y desproporcionada. Debe suprimir su soberanía, para que reine la solidaridad.  Dicho más claramente: debe arrancarle el derecho al dominicano para dárselo a otro. Esta  es la posición  sustentada por la orden de los jesuitas, por las diásporas haitianas establecidas en el extranjero,  por las redes de ONG pro haitianas implantadas en cada una de las provincias del país, por una parte de la prensa dominicana  instrumentalizada para esos fines, por los intelectuales filo socialistas que  creen haber hallado  en esa política las viejas ideas revolucionarias  de la lucha por la justicia social y por  la redención de un pueblo pobre. Los haitianos hábilmente  han convertido estos grupos en quinta columna contra el interés de los dominicanos.  La otra parte del país, quizá la mayoritaria,  la constituyen aquellos que han sido bautizados, perversamente,  como  los conservadores, aquellos que creen que  a la República Dominicana no se pueden traspasar los problemas del país vecino. Que Haití no es un problema interno de la República Dominicana. Que los haitianos deben resolver sus problemas en su territorio, y no en el nuestro. A los que hemos defendido esta posición  se nos ha bombardeado con una salva de denuestos e insultos zafios. Al parecer,    no tenemos derecho ni siquiera al aire que respiramos.
Ni los políticos que permanecen ciegos ante este problema, ni las élites económicas  ni sus intelectuales   representan los intereses del pueblo dominicano. Son la gente del  común, los del montón salidos,  los que ven que sus hijos no pueden acceder a los empleos creados por la vasta inversión pública. Los  que ven las precariedad en los hospitales dominicanos y en nuestras escuelas públicas, por la introducción de enormes oleadas humanas procedentes del país vecino; son  ellos, las primeras víctimas del crecimiento de la delincuencia, del narcotráfico, de la prostitución, del desamparo porque a una gran parte de los dominicanos, se les  ha arrancado el mecanismo de supervivencia.  Son la gente del común, los que se han de sublevar contra este estado de cosas.  Ellos son  mejores que los políticos, que sus periodistas, que sus intelectuales, que sus élites económicas. Fueron ellos los que fraguaron nuestra independencia del yugo haitiano en 1844.
Los haitianos han sembrado entre nosotros la guerra intestina.  Obedeciendo a ese objetivo,  se colocó la soberanía dominicana bajo la tutela de la Corte Internacional de Costa Rica en 1997, para complacer estos grupos, sin medir las consecuencias de ese acto suicida. En 1998 fuimos inmediatamente condenados, sometidos por dos testigos  el  MUDHA y el Centro Puente, apoyado por las redes locales.  Desde estos mentideros se documentan las denuncias internacionales contra  el país. Ahora mismo nos hallamos nuevamente en la picota de la Corte.  A pesar de  la  irregularidad de nuestra incorporación a esa  Corte, cuya membrecía no ha sido aún refrendada por nuestro Congreso como mandan la Constitución y las leyes.  Los grupos pro haitianos  se han convertido en muralla en contra  el objetivo de que  la atribución de la nacionalidad, sea  lo que es en todas partes del mundo, un dominio reservado del Estado.  Para decirlo sin tapujos, se quiere suprimir la soberanía nacional en lo que toca al estatuto de nacionalidad.
La consecuencia de todo esto es que nuestro Estado ha demostrado su incapacidad para tener una posición rectilínea, apegada al  interés nacional. Se ha dejado conquistar por un grupo de donjuanes, pseudo expertos en las relaciones con los haitianos,  demagogos, irresponsables,  poseedores de una verborrea vacía, tras la cual se oculta una ideología fusionista, que anula la soberanía dominicana.  Muchos de estos encantadores profesionales, expertos en zalamería, creyeron que debían cambiar la soberanía nacional por negocios. Los resultados de  este predominio son visibles.
Los haitianos nos ven como el país poderoso de la isla. El culpable de su subdesarrollo. Muchos intelectuales haitianos sustentan la idea absurda que el gran desastre que se abate sobre Haití se debe al interés que ha puesto en ese objetivo la Republica Dominicana. He leído  esta superstición  en boca  Christophe Wargny, ex consejero de Aristide,   que la había planteado como una de las razones del subdesarrollo de Haití.  Son muchos los que creen esa tontería. Tras la auspiciosa reunión de ambos presidentes, en la celebración del día  del medio ambiente, llegó la puñalada trapera.  
Desde hacía meses,  las señales eran claras. Las visitas de Lamothe, Primer Ministro haitiano,  a Brasil  para concretar un acuerdo en tres grandes orientaciones despejaban las dudas.  1. Les ofreció el mercado avícola que ya suplían los dominicanos a la creación de un grupo constituido por testaferros de Martelly, empresarios jamaiquinos, financiamiento del gigante Food Brasil y el Banco de Inversión, asesorado por el premio Nobel de Bangladesh, Muhammad  Yunus., experto en el microcrédito, que le crearía la red de productores . Este golpe contra los productores avícolas  dominicanos sería copiosamente aplaudido en Haití, por sectores que aprecian estos golpes de bolsón. 2.  El  Ministro Lamothe ofreció a Brasil, las cuotas comprendidas por la Ley Hope, que permite que los textiles confeccionados en Haití puedan  exportarse  al mercado  estadounidense libremente.  Hay empresas dominicanas, concretamente, el Grupo M, que podría ser afectado por esta medida unilateral y  3.  Se llegó a un acuerdo en infraestructuras con la compañía ODEBRECH, para invertir la dinámica que se ha ido creando con  la penetración  de empresas dominicanas, dedicadas a la construcción,  que habían instalado allí porque aportaban costos menores que lo podrían  suplir otras compañías, lejanas al teatro de operaciones. La pregunta de oro que hay que hacerse: ¿dónde estaba la diplomacia dominicana? ¿Cómo es posible que  ni  la cancillería ni nuestras autoridades  ni los productores  supieran absolutamente nada sobre el giro que habían tomado las cosas,  con la que estaba cayendo? Hay una sensación de impotencia ante los hechos. No hay quién defienda los intereses dominicanos. Las pérdidas son ya millonarias.  Las autoridades de la Cancillería han sido humilladas. Se les ha dejado plantado. Se les ha mentido. Se les ha insultado.  Probablemente,  después de haber sido víctimas del diestro ejercicio de la hipocresía de los haitianos, abandonemos las políticas cortoplacistas, dejemos de lado las manías de la autodestrucción. De este modo, el sacrificio de un millón de gallinas ponedoras  y la ruina de nuestros productores,  no habrán sido en vano.
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