El
peligro de negar la realidad
Por Manuel Núñez Asencio
Entre las muchas ideas clarividentes
de Raymond Aron, hay una que suele iluminar la actitud de los hombres
ante la historia : “cuando los hombres no eligen, los acontecimientos eligen
por ellos”.
Es decir, si nos negamos a enfrentar
las realidades, nos tropezaremos con unos resultados históricos adversos,
perdidos en la desolación y en la incertidumbre.
El porvenir depende de las
decisiones que tomemos o de nuestra falta de decisiones. Si no asumimos la
inmensa responsabilidad que nos ha tocado, si esperamos inútilmente que
la salvación nos llegue de la providencia, de la bondad de la Virgen o de la
decencia ajena, entraremos en el terreno vacío del fracaso histórico.
El Gobierno se enfrenta un dilema.
O acata la Constitución y las leyes dominicanas, reconociendo que la
incorporación al CIDH al no haber sido aceptada por el Congreso,
contradice nuestro derecho interno
(en vista de ello, la Sentencian 256/14 debe ser acatada plenamente, sin
excusas), o, por el contrario, se aboca a cumplir con
los planes que han ideado los
traidores, que le proponen que envíe un proyecto de afiliación a la Corte a la
consideración del Congreso. Es decir, que someta al país a una soberanía
tutelada. De tal modo que todas las ONG que operan en
nuestro territorio encuentren
una Corte que ha tenido la osadía de apoderarse de los casos, sin que
antes se hayan ventilado en los tribunales del país.
Ha actuado, pues, como un
tribunal interno de la Republica Dominicana, suplantando plenamente al
poder judicial, y violando las propias reglas de la Corte.
No se puede cumplir la Constitución a
medias. No es posible complacer a los dos tribunales. Uno, que niega la
soberanía dominicana; y, otro que la representa.
Las declaraciones de la cancillería
muestran la indecisión. En el comunicado oficial al mismo tiempo que se
proclama el respeto de laSentencia 256/14, se le otorga la razón al CIDH en lo
que toca a las disposiciones migratorias.
Mientras tanto sus abogados se
inventan trampas para escapar al vínculo jurídico que crea la Sentencia.
Importan legislaciones-desde el derecho common law de los Estados Unidos hasta
códigos estrafalarios-. En su afán de violar la Constitución han planteado la
excepción política como método para saltarse las disposiciones
constitucionales. Nadie se ha librado del ridículo ni de las payasadas
producidas por la manipulación
para escapar
de la ley.
¿Por que ponen tanto empeño en
destruir la soberanía dominicana? Acaso no juraron cumplir la Constitución y
las leyes de la Republica. Gobiernan una nación que
odian, que se niegan a defender, como
si nuestra existencia como territorio independiente de Haití fuera el resultado
de una injusticia.
Con estos tumbos, nos estamos
comportando como una sociedad que carece de proyecto común, que se niega a
defender el control de su destino y que actúa como esos bueyes que se
colocan, voluntariamente, las mancuernas porque odian la libertad. Los que
quieren someter al
Andrés Navarro |
país a una tutela internacional tienen abogados verbosos,
dueños de discursos altisonantes, imitadores de la oratoria de Cantinflas que
defienden con uñas y dientes el derecho del extranjero sobre el nacional. Se
olvidaron que aquí ese experimento social equivale a la eliminación de la independencia.
En 1822, la ocupación militar
haitiana puso punto final a nuestra soberanía.
Hoy la mudanza del pueblo haitiano a
nuestro territorio quiere hallar las formas del derecho, para con ese venerable
disfraz jurídico, hacer operar en la República Dominicana la soberanía de dos
pueblos. La del pueblo dominicano que
se halla en su territorio
histórico, y la del pueblo haitiano que lograría producir una conquista política
y territorial sirviendo de plataforma de cada vez mayores oleadas de haitianos.
La democracia, la libertad, el
desarrollo de nuestra patria solo puede realizarse dentro del marco de la
nación. ¿Cómo podríamos desarrollar nuestra cultura, el bienestar de
nuestros compatriotas, destruyendo sus mecanismos de supervivencia, importando
problemas que anularan nuestras conquistas sociales y volviendo a un pasado que
habíamos
superado en 1844?. Esta nación no
merece el abandono de sus lideres políticos ni de sus intelectuales y
profesionales; no se merece esos abogadillos y periodistas implacables que
combaten su soberanía; no se merece el descrédito internacional con que las
castigan sus enemigos; ni tampoco merece una invasión peor que las siete plagas
de Egipto.
Los dominicanos tienen derecho a
existir como
pueblo independiente con su cultura,
con su lengua, su modo de vida. Tienen derecho a que se le respete su
historia.
