La
Deslealtad a la nación del Liderazgo
Político
"dirigentes del Partido de
Gobierno, comprando las cédulas de
todos aquellos que se hallaren en el
padrón de la oposición,
la estampa del ex Ministro de
Agricultura, Luis Ramón Rodríguez,
sentado ante una montaña de billetes de
500 pesos parece una
figuración de Macondo; los centros de
votación se hallaban plagados
de compradores de los votos de la
oposición. Cualquiera que se
hallare en el padrón del PRM o de
cualquier otro partido de oposición,
podría optar por 2000 pesos, o
acaso algo más."
Por Manuel
Núñez
Ante el cambio de mandos previsto en la Constitución,
conviene examinar el discurso de todos los partidos que han participado, ya en
coalición o ya en solitario, en los comicios
del 15 de mayo. Cada una de las formaciones políticas dominantes ha excluido la
dimensión nacional. Ninguna ha manifestado lealtad a la continuidad histórica
del Estado dominicano. Ante el acoso
diplomático a que hemos sido sometidos han preferido callar. No hay-- en este punto-- diferencias fundamentales en el liderazgo
político. Porque ambos—me refiero a los principales--, separados únicamente por
las ambiciones de poder, representan un solo polo, en donde ha desaparecido la
competencia, fundada en ideas y en proyectos. Ninguno defiende a la nación. A
ninguno le preocupa la suerte del pueblo dominicano. Ambos manifiestan su
disposición a negociar los derechos inalienables del país.
Los grandes temas que
debieron ocupar el debate previo a las elecciones se hallaban ausentes del
discurso de los principales candidatos a la Presidencia. A saber:
· desnacionalización del
empleo;
· preservación de las conquistas sociales:
salud, educación;
· inseguridad generalizada,
consecuencia entre otras razones, de
haber privado a la gran masa de dominicanos de los mecanismos de supervivencia. Es decir, de las canteras
principales de empleo.
Echamos en falta todos estos temas en el
discurso de los hombres que se hallaban batiéndose por la presidencia de la
República. No olvidemos que los trabajos
de la agricultura y la construcción de infraestructura representan en la actualidad
más del 70% de la bolsa laboral. Uno de los temas fundamentales que debió
plantearse entonces el liderazgo
político dominicano era si el país debería privarse de manera permanente,
definitiva de los empleos de la agricultura y de la construcción. Si en nombre de los supuestos derechos
humanos de los extranjeros, ilegales,
deberíamos anular los derechos humanos de los nacionales.
Esas especialísimas circunstancias nos llevan
directamente a formularnos una segunda tesis.
En un país, donde el
Presidente dijo en la II Cumbre de La Habana, que hay más de un millón de
haitianos. Que estos extranjeros tienen el 80% de los empleos del campo y de la
construcción y grandes porciones de los trabajos en los enclaves turísticos, resulta,
pues, legitimo que una porción importantísima de los ciudadanos sienta que
estos extranjeros, identificados con
otro país, que, han manifestado desde las ONG su deslealtad al Estado
dominicano, constituyan una amenaza a la unidad nacional. Si a esta contundente
realidad se agrega el hecho de que en el proceso comicial ya concluido participaron candidatos haitianos en algunas
alcaldías y regidurías, todo eso echa al ruedo la idea de que el país se está
perdiendo. Que el peso de estas personas dentro del padrón electoral podría ser
decisivo
en las elecciones en el corto
plazo. No es éste un cálculo exagerado.
Una emisora , la 107.7 Súper 7, emitía el sábado 14, mensajes en creole llamando a
los haitianos a votar por el Presidente Medina, cuando ya se hallaba vedada por
Ley la propaganda política.
El objetivo de los
grupos que manipulan a esta población se fundamenta en convertirla en mecanismo
de negociación política para distanciar definitivamente al liderazgo
dominicano de la defensa del interés
nacional. Estamos ante un liderazgo
clientelar, desnacionalizado, sin apego a su historia, sin capacidad de
decisión. Un liderazgo que mira para otro lado. Que ha planteado la rendición
total ante el desplazamiento de la
población extranjera procedente del país vecino.
La haitiana ana maria Belique como observadora de "Participación Ciudadana/USAID |
De algún modo, se ha
producido un secuestro de la democracia por parte de fuerzas políticas que no
representan al pueblo dominicano. Porque no defienden sus empleos ni sus
conquistas sociales ni su territorio ni sus registros civiles. Ni, desde luego,
su porvenir. De algún modo, ese
liderazgo quedó descalificado llevando una campaña sin ideas. En la quintaesencia de los problemas más inquietantes del país se
halla la desnacionalización del empleo, de la cultura y de las conquistas
sociales. El caos y la incertidumbre que
produce esa primera realidad se conecta con la inseguridad, la delincuencia, el
narcotráfico. La única opción política
que enfrentaba a la madre del cordero eran la Fuerza Nacional
Progresista y el Polo Soberano. Para
ponerle punto final a esas gravísimas circunstancias.
