Si la vida te da un guineo...
De:
Aníbal De Castro
Otro domingo
más en que la televisión es el medio por excelencia para transportarme al
fútbol europeo; y a miles de kilómetros de distancia, empujar con mente,
aplausos solitarios, interjecciones y exclamaciones que afortunadamente no
rebotan en oído alguno, a mi equipo favorito, en esta temporada recién
terminada casi un desastre total. Agonizaba el partido y entre los estertores
se escapaban las menguadas posibilidades de que el Barça retuviera el título de
la Liga. Corría el minuto 76 del encuentro, el equipo azulgrana enfocaba la
remontada, y apresuraba el lateral derecho Dani Alves un saque de esquina en El
Madrigal, cuando se registró una de las imágenes más curiosas de la jornada,
con repercusiones posteriores que aún no cesan. Alguien lanzó un guineo desde
las gradas y el brasileño sin apenas inmutarse lo recogió, desnudó con rapidez
glotona y cortó un trozo que engulló con naturalidad asombrosa. Sin gestos
ostensibles que delataran malestar alguno, puso el balón en juego en un partido
surrealista tanto por el episodio de corte racista como por el resultado: el
Barca se impuso gracias a dos autogoles del alicaído equipo valenciano.
También en
la Europa milenaria y la España del mestizaje se cuecen las habas del racismo,
siendo el deporte arena por excelencia para el desfogue de aberraciones. Mario
Balotelli, delantero del AC Milán y dueño de una personalidad tan arrolladora
como su implacabilidad cuando de chutar el balón se trata, ha debido soportar
los peores insultos. Italiano por nacimiento, adopción y cultura, su piel y
rasgos proyectan la procedencia africana inicial. La suerte de Italia en el
Mundial que pronto arrancará en Brasil está ligada indisolublemente al
desempeño de este atleta destacado. Su caso es excepcional, todo un drama en el
que sobresalen atributos humanos en posición frontal contra la exclusión. Nació
en Palermo, a donde recalaron sus padres desde Ghana. Se libró del asilo
infantil, gracias a la generosidad de la familia adoptiva y de la que heredaría
el apellido. La nueva madre, Silvia, es hija de un sobreviviente del Holocausto
y el padre, Francesco, judío italiano. A ellos, víctimas del peor racismo
europeo, nunca les importó que aquel niño paupérrimo, para quien se había ya
dispuesto oficialmente la institución pública, fuese negro. Hoy es una estrella
reconocida mundialmente, y cuyo brillo alentó esa pareja de buenos samaritanos.
Los
periódicos dominicanos traían ayer en portada una foto que ejemplifica el
cambio racial que se opera en Italia, y que ya tiene efecto en la política con
la irrupción de autoridades cuyo origen se remonta a otras latitudes: un
magnate de la moda pidiendo de rodillas a una modelo dominicana, Miss Italia
nada menos, que asienta a su propuesta de matrimonio. Entre las mujeres del
cortejo sexual de Silvio Berlusconi las había italianas, pero entre las más
destacadas figuran la norafricana Karima "Rompecorazones" y la
dominicana María Ester García Polanco.
En Francia
también se han registrado notaciones racistas, y es allí donde la xenofobia y
el patrocinio de políticas excluyentes cuentan con mayor fortaleza. La realidad
es otra, sin embargo. Las calles y barriadas de París son un muestrario de
nacionalidades, sobre todo de aquellas que interactuaron con el colonizador.
Varios miembros del gabinete provienen del extranjero y recuerdo un partido de
otro Mundial en que la escuadra francesa completa acusaba rasgos foráneos. Los
nombres que más sonarán en Brasil no serán franceses, sino africanos como Sissoko,
Mangala o Mavuba. En Alemania habrá apellidos turcos e Inglaterra nunca se ha
ufanado de poseer una selección en que no asome ultramar. Cada vez más el mundo
es multicolor, no importa cuántas voces se levanten o arrojen guineos a los
atletas para presentarlos como simios. La mujer que arrastró a los infiernos a
Dominique Strauss-Kahn tras un episodio de vergüenza en Nueva York es africana.
Nafissatou Diallo, la camarera del hotel que acusó al todopoderoso político
francés de intentar violarla, resucita en la pantalla en un filme que acaba de
presentarse en Cannes, Welcome to New York, y que ya ha encontrado camino fácil
a los tribunales y la prensa sensacionalista por la ligereza y crudeza con que
pretende narrar la vida sexual de quien pudo ser presidente de Francia.
Lo ocurrido
en Villarreal logró el efecto contrario. Coincidió con otro escándalo racista
en el deporte, esta vez en los Estados Unidos a propósito de comentarios
inapropiados del dueño de los LA Clippers, alguien que debería saber de discriminación
puesto que es judío. El responsable del guineo que comió Alves en una lección
de tolerancia irrepetible confronta cargos por vulnerar las disposiciones
penales que castigan aquellos que "provoquen a la discriminación, al odio
o a la violencia contra grupos o asociaciones por motivos racistas", entre
otros supuestos. Alves, con sus ojos verdes, un ejemplo de la riqueza racial
brasileña, se convirtió de repente en referente mundial de una lucha
interminable contra la intolerancia y el irrespeto. Ciertamente como otros ya
han dicho, se comió al racismo.
