Una respuesta a D. Mario Vargas Llosa
Por Manuel NÚÑEZ
El 3 de
noviembre del 2013 en el periódico El PAIS
(Madrid)
MVLL dio a
conocer un artículo “Los Parias del Caribe”
sobre la
República Dominicana.
Que Mario Vargas Llosa es uno de grandes escritores de la lengua española, quizá el más importante
de los novelistas vivos, es algo que no
puede ponerse en duda. Por ello, se le
ha distinguido con el Premio Nobel de
Literatura y con un oropel reconocimientos que le llueven de todas partes todos
los días. Pero esas extraordinarias capacidades y clarividencias que soy el
primero en admirar, no son extrapolables a otros dominios, en donde el gran
maestro de la ficción, el experto en desarrollar esas mentiras que son las
novelas, no tiene la misma competencia
ni se le considera una lumbrera.
Se puede ser un extraordinario
escritor, y ser al mismo tiempo un idiota moral. No hay contradicción en ser un
gigante en un dominio particular de las ciencias o de las artes, y ser, a su
vez, un pigmeo en la política, en la historia y en los juicios que se hagan
sobre las sociedades. Los ejemplos de grandes escritores, incluso premio
nobeles que han escritos majaderías y despropósitos en dominios en donde no puede aplicarse el prestigio que todo el mundo le reconoce, son
abundantísimos y podrían llenar un libro de extravagancias.
En el caso de D. Mario hay dos factores
que, acaso esclarecen, su posición con relación a la decisión del Tribunal
Constitucional dominicano.
1.
Ha
declarado urbi et orbi ser un
cosmopolita. No hay púlpito del mundo en
el que no predique en contra de las existencias de las naciones. Rechaza,
tajantemente, cualquier atisbo de nacionalismo. Eso es porción esencialísima
del catecismo que repite, sin ton ni son, en todos los foros internacionales,
sin importar las complejidades de las que se trate. En su prodigiosa
imaginación de novelista, todos los males sociales se simplifican en una dimensión única: el nacionalismo, y la
forma de combatirlo se reduce a negar la nación. En su condición personal de
súbdito español y ciudadano de la Unión Europea, se ha convertido en un
ciudadano del mundo. Una ciudadanía de aeropuerto. Una persona que no puede
considerarse extranjero en ninguna parte. Ni puede jurarle lealtad a ningún
Estado ni a ninguna patria. Esa condición
lo lleva abominar de todo el que defiende su terruño, su patria
minúscula. Lo tacha de racista, de xenófobo, hitleriano y de todas las
monstruosidades contenidas en el diccionario.
2.
Como
decía Martí, cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea. Si su
condición fuera la de los humildes peruanos de Arequipa que tratan de entrar a
Londres o a Madrid, que son devueltos de Japón o de Estados Unidos e incluso de
Chile, otro gallo cantaría. Esos
arequipeños se han encontrado con un
mundo lleno de rejas, de alambradas,
fronteras, normas. Muy bien. Es el mundo
que usted quisiera sustituir, como una justa ambición, en sus novelas. Porque
encarna una aspiración humanitaria de todos aquellos que creen tener el monopolio
del corazón, de los buenos sentimientos y de la bienandanza. Pues bien, ese mundo
sólo existe en su imaginación, don Mario. Y qué bueno que así sea. Porque qué
sería del mundo si los únicos que tuviesen derecho a todo fuesen únicamente los
extranjeros. Que no existan los Estados que controlen, que no haya inspectores
de inmigración ni control de policía. Un mundo en el que podemos escoger la
nacionalidad que queramos, adoptar el sexo que nos parezca mejor, cambiar de
pasaporte cuando nos plazca, y cumplir sin limitaciones con todas las
ocurrencias y virguerías de nuestra
imaginación hiperbólica. Ese mundo, que es el de sus convicciones, puede
existir perfectamente en las novelas.
3.