Para anular esos derechos nos han
contado todos los cuentos. Que tenemos obligaciones con una población
extranacional. Que los tratados y el derecho internacional nos comprometen al
punto de recortar la soberanía.
Declaraciones melodramáticas.
Nosotros, desde luego, no somos una
isla jurídica en el mundo. En 164 países de los 194 reconocidos por las
Naciones Unidas se aplican normas semejantes a las nuestra. ¿Por qué todos tendrían
derecho a aplicar sus Constituciones y sus leyes menos nosotros?
Claramente las leyes internacionales
no plantean nuestra abolición.
Las victimas principales de todo este
sistema son los trabajadores y los campesinos dominicanos, suplantados sin que
ninguna de las organizaciones políticas y sindicales que asumen su
representación proteste. Privados de su modo de existencia; sus hospitales,
empobrecidos, por las oleadas de enfermos procedentes del país vecino; sus
escuelas, sigilosamente, ocupadas. Y, es muy probable,
que sean, además, suplantados
en el Registro Civil ¿dónde están los defensores del proletariado? ¿Adónde han
ido a
parar los discursos de redención de
las gloriosas épocas revolucionarias?.
Ante los peligros de esta destrucción
social se han sentido atraídos por las utopías y leyendas del Centro Bono,
según las cuales profundizando en este derrotero,
llegaremos a un día radiante. Los
haitianos, por su parte, se burlan de nuestra indecisión. Es verdad que Haití
es débil. Pero esa debilidad la emplean para convertirla en una fuerza
diplomática manipulada en contra nuestra y para montar una maquinaria capaz de
devorar nuestros progresos. De este modo, las victimas se han transformado en
auténticos verdugos.
Entre las ideas ingenuas que campan
por sus respetos, esta la tesis de que esos haitianos que ahora tendrán
papeles dominicanos renunciaran a su
identidad, a su religión, a su lengua y romperán todos sus enlaces
consanguíneos con su patria de origen. ¿Cuál es el proyecto
de las poblaciones haitianas
establecidas en nuestro país? Su Gobierno se ha planteado como política
exterior sacar anualmente 100.000 haitianos como válvula de escape, y
convertir las remesas extraídas de Republica Dominicana y de los Estados
Unidos, en un modo constante de supervivencia. Sus poblaciones se han
organizado para colonizar el territorio nacional de modo permanente
¿Podremos los dominicanos aceptar un modelo que
devora los empleos que la economía
crea; destruye el bienestar; anula nuestros progresos sociales y desmantela
nuestra Independencia?
Son muchas las muestras de la
negación de la realidad.
En los últimos años, por
ejemplo, el Gobiernos y los distintos grupos políticos se han negado a
admitir el papel que desempeña la estrategia haitiana, que ha convertido
la lucha contra las instituciones jurídicas dominicanas en un objetivo de su política
exterior.
Confrontados con la desarticulación
de la sociedad, el mando político y los grandes grupos económicos prefieren
sumergirse en una ceguera voluntaria.
Nadie se preocupa de un modelo que excluye a los dominicanos más pobres;
compromete el porvenir; nos condena a la impotencia.
Menester es que hagamos un ejercicio comparativo
para que podamos examinar las dimensiones descomunales del desafío que afrontan
los dominicanos.
Los Estados Unidos se hallan
ante una inmigración ilegal de unos 12 millones de personas, algo más de 3% de
la población de la nación mas
poderosa del mundo, con apenas una densidad de 32 h/km2.
Sin embargo, ante esas
cifras
sobrecogedoras, se han
disparado todas las alarmas. Se construyó un muro de 1200 kilómetros
de longitud, poco más de un tercio de toda la frontera con México.
Se colocaron cámaras, radares, drones; una guardia equipada con visión
nocturna, unidades caninas, y se endurecieron todos los sistemas legales.
Nosotros, sin embargo, nos enfrentamos a una población ilegal de más de 2
millones de personas, que rebasa en muchas provincias el 12% de la población. Es como si los Estados
Unidos en lugar de enfrentar a una población ilegal de 12 millones se estuviese
enfrentando a 108 millones de personas, más que toda la población de Francia o
España. Para la República Dominicana es como si toda la población de las islas
Turcas y Caicos, San Vicente y Granadinas, Curazao, Aruba, Bonaire, Santa
Lucia, Bahamas, Barbados y Trinidad y Tobago se hubiesen desplazado a nuestro
país con el objetivo de apropiarse de las conquistas sociales de nuestra
población. Mientras más inminente es el peligro, mas nos empeñamos en negar la
realidad.
Washington,
DC.
16 de
noviembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario