lunes, 4 de septiembre de 2017

Recordando Ciudad Trujillo



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Los viejos cines de 
 Ciudad Trujillo



  Por: Rolando Robles
 rolrobles@hotmail.com



Los cementerios, según dice Cristian Vázquez, un joven y brillante periodista argentino: “cifran de algún modo, la historia de los pueblos y las ciudades donde se encuentran”. Él afirma que no sabe de quién es originalmente la frase y aunque yo la comparto a plenitud, debo precisar que más que los cementerios, el verdadero indicador de la vida de las ciudades son sus cines, cuando menos, durante el siglo XX.

Ciertamente, si hay algo que puede hablar del Santo Domingo del siglo pasado, eso ha de ser sus antiguos cines. Porque el cine nació justo hace unos cien años, pero tardó un par de décadas para que se estableciera una genuina sala de cine en la Primada de América. De cualquier manera, solo puedo hablar con propiedad de los cines que visité, digamos que desde principios de los años 50’s

Para entonces, ya estaban categorizados en tres grupos: los cines de estreno, los cines de segundo turno y los llamados cines populares, que siempre proyectaban más de una película por sección. Los primeros llegaron a tener aire acondicionado -otro invento que también llegó con el siglo- o cuando menos, un gran sistema de ventilación. Los de segundo turno, rara vez poseían climatización; y los últimos, los populares, eran al aire libre y por tanto solo operaban de noche; en general exhibían dos películas por tanda.

Los de estreno, como es lógico, estaban localizados en la zona sur de la ciudad, o sea, la parte donde vivían “los ricos” de la Capital; Gazcue y la zona intramuros. No había salas de estreno al norte de la calle Capotillo (avenida Mella a partir de 1934) pero si había diferentes rangos entre los cines de primera de la ciudad.

Dentro de los de mayor alcurnia se contaba el Rialto, el único con tres niveles de asientos, localizado en la calle Duarte, llegando a la calle El Conde. Cuántos recuerdos se guardan de ese famoso “tercer piso del Rialto”. Justo en la esquina -me dicen, porque yo no lo conocí- existió el Cine Mella en los 40’s. En la misma calle El Conde y rumbo al baluarte, estaba el Santomé, llamado antes El Encanto. Una cuadra más al sur, en la Arzobispo Nouel teníamos el Leonor y en la Palo Hincado, buscando el malecón, se levantaba el legendario Cine Olimpia. Ya más al oeste, en Gazcue, exactamente en la Pasteur, existía el Cine Elite. Todos eran de primera categoría.

Alrededor de la Catedral estuvo el Capitolio y más luego el cine de las Fuerzas Armadas, en la calle La Damás. El Independencia miraba al parque desde la Mariano Cestero. En la avenida Mella recuerdo tres cines: Mi Cine, el Lido y el Apolo. Los dos últimos cerca del Mercado Modelo, pero el primero, entre las calles Duarte y José Martí; y duró muy poco en su segunda edición. Me contó mi suegra, Aurora Ferrer (qepd), nacida y criada en el sector intramuros de San Miguel, que hubo otro cine del mismo nombre en la zona, pero ella no recordaba donde, y yo no había llegado a la ciudad para entonces, por tanto, no lo conocí.

Decapitada la dictadura, se construyeron varios cines y desde luego, desaparecieron otros tantos. Vimos aparecer un Cine Doble en la Duarte; el Lido en la Mella y un novedoso Cine Triple, junto al antiguo edificio del Partido Dominicano en el malecón. Más adelante, frente a Guibia, se localizaba el Cinema Centro, con seis salas independientes. Casi todos eran cines de estreno.

Hay que señalar que la mayoría de las salas de cine de la vieja Santo Domingo, eran originalmente teatros, con muy buena acústica y escenarios que se prestaban para las “tablas” formales, así como para presentaciones más frívolas: comedias, variedades, y shows artísticos en general.