Poner
todo el prestigio del Nobel para arrebatarle a los dominicanos, que usted lo
sabe mejor que nadie, viven en una
situación de promiscuidad territorial con el país más
empobrecido del
continente, el derecho a decidir quiénes son sus nacionales, es un desatino que
no
compagina con la amistad que le han profesado los dominicanos. En su
credo la nación se volatiliza hasta volverse nieblas; en el nuestro es el único
marco que da sentido al esfuerzo de todos y al porvenir de un proyecto común.
4.
Muchas
de las informaciones echadas a rodar en su artículo del 3 de noviembre son
auténticas falsedades. Falsa es la cantidad de personas, 200.000 decía usted, en
circunstancias semejantes a la de la señora
Deguis Pierre. La Junta Central
Electoral acaba de dar el inventario completo de los descendientes de extranjeros desde el 1929 al 2007. El sistema sólo tiene
registrado 53.847 y pertenecen a 117 nacionalidades. De esos, 24.392 fueron
inscritos de manera regular. Esto representa el 55%. Del total, 24.392 no
fueron inscritos con arreglo a la Constitución y las leyes. De esa cantidad, 13,637 son
descendientes de padres haitianos. De
ese conjunto, 4.859 corresponden a
haitianos declarados con un ficha de trabajador temporero de ingenio azucarero,
que es el caso de la señora Deguis Pierre, y
el resto se incorporaron de manera fraudulenta en el registro. A partir
del 2004 se incorporaron los libros de extranjería para registrar los
nacimientos. La información dada por usted al mundo resulta, pues, falsa. Tampoco es verdad que el caso Deguis Pierre
sea semejante al de las niñas Dilcia Jean y Violeta Bosico, que fue llevado
ante la Corte Interamericana. En ambos
casos, chocaban las legislaciones dominicanas y haitianas. Porque basta con que uno de los padres sea,
indudablemente, dominicano, y tal era en ambos casos, para estas niñas fuesen consideradas como dominicanas por jus sanguinis. Ese fue el fallo de la
Corte Interamericana.
5.
El
sistema judicial que ha pronunciado esa sentencia de declarar que los no
residentes legales no pueden beneficiarse de los efectos de jus sanguini, en modo alguno condena a
los haitianos a la apatridia. El artículo 11 de la Constitución haitiana
establece claramente que los hijos de haitianos, nazcan donde nazcan, son
haitianos. El problema inicial no es que los hijos hereden la ilegalidad de los
padres. Es si resulta conforme al derecho que usted predica y defiende privar a
los hijos de la nacionalidad de los padres. Es decir, romper con el fundamento
de la filiación. Por otra parte, debo
aclararle que la República Dominicana no es un derecho humano de los haitianos.
Es un país que no puede ser privado de su soberanía para atribuírsela
antojadizamente a las personas que emigran desesperadamente de Haití. Tiene
usted todo el derecho de contribuir a la campaña que desarrolla su hijo Gonzalo
desde las oficinas del ACNUR y desde la colaboración con las ONG que se ocupan
de los inmigrantes haitianos en el país, pero esa preferencia por los haitianos
no lo autoriza a quitarle esos derechos a los dominicanos.
6.
Hay
muchos principios vacíos, como el famoso derecho a emigrar que tiene cada y que
usted, al parecer, defiende a capa y espada. Pues bien, ese derecho choca con
el derecho a vivir tranquilos, que tienen los países anfitriones. Se dirá que
el caso de las potencias europeas deberían pagar como tributo, por haber sido
imperios, recibiendo la miseria de todo el mundo. Pero, y nosotros que vela
tenemos en ese entierro. Nos libertamos de la dominación haitiana de la cual le
ahorro el relato de sus horrores en 1844. Construimos desde unas circunstancias extremadamente
penosas y desventajosas en comparación con esa dominación de veintidós años, y
logramos superar la dinámica en la que viven atrapados los haitianos, y
constituir una nación, cuyas ambiciones la han colocado en condición de obtener
algunos progresos. Nosotros, don Mario, tenemos derecho a la tranquilidad y al
sosiego constructor. Nosotros no hemos deforestado ese territorio, reduciendo
sus posibilidades a menos de 1% de capa boscosa, no hemos prohijado el
concierto de enfermedades que se abate en su población, no hemos destruido el
polo de autoridad, que constituía el Ejército, al punto de que el país para
mantener a los funcionarios internacionales presentes, ha establecido una
misión militar que lleva más de 10 años.
