Los viejos cines de
Ciudad Trujillo
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Los cementerios, según dice Cristian Vázquez, un joven y brillante periodista argentino: “cifran de algún modo, la historia de los pueblos y las ciudades donde se encuentran”. Él afirma que no sabe de quién es originalmente la frase y aunque yo la comparto a plenitud, debo precisar que más que los cementerios, el verdadero indicador de la vida de las ciudades son sus cines, cuando menos, durante el siglo XX.
Ciertamente, si hay
algo que puede hablar del Santo Domingo del siglo pasado, eso ha de ser sus
antiguos cines. Porque el cine nació justo hace unos cien años, pero tardó un
par de décadas para que se estableciera una genuina sala de cine en la Primada
de América. De cualquier manera, solo puedo hablar con propiedad de los cines
que visité, digamos que desde principios de los años 50’s
Para entonces, ya
estaban categorizados en tres grupos: los cines de estreno, los cines de
segundo turno y los llamados cines populares, que siempre proyectaban más de
una película por sección. Los primeros llegaron a tener aire acondicionado
-otro invento que también llegó con el siglo- o cuando menos, un gran sistema
de ventilación. Los de segundo turno, rara vez poseían climatización; y los
últimos, los populares, eran al aire libre y por tanto solo operaban de noche;
en general exhibían dos películas por tanda.
Los de estreno,
como es lógico, estaban localizados en la zona sur de la ciudad, o sea, la
parte donde vivían “los ricos” de la Capital; Gazcue y la zona intramuros. No había
salas de estreno al norte de la calle Capotillo (avenida Mella a partir de 1934)
pero si había diferentes rangos entre los cines de primera de la ciudad.
Dentro de los de
mayor alcurnia se contaba el Rialto, el único con tres niveles de asientos,
localizado en la calle Duarte, llegando a la calle El Conde. Cuántos recuerdos
se guardan de ese famoso “tercer piso del Rialto”. Justo en la esquina -me
dicen, porque yo no lo conocí- existió el Cine Mella en los 40’s. En la misma
calle El Conde y rumbo al baluarte, estaba el Santomé, llamado antes El
Encanto. Una cuadra más al sur, en la Arzobispo Nouel teníamos el Leonor y en
la Palo Hincado, buscando el malecón, se levantaba el legendario Cine Olimpia.
Ya más al oeste, en Gazcue, exactamente en la Pasteur, existía el Cine Elite. Todos
eran de primera categoría.
Alrededor de la
Catedral estuvo el Capitolio y más luego el cine de las Fuerzas Armadas, en la
calle La Damás. El Independencia miraba al parque desde la Mariano Cestero. En la
avenida Mella recuerdo tres cines: Mi Cine, el Lido y el Apolo. Los dos últimos
cerca del Mercado Modelo, pero el primero, entre las calles Duarte y José Martí;
y duró muy poco en su segunda edición. Me contó mi suegra, Aurora Ferrer
(qepd), nacida y criada en el sector intramuros de San Miguel, que hubo otro
cine del mismo nombre en la zona, pero ella no recordaba donde, y yo no había
llegado a la ciudad para entonces, por tanto, no lo conocí.
Decapitada la
dictadura, se construyeron varios cines y desde luego, desaparecieron otros
tantos. Vimos aparecer un Cine Doble en la Duarte; el Lido en la Mella y un
novedoso Cine Triple, junto al antiguo edificio del Partido Dominicano en el
malecón. Más adelante, frente a Guibia, se localizaba el Cinema Centro, con
seis salas independientes. Casi todos eran cines de estreno.
Hay que señalar que
la mayoría de las salas de cine de la vieja Santo Domingo, eran originalmente
teatros, con muy buena acústica y escenarios que se prestaban para las “tablas”
formales, así como para presentaciones más frívolas: comedias, variedades, y
shows artísticos en general.
