martes, 4 de febrero de 2014

Coloquio “¿Dominicanidad en peligro?”


Síntesis del coloquio



El domingo 2 de febrero fue celebrado en Santo Domingo el evento ¿Dominicanidad en peligro?”, un coloquio compuesto por intelectuales, historiadores, militares, dirigentes políticos, dirigentes sindicales y empresariales que abordaron los riesgos del Plan de Regularización de extranjeros ilegales y la naturalización colectiva para la estabilidad y el futuro de la República Dominicana. La misma contó con los auspicios del COMITÉ DOMINICANO POR LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL CON HAITÍ, de la RED NACIONAL POR LA DEFENSA DE LA SOBERANIA y de INTELECUALES POR LA REPÚBLICA DOMINICANA.

Los salones del Hotel El Embajador resultaron pequeños para el público que desde temprano asistió a escuchar las distintas exposiciones. La mesa fue presidida por el Dr. Armando Armenteros, quien es el Presidente del Comité Dominicano por la Solidaridad Internacional con Haití, y quien dio inicio al acto reconociendo en nombre de todos los dominicanos la firme y tan esperada defensa de la soberanía nacional hecha por el Presidente de la República Danilo Medina en su intervención ante la CELAC.

Un primer panel, conducido por el periodista Julio Martínez Pozo, inició con el dirigente sindical Gabriel Del Río, el economista y empresario Felipe Auffant Najri, el abogado José Miguel Vásquez, el general retirado e historiador José Miguel Soto Jiménez y el abogado y dirigente político Euclides Gutiérrez Félix.

Del Río abordó los efectos del ingreso masivo de extranjeros indocumentados al mercado de trabajo dominicano y su impacto en la mano de obra nacional, lo cual está generando desempleo y bajos salarios para los trabajadores dominicanos, impulsando una situación que afecta la vida de los ciudadanos en su propio país.  Auffant expuso la necesidad de una frontera fuerte, bien custodiada y claramente delimitada para el control de la inmigración desbordada, que no ha sido controlada adecuadamente en ningún gobierno dominicano, lo que ha permitido una ocupación lenta y permanente por parte de los ciudadanos haitianos. Sugirió la construcción del muro fronterizo como control de la inmigración y de la pobreza dominicana.

El abogado José Miguel Vásquez, disertó sobre el decreto que establece el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros Ilegales, declarando que el mismo contiene disposiciones que son inconstitucionales; recordó que dicho decreto fue demandado en inconstitucionalidad por varios grupos y organizaciones, y rechazó que éste pretenda ser convertido en una vía de escape a la aplicación de la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.

Soto Jiménez, describiendo cuestiones sobre seguridad nacional, recomendó la creación de unidades de Policía para vigilancia de los ghettos haitianos esparcidos en el territorio nacional, tal y como tienen en todos los países del mundo con los enclaves de inmigrantes. Expresó la importancia de priorizar el cuidado de la frontera dominicana con Haití, la cual, a su juicio, debe ser jurídica, tecnológica, real y fuerte, y pidió mejores condiciones de vida y desarrollo para los hombres encargados de protegerla. Señaló que aunque el control de la frontera está en manos de las Fuerzas Armadas, la política migratoria es decidida por el gobierno, por lo que los militares hacen lo que les ordenan.

Gran atención produjo la intervención del dirigente político Euclides Gutiérrez Félix, quien pidió un turno para encomiar las palabras del Presidente Medina ante la CELAC, para expresar su apoyo a la actividad y a sus organizadores, y para sugerir que la misma fuera repetida en todas las provincias del país, principalmente en las fronterizas.  El dirigente igualmente criticó las presiones que desde el extranjero se hacen a los dominicanos para fusionar el país con Haití, mencionando que tales planes cuentan con la colaboración de sectores mediáticos contarios al interés nacional financiados por la agencia norteamericana USAID.

Durante el cambio de panel fue puesto en circulación el libro “Derecho Migratorio de República Dominicana” de la autoría de Juan Miguel Castillo Roldán, una voluminosa obra de estudio y compilación de la legislación migratoria dominicana, que fue presentada por el abogado y editor Trajano Vidal Potentini, quien ponderó su contenido y presentó al autor. También, en su turno, Potentini recordó la importancia de la sentencia TC168-13 en la definición de la nacionalidad dominicana y exhortó al gobierno dominicano a reforzar su postura de defensa de la soberanía nacional y a dictar decretos que no violen ni la Constitución ni las leyes ni la sentencia.

El segundo panel fue conducido por el abogado Manuel Valerio Jiminián, especialista en materia internacional, quien introdujo el panel y presentó a la literata Pura Emeterio Rondón, al escritor e historiador Manuel Núñez Asencio y al abogado y ensayista Juan Miguel Castillo Pantaleón.

En su introducción, Valerio señaló la importancia de que exista transparencia en las negociaciones que sostienen República Dominicana y Haití. Al presentar su ponencia el historiador y ensayista Manuel Núñez expresó que Haití no es amenaza militar sino demográfica, y que pretende implantar la “dictadura del débil”.  Núñez denunció que el Decreto 327/13 que pone el vigor el Plan de Regularización de extranjeros irregulares,  hace retornar al país a las circunstancias del año 1822 al eliminar la exigencia de los documentos de identidad para los extranjeros irregulares, fabricando “un monstruo de incalculables repercusiones, y que tal medida será un efecto llamada para nuevas oleadas de indocumentados”.  El decreto, al priorizar  la acogida de enfermos y personas vulnerables otorgándole residencia inmediata, devastará el sistema sanitario dominicano; al someter a litigio judicial las decisiones sobre la permanencia en el país de extranjeros que no califiquen, creará un caos judicial,  y al prohibir las deportaciones de esas masas de extranjeros que penetran por nuestras fronteras, desmoralizará a las autoridades al CESFRONT, a los inspectores de Migración, al Ejército y a todos los cuerpos encargados de la seguridad.