Por estar en las proximidades de ese desastre, y pretender no dejarse
arrastrar por esa vorágine nos acusa usted de racistas, y para no serlo,
debemos renunciar a un principio que impera en toda los países iberoamericanos,
desde México hasta Chile, sin excepción. Que los hijos de inmigrantes
indocumentados e ilegales, no residentes, no se benefician de un procedimiento
que, en el caso dominicano, se implantó en 1929. Por lo tanto, no sólo ha
insultado usted a los jueces dominicanos, asociándolo en una amalgama
incalificable a los ideales de Hitler, sino a todo el sistema que impera
incluso en su Perú natal, y en todas las democracias europeas, convertidas por
el asalto de los pobres de la tierra, en una auténtica fortaleza.
7.
¿Acusaría usted, don Mario, a todas estas
naciones desde México hasta Chile de ser hitlerianas, de aplicar aberraciones jurídicas
porque en lo que toca a la nacionalidad
aplica los mismos principios que
el Tribunal Constitucional dominicano?
8.
Si ese sistema jurídico resulta bueno para el
resto del mundo e incluso para la admirable democracia española, por qué ha
resultar malo para los dominicanos. Por qué todos pueden tener razón en sus
respectivos países, menos los dominicanos en el suyo. Usted pretende que la Corte Interamericana nos
enmiende la plana. Le recuerdo que el recorte de soberanía que supone nuestra
inclusión en esa Corte no ha sido aprobado por el Congreso, y que Haití y las naciones que nos acusan no
reconocen las competencias de la Corte ni reconocen el jus solis.
Ha colocado usted,
don Mario, toda su influencia y todo el señorío de su bien ganada fama en
provecho de una causa que conculca la capacidad de los dominicanos para decidir
quiénes son dominicanos. En África negra hay
una cincuentena de Estados fronterizos, poblado mayoritariamente por negros, y las diferencias llevan a los
Estados más prósperos a deportar a negros que se hallaren en otro país de
negros. Así acaece en Costa de Marfil, en Senegal, en Nigeria, en Camerún y
otros territorios, nadie, hasta ahora, le ha negado a esos países la capacidad
de identificar a sus nacionales, aunque
desde afuera, usted al observarlos, los vea como personas que pertenecen a un
mismo país.
Pensar en términos
abstractos, espoleados por ideales que no han tenido encarnación en ningún país de la tierra no es, a nuestro parecer,
una buena solución ni un consejo aceptable. La propuesta suya es que las
personas renuncien a lo propio, para disolverse en lo universal, en una
nacionalidad de aeropuerto.
Desde luego, el
mundo va por derroteros muy distintos a los que ocupan su vertiginosa
imaginación de novelista.
Tras el derrumbe
del socialismo real en 1989, la URSS quedó despedazada en 16 nuevos Estados;
Yugoeslavia quedó convertida en 6 nuevos Estados y Checoeslovaquia en dos
Estados.
En honor a la verdad histórica, debo
recordarle, don Mario, que nuestro país a pesar de vivir en una dictadura
atrabiliaria le declaró la guerra en diciembre de 1941 al nazismo; varias de
las embarcaciones fueron hundidas por los submarinos alemanes y fue de las
poquísimas naciones que acogió sin tasa a las víctimas judías que huyeron del
holocausto alemán:
He leído toda su obra periodística y ensayística y no he encontrado nunca una rectificación de las cosas publicadas. No tengo, pues, esperanzas de que usted rectifique los juicios injustos, severísimos sobre nuestro país. Rectificar es faena de hombres amantes de la verdad. Mantenerse en sus trece es hábito de hombres engreídos de soberbia.
He leído toda su obra periodística y ensayística y no he encontrado nunca una rectificación de las cosas publicadas. No tengo, pues, esperanzas de que usted rectifique los juicios injustos, severísimos sobre nuestro país. Rectificar es faena de hombres amantes de la verdad. Mantenerse en sus trece es hábito de hombres engreídos de soberbia.
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