lunes, 4 de agosto de 2014

Danilo Medina Sánchez, debe decidir si se convierte en sepulturero de nuestra nacionalidad


El presidente, ante el juicio de Salomón


Por Manuel NÚÑEZ Asencio


.¿Debe ser el Presidente un hombre culto?
         Hace unos años, en el 2012, en un debate de la televisión francesa, inspirado en un artículo de la escritora Raffaelle Bacqué (“Un president doit il etre cultive?” , Le Monde  25/3/12) , se discutía si el Presidente de la República debía de ser un hombre culto.  Casi todos admitieron que, en los tiempos que corren, la erudición y los grandes conocimientos literarios, no son moneda corriente. 

Sin embargo, todos coincidieron en tres características fundamentales:
1. Que el Presidente debe ser un hombre reflexivo, que no naufrague en los impulsos inmediatos. 
Porque lleva la jefatura de la nación entera y sus decisiones pueden hacer un daño descomunal si son malas, y promover el bien colectivo, si están bien fundadas.

2. Que  debe conocer y amar la historia de su país. Defender el legado que recibe. Cumplir las leyes y la Constitución .No dejarse secuestrar por  los grupúsculos políticos y económicos. Tener siempre  presente los intereses irrenunciables de su pueblo.

3.  En  estos tiempos democráticos, en que la función presidencial puede ser ejercida por un trabajador rural o por un personaje de altos vuelos intelectuales, lo deseable es que el Presidente respete la cultura y las artes. Que sepa utilizar a todos sus colaboradores sin casarse con ninguno. Que sea su norma de vida, el engrandecimiento moral de su pueblo.
Danilo Medina, Vincho, Pelegrín, Vinicio y Juarez

         Hay otros aspectos importantes como la honestidad, la probidad, el conocimiento del pasado,  la comprensión de las situaciones que afectarán el porvenir del país.

Durante muchos años, los dominicanos fueron seducidos por dos hombres de cultura, excepcionalmente dotados, Juan Bosch y Joaquín Balaguer. Eran ambos historiadores y hombre de letras. Tenían un extraordinario  dominio de la lengua. En muchas ocasiones, sabían que hablaban para la posteridad.

Ambos representaron una bipolaridad, que durante mucho tiempo, reinó en la mayoría de los dominicanos. La diferencia entre ambos hombres fue subrayada por varios periodistas. Balaguer era taciturno; prefería escuchar a su interlocutor; Bosch, era locuaz, estaba siempre en posición pedagógica.  Balaguer tenía la capacidad de impresionar con sus grandes demostraciones de cultura; Bosch era un comunicador nato, traducía la complejidad del mundo para las grandes mayorías de dominicanos.  La idea que tenía uno y otro de los hombres era radicalmente distinta. 
Joaquín Amparo Balaguer Ricardo

Correspondía al temperamento y  a la experiencia del poder.  Balaguer que, en los treinta años de la Era de Trujillo, sirvió por más de diez años en el servicio diplomático: en España, en Colombia, en México .  En los últimos diez años, llegó a formar parte del primer círculo. Primero como Secretario de Estado, Vicepresidente y finalmente en Presidente títere. Tenía un conocimiento del poder y de los hombres muy apegado a esa experiencia. Bosch que todas las sus acciones las fundó en los ideales, en los valores y en los principios, se orientaba por su temperamento noble y altruista, inspirado en el ideario de Hostos, que siempre creyó que la conciencia de los hombres podría ser reformaba con la educación.

  Desde luego  había otras diferencias que, al desplegarlas, prefiguraban un destino político muy distinto para cada uno.  Bosch era extremadamente generoso y, por lo general,  tendía enamorarse de los hombres y a verlos bajo el prisma de su espíritu magnánimo. De donde resultan sus grandes desengaños: Jacobo Majluta, Peña Gómez y otros. En cambio Balaguer,  sabía que el corazón del hombre está lleno de basura y es capaz de las peores acciones. Que las leyes pueden mitigar la desesperanza y los horrores de este mundo. Que los hombres obedecen más al interés que a la virtud. Creía  al igual que gran José Martí, del cual era un lector avezado, que el buen gobernante no es que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés,  sino el que conoce los rudimentos de su país. Que cuando aparece un problema en Cojímar no va a buscar la solución a Danzig. El vino de plátano, si sale agrio, es nuestro vino. 
Sin embargo,  había algo que los unía profundamente.  Ambos vivieron la ocupación estadounidense del 1916-1924,  y rechazaban de plano la deuda exterior que, en aquel punto y hora, había hecho naufragar la soberanía. De donde resulta el repelús de Balaguer a todo endeudamiento externo. En ambos hombres obraba como una  su fuerza demoledora toda la historia dominicana. En la memoria de estos hombres permanecía vivo el recuerdo  del empréstito de la Harmont, la bancarrota del país provocada por Ulises Heureaux , la pérdida del control  de las aduanas y de todos los ingresos del Estado. Tristes episodios que concluyeron con la redención de la deuda en 1941 con el Tratado Trujillo-Hull.

Balaguer tenía sus luces y sus sombras.  Era profundamente escéptico. Guardaba contra las clases encumbradas y cultas  un gran resentimiento. Porque nunca obtuvo su apoyo político. Gobernó en solitario de espaldas a la Universidad y, a veces contra ella.  Eso, en algún momento, produjo el divorcio entre la Universidad  y el desarrollo del país. Muchos entendieron que los universitarios debían vivir permanentemente en el terreno de la utopía y de los sueños.

 Esas circunstancias hicieron de Balaguer un populista consumado. De ese ideario nacieron las leyes agrarias, los grandes proyectos de viviendas. En sus Gobiernos más de un millón de dominicanos se convirtieron en propietarios. Tenía una clarísima conciencia del territorio y de la necesidad de supervivencia de la nación; fue el propulsor de las 106 áreas protegidas y de los parques nacionales, del sistema de presas que abastece de agua las ciudades y la agricultura y las hidroeléctricas, de la infraestructuras de las ciudades, de los puertos y aeropuertos. Y, finalmente, el constructor de la plaza de salud, de la plaza de la  cultura, de las  plataforma de las políticas del Estado.

 Aun cuando era un hombre, en muchos aspectos chapado a la antigua,  fue sensible a los cambios y a los remezones sociales. Pudo capitanear el paso de una economía, fundada en el monocultivo del azúcar, a una economía diversa, espoleada por las zonas francas, a las que dio un impulso sin precedentes, y por el turismo, cuyos enclaves inició en el norte, en Samaná, en el este y en el sur. Son muchas las cosas positivas que podemos resaltar de su paso por el poder. Pero también hay muchas negativas, que todo el país conoce. Porque Balaguer ha sido, esencialmente, visto con la visión de sus enemigos. Es verdad que no llevó a cabo la implantación de las sociedades paradisiacas que esos enemigos tenían en sus cabezas. Que no se dejó tumbar por aquellos que tomaron las armas para aplastarlo como una cucaracha.  Que no creyó en mucha palabrería que ha sido devaluada por los hechos concretos.

El gran fracaso de Balaguer fue, a no dudarlo, su incapacidad para reformar a la sociedad.  Bosch se propuso este alto objetivo. Ha sido el fundador de los dos grandes partidos que han mandado en el país en los últimos veinte años.  Ambos, Bosch y Balaguer,  se presentaron ante la nación como seguidores  de Juan Pablo Duarte. Balaguer es el autor de la primera biografía del patricio, y Bosch, al fundar el PLD, proclamó que lo hizo para completar la obra de Juan Pablo Duarte. El ideal de Bosch era crear un partido de hombres distintos, orientados por el patriotismo,  con principios y valores, basados en la enseñanza de los círculos de estudios, conocimientos de la historia, con un ideal social capaz de redimir a las grandes masas de dominicanos hundida en la pobreza. Para protegerlo como una burbuja de las tentaciones del ambiente, y de los ataques de sus enemigos, situados a la izquierda y a la derecha, el partido fue concebido como una Iglesia, todo debían practicar la unificación de criterios, que los pusieron a salvo del cisma y de la disidencia, que ha destrozado la unidad de las organizaciones. Y como un ejército, con hombres capaces de ejecutar las órdenes, de organizarse, disciplinarse, con don de mando y con liderazgo.  Bosch sentía una indeclinable admiración por estas dos instituciones. Se propuso crear un nuevo tipo de dirigente político, despojado de los vicios pequeñoburgueses,  responsable, honesto, disciplinado, patriota, trabajador y servidor del  pueblo. ¿Habrá tenido éxito en esa  tarea propia de los grandes conductores de pueblos?.
Juan Emilio Bosch y Gaviño

         Esa respuesta debemos deducirla de los cuatro períodos de Gobierno del Partido de la Liberación Dominicana. El pueblo, los historiadores juzgarán el esfuerzo de los hombres. El Presidente Medina se encuentra en un momento excepcional de la historia dominicana.  Ninguno de los presidentes anteriores ha afrontado situaciones semejantes. De su decisión depende el porvenir de la República Dominicana.

La gran decisión
         Solía  el profesor Juan Bosch, referirse  al episodio bíblico de la sentencia del Rey Salomón ( Los Reyes , Libro I, ,3:16-28)
El Rey Salomón tenía que decidir  la disputa entre dos mujeres, el hijo de una de las cuales había muerto. Ambas decían ser la madre del niño vivo
 ---Mi hijo es el que vive y tu hijo es el que ha muerto”—dice una de las mujeres. La otra dice ---: “No, el tuyo es el muerto y mi hijo es el que vive.”»
Y el Rey Salomón dice:
—Traedme una espada.
Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo:
—Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y le dijo:
—¡Ah, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis.
—Ni a mí ni a ti; ¡partidlo! —dijo la otra.
Entonces el rey respondió:
—Entregad a aquélla el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre
         Las semejanzas de las actuales circunstancias con el juicio de Salomón son rotundas.  

El Presidente Medina se halla ante dos sociedades. Una muerta; y otra, que  aún vive. Se le  ha planteado romper la unidad de la sociedad que aún está viva. Es decir,  quebrar para siempre la unidad jurídica y demográfica de la República Dominicana. ¿ Se han
tomado en cuenta las consecuencias de todas estas medidas: decreto 327/13, Ley 169/14 y Reglamento de la Ley?. Nadie tiene derecho a desmantelar la sociedad que aún vive.

·      Una regularización ilimitada de trabajadores ilegales, sin cuotas, podría dejar para siempre,  a todos los dominicanos que se hallaban antes en la agricultura, en la construcción,  en el trabajo informal, definitivamente, fuera del proyecto nacional.

·      Darle la nacionalidad a estos extranjeros, que no comparten ni nuestra cultura, ni nuestra lengua, ni nuestro modo de vida, que rechazan formalmente nuestra historia, nos combaten en los foros internacionales y queman nuestra bandera, es una abolición integral del pasado que anula los resultados históricos de nuestra Independencia de 1844.

·       El  Presidente de la República debe proteger la frontera y la unidad del pueblo dominicano. No puede propiciar la destrucción de la cohesión nacional. Debe defender la soberanía y la autodeterminación, no puede debilitar al Estado y  a la nación, introduciendo cambios demográficos que fragmentarán la propia naturaleza del pueblo soberano. Y, sobre todo, debe mantener viva la Independencia de 1844, y no convertirse en su sepulturero.


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