Subiendo la avenida José Trujillo Valdez, hoy avenida Duarte, se encontraba el Max (originalmente El Travieso), unos pasos más arriba de la popular barra El Trocadero y al lado de donde se instaló el Movimiento Popular Dominicano (MPD) en 1960. Más arriba y pasando la calle Benito González, antes de la desaparecida calle Félix María Ruiz, operaba el Cine Diana y a su lado se construyó el Cine Doble.

En la barriada de San Carlos, tuvimos un gigantesco cine de segunda con el mismo nombre, en la calle Abreu. En la calle Eugenio Perdomo operó el viejo Paramount, de igual categoría. Subiendo por la Abreu hasta la calle París y doblando a la izquierda, nos encontramos con el popular cine Trianón, frente al parque Braulio Álvarez; este era un cine de tercera, de dobles y hasta triples películas por noche.
Asumiendo que la avenida Duarte era la frontera entre San Carlos y Villa Francisca, hubo otro cine de segunda en San Carlos, el siempre recordado Julia y que también funcionó como teatro. Allí pude ver la comedia “Cero Invasión” de don Paco Escribano, en la que, el popular artista pretendía burlarse de los héroes de la invasión de 1959 contra Trujillo. Debo apuntar aquí que siempre supuse que el nombre se lo debíamos a “mamá Julia”, la madre del dictador, pero el “insigne cocolo” Carlos MacCoy, afirma que en realidad la honrada era Julia Geraldino, la hija del dueño de la Ferretería Geraldino. Claro, una vez puesto el nombre -agrego yo- era preferible no hacer la aclaración y matar “dos palomás de un tiro”, por la salud del viejo Geraldino.


Exactamente al frente del Julia y junto al afamado Pino #1 de Melitón, con sus cervezas a “tres por peso” y sus famosos sándwiches “Cotorro” a 10 centavos, funcionó el Coliseo Brugál, que antes fue Coliseo Ramfis y Jardín Ramfis; sirvió de escenario para los programás de Boxeo/Lucha Libre y de cine de tercera. Aún no había debutado nuestro gran campeón Jack Veneno y las estrellas del momento eran Vampiro Cao (rudo dominicano), Akio Yoshihara (técnico japonés), Fu Ling Chan (técnico dominico chino que dormía a los contrincantes con una “llave” secreta) y El Vudú (rudo dominico haitiano cuya principal arma era un potente “grajo” que también dormía a sus adversarios)
Al lado este de la “avenida de los bancos” o sea en “Villa”, hubo otros tres cines, de muy grata recordación para la población de entonces (los “baby boomers” y más allá) de los que aun quedamos algunos vivos. Frente al parque Julia (Enriquillo), en la calle Ravelo, existió el Atenas, que era símil del Coliseo Brugál. Al subir por la José Martí y próximo a la calle Francisco Henríquez y Carvajal (antigua Londres) operó por poco tiempo el Cine Héctor, que devino en cine Libertad, una vez muerto el Jefe.

El tercero era un cine de segunda categoría, el Balani, que al igual que el Mi Cine de la avenida Mella, no tenía la inclinación debida y la pantalla no se veía muy bien desde la parte trasera. Se localizaba en el lado sur de la avenida Braulio Álvarez, antes de llegar a la Duarte y frente a la biblioteca. Se decía que su nombre era una combinación de Balaguer y Nivar Seijas, el supuesto propietario.

En el lado opuesto de la Amado García (Braulio Álvarez) y en la esquina de la Juana Saltitopa (Erciná Chevalier) había un cine de tercera que rendía honor al hijo menor de Trujillo, el Cine Radhamés, bautizado como otros tantos cines populares como “El Miaíto”; la razón del sobrenombre es evidente.

Subiendo la Amado García y próximo a la calle Londres, encontramos el Cine Alma, más luego Cine Cupido, de segunda categoría. Al doblar a la derecha en la avenida San Martín, del lado izquierdo, operaba el Cine Ramfis. Me cuenta Onorio Montás que se incendió en 1958 y pertenecía a Manuel Pérez, un reconocido agente del SIM; un “calié” que vivía al fondo del cine.

Más adelante y un par de cuadras al sur, se localizaba el Oratorio Don Bosco, regenteado por la Orden de los Salesianos. En un galpón con grandes abanicos a los lados, se le ofrecía entretenimiento semanal a la muchachada que asistía a recibir el “santo catecismo”. Si había asientos, un proyector y un telón, era técnicamente un cine, aunque cariñosamente le llamáramos “El Gallinero”. A quien nunca le dispensamos cariño alguno fue al portero Arcadio, que suponíamos era policía y tenía malos hábitos sexuales.  

En el lado norte de la San Martín, al doblar la calle Ciudad de Miami, se levantaba imponente La Voz Dominicana, que llegó a poseer dos cines: uno interior, con aire acondicionado y otro al aire libre, al frente.

En general, estas eran las salas de cine -hasta la Braulio Álvarez- del Santo Domingo de Guzmán, que conocimos como Ciudad Trujillo entre el 11 de enero de 1936 y el 23 de noviembre de 1961. Pero, desde antes de caer la dictadura y con el crecimiento horizontal de la Capital, los cines se expandieron hacia la periferia, en una y otra dirección. El cine era la gran novedad, y por tanto: si había gente, debía haber salas de cine.

Así vimos que en los terrenos de la feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, se levantó el Auto Cinema Iris, que ya desapareció. Más adelante, en la avenida Independencia y a la altura de la urbanización El Cacique, unos 20 años después, tuvimos un cine que si mal no recuerdo, se llamó Avenida y que devino en Lumiere, cuando Arturo Rodríguez, un magnífico cineasta, lo hizo su cuartel general, al igual que el Cine Elite de Gazcue.

Siguiendo hacia San Cristóbal y frente a la Cervecería, se edificó el cine El Portal y casi llegando a la autopista 30 de Mayo, exactamente en el km 11 de la carretera Mella, donde estaba Divertilandia, tuvimos el cine Jackeline. En la Facultad de Ingeniería de la UASD, funcionó el Cine Universitario, administrado por el departamento de Bienestar Estudiantil.

Otro auto cinema construido en la Era, se encontraba en Naco, donde más tarde se construyó el edificio alto que tenía un restaurante en el último piso. Al frente, en la misma Plaza Naco, hubo otro cine de primera, del mismo nombre de la plaza.

Hay que decir aquí, que a la avenida Tiradentes, eje sur/norte del exclusivo barrio Naco, le importaron el nombre al extender la avenida Máximo Gómez, desde el malecón hasta el puente Francisco J. Peynado que conduce a Villa Mella, rompiendo el antiguo aeropuerto General Andrews. Antes de la extensión de dicha vía, el cementerio municipal estaba en la vía llamada Tiradentes, que luego del cambio se le llamó Máximo Gómez.

Al construir la 27 de Febrero y extender la avenida Bolívar más allá del Seminario Mayor, se abrieron algunos cines, todos de primera. Recuerdo uno en la 27 de Febrero, después de la Lincoln; creo que se llamaba Palacio del Cine y tenía dos salas. En la avenida Rómulo Betancourt a esquina Caonabo se construyó otro cine de dos salas, Cine Bolívar creo era su nombre, pero ya no existe. 

Hoy día, hay cines en todos los centros comerciales y tienen múltiples salas de exhibición. Hasta en Arroyo Hondo, que para la época de los peligrosos “carros cepillos” era un exclusivo y casi deshabitado barrio de gente rica, se han establecido varias salas de cine. Sin embargo, fue en la zona colonial y en los barrios populares -porque es allí donde vive la multitud- donde se tejió la verdadera historia de los antiguos cines de la Capital.