Por su parte, la intelectual y literata Pura Emeterio Rondón expresó que actualmente la República vive de hecho un proceso de fusión con Haití; un proceso favorecido por el Decreto 327, impulsado y apoyado por dominicanos en connivencia con intereses extranjeros, en un contexto en el que la identidad ha sido objeto de agresiones sistemáticas tendentes a  neutralizarla,  a disminuirla, o diluirla  a través de distintos medios y canales, cuyos radios de acción alcanzan todo el espectro da la vida y el quehacer nacional. Señaló que la identidad, la dominicanidad, está en riesgo de neutralización, de disolución y hasta de desaparición, ante la imposibilidad material, moral y espiritual, de asimilar, sin desaparecer, la cultura de otra nación, la haitiana, a la cual, si bien nos unen determinados elementos históricos y culturales, es diferente a  la nuestra en cuanto a territorialidad, memoria histórica y lengua.

El panel fue cerrado por el jurista y ensayista Juan Miguel Castillo Pantaleón, quien luego de ponderar el valioso contenido de la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional, hizo un breve recuento de lo acontecido posteriormente, advirtiendo los riesgos potenciales de la modificación de la ley sobre naturalización, si esta es hecha de manera colectiva, y de la aplicación de un Plan de regularización de extranjeros en el que no se requieren documentos de identidad, lo cual inutilizaría los efectos de la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional.  Pidió al gobierno dar a conocer el contenido del proyecto de ley que modificaría la Ley de Naturalización y escuchar los criterios de quienes se encuentran en aptitud de juzgar, razonar y plantear aportes sobre el mismo.

Al finalizar el panel, intervinieron en los turnos libres para corroborar contenido de algunas exposiciones;  representaciones de las Provincias de La Vega y San Juan de la Maguana quienes solicitaron repetir la actividad en todas las provincias del interior, e incluso participaciones que reclamaron que se construyese un muro en la frontera con Haití.


¿ A donde vamos?


Por Felipe Auffant Najri.

El debate sobre la  sentencia del Tribunal Constitucional ha  contribuido a que  reflexionemos  sobre el siguiente y preocupante  dilema :

¿A donde nos conducirá el deterioro social que resulta de una inmigración desbordada ?

¿A un conflicto civil que ponga en peligro nuestra estabilidad social, independencia e instituciones democráticas?

O por el contrario, si esto no ocurriera: ¿Nos tocará  ser testigos de un proceso de deterioro paulatino de nuestra sociedad, de nuestras instituciones, de nuestro medio ambiente, hasta hundirnos en el atraso de nuestros vecinos?

Estos indeseables desenlaces podrían ser  realidad, pues  nuestro país no tiene  recursos para sacar Haití de su secular pobreza y  atraso. Al contrario, corremos el riesgo de ser arrastrados a una situación de caos social, o a un paulatino deterioro social, institucional y medio ambiental.

Lo que acabamos de decir parecería alarmista, pero no será la primera vez que muchos eligen ser testigos indiferentes  a  las consecuencias  de un proceso de deterioro social, mientras no afecte a sus personas e intereses. Pero si bien estos procesos comienzan afectando a algunos grupos mas vulnerables, de alguna manera terminarán impactando a un grupo mas amplio, y quizás  a todo el mundo, pues cuando el barco se hunde, igual se ahogan los de segunda, como los de primera clase.

Resulta sorprendente  que el Estado Dominicano este actuando ilusa, peligrosa e irresponsablemente, como si contara con recursos suficientes para enfrentar la miseria ajena, además de la propia.

¿ Pero puede este Estado ineficaz enfrentar la pobreza de 8 millones de haitianos indigentes, cuando no ha sido capaz de resolver los problemas fundamentales y dar una vida digna a mas de tres millones de dominicanos muy pobres ?

El Estado Dominicano parece ignorar que el 35 % de la juventud dominicana esta desempleada. El Estado Dominicano parece ignorar que en el 2013, mas de un millón quinientos mil dominicanos fueron catalogados por el mismísimo Banco Central de la República  de “ninis,” o sea que ni trabajan, ni estudian. Cifra que aumentó  en  un 14 % ese año con respecto al 2012. Y también parece ignorar   que la mayoría de la población se dedica a trabajos informales de bajísima productividad.

Es hora que el  Estado Dominicano implemente    políticas públicas para estimular el empleo de los dominicanos, con programas activos de entrenamiento y relocalización de dominicanos realmente pobres, incentivando a las empresas y a los empresarios, para que los empleen y los entrenen. Pues en materia de empleos y servicios sociales los dominicanos tienen que ir   primeros. Parece mentira que haya que hacer semejante declaración. Hasta ahí han llegado las cosas.

Esta política de empleo ayudaría a reparar el daño social de haber cedido cientos de miles de puestos de trabajos a extranjeros, pues el desempleo  desmoraliza, provoca vicios,  hace perder habilidades y disciplina. Los mas atrevidos enfrentan este drama social abandonando un país cuyo estado no ha sido capaz de resolverles el problema del empleo, a pesar de  muchos años de crecimiento económico robusto. Es para que nos de vergüenza!

La política de promover  empleos es la  manera mas eficaz de combatir la pobreza de los dominicanos, pues a final de cuentas estamos convencidos que la actual política de subsidios sociales no resolverá nada,  pues el Estado no podrá subsidiar a los millones de desempleados dominicanos,  mas millones de  pobres haitianos.

Y es que queramos  o no, si las cosas siguen como van, tendremos que contar a millones de pobres haitianos, pues el estado dominicano ineficaz y desorganizado, no es capaz de proteger una frontera de 400 kilómetros. De ahí, que este país esta siendo ocupado lentamente. De acuerdo a la  Primera Encuesta de Inmigrantes, elaborado por las Naciones Unidas, la población inmigrante es  del 30 % en Pedernales; del 23,3 % en Elías Piña; del 22 % en Independencia; casi del 19% en Monte Cristi; casi de un 18% en Valverde; casi de un 16% en la provincia la Altagracia.


 De acuerdo a este mismo estudio de las Naciones Unidas, el 66% de los hogares de inmigrantes en las zonas rurales están usando el carbón y la leña como combustible, un verdadero peligro para la supervivencia de nuestros bosques,   que ya prácticamente no existen en el lado oeste de la isla.

Nada bueno saldrá de esta ocupación de nuestro país.

Sin embargo, los gobiernos dominicanos han tomado la política  fácil de acomodarse y apaciguar  tratando de llevar el asunto lo mejor posible, acomodando la carga, si se quisiera, pero una carga que no cargan ni las elites políticas, ni las económicas, sino los dominicanos pobres.

Y es una política miope, sin futuro y, por ende, carente de sentido, pues terminará cuando los haitianos y los dominicanos se empujen mutuamente por ocupar las  camas de los hospitales públicos.

