lunes, 17 de noviembre de 2014

El maestro de Georgetown debería evitar que los haitianos crucen en procura de “turismo de servicios sociales”...



Respuesta del 
Embajador en el Reino Unido Federico Cuello, a Santiago Canton


Santiago Canton, Director Ejecutivo del Centro Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos en Washington, DC, apela a los epítetos y a la ciencia ficción en “La máquina del tiempo dominicana” (El País, 15 de noviembre 2014) para criticar la Corte Constitucional Dominicana así como la 57ma. “Cátedra de las Américas”, pronunciada recientemente en la OEA por Leonel Fernández, Presidente de mi país durante 1996-2000 y 2004-2012.
Nada dijo el prestigioso profesor de Georgetown sobre el hecho incontrovertible de que apenas 30 de los 194 miembros de la ONU aplican incondicionalmente el jus soli para definir quiénes son sus nacionales. Entre los otros 164 países están Costa Rica, Haití, República Dominicana y toda la Unión Europea.
Es por ello que el reciente fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra mi país ha sido abrumadoramente rechazado tanto por nuestra sociedad como por los tres poderes del Estado. El que un organismo supranacional pretenda imponer mediante sentencia la aplicación del jus soli incondicional sin que ello se derive de ninguna obligación internacional en la materia—contradiciendo además nuestra Constitución—permite entender la baja tasa de cumplimiento de sus sentencias.
Nada dijo el gran conocedor de la literatura de ciencia ficción estadounidense sobre el hecho incontrovertible de que 15 de los 34 miembros de la OEA desconocen la competencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, entre los cuales Canadá, los EE UU y la gran mayoría de miembros de CARICOM, incluyendo San Vicente y las Grenadinas, país que, paradójicamente, ha lidereado las críticas a la República Dominicana.
Quizá por ello sean esos mismos 15 países los que mayores dificultades presentan en las Américas a la migración.
La legislación dominicana se aplica sin discriminación. Al ejecutar la Sentencia 168/13 de nuestra Corte Constitucional, el Presidente Danilo Medina demuestra su compromiso con el imperio de la ley y la separación de poderes, regularizando la situación de inmigrantes indocumentados y sus descendientes provenientes de 119 países diferentes.
Al extender los plazos de este proceso, el Presidente Medina ha dado más tiempo a las autoridades haitianas para que expidan la documentación de la cual carecen tantos millones de haitianos dentro y fuera de Haití. Con ello asegura el trato humano que merecen ante la indefensión de la emigración sin documentación, causante último de situaciones de apatridia que se nos quieren endilgar.
Será sólo evaluando objetivamente nuestros actos y leyes a la luz de los hechos—y no apelando a la ciencia ficción y a los epítetos—que el Centro Kennedy podrá considerar algún día apartarse del coro de críticos interesados en que la migración haitiana siga fluyendo exclusivamente hacia la República Dominicana—el país del Caribe en donde encuentran educación, empleo y servicios de salud sin que los acusemos de hacer “turismo de servicios sociales”.
Quizás entonces encontrará el Centro Kennedy que será más relevante defender los derechos civiles, humanos y políticos de los haitianos en su propio país, tan necesitados como están de un sistema de partidos, de elecciones regulares, de la separación de poderes y del imperio de la ley, prerrequisitos todos de ese desarrollo humano sostenible y equitativo pendiente desde hace ya más de dos siglos, sin el cual jamás se podrá detener ni mucho menos revertir la migración ni en Haití ni en ningún otro país.
Muy atentamente,
Federico Alberto Cuello Camilo, PhD
Embajador de la República Dominicana en Londres



La máquina del tiempo dominicana
El tribunal dominicano viajó al año 1930 y “le quitó” la nacionalidad a decenas de miles de “dominicanos”

Santiago A. Canton
El argentino Santiago A. Cantón

En -El ruido de un trueno de Ray Bradbury-, Travis organiza safaris para cazar dinosaurios usando una máquina del tiempo. El único requisito para viajar era comprometerse con no modificar el pasado para no alterar el presente. A juzgar por sus últimas decisiones, algunos miembros del Tribunal Constitucional de República Dominicana, parecen ser más asiduos lectores de Ray Bradbury que de las aburridas enciclopedias de derecho que seguramente acumulan polvo en sus despachos.

En una decisión de ciencia ficción, el 23 de septiembre del 2013, el tribunal dominicano viajó al año 1930 y le quitó la nacionalidad a decenas de miles de dominicanos, modificando arbitrariamente los criterios para obtener la nacionalidad que se aplicaban desde hace ocho décadas. Para lograr ese objetivo el Tribunal ignoró los estándares dominicanos, una decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, principios básicos del derecho internacional de los derechos humanos y la práctica reiterada del propio gobierno dominicano.