Subiendo la avenida
José Trujillo Valdez, hoy avenida Duarte, se encontraba el Max (originalmente
El Travieso), unos pasos más arriba de la popular barra El Trocadero y al lado
de donde se instaló el Movimiento Popular Dominicano (MPD) en 1960. Más arriba
y pasando la calle Benito González, antes de la desaparecida calle Félix María
Ruiz, operaba el Cine Diana y a su lado se construyó el Cine Doble.
En la barriada de
San Carlos, tuvimos un gigantesco cine de segunda con el mismo nombre, en la
calle Abreu. En la calle Eugenio Perdomo operó el viejo Paramount, de igual
categoría. Subiendo por la Abreu hasta la calle París y doblando a la
izquierda, nos encontramos con el popular cine Trianón, frente al parque
Braulio Álvarez; este era un cine de tercera, de dobles y hasta triples películas
por noche.
Asumiendo que la
avenida Duarte era la frontera entre San Carlos y Villa Francisca, hubo otro cine
de segunda en San Carlos, el siempre recordado Julia y que también funcionó
como teatro. Allí pude ver la comedia “Cero Invasión” de don Paco Escribano, en
la que, el popular artista pretendía burlarse de los héroes de la invasión de
1959 contra Trujillo. Debo apuntar aquí que siempre supuse que el nombre se lo
debíamos a “mamá Julia”, la madre del dictador, pero el “insigne cocolo” Carlos
MacCoy, afirma que en realidad la honrada era Julia Geraldino, la hija del
dueño de la Ferretería Geraldino. Claro, una vez puesto el nombre -agrego yo-
era preferible no hacer la aclaración y matar “dos palomás de un tiro”, por la
salud del viejo Geraldino.
Exactamente al
frente del Julia y junto al afamado Pino #1 de Melitón, con sus cervezas a
“tres por peso” y sus famosos sándwiches “Cotorro” a 10 centavos, funcionó el
Coliseo Brugál, que antes fue Coliseo Ramfis y Jardín Ramfis; sirvió de
escenario para los programás de Boxeo/Lucha Libre y de cine de tercera. Aún no
había debutado nuestro gran campeón Jack Veneno y las estrellas del momento
eran Vampiro Cao (rudo dominicano), Akio Yoshihara (técnico japonés), Fu Ling
Chan (técnico dominico chino que dormía a los contrincantes con una “llave”
secreta) y El Vudú (rudo dominico haitiano cuya principal arma era un potente
“grajo” que también dormía a sus adversarios)
Al lado este de la “avenida
de los bancos” o sea en “Villa”, hubo otros tres cines, de muy grata
recordación para la población de entonces (los “baby boomers” y más allá) de los
que aun quedamos algunos vivos. Frente al parque Julia (Enriquillo), en la
calle Ravelo, existió el Atenas, que era símil del Coliseo Brugál. Al subir por
la José Martí y próximo a la calle Francisco Henríquez y Carvajal (antigua
Londres) operó por poco tiempo el Cine Héctor, que devino en cine Libertad, una
vez muerto el Jefe.
El tercero era un
cine de segunda categoría, el Balani, que al igual que el Mi Cine de la avenida
Mella, no tenía la inclinación debida y la pantalla no se veía muy bien desde
la parte trasera. Se localizaba en el lado sur de la avenida Braulio Álvarez,
antes de llegar a la Duarte y frente a la biblioteca. Se decía que su nombre
era una combinación de Balaguer y Nivar Seijas, el supuesto propietario.
En el lado opuesto
de la Amado García (Braulio Álvarez) y en la esquina de la Juana Saltitopa
(Erciná Chevalier) había un cine de tercera que rendía honor al hijo menor de
Trujillo, el Cine Radhamés, bautizado como otros tantos cines populares como
“El Miaíto”; la razón del sobrenombre es evidente.
Subiendo la Amado
García y próximo a la calle Londres, encontramos el Cine Alma, más luego Cine
Cupido, de segunda categoría. Al doblar a la derecha en la avenida San Martín,
del lado izquierdo, operaba el Cine Ramfis. Me cuenta Onorio Montás que se
incendió en 1958 y pertenecía a Manuel Pérez, un reconocido agente del SIM; un
“calié” que vivía al fondo del cine.