Se planteaba la construcción de un muro
fronterizo, para evitar la desaparición del bosque dominicano, devorado por las
necesidades de supervivencia de los haitianos. Se trata de la mayor amenaza
medioambiental. Pero, además, se trata de protegernos del desplazamiento masivo
de parturientas, niños, desempleados, presidiarios etc., del tráfico armas
ilegales, de drogas…En fin, de un amasijo de circunstancias que ponen en riesgo la seguridad del país.
La democracia, sistema
político en el que los ciudadanos tienen la posibilidad de elegir a lideres
alternativos que se presentan
libremente ante el electorado con la aspiración de gobernar por un
tiempo limitado, exige que no se emplee
la fuerza ni la intimidación ni la
coacción para obtener el consentimiento de los ciudadanos.. Mayorías y minorías
se hallan reflejadas en el Congreso. Si el sistema de decisión del Congreso
queda encorsetado por el Presidente habremos llegado democráticamente a la anulación de la democracia.
Nos encontramos con
una combinación de problemas.
La ceguera ante el endeudamiento permanente, la
desnacionalización del país, la suplantación de los ciudadanos, el ataque
diplomático a sus instituciones y la
presión para traspasarle los derechos del pueblo dominicano a otra población.
Todo ese teatro de incertidumbre y desolación coincide con el surgimiento del monopolio político de
un partido, que ha devorado al
mayor partido de la oposición, que,
mediante las dádivas del Estado y el empleo público, mantiene en la servidumbre
a una porción importantísima de la población, y que ha convertido la competencia por el poder entre los partidos
en una ilusión.
En definitiva, el
pueblo le ha entregado su libertad por 4 años a una estructura multipartidaria
que ha acaparado absolutamente la posibilidad de poder, sin ideales, sin
proyecto, vacía de contenido y de algún modo extorsionada por los organismos
internacionales que podrían, en muy poco tiempo, emplear la gigantesca deuda
externa para anular su Independencia y
proponerle un Estado binacional, como
solución al colapso de Haití, que se ha convertido en un problema sin
solución para las tropas de las Naciones Unidas y para los países que no pueden
mantenerse sine die en ese territorio
de esperanzas muertas. Cuando el Presidente Bill Clinton emprendió la anulación
del Ejército haitiano en 1995 dejó a ese país sin un polo de autoridad, expuesto al caos y a la desintegración.
Posteriormente se traspasó el problema a las tropas de Naciones Unidas en el
2004. Para rematar el fracaso de esa
Comunidad Internacional se baraja el experimento de hallarle una solución
insular, transferir el problema a
República Dominicana, sin que el pueblo dominicano parezca enterarse de esas
maniobras, que ha contado con la
complicidad del liderazgo político que ha renunciado a la lealtad a la nación y
a los fundadores del Estado dominicano.
El secuestro de la democracia
Nuestra democracia ha
sido raptada. La voluntad de defensa del interés nacional ha sido anulada. He
aquí punto por puntos las fases de ese secuestro.
1.
El
PLD ya no es un proyecto ni una fuerza política cargada de ilusiones y de
ideales; es una descomunal maquinaria electoral que arropa prolijamente a toda la sociedad. En
las redes sociales se proyectaron los videos de los dirigentes del Partido de Gobierno,
comprando las cédulas de todos aquellos que se hallaren en el padrón de la
oposición, la estampa del ex Ministro de Agricultura, Luis Ramón Rodríguez,
sentado ante una montaña de billetes de 500 pesos parece una figuración de
Macondo; los centros de votación se hallaban plagados de compradores de los votos de la oposición. Cualquiera que
se hallare en el padrón del PRM o de cualquier otro partido de oposición,
podría optar por 2000 pesos, o acaso
algo más. ¿cuántos votos se compraron? En los reportes se dice que al PLD le
costó 500 millones de pesos la jornada electoral.
2. La democracia supone el
ejercicio del sufragio, sin que haya coacción económica y sin que se emplee la fuerza.