La Corte Interamericana, que felizmente no utiliza la máquina del tiempo, se mantuvo firme en su posición y le reiteró al gobierno dominicano la obligación de cumplir con sus decisiones. Ante la insistencia de la Corte Interamericana para que se le reconozca la nacionalidad a miles de dominicanos, al Tribunal Constitucional se le complicó su obsesión de ser el árbitro en la determinación del ser dominicano. En efecto, el expresidente Leonel Fernández aceptó en 1999 la competencia de la Corte Interamericana, obligando al Estado dominicano a cumplir con todas sus decisiones. Pero no sólo aceptó la jurisdicción de la Corte Interamericana, también depositó el instrumento de ratificación en la Secretaría General de la OEA y realizó numerosos actos jurídicos ratificando la voluntad de cumplir con las decisiones de la Corte Interamericana.

Pero para el Tribunal dominicano y su máquina del tiempo no existen obstáculos insuperables. Allí partieron nuevamente los Ilustres Jueces al año 1999, y con una segunda sentencia de ciencia ficción pretenden borrar de la historia el instrumento de ratificación de la competencia de la Corte Interamericana, la Secretaria General de la OEA, todos los actos realizados por el Gobierno dominicano ante la Corte Interamericana, a la misma Corte Interamericana y todos los casos contra República Dominicana.

Tal vez sea suficiente decir que el 99.9%
de las personas que perdieron la nacionalidad
“dominicana” son de origen haitiano

Solo se salvó Leonel Fernández, quien casualmente acaba de dar un discurso en la sede de la OEA en Washington, donde hizo gala de su conocimiento sesgado de la historia latinoamericana, para criticar a la Comisión y Corte Interamericanas, invocando un concepto autoritario de soberanía para no tener que cumplir con sus decisiones. Lo que ignoraron Leonel y varios gobiernos latinoamericanos, sin embargo, es que la enorme deuda pendiente que tiene la región con los derechos humanos solo se va a resolver con una ampliación en la protección de los derechos de las personas, no con más garantías para los Estados. La enorme pobreza y discriminación que existe en nuestra región es responsabilidad de los gobernantes, no de la Comisión y Corte Interamericanas. Matando al cartero solo van a lograr aumentar las violaciones a los derechos humanos.
Con esos dos viajes en el tiempo los Ilustres jueces dominicanos pueden descansar tranquilos. Parece que su obsesión de quitarle la nacionalidad a miles de dominicanos está cumplida. El lector se preguntará porque tan desmedido afán del Tribunal. Tal vez sea suficiente decir que el 99.9% de las personas que perdieron la nacionalidad dominicana son de origen haitiano. Prefiero no usar la palabra discriminación por temor a que los ilustres jueces quieran borrarla del diccionario de la Real Academia para evitar ser acusados de racistas y discriminadores.

No quiero aburrir con doctrinas de derecho, pero tal vez los ilustres jueces faltaron a clase el día en que se enseñó la Doctrina de los Actos Propios. Según este Principio General del Derecho, el Estado no puede ir contra sus propios actos. Es decir que si un Estado realizó actos que crearon consecuencias jurídicas, por ejemplo otorgando derechos a las personas, no pueden caprichosamente de un día para el otro modificar todo y dar marcha atrás.

Los ilustres jueces deberían saberlo ya que no se trata de una doctrina muy reciente. El primer caso que se conoce proviene del jurista romano Ulpiano. Tal vez un viaje al año 215 para tomar clases de derecho con el mismo Ulpiano (y quedarse un tiempo prolongado), podría ser una salida elegante para resolver el mamarracho jurídico creado por los Ilustres Jueces.
El viajero de Bradbury regresó al presente con una mariposa muerta debajo de su bota y un mundo distinto.

Lamentablemente el tribunal dominicano regresó pisoteando los derechos humanos de millones de dominicanos. Esperemos que los líderes respondan con la madurez que requiere el momento y pongan fin a uno de los casos más graves de discriminación sistemática e institucional que no sólo desprestigia a República Dominicana, sino también a toda América Latina.

El reciente discurso de Leonel Fernández también va por la senda equivocada. Le recomiendo que le pida prestada la máquina del tiempo a los ilustres jueces y recupere sus sueños de una América Latina más justa y con igualdad de oportunidades para todos, antes de que el abrazo con Joaquín Balaguer modificara sus ideales.


Santiago A. Cantón fue secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), durante once años, cargo que abandonó el pasado 30 de junio del 2012 para trabajar en el Centro Robert F. Kennedy (RFK) para la Justicia y los Derechos Humanos de Washington.

Al argentino Santiago A. Cantón, el Presidente Hugo Chávez lo definió como EXCREMENTO PURO, razonó el 26 de febrero 2010, que a este agente de la CIA que desde hace diez años viene trabajando con la ultra-derecha latinoamericana para atacar a los gobiernos soberanos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua.

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