Más adelante y un
par de cuadras al sur, se localizaba el Oratorio Don Bosco, regenteado por la
Orden de los Salesianos. En un galpón con grandes abanicos a los lados, se le ofrecía
entretenimiento semanal a la muchachada que asistía a recibir el “santo catecismo”.
Si había asientos, un proyector y un telón, era técnicamente un cine, aunque cariñosamente
le llamáramos “El Gallinero”. A quien nunca le dispensamos cariño alguno fue al
portero Arcadio, que suponíamos era policía y tenía malos hábitos sexuales.
En el lado norte de
la San Martín, al doblar la calle Ciudad de Miami, se levantaba imponente La
Voz Dominicana, que llegó a poseer dos cines: uno interior, con aire
acondicionado y otro al aire libre, al frente.
En general, estas
eran las salas de cine -hasta la Braulio Álvarez- del Santo Domingo de Guzmán, que
conocimos como Ciudad Trujillo entre el 11 de enero de 1936 y el 23 de
noviembre de 1961. Pero, desde antes de caer la dictadura y con el crecimiento
horizontal de la Capital, los cines se expandieron hacia la periferia, en una y
otra dirección. El cine era la gran novedad, y por tanto: si había gente, debía
haber salas de cine.
Así vimos que en
los terrenos de la feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, se levantó
el Auto Cinema Iris, que ya desapareció. Más adelante, en la avenida
Independencia y a la altura de la urbanización El Cacique, unos 20 años
después, tuvimos un cine que si mal no recuerdo, se llamó Avenida y que devino
en Lumiere, cuando Arturo Rodríguez, un magnífico cineasta, lo hizo su cuartel
general, al igual que el Cine Elite de Gazcue.
Siguiendo hacia San
Cristóbal y frente a la Cervecería, se edificó el cine El Portal y casi
llegando a la autopista 30 de Mayo, exactamente en el km 11 de la carretera
Mella, donde estaba Divertilandia, tuvimos el cine Jackeline. En la Facultad de
Ingeniería de la UASD, funcionó el Cine Universitario, administrado por el
departamento de Bienestar Estudiantil.
Otro auto cinema construido
en la Era, se encontraba en Naco, donde más tarde se construyó el edificio alto
que tenía un restaurante en el último piso. Al frente, en la misma Plaza Naco,
hubo otro cine de primera, del mismo nombre de la plaza.
Hay que decir aquí,
que a la avenida Tiradentes, eje sur/norte del exclusivo barrio Naco, le
importaron el nombre al extender la avenida Máximo Gómez, desde el malecón
hasta el puente Francisco J. Peynado que conduce a Villa Mella, rompiendo el
antiguo aeropuerto General Andrews. Antes de la extensión de dicha vía, el
cementerio municipal estaba en la vía llamada Tiradentes, que luego del cambio
se le llamó Máximo Gómez.
Al construir la 27
de Febrero y extender la avenida Bolívar más allá del Seminario Mayor, se
abrieron algunos cines, todos de primera. Recuerdo uno en la 27 de Febrero,
después de la Lincoln; creo que se llamaba Palacio del Cine y tenía dos salas. En
la avenida Rómulo Betancourt a esquina Caonabo se construyó otro cine de dos
salas, Cine Bolívar creo era su nombre, pero ya no existe.
Hoy día, hay cines
en todos los centros comerciales y tienen múltiples salas de exhibición. Hasta
en Arroyo Hondo, que para la época de los peligrosos “carros cepillos” era un
exclusivo y casi deshabitado barrio de gente rica, se han establecido varias salas
de cine. Sin embargo, fue en la zona colonial y en los barrios populares
-porque es allí donde vive la multitud- donde se tejió la verdadera historia de
los antiguos cines de la Capital.
