lunes, 20 de octubre de 2014

Rubén Silié, calificó a todo el pueblo dominicano como una nación que vive “en un estado de alienación psicótica”


¿Por que muchos intelectuales Dominicanos odian a la nación?


Por Manuel NÚÑEZ Asencio


Las pruebas contundentes
El 3 de marzo del 2007, las páginas del Listín Diario publicaron un despacho en el cual el entonces embajador dominicano en Haití,  don José Serrulle anunciaba que “en un mediano plazo Haití y República Dominicana terminarán por ser dos Estados federados debido a la creciente integración de los dos países. Un vez más el país era víctima de  sus  declaraciones extravagantes.  En sus ocurrencias, presentaba la defensa de los intereses dominicanos como un deseo de confrontación. No tenemos derecho a defender nuestra independencia tildada de prejuicio por este señor.
Rubén Silié Valdez
El actual embajador Rubén Silié  llegó aún más lejos, calificó a todo el pueblo dominicano como una nación que vive “en un estado de alienación psicótica”. Según el flamante embajador andamos tan mal de nuestras mentes colectivas  que “no somos conscientes de que somos racistas” (Véase Acento, 20/11/13). Luego se despachó con una invención política. Se definió como “un ciudadano de la isla”; se trasladó doscientos años en el túnel tiempo, a un período pre nacional, y se definió como un “cimarrón”.
En las consideraciones del diplomático, plagadas de resentimiento,  se echa de ver la idea de que la propia existencia de la República Dominicana como país diferenciado de Haití es fruto del prejuicio racial.  Pero  en  el África, donde todos son negros hay naciones distintas y rivales, celosas de su identidad. La cultura negra no existe. Existe la cultura ruandesa, senegalesa, camerunesa etcétera. La raza no elimina las naciones. Y, desde luego, tampoco hay una cultura blanca,
Martí decía que los negros habían vivido demasiado tiempo en la esclavitud para entrar  voluntariamente en la esclavitud del color. En  “la séptima conferencia para el estudio de la diáspora africana”, el embajador dominicano, se definió como “un negro de la isla”. Dicho esto, no resulta extraño que imagine una patria común para esa diáspora africana. Que invoque una especie de sionismo negro. Una especie de esencialismo racial que elimine quinientos  años de historia, de hispanidad, de socialización y de mestizaje.
Que conste: proclamo mi admiración por muchas de las culturas africanas. En ese continente, hay más de tres  mil lenguas distintas, y la mayor diversidad de identidades del planeta. Admiro la extraordinaria arquitectura de Zanzíbar, en Tanzania; las esculturas ifes de Nigeria;  la refinadísima música de la Cora del Senegal; las máscaras de África del sur que inspiraron a Braque, a Matisse y a Picasso, y trajeron el cubismo.  Admiro, igualmente, a los grandes creadores de la música en África. A Fela Kiti, a Papa Wemba, a Miriam Makeba, la extraordinaria creadora del Pata Pata; todos artistas fuera de serie.
La admiración que profeso por las artes africanas, no debe hacerme despreciar mi propia tradición ni ha de conducirme a ignorar mi propia cultura.  La identidad dominicana no está basada en la raza. Dominicano es más que blanco, más que negro y más que mulato. Sobre categoría superior de la conciencia fundó su ideario el padre de la patria Juan Pablo Duarte.
El 5 de noviembre del 2013 un grupo  de intelectuales encabezados por don Juan Bolívar
Juan Bolívar Díaz
Díaz, Carmen Amelia Cedeño, el economista Miguel Ceara Hatton, monseñor Julio César Holguín, la diputada Guadalupe Valdez y otros formaron un Comité para luchar contra la Sentencia TC168/13. Dieron a conocer un amplio documento firmado por políticos, empresarios, periodistas e intelectuales que han decidido apoyar las imputaciones que nos hace el CIDH, las acusaciones de las ONG y del Gobierno haitiano ante el CARICOM, la Unión Europea y ante los organismos internacionales. Instrumentos del intervencionismo internacional.
El odio a lo dominicano ha llegado tan lejos que para el martes 21 octubre la Universidad Autónoma de Santo Domingo y sus altas
Iván Grullón
autoridades promueven un homenaje a Jean Jacques Dessalines, el verdugo haitiano que en 1805 ordenó  el degüello de Moca y Santiago. Su crueldad era legendaria, tanto, que Gaspar Arredondo y Pichardo, uno de los supervivientes de esa matanza, llegó a decir que aquel entonces “ser blanco era un delito”.  El propio historiador haitiano Thomas Madiou, no escatima en detalle al presentarnos el espectáculo siniestro de la primera limpieza étnica del continente. “  los pelotones de los saldados guiados por hombres armados de puñales, que pertenecían a la marina o al comercio  o eran parte de la administración,  penetraban en las casas de los blancos y los ahorcaban.  Sus lamentos horribles llenaban la ciudad. (…) . La matanza continuó hasta el alba. Entonces  los matarifes  descansaron un rato. A eso de las ocho, recomenzó la carnicería. Los blancos que aun no habían sucumbido esa noche fueron apresados, llevados fuera de la ciudad y sacrificados en la Croix des Martyrs (Thomas Madiou : Histoire d´Haiti,   t.III, pág. 166)
No hablaremos aquí del degüello de Moca. Porque la gloriosa Moca merece un artículo aparte. Los historiadores haitianos lo tildan de criminal, y el propio Dessalines así lo reconoce en los pasajes de su diario citado por Madiou. Una turba popular lo ajustició en la emboscada de Pont Rouge en 1806, de su cuerpo nada quedó, sólo su cabeza, que, una loca llamada Defilee, llevó al cementerio.
 ¿Cuáles méritos tendrá este hombre, el haber asesinado dominicanos de piel blanca? ¿A quién rendirán homenaje, al dictador que se llevó el tesoro público a su casa, que implanto el derecho de pernada sobre las niñas núbiles, que suprimió todas las libertades?.  
Una explicación