En la historia, las políticas de acomodarse y apaciguar  solamente han llevado a graves conflictos. Es el caso del primer ministro Británico Chamberlain, quien intentó  acomodarse y apaciguar a Hitler, en vez de  frenarlo en el momento oportuno. Lo que siguió fue una guerra, por no decir un matadero, que causó 60 millones de muertes. Y es que en asuntos de estado el jugar a  no enfrentar los problemas  no solamente resulta ridículamente tonto, sino sumamente peligroso y nada caritativo, dados los males que pudieran desatarse. 

De ninguna manera abogamos  por una política inhumana. Nada mas alejado de nuestros  principios y formación educativa  de mas de 10 años en Norteamérica. Debemos ser humanos y desterrar todo odio. Y nada mas alejado al Ideario de Juan Pablo Duarte, quien fundó el Estado Dominicano,  con el respeto a Dios y el amor por los demás.

Pero igualmente, debemos ser responsables y firmes y valientes para enfrentar los retos que tenemos frente a nosotros, antes que sea demasiado tarde.

“El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico …o no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional.” Estas últimas  palabras no son mías, sino de Juan Pablo Duarte.

Es hora de cerrar la frontera.
Es hora de construir una vaya fronteriza que garantice el control de esta inmigración desbordada.

Muchas gracias!


¿La dominicanidad en peligro?







Por José Miguel Vásquez García
Abogado de la República                                                                                                                                                                           Coredactor de la ley de Migración,                              Del Reglamento de migración                                                                                                                                                          Y del borrador del Proyecto de Regularización.



A propósito del día Duarte, iniciaré estas palabras con una cita del primer dominicano por origen,  por compromiso, por legitimidad y por identidad, llamado Juan Pablo Duarte: “EL GOBIERNO DEBE MOSTRARSE JUSTO Y ENERGICO O NO TENDREMOS PATRIA Y POR CONSIGUIENTE NI LIBERTAD NI INDEPENDENCIA NACIONAL”.

Estas palabras se clavan como espadas en el corazón de la patria, que hoy se ve amenazada, pero no por los subversivos y peligrosos hombres armados, como en épocas pasadas, sino por fuerzas internas en concubinato con fuerzas foráneas, que lucha por socavar el orgullo patrio y la dignidad de la dominicanidad.

Más que nunca, la patria está en peligro, acorralada por los cuatro vientos, exhalando desde su interior el veneno de un reducido grupo de individuos asociados, que amparado en la tesis de que este país es repudiable, maldito, racista, xenófobo, genocida, abusador y castrador de nacionalidad, han desplegado una campaña masiva y persistente, que ha corroído la imagen internacional, al punto, que fue el propio presidente, quien tuvo que contener la pasión malvada, de algunos de los voceros de la peor campaña de horrores que se recuerde en la historia contemporánea.
Debiéramos considerar, que uno de los pocos países impedido de implementar su propia política migratoria y aplicar los principios de la nacionalidad de acuerdo a su constitución y leyes, es precisamente la Republica Dominicana.

Costa Rica atraviesa por un proceso de regularización de extranjeros donde se estima la mayor inmigración de Nicaragua, donde se pretende regularizar  a cerca 100 mil extranjeros, principalmente sin documentos o con ellos vencidos. Dicho proceso está dirigido a extranjeros que trabajan en áreas agrícolas y servidoras domésticas.

Por su lado, Venezuela ha hecho lo propio, sin embargo el reglamento de regularización de extranjeros de Venezuela dice textualmente que “La regularización no menoscaba en forma alguna la potestad del Estado de negar la autorización de permanencia de los extranjeros y las extranjeras, sin perjuicio de garantizar su seguridad, su dignidad y la de su familia.” Pero resulta, que a Rep. Dom. se le quiere imponer la obligación de que su plan sea con carácter incondicional.

En España se estiman que hay un millón y medio de extranjeros irregulares, la mayoría proveniente de Marruecos y Rumania en una población de cerca de 47 millones de españoles, y por ello España no ha sido sometido a un juicio internacional.

No hemos visto ni a Costa Rica, ni Venezuela ni a España sentados en un banquillo de acusados como se ha pretendido tener a la Republica Dominicana porque implementen un proceso de regularización de extranjeros, menos hemos visto, a esas islas vecinas, sometidas a un cuestionamiento internacional, por devolver a los haitianos que pasan o pretenden entrar a sus territorios.

Pero en el caso que nos ocupa, lo que realmente se presenta no es una búsqueda a un simple problema migratorio, no, es el interés de que nuestro país asuma los problemas económicos, sociales, políticos, educativos y de la salud del vecino Haití.

Nos preguntamos, que hay detrás de todo esto?
Vamos a ponerle una cita de un discurso pronunciado por el ex presidente Joaquín Balaguer en el 1994, a propósito de una firma de un contrato para la consolidación de la deuda pública, la cual contenía la siguiente cláusula: “este contrato se ejecutara en los mismos términos, aun en los casos en que la República Dominicana concierte pactos con la integración económica con otros países, y en la caso de que la Republica Dominicana se fusione con otro país del hemisferio.”.” Contrato sancionado por el congreso nacional de forma inadvertido.”

De igual forma han mostrado profunda preocupación los sectores más influyente de la vida nacional, como son las diferentes iglesias del país, los empresarios, sindicatos, personalidades y algunos líderes políticos responsables, que han dado muestra, de que el problema que atraviesa el país en estos momentos, va más allá de una pose social o electoralista, porque se trata de la sobrevivencia  o el fin de la obra de Duarte, o conservamos la vida de la república o permitimos que sucumba ante los ojos indiferentes de todos nosotros.

En estos días, dijo el Mons. Agripino Núñez Collado que, citamos: “Solo los enemigos de la República Dominicana son los que dicen que aquí no se respetan los Derechos Humanos.”

Esta Republica Dominicana es la que se caracteriza por darle comida al hambriento, abrigo al desnudo, medicina al enfermo, protección al desvalido, eso es un sentimiento nacional, y así lo hemos hecho siempre, aun se trate de nuestro histórico agresor.
No es verdad queridos amigos comunicadores, que la conducta del dominicano es perseguir, discriminar, maltratar, reprimir y golpear a los vecinos de Haití. Es una de las peores insolencias dicha en contra de la patria. Siempre hemos vivido a la defensiva, tanto en las intromisiones armadas que se han producido en nuestra historia, como en la intromisión pacifica que se produce en esto momentos y en la guerra diplomática.

Este es el único país del mundo, donde se le permiten a los enemigos de la patria, permanecer en el país no importando el daño que le hagan, pero es el único país del mundo, donde se le proporcionan las facilidades a los enemigos, para que entren e inventen las pruebas y creen las condiciones para celebrar un juicios sumarios en contra de la patria.

Hombres y mujeres llenos de odio, frustraciones, complejos, retaliaciones y resentimientos sociales, se han congregado para enjuiciar al país, por el hecho de que la sociedad dominicana ha entendido que debe dar los pasos para ordenar su casa en relación a flujo migratorio.

En el último juicio sumario hecho en contra de la Republica, vemos que la especial comisión que visitó al país, haciendo un escarceo selectivo, en la que hizo un montaje, con el fin, no de hacer una investigación seria e imparcial, sino una comedia satánica, de pretender hacer lucir al país, como el lugar más criminal y horroroso, donde los vecinos tienen que esconderse de una cacería de brujas, donde los perseguimos y matamos. Que en vez de comida les damos veneno, en vez de ayuda para que se ganen la vida los degollamos, que en vez de un vaso de agua le damos un tiro, que en vez de darle asistencia a las parturientas le provocamos abortos para que sus hijos no nazcan, que en vez de ayudarle en momentos de calamidad, le tiroteamos su población. Esa fue la imagen que vendió de nosotros la famosa comisión de los derechos humanos que nos visitó y es la imagen que venden algunos comunicadores dominicanos. ¡Pero por Dios!, ¿a donde va a llegar con esto?.

El perverso informe dice que la republica priva arbitrariamente de su nacionalidad a dominicanos, que la sentencia es discriminatoria y que solo impacta a personas de origen haitiano, que es una sentencia retroactiva, que genera apatrídia respeto a aquellos que no son considerados nacionales por ningún Estado.

Nunca había visto la conjunción de tantas mentiras juntas, sin bien el Estado Dominicano es corresponsable de las irregularidades en los registros dominicanos, no es menos cierto que esas irregularidades se cometieron con una multiplicidad de ciudadanos de diversos países, pero hay una  realidad que es innegable, que más del noventa por ciento de nuestros inmigrantes provienen de Haití, por lo que hablar de extranjeros se asumen que estamos hablando de Haití.

Pero hablar de ciudadanos haitianos apátridas, es la muestra de ignorancia más notoria o de maldad más burda, porque sería desconocer el derecho interno del Estado haitiano, derecho que contiene el jus sanguinis como principio atribuible a la nacionalidad de todo hijo de ciudadano haitiano, en razón de que todo hijo de un haitiano, le sigue la nacionalidad de sus padres.
Han pretendido proyectar a la república como una nación de racista, donde se practica la discriminación racial, algunos de ellos, aprovechando los foros internacionales para doblegarnos en el sentido, de que solo somos buenos cuando admitamos tener  la capacidad de entender que hemos violado los derechos humanos de los ciudadanos de origen haitiano, como lo dijo el irrespetuoso e insolente expositor en la pasada cumbre en Cuba.

Hablar de retroactividad, es la muestra más tosca de desconocimiento de razonabilidad jurídica, porque además de que es un manejo de carácter constitucional lo que alude la pieza, no es menos cierto que el sabio manejo que el Tribunal Constitucional le da a las fechas, es con relación a la ocurrencia de los hechos en  cada escenario constitucional que estos acontecieron y el derecho que le es atribuible.

Pero no solo eso, han querido satanizar a este órgano, por el hecho de que hace un relato histórico de todas y cada una de las constituciones y resalta una constante de una de estas, desde el 1929 hasta la fecha, en cuanto a indicar de manera precisa quienes son dominicanos, lo que no ha variado en absoluto, salvo el detalle de la última Constitución, que observó la transitoriedad en cuanto a los indocumentados, por este haber sido un tema muy debatido y utilizado como herramienta para imponer la ilegalidad por encima de la legalidad.

Esa sentencia, en vez de recibir críticas, debió ser elogiada por esos sectores, en razón de que ha dado la oportunidad de que este tema saliera a discutirse sin morbo y con la intención de buscar una solución a personas que son inexistentes hasta en sus países de origen, dándole la oportunidad de que obtengan, la mayoría una identidad y un status migratorio, los otros, una identidad, una vida civil y la nacionalidad que le corresponda y los otros un nuevo estado nacional.

Otra de las burdas mentiras es que se habla de privación de nacionalidad, como se le puede quitar a alguien lo que nunca ha poseído, la nacionalidad es un derecho que conceden los Estados de acuerdo a sus leyes. Sin embargo, el Estado dominicano, de manera reflexiva y humana ha previsto hacer una concesión a miles de extranjeros nacidos en el país, a los fines iniciar un proceso para otorgar la naturalización a los que califiquen, posterior haber con los requisitos, y prueben haber asumido a la Republica Dominicana como su nación, y por otro lado, un proceso de regularización a los extranjeros que el país pueda asumir, dentro de los que califiquen para recibir permisos temporales de estadía.

Para solucionar el problema migratorio que siempre hemos padecido, se promulgo la ley 285-04 del 2004, siete años después, el Reglamento de migración contenido en el decreto 631-11,  la Constitución, los borradores del Plan de Regularización de extranjeros, el decreto 327-13 y la modificación de la ley 1683, sobre la naturalización de extranjeros.

Sobre el decreto 327-13 que instituye el plan de regularización de extranjeros en el país, queremos hacer las siguientes observaciones: 1- en el borrador publicado por el ejecutivo, habíamos hechos unas observaciones de derecho que debieron considerar; 2- No obstante nuestras observaciones, le entregaron el decreto al presidente con una serie de errores legales, que hacen del referido decreto, una pieza susceptible de inconstitucionalidad; 3- En razón de las anomalías legales, procedimos a incoar un recurso de inconstitucionalidad por ante el Tribunal Constitucional.