En Villa Consuelo,
por ejemplo, además de los dos cines de La Voz Dominicana y el Alma (luego
Cupido) localizado en la avenida Amado García, había otro en el segundo piso
del mercado local. “Cine Municipal Villa Consuelo” decía un letrero con pocas
pretensiones en el frente, por allá por los años 50’s. Más luego, al final de
los 60’s, se levantó un cine al aire libre -como todos los de la parte alta- en
la Manuela Diez, entre Duarte y Hermanos Pinzón, su nombre era Cine Marlboro.
La frontera entre
Villa Consuelo y Villa Juana, solía ser la Ml. Ubaldo Gómez, pero ahora, con el
V Centenario de por medio, se han rediseñado un tanto los límites. Así, el
Janet, que se ubicaba en la calle Francisco Villaespesa con Charles Piet y el
Cometa, cito en la Peña Batlle, entre las calles 21 y 23, siguen siendo dos
cines de Villa Juana, si es que aún funcionan. Hubo un tercer cine en los
predios de Villa Juana que se hallaba en la Marcos Ruiz cerca de la calle Seybo,
su nombre era Satélite.
Al cruzar la Máximo
Gómez hacia el oeste, entramos en el ensanche La Fé y en la Paraguay entre la
27 y la 29 se encontraba el Cine Luna. Siguiendo con rumbo norte hacia Cristo
Rey, hallaremos el Cine Coloso, en el sector de Las Flores y me cuentan que
hubo otro llamado Cine Superior, pero no me definen el lugar exacto.
Girando hacia el
este, entramos en Villas Agrícolas. Allí había dos cines en antes. El Popular,
ubicado en la calle la Moca casi a esquina Félix Evaristo Mejía (32) y el viejo
Ketty, en la esquina de la misma calle Moca y Marcos Ruiz. Un tercero se
localizaba al norte de la Nicolás de Ovando y se llamaba Premier.
Si caminamos la avenida Duarte hacia el sur, después de la
17 y frente al liceo Juan Pablo Duarte, encontraremos el Cine Gigante, que más
luego se rebautizó como Cine Montecarlo, se instaló en 1960 y quedaba en los terrenos
de Villa María.
Ya dentro de lo que
fue Farías, a la altura de la Albert Thomás, entre la Central y Padre
Castellanos, existió el Cine Cinzano en su segunda edición. Primero estuvo en
la Jacinto De La Concha, llegando a la calle París, en un garaje de Pipí Turull
que salía a la José Trujillo Valdez. Cuando menos eso afirma el amigo Jesús
Ariza, que de joven trabajó para una empresa que operaba salas de cine. Sin
embargo, Gilberto Molina, un sancarleño de pura cepa y que vivía en el barrio,
sostiene que en ese lugar, lo que se instaló fue el Cine Siboney.
Cruzando hacia la
zona Este, en el Ensanche Ozama, recuerdo había algunos cines de segunda. El
Arelis en la Venezuela con Presidente Vázquez y el Petit, un cine de menos de
150 asientos localizado por igual en la avenida Venezuela. Sin embargo, el
amigo Sergio Reyes apunta que en el Club de Leones, hubo un cine en su
auditorio.
También hubo un
auto cinema, el Ozama, que estaba localizado en la calle José Cabrera, pero ya
en los terrenos de Alma Rosa. Esta novedad de “cine con todo y automóvil”, nos
dejó especialísimás reminiscencias. Primero por la privacidad y sus
consecuencias de llevar a la novia al cine y segundo porque en uno de los cinemás
de entonces se cobraba por el auto, no por la gente que llevara; mientras que
en otro se cobraba por las “cabezas visibles” dentro del auto, sin incluir el
baúl. ¿Cuántos cabían?, vaya usted a ver.
Siguiendo hacia Los
Minas, contamos tres cines: el Cine Duarte, cito en la Marcos Del Rosario, el
Cine Ana, en la Presidente Estrella Ureña y el Cine Naty que estaba al lado del
cementerio, en territorio de Vietnam y Katanga.
