lunes, 9 de septiembre de 2013

Las ONG prohaitianas quieren criminalizar el ejercicio de la soberanía. de República Dominicana

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Las grandes aportaciones de la inmigración haitiana

Por Manuel Núñez Asencio

Uno de los argumentos  que ahora han entrado en el escenario son las aportaciones grandiosas que han hecho los inmigrantes haitianos a la sociedad dominicana. Me ha tocado leer dos tesis. O, mejor dicho, dos bodrios. En ambas se han empleado informaciones tergiversadas; se ha hecho gala  de una falta de  probidad intelectual portentosa.  En algunos casos, con una buena dosis de ingenuidad que raya en el cretinismo.  Se han inventado
una realidad muy distinta de la que vivimos.  Posteriormente,  me he tropezado en un periódico, con una exposición  del contenido de las tesis de marras, presentado como una investigación de altos vuelos. Una autentica chapucería.
Todo este tinglado  se ha empleado para negar la realidad. Fabricarles la justificación  a los que promocionan a estos inmigrantes indocumentados.  Hablan con aire doctoral; toman ínfulas de académicos y de expertos; son unos chupa cámaras; esconden las informaciones preocupantes, porque su propósito es manipular a  la opinión pública  con cuadros, informes, seminarios. A estos maestros de la mentira, de lejos, se les ve el plumero.
  ¿Quién  con dos onzas de cerebro puede pensar que se combate el endémico desempleo que padece el país desnacionalizando completamente  el trabajo? ¿Quién puede  imaginarse  que al privar al dominicano de los mecanismos de supervivencia representado por el empleo,  no se iba a producir lo que se está produciendo ahora, que es  el crecimiento de la delincuencia, del narcotráfico, de la prostitución, del juego,  de la inseguridad y de la desesperanza? ¿Quién con dos dedos de frente  puede considerar  que estas nuevas realidades incubadas en el mal anterior  deban ser catalogadas como una aportación que merezca editoriales de unos periodistas  serio?   
No dejo de romperme la cabeza al imaginarme quién tendrá la flema inglesa de suponer que el hecho de que el Estado dominicano se
Haitianas reclamando servicio de salud en hospitales Dominicanos
gaste más de 3000 millones de pesos del presupuesto nacional del Ministerio de Salud Pública en atenciones a estos inmigrantes indocumentados que franquean la frontera  pueda presentarse  como un triunfo económico y no como  una derrota social. No, señores, esas aportaciones sólo contribuyen a nuestra pobreza. Se ha destruido el salario, y los que emplean esta mano de obra pagan menos; ganan más; quizá se hacen más ricos; pero el país se hunde.
Estamos, a ojos vistas, ante economistas tuertos que sólo ven los beneficios que obtiene el haitiano, que es el que está produciendo, y enviando remesas a su país, y mantienen una inconfesable  ceguera ante la situación del dominicano, que ya ha perdido la esperanza.  Esta despreocupación por la suerte del dominicano, este desprecio por sus derechos nacionales  se explica porque se hallan poseídos de una visión  ideológica que les da sensación de tener  el monopolio de la compasión. Pero una compasión selectiva, que es impiedad para el dominicano.  Una compasión y una comprensión de la cual estamos excluidos rotundamente. Al realizar el sueño del haitiano de apropiarse de los empleos y establecerlo en el país, fabrican la pesadilla del dominicano.
 Toda esta gavilla compuesta por curas, periodistas, vividores de ONG se presenta como los donjuanes de la paz. Una paz fundada en arrebatarle el derecho al dominicano para dárselo al haitiano, en traspasarnos los inmensos problemas de otro país, en desacreditarnos internacionalmente y en inventarnos una nueva realidad completamente fantasiosa para manipular nuestra percepción de la realidad verdadera. He aquí el método de sociólogos, periodistas y jesuitas: se combate el desempleo, metiendo más haitianos en los puestos de trabajo; se combate la insalubridad, importando enfermos del país más insalubre del continente; se combate la falta de educación, inscribiendo niños del país vecino en las escuelas, y echando por tierra toda la planificación nacional. Estos pirómanos, disfrazados de pacíficos bomberos, recomiendan apagar  el fuego en que se ha transformado nuestra sociedad con chorros de gasolina. ¡Doctores tiene la Iglesia! ¡ay, si  nos lleváramos de algunos expertos!