Nuestro interés no es destruir la pieza que soporta el proyecto de regularización, sino, evitar que la misma sirva de base para que el país desaparezca, toda vez que violenta disposiciones constitucionales, como el caso de admitir la vigencia de la ley nueve años después de su promulgación;  existe un conflicto entre el decreto y la ley, lo que necesariamente hace inconstitucional el decreto por ser violatorio a la ley; Cuando el Poder Ejecutivo exonera a los extranjeros de la presentación de documentos y prohíbe su deportación, está rebasando simultáneamente los límites legales fijados para la Regularización en el art. 151 de la Ley General de Migración y sus atribuciones presidenciales enumeradas por el art. 128 de la Constitución dominicana. Lo que definitivamente pone en peligro la institucionalidad del Estado y la Soberanía Nacional.

Por lo que es inminente detenerse y hacer los reparos correspondientes al referido decreto.
¡Viva la República Dominicana!                                                                           


Identidad Nacional Dominicana: legado y compromiso

Por: Pura Emeterio Rondón


En medio del torbellino que actualmente vivimos en la República Dominicana: por un lado, la  Sentencia TC/0168/13, que busca ordenar el ingreso y estatuto de los extranjeros en el país; el Decreto 327, emitido por el presidente Danilo Medina, que en varios sus artículos echa por tierra esa Sentencia; la presión de grupos de poder político y económico dentro y fuera del país para que el gobierno se pliegue cada vez más por los intereses internacionales; la dirigencia haitiana que ve la oportunidad de derivar hacia la República Dominicana la responsabilidad de enfrentar los problemas sociales, mientras distrae a su pueblo para que no dirija la mirada hacia donde corresponde.

Para ello cuenta ese país con la envidiable eficacia de su diplomacia, especializada en sembrar veneno en la opinión pública mundial, contra la República Dominicana. Eficacia, que por cierto, no sería tan certera si no contara con  la franca alianza de la  nuestra,  la cual  se nos presenta tantas veces  inoperante y servil a los intereses del Estado haitiano, si bien podemos reconocer honrosas y excepciones. También contamos con individuos y grupos que por ideologías anti-dominicanas y/o por intereses económicos hacen causa común con  intereses internacionales.     
       
La situación descrita, converge  con la actitud de una clase política demasiado ocupada en la búsqueda de dinero y de poder, y para quienes, en la mayoría de los casos, s el destino de la nación dominicana y las precarias condiciones de vida de millones de dominicanos, son asuntos menores en comparación con el lugar que ocupan aquellas tareas que tanto le absorben.

En medio de este complicado panorama, está la mayoría del pueblo dominicano, con plena conciencia de ser el gran perdedor: de espacio físico, de posibilidades de empleo, de salario digno, de soberanía. Tiene conciencia de la situación y por eso  apoya decididamente la Sentencia.

Frente a esta realidad histórica hoy agravada, ¿qué papel cumple o podría cumplir l la cultura como identidad nacional, o sea, el pueblo dominicano identificado con ella? ¿Cómo podría la cultura fortalecer al país y liberarlo de los complejos de inferioridad y de los complejos de culpa  que tanto gravitan en las decisiones y en las indecisiones de los responsables de representar dignamente la país en esta conflagración desigual de todos contra uno? 

Cada pueblo tiene su cultura. Porque aunque la raza humana es una sola, es propio de  ella la diversidad, la cual se muestra en formas diferentes  de ver, de pensar, de sentir, de comer, de hablar, de hacer. En definitiva, la cultura expresa formas particulares de ser y de mostrarse las personas y los pueblos, condición que viene determinada por la misma naturaleza humana, en su doble vertiente: individual y social.    

La identidad es fundamentalmente una experiencia de vida, situada histórica y geográficamente. Nacer en un determinado lugar implica estar vinculado/a, a un paisaje, un clima, unos tipos humanos. Al mismo tiempo supone heredar las secuelas de decisiones y acontecimientos históricos precedentes. Pero no es solamente eso. Dentro de ese territorio y en ese transcurrir del tiempo, esos hombres y mujeres han ido construyendo, y se han ido configurando a la luz de unos valores que se expresan y refuerzan en hábitos y costumbres diversas, llenas de matices regionales e individuales.

Entendemos que el reconocimiento de esta identidad pasa por el conocimiento y acepción  de los elementos fundamentales que entraron en su conformación: un territorio, una memoria, un idioma. Un  territorio: o sea, el espacio donde habitar, donde vivir, el único que con propiedad puedo llamar mío porque me pertenece y le pertenezco, objetiva y /o subjetivamente. Cierto que virtualmente, soy propietaria del espacio completo, de todo el Universo, pero si quiero estar físicamente en Estados Unidos, Francia Canadá o a algunos de los países del Caricom y  no tengo visa, no sólo estoy imposibilitada de pisar esos territorios, sino que no me dejan pasar del propio Aeropuerto
.
La memoria: se va construyendo con las prácticas culturales de una comunidad, donde se va fijando  la manera como esa comunidad  resuelve  los múltiples retos que la cotidianidad y los acontecimientos extraordinarios le presentan, como va generando costumbres y valores, que  transmite de generación en generación. Con ello se va forjando una especie de tipología  humana, plasmada  tanto en los individuos como el colectivo, dentro de una dinámica dialéctica, creativa, a la vez que repetitiva. Así se configura una identidad, un conjunto de especificidades, que permiten distinguir y enriquecer la especie humana.

Como elemento determinante,  único diríamos, está la legua. Ella permite la vida comunitaria al ser instrumento de comunicación cotidiana, por tanto  el  principal elemento de elaboración y transmisión la cultura. Pero además, la legua da soporte y estructura el pensamiento, convirtiéndose  así el medio insustituible para captar y recrear la realidad inmediata o lejana. El idioma como transmisor no sólo de valores culturales sino también de una visión del mundo, es el que permite la construcción espiritual de la comunidad, por tanto es el lazo fundamental que la une. 

Otro elemento relevante, es el conjunto de creencias religiosas, que en la República Dominicana tradicionalmente ha tenido como eje el catolicismo, ligado también a otras  corrientes religiosas,  ampliadas en las últimas décadas por la multiplicación de iglesias evangélicas y de otras confesiones, juntamente con la aperturas a creencias filosófico religiosas-orientales. Todo ello  conforma el mapa sincrético, también ecuménico,  propio de la República Dominicana, por la forma en que se expresa y convive esta pluralidad religiosa y por la manera en que va impactando el imaginario cultural dominicano.       

¿Por qué en la coyuntura actual la cultura, base fundamental de nuestra identidad no ha cumplido el rol principal que debe cumplir? ¿Por qué como país proyectamos una imagen de debilidad e inconsistencia?