En Villa Consuelo, por ejemplo, además de los dos cines de La Voz Dominicana y el Alma (luego Cupido) localizado en la avenida Amado García, había otro en el segundo piso del mercado local. “Cine Municipal Villa Consuelo” decía un letrero con pocas pretensiones en el frente, por allá por los años 50’s. Más luego, al final de los 60’s, se levantó un cine al aire libre -como todos los de la parte alta- en la Manuela Diez, entre Duarte y Hermanos Pinzón, su nombre era Cine Marlboro.

La frontera entre Villa Consuelo y Villa Juana, solía ser la Ml. Ubaldo Gómez, pero ahora, con el V Centenario de por medio, se han rediseñado un tanto los límites. Así, el Janet, que se ubicaba en la calle Francisco Villaespesa con Charles Piet y el Cometa, cito en la Peña Batlle, entre las calles 21 y 23, siguen siendo dos cines de Villa Juana, si es que aún funcionan. Hubo un tercer cine en los predios de Villa Juana que se hallaba en la Marcos Ruiz cerca de la calle Seybo, su nombre era Satélite. 

Al cruzar la Máximo Gómez hacia el oeste, entramos en el ensanche La Fé y en la Paraguay entre la 27 y la 29 se encontraba el Cine Luna. Siguiendo con rumbo norte hacia Cristo Rey, hallaremos el Cine Coloso, en el sector de Las Flores y me cuentan que hubo otro llamado Cine Superior, pero no me definen el lugar exacto.

Girando hacia el este, entramos en Villas Agrícolas. Allí había dos cines en antes. El Popular, ubicado en la calle la Moca casi a esquina Félix Evaristo Mejía (32) y el viejo Ketty, en la esquina de la misma calle Moca y Marcos Ruiz. Un tercero se localizaba al norte de la Nicolás de Ovando y se llamaba Premier.

Si caminamos  la avenida Duarte hacia el sur, después de la 17 y frente al liceo Juan Pablo Duarte, encontraremos el Cine Gigante, que más luego se rebautizó como Cine Montecarlo, se instaló en 1960 y quedaba en los terrenos de Villa María.

Ya dentro de lo que fue Farías, a la altura de la Albert Thomás, entre la Central y Padre Castellanos, existió el Cine Cinzano en su segunda edición. Primero estuvo en la Jacinto De La Concha, llegando a la calle París, en un garaje de Pipí Turull que salía a la José Trujillo Valdez. Cuando menos eso afirma el amigo Jesús Ariza, que de joven trabajó para una empresa que operaba salas de cine. Sin embargo, Gilberto Molina, un sancarleño de pura cepa y que vivía en el barrio, sostiene que en ese lugar, lo que se instaló fue el Cine Siboney.

Cruzando hacia la zona Este, en el Ensanche Ozama, recuerdo había algunos cines de segunda. El Arelis en la Venezuela con Presidente Vázquez y el Petit, un cine de menos de 150 asientos localizado por igual en la avenida Venezuela. Sin embargo, el amigo Sergio Reyes apunta que en el Club de Leones, hubo un cine en su auditorio.

También hubo un auto cinema, el Ozama, que estaba localizado en la calle José Cabrera, pero ya en los terrenos de Alma Rosa. Esta novedad de “cine con todo y automóvil”, nos dejó especialísimás reminiscencias. Primero por la privacidad y sus consecuencias de llevar a la novia al cine y segundo porque en uno de los cinemás de entonces se cobraba por el auto, no por la gente que llevara; mientras que en otro se cobraba por las “cabezas visibles” dentro del auto, sin incluir el baúl. ¿Cuántos cabían?, vaya usted a ver.

Siguiendo hacia Los Minas, contamos tres cines: el Cine Duarte, cito en la Marcos Del Rosario, el Cine Ana, en la Presidente Estrella Ureña y el Cine Naty que estaba al lado del cementerio, en territorio de Vietnam y Katanga.