El tema del
color de la piel pervive en más de una sociedad, pero en ninguna otra tiene
tanta vigencia como en la norteamericana. Reconozco la cara fea, la de la
discriminación, los abusos, la pobreza, la insuficiencia de estímulos, la
justicia postergada que es injusticia. Aceptados de antemano los argumentos
históricos. Mas advierto en el debate siempre abierto los hálitos de la lucha
por los derechos civiles, y también la raigambre profunda del espíritu
democrático y aprecio por la libertad del pueblo norteamericano. Admirable
resulta la búsqueda constante de ventanas de expresión, de nuevas
manifestaciones del derecho a ser como dictamine la voluntad propia con el otro
como único valladar. La diversidad como concepto y el respeto a la misma en
tanto consecuencia inseparable de la vida en comunidad confrontan tensiones. De
la dialéctica aneja brota un dinamismo insospechado que insufla bríos a la
creatividad y se revela en el día a día en la transformación del arte, en
fuente de inspiración literaria y fílmica. La amalgama de colores, que no es
otra cosa sino riqueza cultural, se presenta como una fuerza renovadora a todos
los niveles, del que por supuesto no escapan la política y la economía. Nunca antes,
por ejemplo, la población de habla castellana y origen latinoamericano había
estado en mejor posición para influenciar la toma de decisiones. He predicado
que la mejor manera de ser dominicano en la tierra del hombre libre y hogar de
los valientes es adquiriendo la nacionalidad norteamericana. Porque es la
capacidad de votar, de influenciar políticas y mover montañas, lo que
potenciará la diáspora nuestra.
Donald
Sterling ha devenido paria, pese a todos sus millones, novias esplendorosas,
mansiones y el mea culpa público. Lapsus linguae no fue, porque su historia de
empresario de bienes raíces comprende una actitud discriminatoria contra
afroamericanos y latinoamericanos. Como siempre, la hostilidad frente a la
diferencia es una manera de esconder debilidades propias. Lo hemos visto en los
patrones de la homofobia, muchos de ellos gais. Este judío, muy añoso ya, no es
la excepción: la novia que lo delató es mexicana y pasada de melanina, de
acuerdo con el estereotipo de belleza para los racistas. La conducta remata un
reflejo condicionado por los códigos que almacenamos a lo largo del proceso
inacabable de socialización. La belleza, en gran proporción, también es
aprendida sobre todo si en referencia a la figura humana. En lo subjetivo yace
el espacio para el prejuicio y también para la individualidad. Imposible
cuestionar un cuadrado si los noventa grados se verifican en las cuatro
esquinas. Pero los ángulos del rostro y del temperamento humano no son
discernibles, y su medida de apreciación quedará siempre afectada por el tamiz
personal, por cuyos orificios se cuelan prejuicios y estereotipos a raudales.
Si bien los
brotes de racismo surgen como la verdolaga en terreno yermo, las respuestas
severas constituyen el mejor antídoto. Son, además, el desmentido soberano a
generalizaciones groseras que tanto daño causan. Ni la República Dominicana,
España, Francia, Reino Unido o Alemania son racistas por el simple hecho de que
alberguen colectivos o individuos que patrocinan la exclusión por motivos de
color, cultura o etnia.
Hace apenas
unos días que Robert Copeland, jefe de la comisión policial de Wolfeboro, un
poblado del estado de New Hampshire, se vio forzado a dimitir, luego de
proferir alusiones racistas contra el presidente Barack Obama. Otro ejemplo más
de comportamiento y sentido de responsabilidad ciudadana. Jane O'Toole, blanca
y por su apellido de inconfundible ascendencia irlandesa, se había mudado hacía
poco a Wolfeboro cuando escuchó por azar la embestida verbal de Copeland. Al
enterarse de que era un funcionario electo, optó por quejarse a las
autoridades. El funcionario no fue forzado a dimitir por acciones motivadas por
un Obama encolerizado por los insultos. Por el contrario, el primer presidente
afroamericano no se inmuta porque a alguien le moleste el color que trajo a la
cuna. El término utilizado, como señalara una de las autoridades municipales,
es inaceptable tanto en referencia al mandatario norteamericano como a
cualquier otra persona. A la revelación de que el jefe policial era un racista siguió
una condena generalizada de republicanos y demócratas en la que se escuchó con
voz alta al candidato derrotado por Obama y quien tiene una casa de vacaciones
en la zona, Mitt Romney. La repulsa generalizada confirmó una vez más que están
en minoría los abanderados de la intolerancia.
El guineo es
fuente de energía y no solo para primates. En los torneos de más solera, los
tenistas llevan siempre un ejemplar, mordisqueado entre sets y descansos para
reponer rápidamente las energías gastadas en el ir y venir detrás de la bola.
Los deportes más populares se han convertido en un ejemplo de convivencia, de
arrimar músculos en la persecución del triunfo sin importar razas o banderas.
En definitiva, la excelencia es común a todas las razas y aprehenderla requiere
las mismas condiciones físicas y mentales tanto para el que nació en Brasil,
África o Europa. Aunque el alborozo de los hinchas tenga a veces matices
racistas, las competencias deportivas plantean ya otro reto: aceptar la
diferencia como una consecuencia de la diversidad humana, no de inferioridad
alguna.
Nunca antes, por ejemplo, la población de habla castellana y origen
latinoamericano había estado en mejor posición para influenciar la toma de
decisiones. He predicado que la mejor manera de ser dominicano en la tierra del
hombre libre y hogar de los valientes es adquiriendo la nacionalidad
norteamericana. Porque es la capacidad de votar, de influenciar políticas y
mover montañas, lo que potenciará la diáspora nuestra.
https://www.youtube.com/watch?v=weaN1p9HIwo
adecarod@aol.com
24 MAY 2014 |DIARIO LIBRE
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