Varios factores inciden en esta situación. Pero el más importante radica en el factor que corresponde a nuestra identidad como dominicanos/as. Esta ha venido siendo sistemáticamente neutralizada,  a través de distintos medios y canales, cuyos radios de acción alcanzan todo el espectro da la vida y el quehacer nacional: el sistema educativo, los partidos políticos, las iglesias, las universidades, los ministerios, …  Durante décadas se ha venido dando un proceso de destrucción de los valores patrios, justamente los que pueden dar densidad interna a individuos y a colectivos, los que pueden en momentos críticos como estos, cohesionar voluntades, por estar ubicados más allá  de intereses individuales, partidistas o de otra índole.

Esta destrucción de la identidad se ejercitado por diversos medios:  en la enseñanza de la historia, se han escamoteados datos, se han obviado determinados periodos, prefiriéndose el juicio de valor y el sesgo, a la exposición completa de los procesos; no se ha buscado el equilibrio, sino la reacción extrema ante enfoques anteriores  parcializados hacia lo filohispánico.

Por esa vía, la figura  de Duarte fue silenciada, cuando no fue  objeto de las críticas más destructivas. Su figura se  presentó disminuida y  sin grandeza, restándole  los méritos que corresponden a  sus excelsas condiciones humanas.  De esa forma, no sólo se tergiversó la historia, sino que se despojó al pueblo dominicano de un referente de excepción, de un mito basado en la historia,  lo cual constituye una necesidad intrínseca de los seres humanos y por consiguiente, una necesidad en la vida de los pueblos. Esto ha corrido parejamente a una sutil y a veces no tan sutil merma de la de la relevancia de la independencia nacional. ¿Para complacer a quién?

Otra postura errada que ha perjudicado la causa nacional es una especie de antitrujillismo ciego, por el cual, como Trujillo asumió determinados valore patrios, tenemos que  rechazar junto a la figura de Trujillo, también esos valores. Es un error ya que siguen siendo valores, pese a que Trujillo los asumiera. Además, nacieron antes de su régimen. Que él los aprovechara en beneficio propio, es otra cosa.

 Y también vinculado al  régimen trujillista, hay otro hecho con el cual se ha logrado deformar la conciencia de muchos dominicanos, haciéndoles creer que somos responsables, peor aún, culpables, de la masacre de 1937. Nada más absurdo y manipulador. La masacre la perpetró ese régimen, no el pueblo dominicano, quien precisamente fue su  víctima por más de tres décadas. Es así como se atenta contra un componente esencial de la identidad: la memoria, la memoria histórica.    

¿Cómo se atenta contra el territorio?  Al lado de lo anterior, está la idea de una curiosa interpretación de ciertos elementos del movimiento popular y  de la consigna “Obreros del mundo uníos”, aplicada en la República Dominica, sin la debida contextualización, pudiéndose traducir como, hermanos haitianos vengan, luchemos juntos aquí en la Republica Dominicana, contra nuestro único enemigo común. Si a esto se une la idea posmoderna de no a las fronteras, tenemos un cuadro aproximado del contexto dominicano a ese nivel, durante las últimas décadas. Junto a esta ideologización, tenemos la postura irresponsable del Estado dominicano que no se ha ocupado de proteger la frontera dominicana, manteniéndola abierta a quien quiera violarla, sin el menor respeto por la integridad de nuestro territorio.
  
En cuanto al idioma, evidentemente que emprender una campaña consciente contra este elemento identitario resulta más complicado y difícil, toda vez que hay que emplearlo para hacerla; sin embargo, los enemigos de la nacionalidad dominicana, no desperdician oportunidad y  en  aras de propiciar una visión unitaria con Haití, han  querido hasta desconocer la función y el significado  de la lengua como factor determinante en  la identidad nacional dominicana.

Para este proceso de neutralización y  destrucción de la identidad se han empleado diversas armas. No solamente la tergiversación de la historia o su interpretación más perjudicial para nosotros. Otra arma es la manipulación de los sentimientos nobles de los dominicanos, como  la hospitalidad y generosidad que les son tan propias. Ante la mínima defensa de lo nacional, se manipula diciendo que tratamos mal a los hatianos, cuando en la práctica cotidiana a los ojos de quien quiera ver, resulta todo lo contrario. ¿En cuál país del mundo pueden los haitianos   entrar trabajar y deambular como lo hacen por todas las calles de territorio nacional?

La otra fórmula ya bastante gastada es de de que somos racistas. Y esto se afirma ignorando que somos un país con una de las expresiones fenotípicas del mestizaje más altas de Latinoamérica; además, como si fuéramos el único país del mundo donde existe el prejuicio racial; como el propio Estado haitiano no tuviera su base de constitución en el racismo, cosa que no sucedió en la República Dominicana.

Sirviendo a esta causa, la manipulación y el enajenamiento,  cuando no el entreguismo, en algunos casos hasta la ignorancia,  se han  revestido de ropaje “modernista”, “progresista”,  o “izquierdista”. Estas medias verdades y tergiversaciones ha confundido a muchos, han atemorizado y paralizado a otros, llegando a establecer una mentalidad deformadora de la conciencia: se ha sembrado la  mala conciencia. Y quien sustente lo contrario, es   es retrógrado, atrasado, decimonónico, racista, antiahitiano, nacionalista-fascista, o patriotero. Y ¿quién quiere quiere verse en ese paredón? De ahí el temor de muchos, a manifestar lo que realmente piensan, para evitar ser tildado como tales.

Todo este clima antinacional, inducido y promovido, quizás en sus inicios  ingenuo y bien intencionado de parte de algunos, (Guacanagarix en acción), ha sido  el caldo de cultivo perfecto, al servicio de los interés de Haití, que son encontrar la solución de sus problemas, no en ellos mismos, sino en la República Dominicana, y también servir para a los intereses económicos y políticos internacionales. Pero como ya no estamos en los tiempos de agnegaciones revolucionarias,  para muchos dominicanos y extranjeros, estos servicios se cobran en dólares, aunque con ello se destruya a la nación. A ese grado de enajenación y materialismo hemos llegado.             