Consultado el joven Alcides Reyes, que se autodefine como un “gran conocedor de la Zona Oriental”, me hizo las siguientes precisiones: (a) El Arelis estaba en la Venezuela, al quitarlo, pusieron la discoteca Macumba; (b) El Cine Petit estaba en la Venezuela y la calle Club Rotario, también se llamó Montecarlo; (c) hubo un Cine Alma, en la carretera Mella con la calle Colón, por la urbanización Mi Hogar, propiedad de don Candito Alma; (d) más adelante, en la misma Carretera Mella, casi con Charles De Gaulle, funcionó un cine denominado La Nueva Pelota y (e) en Villa Duarte nunca hubo cine alguno.

Esta última precisión de Alcides es desmentida por Amado De La Rosa, un muy caro amigo de Calero, que sostiene que en Villa Duarte si existió un Cine-Estadio llamado Sans Soucí, supongo que en terrenos de La Francia.

En Santo Domingo Oeste, digamos en Herrera, si ha habido algunos cines, aunque ninguno funciona en la actualidad. Consulté a Ignacio Aracena, un prominente munícipe y Regidor en funciones y fue muy categórico: “En la actualidad estoy encabezando una iniciativa mixta junto a la sociedad civil, para levantar tres cines -cuando menos- en el municipio, como habían cuando yo aún era un niño.

“Recuerdo que en la calle Francisco Segura y Sandoval estuvo el Cine San Miguel. El cine Eva estaba en la avenida México del sector Buenos Aires y un tercer cine, con aire acondicionado, funcionó en la avenida Las Palmás y 27 de Febrero. No pudo mantenerse y cerró, su nombre era Las Caobas, casi recuerdo. Un cuarto cine -que yo no conocí- me dicen que existió en la Isabel Aguiar, en la plaza El Económico, donde ahora está el Banco de Reservas, desconozco el nombre que tuvo”.

Al finalizar este recuento, que más que disparar mis nostalgias, me ha servido para comprender que los años pasan y agregar más preocupación a “lo que me queda por vivir”, parafraseando a Omara Portuondo; aunque no sea “bajo la tibia sensación de una mirada”. En realidad, lo que siento es más que una mirada, es la presencia cercana de ese viejito alemán que llaman Alzheimer y que me obligó a consultar a una veintena de amigos.

Fruto de esa realidad y de que mis amigos también sienten ese acompañante inoportuno, termino el cuento con dos dudas. La primera: ¿cómo se llamó el cine que estuvo en la Padre Castellanos con Eduardo Brito, frente al mercado de la 17? y la segunda: ¿Hubo un cine en la bajada de la Avenida Duarte, del lado izquierdo y después de la Agencia Bella? Ivan mi hijo mayor dice que se llamó Cine Nacional, pero ni yo ni nadie de mi época lo recuerda.

En la actualidad funcionan más de 150 salas de cine en el Gran Santo Domingo y van desde los formatos más modernos del mundo (3D, 4DX, IMAX, CXC) con sonido Dolby Atmos 7.1 Last Generation y proyección 100% digital y todas las comodidades imaginables, hasta los tradicionales y económicos cines al aire libre.

Así que en modo alguno se puede afirmar que las salas de cine sean parte de una especie en extinción, pero su influencia en nuestras barriadas ya no es, ni será la misma. La globalización se ha tragado aquel pedazo del alma de cada barrio, con sus historias, sus melancólicos recuerdos y sus dulces remembranzas.

Todo es diferente ahora. Se nos fueron el maní tostao, los frikitakis, el gofio, las horchatas y el jalao, los chiclets y las mentas de guardia; y con ellos una buena parte de nuestras vidas. La oferta importada normará nuestros hábitos de consumo y para bien o para mal, ya no seremos tan independientes como hemos sido. De hecho, los que fuimos protagonistas, ahora solo somos espectadores.

Pero está visto que las amapolas siempre florecerán, aunque el relevo nunca ocupe aquellas butacas que hemos ido dejando vacías y desde donde disfrutamos el paraíso que nos ofrecía la vieja e inolvidable “pantalla gigante”.


Marzo 02 2017


  






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