Pero, ¿puede el dominicano perteneciente a las grandes mayorías el pueblo,
convertido en vasallo por el poder que ellos refrendarán con su voto,
considerarse un hombre libre? ¿cuál es la libertad de aquellos que esperan una
prebenda del Gobierno, que se asustan porque
le pueden quitar una tarjeta de solidaridad? En el
5to Informe del Movimiento Participación Ciudadana (12/5/16) se echa de ver que
en estas elecciones en las que se plantea la reelección del Presidente,
Vicepresidente, congresistas y alcaldes se ha producido un brutal y
desproporcionado empleo de recursos
económicos. “El partido gobernante
tuvo el 71,11% de toda la publicidad
política en prensa, radio y televisión, incluyendo a sus aliados a un costo
de RDS 553, 634,930 millones . Le siguió
muy de lejos el Partido Revolucionario Moderno (PRM) con el 27.01%, incluyendo a los aliados, con un gasto total
de RDS210, 333,055 millones de pesos”. A estas circunstancias
se agrega el aumento desproporcionado en la nómina transitoria de los
Ministerio de Educación, de Obras Públicas y de Turismo que han sido
duplicadas.
3. Ningún líder democrático
ejerce un poder ilimitado. Lo que diferencia a una
democracia, fundada en una Constitución, y una dictadura, enmascarada por el
protocolo del sufragio electoral, es la división de los poderes. Si el poder
judicial y el poder legislativo no operan como contrapesos, entramos ipso
facto, en la autocracia. Durante la campaña electoral que acaba de concluir, en
una concentración en Pedernales, el
Presidente planteo lo siguiente: “Yo
necesito un Congreso que gobierne conmigo. Yo necesito senadores y diputados
que aprueben en el gobierno lo que yo quiero hacer. Yo necesito mi Congreso, y esos compañeros que estamos postulando
aquí son parte de mi Congreso. Tienen que marcarme a mí y marcar a mis
congresistas, a mis regidores y a mis alcaldes” (14/4/16). El objetivo del
mandatario es reducir a los demás
poderes del Estado a la servidumbre. Esa circunstancia ha sido alcanzada
plenamente en las elecciones que acaban de transcurrir el 15 de mayo. El
desvanecimiento de la división de los poderes públicos ha despojado al país de
su Constitución, que fue quebrantada para introducir la reelección que se hallaba
prohibida por la Constitución del 2010. El Partido de Gobierno destruyó la
competencia partidaria; se impuso la fórmula del partido atrapalotodo (catch all party) que ha desmantelado las
representaciones de los grandes partidos, que han perdido definitivamente su
identidad, PRSC, PRD y otros, ya sin
proyectos, que no sea alcanzar el poder por el poder, sin hallarse sujeto a
principios ni a deberes .
4.
. Nuestro sistema presidencialista deposita la representación de la
voluntad general en un solo hombre.
Esa representación total de la diversidad de la nación debería
hallarse reflejada en el Congreso. Si el
Congreso se convierte en una extensión de la voluntad del Presidente—desaparece
como poder--, y si el poder judicial
tampoco es independiente del Ejecutivo, podemos decir sin oxte ni moxte que nos
hallamos en una dictadura. Es paradójico
que empleando procedimientos democráticos, unas elecciones plurales, se llegue
a una opción sin competencia política. Que se anule democráticamente la
democracia. Ante quienes serían responsables esos legisladores: ¿ante el
Presidente o ante el pueblo que los ha
elegido para representarlo? El consentimiento del Congreso a todas las
peticiones del Presidente, la incapacidad para fiscalizar el ejercicio de
poder, y el vacío de representación y la falta de propósitos nacionales, nos
han llevado al advenimiento de este régimen autoritario, donde ha desaparecido
la oposición.
5.
A
la sumisión de grandes porciones del liderazgo político, se añade la
servidumbre de la prensa. El periodismo se concentra
en el doble pensar, mantiene dos creencias a la vez, se ha prostituido; se ha
convertido en un ejercicio de relaciones públicas. Tiene,, además, la vocación para
simular su verdadera naturaleza. La complicidad de los intelectuales y del
periodismo en las tareas de sepultar la naturaleza de un régimen que apoya la
desnacionalización del trabajo, de la cultura y del registro civil, ha sido
grande.
Lo más horroroso del régimen al que el
país le ha dado su consentimiento es su falta de contenido, su vaciedad, su
ceguera ante sus propias acciones disolventes y la búsqueda del predominio por
encima de todas las instituciones. ¿Podrá la República Dominicana sobrevivir a
ese desastre? ¿Existe entre nosotros el deseo de desaparecer? Decir con un mohín que cada pueblo merece el
Gobierno que tiene, es falso. El pueblo dominicano no merece unos políticos que no defiendan sus conquistas
sociales ni su independencia ni su honor ni su territorio ni que todo el esfuerzo y la sangre vertida por
todas las generaciones pasadas quede convertido en cenizas.
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