Pero la realidad palpable, histórica, es que la definición de nuestra identidad nunca ha estado determinada por  asuntos raciales sino culturales. Es la cultura, la heredada y recreada con el dinamismo propio de cualquier cultura, la que nos distingue, querámoslo o no; seamos conscientes de ello o no. Y esta cultura heredada es el fruto de una mezcla de triple procedencia: africana, taína y española. No somos ninguna de ellas aisladamente considerada;  tampoco una sumatoria. Somos algo totalmente diferente de lo que fueron o son estas culturas. Somos, en palabras del escritor martiniqueño Eduard Glissand, el producto de una creolización, el resultado de un proceso de sincretización. Somos dominicanos, tan iguales como diferentes de los nacionales de otros países.

Nuestra historia, llena de vicisitudes y tropiezos, más que de otros pueblos, ha marcado rasgos de conducta propios. Pretender asimilar nuestra historia a la que han tenido otros países, para aplicarle elementos propios de ellos,  es un grave error y una injusticia. Por consiguiente, no somos indígenas, no somos españoles, ni africanos ni haitianos. Somos dominicanos.     ..  

Lo que planteamos aquí no significa de ninguna manera pretender aislamiento alguno. Todo lo contrario. Para nuestra ventura y para nuestra desgracia, si existe un país de espíritu abierto a otros, es este. Pero nuestra relación sana y digna con los demás países sólo será posible si conocemos, respetamos, aceptamos y amamos nuestra propia identidad.   

Por otra parte, es tan radicalmente importante la identidad para los individuos y para los pueblos, que se constituye en derecho, pues es una condición para el cabal desarrollo personal y nacional, un arma insustituible para la lucha en y por la vida.

El no reconocimiento o irrespeto a la identidad merma o destruye la capacidad de estar en el mundo con dignidad ante sí mismo/a y frente a los demás individuos o pueblos, lo cual trae como consecuencia la  alienación. Y esta falla en la personalidad no sólo perjudica a quien la sufre, nosotros en este caso, sino al resto de la humanidad que disminuye  su pluralidad y riqueza.

Y esta identidad nuestra dominicanidad es la que está en riesgo de neutralización, de disolución y quién sabe si hasta de desaparición, ante la imposibilidad material, moral y espiritual, de asimilar, sin desaparecer, la cultura de otra nación, la haitiana, a la cual, si bien nos unen determinados elementos históricos y culturales, es diferente a nuestra en cuanto a territorialidad, memoria histórica y lengua. Ahora bien, pese  a esta realidad palpable, la pretendida fusión de la República Dominicana con Haití  ya no es una amenaza, es un proceso iniciado favorecido por disposiciones emanadas de la República Dominicana, impulsadas y apoyadas por dominicanos en connivencia con intereses extranjeros.

Sin embargo, de  este hueco profundo tenemos que salir si es que somos conscientes de nuestra dignidad y si queremos tener y legar patria a futuras generaciones. Porque todavía hay muchos dominicanos dormidos y otros autoaletargados por el poder y el dinero, a unos y a otros, hemos de hacerles saber que con los resultados de su actitudes, también ellos pierden.  Afortunadamente, sabemos por las encuestas que quienes queremos y luchamos por la sobrevivencia de la nación dominicana, somos más. La razón y la verdad nos asisten. Seamos nosotros mismos. Actuemos. Ejerzamos nuestro derecho a la identidad, antes de que sea demasiado tarde.    



Y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos

Por Manuel NÚÑEZ Asencio


       Desde hace algunos meses, hemos recibido una salva de insultos zafios procedentes de las ONG pro haitianas  que se han ´propuesto desacreditar la aplicación de la Constitución y las leyes. A esa campaña internacional que no ha tenido treguas, se ha sumado el Estado haitiano con todos sus embajadores, sus Ministros, sus cabilderos e incluso su Presidente. La bullaranga de las insidiosas maniobras ha seducido a los Gobiernos del Caribe. El CARICOM, Venezuela, Cuba se han convertido en caja de resonancia  del propósito de criminalizar el ejercicio de la soberanía dominicana. El Gobierno dominicano se enfrenta, sin saberlo, a una guerra relámpago. Una blitzkrieg  en todos los frentes en el político, en el diplomático, en el mediático, en el económico. Sus consejeros palaciegos le sugieren que se convierta en instrumento del poder extranjero, que dirija sus poderosísimas cañoneras contra la decisión del Tribunal Constitucional. ¿Qué hará el Gobierno? , ¿Se convertirá en la quinta columna del Estado haitiano y de sus aliados extranjeros?  ¿Le dará la espalda al pueblo que está obligado a defender? ¿El porvenir de la República Dominicana se halla determinado por las decisiones que ya ha tomado el Estado haitiano y sus aliados? Tal como acaece en “Lo Fatal” del gran  Rubén Darío, no sabemos adónde vamos ni de dónde venimos.

En la isla de La Española, compartida por dos Estados, se desarrollan hoy dos proyectos fundamentalmente distintos.
Se ha desplegado en el teatro internacional, la voluntad de Haití y de los socios de las ONG de imponer un proyecto fusionista. Que lleva diversos componentes:
 1. Creación de una minoría nacional de haitianos con papeles dominicanos, que se conviertan en la plataforma de una colonización masiva;
2. Traspasarnos sus grandes problemas sanitarios, laborales, educativos, sociales que liquide nuestros logros sociales
3. Pasarnos el rodillo del intervencionismo internacional que elimine nuestra capacidad de autodeterminación. Toda esta extraordinaria campaña se ha llevado a cabo con el apoyo de las ONG, organismos para estatales, que se han fraguado como mecanismos de presión interior para sabotear el ejercicio interno del Estado, por los lobby pagados por Haití; son los cabilderos pagados en los Estados Unidos los que han fraguado la destrucción  de la imagen internacional de la República Dominicana.

           En contraste con este plan,  se desarrolla  el propósito de los dominicanos de cada uno de los pueblos que habita en La Española viva independiente, según su modelo de cultura. Nosotros nos hemos centrado en la política de la no intervención. Esta guerra invisible que se desarrolla en el pensamiento, en la diplomacia, en las visiones que se imponen en el teatro internacional, nos plantea, a su vez, desafíos extraordinarios.

1.   Desafío de la vecindad. Los haitianos quieren hacernos culpables de su fracaso, de sus frustraciones y de su impotencia. Quieren solucionar su incapacidad para enfrentar de manera soberana las exigencias que les plantean los tiempos desmantelando a la República Dominicana. Los dominicanos han sido agredidos en su identidad por todos los medios disponibles. Los haitianos se proponen romper la frontera jurídica;  atacan a la Junta Central Electoral, a la Dirección de Migración. Exigen la eliminación de nuestra Constitución y de nuestras leyes. No se trata de  la petición de residencia que hace cualquier extranjero que se halle en nuestro territorio, sino la de la depredación  de la nacionalidad dominicana. Toda la maquinaria propagandística se ha apoyado en nuestros intelectuales desnacionalizados, sin identidad y sin sentido patriótico, y en los periodistas, las ONG, los jesuitas y los empresarios, comerciantes, que intervienen en estos manejos.
El gran desafío que nos plantea la vecindad es la defensa de nuestra identidad como nación y como país, y la preservación de los mecanismos de supervivencia del dominicano.  Los dominicanos han perdido el control de los yacimientos empleos que el país produce. Se ha producido una ocupación por la mayor cantidad de enfermos del país más insalubre y con más enfermedades del continente.  Semejante problema se está produciendo en el combate a la orfandad y al desamparo de nuestros niños; la mayoría de los hogares infantiles se hallan poblados de haitianos. Todas las políticas sociales que ha emprendido la República Dominicana se han descalabrado con esta importación masiva de pobreza del país más empobrecido del continente. Esta agresión se ha acompañada de una campaña implacable para destruir la imagen del país. La destrucción creadora de este caos ni siquiera ha sido prevista por los dirigentes políticos. En lugar de tratar de comprender el abismo en el que estamos cayendo, los promotores de esta política tratan de culpabilizar a los propios dominicanos del desastre que nos ha provocado la vecindad.  Nuestra incapacidad como Estado para defendernos de esta avalancha se presenta como la causa de la desnacionalización del país, es decir, que los haitianos son eximidos de la responsabilidad de corromper a las autoridades, a las cuales les pagan; son absueltos de la responsabilidad de violar la frontera de un Estado extranjero. Tampoco son culpables de suplantar identidades, de emplear cédulas falsas, de comprar documentos fraudulentos. Este razonamiento que omite el papel de la mala fe, del odio que incendia banderas dominicanas y de las ambiciones que produce la frustración es un insulto a la inteligencia del pueblo dominicano.

Si para defendernos del problema nos decidimos a repatriarlos, entonces se nos acusa de xenófobos, racistas, y patatín y patatán. Es palos si bogas, y palos si no bogas.

2.  La amenaza a nuestro territorio. En la isla que habitamos la demografía constituye en factor desestabilizador. Son veinte millones de habitantes, el 90% de las tierras agrícolas se hallan en nuestro país; Haití ha destruido su país; se deforesta a un ritmo implacable de 4% anual; consume seis millones de metros cúbicos de madera. Tiene menos del 1% de superficie boscosa; esa realidad desoladora ha lanzado a miles de haitianos a  nuestros bosques y a nuestros parques nacionales. Nosotros estamos pagando el precio de la imprevisión y del ansia destructiva del haitiano. Nuestros bosques son desmontados, carbonizados y transportados a Puerto Príncipe a través del Lago del Fondo. Esta dinámica infernal, no sólo no ha sido enfocada por su Gobierno ni enfrentada por la Comunidad internacional representada por la MINUSTAH ni, desde luego,  afrontada por la comunidad de países del Caribe que se han asociado a los intereses haitianos.  Los dominicanos no somos responsables de este desequilibrio. Sin embargo, las necesidades de los haitianos podrían aniquilar nuestra soberanía alimentaria. Nosotros estamos obligados a defender el territorio de esta devastación. Increíblemente el movimiento ecologista dominicano que ha sido tremendamente eficaz en combatir los enclaves mineros de las compañías transnacionales, mantiene una ceguera extraordinaria ante la catástrofe producida por las poblaciones que viven de la producción de carbón, que emplean más de 150 mil personas en este trasiego. Hoy  podemos decir que el bosque dominicano arde en las cocinas de Puerto Príncipe.

3.  La recuperación de Haití
La historia no la hacen las grandes masas, como creíamos en las etapas románticas de las revoluciones, sino que estas grandes mayorías son manipuladas por minorías, pequeños grupos que crean  redes, que tienen el poder y la influencia política, económica y cultural, para tirar del carro y llevarnos a nuevas riberas. Así nació el Estado dominicano, los trinitarios que eran una minoría, lograron orientar al pueblo dominicano, y crearon la chispa que incendió la pradera.  Nosotros nos hallamos en momento desolador, las minorías haitianas, han echado a rodar la idea  de que la solución y la recuperación se Haití se halla en la República Dominicana, y eso es fundamentalmente falso. Y, por otra parte, las minorías más poderosas de la República Dominicana carecen de patriotismo y de claridad de miras. Nosotros podemos enfrentar los desafíos económicos y alcanzar progresos dentro de los linderos de la nación. Lo que resultaría imposible sería enfrentarnos a nuestros deberes de país, con una crisis de identidad, con las grandes masas haitianas implantadas en nuestro territorio, y compitiendo por los mecanismos de supervivencia del pueblo dominicano. Sobre temas importantes del país, salvaguardar nuestras fronteras, control territorial es el pueblo quien debe decidir mediante el mecanismos del referéndum. 

Nosotros no podemos esperar que Haití se recupere para llevar a cabo nuestras políticas de nacionalización del empleo, fundamental para combatir la pobreza y la exclusión del dominicano de la prosperidad del país, no podemos esperar que Haití se restablezca de los desastres y del abismos en que lentamente se hunde, para recuperar los hospitales, las escuelas, la seguridad social, las  políticas sociales y devolverle la esperanza a nuestro pueblo.

El mayor problema que tenemos es la vergüenza y el miedo a ejercer la soberanía. El chantaje que nos impide aplicar nuestras propias leyes. Entre haitianos y dominicanos el problema que nos divide quedaría zanjado  dándole  primacía al derecho internacional, al respeto de las soberanías, al respeto de las fronteras, necesarias para que impere la paz, el derecho, la amistad y la colaboración.

En todo este drama se ha sido maquinalmente injusto con nuestro país.  A fuerza de hacernos creer que  todos los países tienen derecho a defender su identidad, menos nosotros.  Que solo los otros tienen derecho a la soberanía y que todos tienen razón, menos nosotros, nos han llevado a la autodestrucción.





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