  Cuando les exigimos que nos demuestren  en qué se   han beneficiado  los cientos de miles de dominicanos  que ya no están ni en la agricultura, ni en la construcción, ni en el turismo, ni en la buhonería ni siquiera  en la mendicidad, echan mano de discursos de otras realidades como argumento de autoridad, emplean  una palabrería sacada de los peores vertederos ideológicos. La realidad ha vencido a los teoriquillo de pacotilla. Si en nuestro país el empleo es cada vez más escaso, y los inmigrantes envían al suyo cada vez más remesas, ¿dónde están las ventajas  que estos “científicos” han localizado y que a los dominicanos les resultan tan difícil de observar? ¿cuáles son las demostraciones concretas que nos dicen que la pérdida de empleo, la imposibilidad de modernizar la agricultura, el empobrecimiento progresivo y permanente de nuestros trabajadores y todos males sociales que trae consigo esta inmigración tengan un efecto positivo para la sociedad dominicana? ¿ Quién puede hacer esas demostraciones?
Hay otras aportaciones que se pueden observar. Hace varias décadas la República Dominicana se proclamó durante varios años un país libre de la malaria, tal como ha ocurrido en la mayoría de países del Caribe y en el resto del continente. Hoy tenemos una prevalencia endémica y de tales proporciones que sería muy difícil derrotar a la enfermedad. La estamos importando masivamente con esta
Grupos tratando de cruzar por tierra en la frontera de Mal Pase
inmigración. Haití mantiene la más alta prevalencia en el SIDA  (10%), ocupa el octavo lugar mundial en prevalencia de la  tuberculosis; tiene altísima prevalencia de la filariasis, de la malaria, del cólera, ¿cuáles son los beneficios que obtenemos importando esas enfermedades?
Defender a nuestro país de semejantes calamidades, no nos convierte en adeptos del trujillismo, ni en partidarios del  genocidio nazi, ni nos vuelve personas despreciables ni socios ideológicos de la barbarie , tal como quieren presentarnos aquellos que se han propuesto aplastar nuestra dignidad  valiéndose de chantajes, de mentiras y de ultrajes .  
Ahora resulta que hay que matar al mensajero, al que trae las trágicas noticias, y olvidarse de la tragedia y, desde luego, del mensaje.  Esconderle la verdad al pueblo, ocultarle el rostro de la catástrofe,  no  es aportarle soluciones. El problema haitiano no va desaparecer presentándolo como una patología mental, convirtiéndolo en una realidad psicológica o en la aberración sustentada por un solitario profesor de literatura.  Su capacidad destructora, la fuerza irrebatible de los hechos,  derriban estos cálculos
Nos hallamos enfrentados a intelectuales, periodistas y sacerdotes que rehúsan confrontar sus ideas con los resultados objetivos de
Botes atisbados de haitianos tratando de cruzar
nuestra desgracia, que creen absolutamente que el haber optado por una opción preferencial por los haitianos, les convierte en moralmente superiores, les otorga el monopolio del corazón. Que los santifica. No partamos  de las bondades que estos hombres se atribuyen a sí mismos, ni de los rodeos y embellecimientos con que cubren sus palabras, ni del cielo fantástico que nos prometen detrás de su proyecto que niega la idea de nación, sino del infierno real que están produciendo con su acción infame aquí y ahora.
El porvenir se construye en el presente. Lo que no seamos capaces de ver hoy nos pesará mañana. Nosotros ayer, y hoy somos el resultado de la defensa y de la voluntad de ser. Sin defensa no hay nación.  Nuestra propia existencia como Estado , el tener una bandera, un himno y el derecho a un gobierno propio fue el resultado de doce años de guerra (1844-1856), con la sangre en la cintura, para arrebatarle a un enemigo avieso y hostil,  la independencia.
A  muchos de nosotros, como decía el gran Ortega y Gasset, lo peor que nos pasa es que no sabemos qué pasa.  Pensemos que hay una gran cantidad  de periodistas , intelectuales e incluso políticos, que hacen alarde de las grandes aportaciones al progreso de nuestra nación que hacen los haitianos. Son unos genios de la verborrea y del discurso embrollado. Nos van a demostrar que un país puede desarrollarse, importando miseria del país más pobre del continente.  Lo peor de todos los que padecen esa alucinación ideológica  es que  en lugar de ocuparse de los problemas reales que produce esta inmigración,;  se inventan  problemas abstractos; se dedican a insultar a sus conciudadanos. En lugar de  esclarecer y prevenir al pueblo sobre su porvenir, se proponen ocultarle la verdad. ¡Qué pena!
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* Manuel NÚÑEZ Asencio: Poeta, ensayista e historiógrafo. Tiene una licenciatura en Letras Modernas de la Universidad de París VII (Jussieu), una maestría en Literatura General de la Universidad de París VIII (Saint-Denis) y un doctorado en Lingüística y Literatura de esta última universidad. Enseñó literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha sido columnista de los periódicos Hoy y El Siglo y editor de la casa Editorial Santillana. Es considerado como uno de los ensayistas nacionales más polémicos del momento. En 1990 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con la obra "El ocaso de la nación Dominicana".

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