Consultado el joven
Alcides Reyes, que se autodefine como un “gran conocedor de la Zona Oriental”,
me hizo las siguientes precisiones: (a) El Arelis estaba en la Venezuela, al
quitarlo, pusieron la discoteca Macumba; (b) El Cine Petit estaba en la
Venezuela y la calle Club Rotario, también se llamó Montecarlo; (c) hubo un Cine
Alma, en la carretera Mella con la calle Colón, por la urbanización Mi Hogar,
propiedad de don Candito Alma; (d) más adelante, en la misma Carretera Mella,
casi con Charles De Gaulle, funcionó un cine denominado La Nueva Pelota y (e)
en Villa Duarte nunca hubo cine alguno.
Esta última
precisión de Alcides es desmentida por Amado De La Rosa, un muy caro amigo de
Calero, que sostiene que en Villa Duarte si existió un Cine-Estadio llamado
Sans Soucí, supongo que en terrenos de La Francia.
En Santo Domingo
Oeste, digamos en Herrera, si ha habido algunos cines, aunque ninguno funciona
en la actualidad. Consulté a Ignacio Aracena, un prominente munícipe y Regidor
en funciones y fue muy categórico: “En la actualidad estoy encabezando una
iniciativa mixta junto a la sociedad civil, para levantar tres cines -cuando
menos- en el municipio, como habían cuando yo aún era un niño.
“Recuerdo que en la
calle Francisco Segura y Sandoval estuvo el Cine San Miguel. El cine Eva estaba
en la avenida México del sector Buenos Aires y un tercer cine, con aire
acondicionado, funcionó en la avenida Las Palmás y 27 de Febrero. No pudo
mantenerse y cerró, su nombre era Las Caobas, casi recuerdo. Un cuarto cine -que
yo no conocí- me dicen que existió en la Isabel Aguiar, en la plaza El
Económico, donde ahora está el Banco de Reservas, desconozco el nombre que tuvo”.
Al finalizar este
recuento, que más que disparar mis nostalgias, me ha servido para comprender
que los años pasan y agregar más preocupación a “lo que me queda por vivir”,
parafraseando a Omara Portuondo; aunque no sea “bajo la tibia sensación de una
mirada”. En realidad, lo que siento es más que una mirada, es la presencia
cercana de ese viejito alemán que llaman Alzheimer y que me obligó a consultar
a una veintena de amigos.
Fruto de esa
realidad y de que mis amigos también sienten ese acompañante inoportuno,
termino el cuento con dos dudas. La primera: ¿cómo se llamó el cine que estuvo
en la Padre Castellanos con Eduardo Brito, frente al mercado de la 17? y la
segunda: ¿Hubo un cine en la bajada de la Avenida Duarte, del lado izquierdo y
después de la Agencia Bella? Ivan mi hijo mayor dice que se llamó Cine
Nacional, pero ni yo ni nadie de mi época lo recuerda.
En la actualidad
funcionan más de 150 salas de cine en el Gran Santo Domingo y van desde los formatos
más modernos del mundo (3D, 4DX, IMAX, CXC) con sonido Dolby Atmos 7.1 Last
Generation y proyección 100% digital y todas las comodidades imaginables, hasta
los tradicionales y económicos cines al aire libre.
Así que en modo
alguno se puede afirmar que las salas de cine sean parte de una especie en extinción,
pero su influencia en nuestras barriadas ya no es, ni será la misma. La
globalización se ha tragado aquel pedazo del alma de cada barrio, con sus
historias, sus melancólicos recuerdos y sus dulces remembranzas.
Todo es diferente
ahora. Se nos fueron el maní tostao, los frikitakis, el gofio, las horchatas y
el jalao, los chiclets y las mentas de guardia; y con ellos una buena parte de
nuestras vidas. La oferta importada normará nuestros hábitos de consumo y para
bien o para mal, ya no seremos tan independientes como hemos sido. De hecho,
los que fuimos protagonistas, ahora solo somos espectadores.
Pero está visto que
las amapolas siempre florecerán, aunque el relevo nunca ocupe aquellas butacas que
hemos ido dejando vacías y desde donde disfrutamos el paraíso que nos ofrecía
la vieja e inolvidable “pantalla gigante”.
Marzo 02 2017
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