¿Cuáles razones han podido llevar al grupo de dominicanos, organizados tras las falsas banderas de los derechos humanos, a participar en la anulación de la obra de los Trinitarios, en el desprecio por todas nuestras hazañas y nuestras grandezas?

·       La primera de todas razones es la ignorancia.
 A muchos se les ha hecho creer que importando las enfermedades del país más insalubre del continente,  que haciendo cargo del territorio con más desempleados y más analfabetos, que  incrustando en el torso de la nación las gravísimas circunstancias que han llevado a esa nación a ser la más empobrecida del hemisferio, seremos una nación más fuerte y desarrollada. ¿Podremos desarrollar nuestro país, importando miseria del país vecino? ¿En nombre de qué principios se atribuyen el derecho de anular el porvenir de tantos dominicanos, víctimas de la suplantación laboral, sanitaria  y educativa en su propia tierra?.

      La segunda razón  es la arrogancia.
    Los intelectuales suelen enamorarse de sus ciudades inventadas y de sus  quimeras;  no suelen sentir respeto por la Constitución ni por las normas del Estado. A ese teatro de falsedades, llaman consenso. En cada una de las grandes crisis, el pueblo dominicano ha dado lecciones de grandezas, superando a sus políticos y a sus intelectuales. En 1805, se asoció al dominador galo para hacer recular la soldadesca del emperador Jean Jacques Dessalines. En 1809, le puso punto final, tras la cruenta batalla de Palo Hincado, a la ocupación francesa. En 1844, proclamó su Independencia de Haití, que defendió con la sangre en la cintura. Tras doce años de guerra plena con  sus dictadores y emperadores sedientos de sangre, padecimos  un paréntesis de pesimismo e incertidumbre. En 1865, enfrentó al imperio español, restaurando la Independencia perdida. En 1916, en la Barranquita, en el glorioso Santiago, Máximo Cabral, prefirió inmolarse ante que ver a patria hundida en la dominación extranjera. Las muestras de desprendimiento y de heroísmo dominicano son extraordinarias. En 1965,  el sentimiento nacional se mantuvo en la trinchera del honor, representando toda la dignidad del pueblo dominicano.

·      La tercera razón es el resentimiento

Hay dos tipos de resentimiento.
El resentimiento racial, que es moda e ideología en algunos intelectuales parte del principio falso que dos pueblos que tienen población de origen africano se están obligados a tener una sola patria. Ni siquiera en África  la raza ha sido factor de unidad de los Estados.  Si cada nación de África negra tiene derecho a tener su Estado independiente, sin que se le acuse de racistas ni se le someta a los tribunales internacionales,  ¿por qué a los dominicanos se les privaría de  ese derecho?.

1.   El resentimiento social. Una falacia que  consiste en decir que los pobres dominicanos y los pobres haitianos  pertenecen a una misma nación. Es decir, que el hallarse en la misma condición social eliminaría la cultura, la identidad nacional, los modos de vida y las diferencias nacionales. Todavía hay gente que le hace caso a esas paparruchas. No se han enterado de que la Unión Soviética nacida de un principio semejante desapareció hace rato, y que, en su lugar, se han fundado veinte naciones.

Dolores Ibárruri ha dicho que los intelectuales son personas distraídas, despistadas, que a veces no aterrizan, que son unos cabezas de chorlito.
La Pasionaria no anda lejos de la verdad.

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