Por la Calle de la Amargura
Por Manuel NÚÑEZ Asencio
De las ocurrencias de este embajador desenfrenado,
puede hacerse un libro. En una ocasión se encontró
con el Presidente Preval, y resultó tan empalagoso
y efusivo que le dio un beso en la frente.
Preval que era casi un autista se secó la baba
que le dejó el besucón con un pañuelo perfumado.
Desde hace algún tiempo, los haitianos nos llevan por la Calle de la Amargura. De poco valen los aspavientos, el
servilismo y, a veces, la
molicie de nuestros diplomáticos en las reuniones internacionales. La
blandura, la falta de resolución y la ausencia de una doctrina diplomática
nacional han hecho progresar enormemente los estereotipos que la diplomacia
haitiana y las ONG fusionistas han
sembrado en el teatro internacional.
La somnolencia, el desapego a valores fundamentales, presentan a la República Dominicana como
un toro sangrante, lleno de banderillas, rejoneado salvajemente por el
Departamento de Estado, por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos , y
esperando la estocada final a su soberanía.
Los hombres que han estado en el teatro de los
acontecimientos han roto todas las marcas del ridículo. Tuvimos, perdón debo
decir padecimos, a un embajador en Haití, D. José Serrulle que llegó a proponer
la fusión de los dos países que
comporten la isla La Española. Me
imagino que los huesos de Juan Pablo Duarte debieron retorcerse en su propio
mausoleo. Inescrupuloso, aceptó una donación del Gobierno haitiano, de miles de dólares para una fundación
, Ciencia y Arte, que él preside. Luego, en su papel de embajador, entraba por la frontera acompañado
de cientos de haitianos, sin visado, sin papeles, sin documentos a unas
supuestas ferias de Confraternidad organizada por su excelencia, burlándose olímpicamente
de todos los centinelas fronterizos.
Era tal su narcisismo, que se creía más encantador que todos los
enviados internacionales juntos, solía, organizar reuniones de los partidos de
oposición en la embajada; opinar de temas que no le competían; entrometerse
con toda la impertinencia del mundo en los asuntos internos del país vecino;
y en más de una ocasión hubo que llamarle la atención por su donjuanismo
irreflexivo, por su disparatadas y
exaltadas maneras. El propio Gobierno haitiano se quejó de su comportamiento
pendenciero, y lo colocó finalmente en su puesto de extranjero. Cosa que, al
parecer, había olvidado.
Haití ha
entrado como miembro observador a la Cumbre Iberoamericana, a instancias de la
República Dominicana. En la última
Cumbre celebrada en Panamá, los haitianos pidieron un turno para meternos en
capilla ardiente, trataron de
introducir como tema de la Cumbre
la sentencia del Tribunal Constitucional y armar la marimorena. No pudieron pasarle de listos. Querían
obtener una condena contra el país que lo había invitado a ese cónclave
internacional. Desacreditarnos en nuestra propia fiesta. Si esto no es una agresión ¿qué es, entonces, una
agresión?.
El presidente Medina,
en el primer encuentro oficial
con su homologo el
Presidente Martelly, dio los primeros pasos para un plan de
reforestación de esa nación y prometió poner todos los
recursos nacionales para que los haitianos pudiesen llevar a cabo el proceso de documentación de su población.
Al día siguiente de esas demostraciones de amistad y de solidaridad, recibimos una
veda a los huevos, a los pollos y los plásticos dominicanos. Medida despiadada
que arruinó a grandes porciones de
nuestro comercio que había crecido, fundado esa demanda por ser la nación más
próxima al teatro de operaciones. Era una violación a las más elementales
normas del comercio. Después de humillarnos, tras haber despachado con cajas
destempladas a una comisión de tres Ministros dominicanos que fueron por lana y
regresaron totalmente trasquilados, comenzaron a esparcir la leyenda,
absolutamente falsa, de que nosotros teníamos la gripe aviar, a pesar de las
oportunas certificaciones de la Organización Mundial de la Salud. Hubo que hacer de tripas corazón para salvar la temporada turística que estuvo
a punto de perderse con esa
campaña infame y para evitar que las exportaciones
nuestras a otros destinos corriesen la misma suerte. Es decir, que después
cornudos, apaleados.
Tras el terremoto del 2010 se
estableció un presupuesto del
Ministerio de Economía para la reconstrucción de Haití. Se abrieron todos nuestros hospitales para recibir a las
multitudes de damnificados de la tragedia; el pueblo dominicano y su Gobierno
se volcaron con todos sus recursos
en Haití, el Presidente Fernández
como parte de esa vastísima cooperación le
construyó una Universidad en la Limonade al pueblo haitiano. La biblioteca de esa Universidad
llevaría el nombre de Juan
Bosch, era un modo de sellar la
amistad entre los dos Estados. Los haitianos le borraron ese nombre a la Biblioteca, bautizaron la Universidad con el
nombre de Henri I, personaje de triste recordación para los dominicanos, el autor de las matanzas de Moca y
Santiago en 1805.
De este modo, se expresaba la gratitud de los haitianos al gesto del Gobierno dominicano.
Martelly y Leonel |
Henri Chistophe |
Tras el asesinato de la dominicana
Maritza Núñez en el año de 2005 en Montecristi se produjo una reacción no sólo contra los asesinos que
pusieron los pies en polvorosa, quedaron impunes, sino contra todos los haitianos radicados ilegalmente en Hatillo Palma. Para calmar los ánimos, el Presidente
Fernández emprendió un viaje a Puerto Príncipe, por las imprudentes sugerencias
del embajador de entonces , que ya
dije que era una persona de cuidado. Fue recibido de mala manera en el Palacio de Gobierno. Las autoridades haitianas permitieron que las turbas se
congregaran a las puertas del Palacio Presidencial a insultarle y protestar en
contra de su presencia.
El Presidente dominicano tuvo que salir
por una puerta lateral bajo una
lluvia de tiros y de piedras. Si no hubiese intervenido la fuerza aérea
dominicana, y las tropas de la MINUSTAH que desbloquearon las calles obstruidas
por automóviles incendiados, se hubiera materializado un atentado en
su contra. Así lo reconoció el informe del Wikileaks que da
cuenta menuda de los hechos, y postreramente, el propio Presidente Fernández,
hizo las revelaciones pertinentes relacionadas con ese hecho.
La primera vez que la Republica
Dominicana fue llevada ante el Consejo de la Organización de Estados Americanos
(OEA) fue tras el atentado del
general Trujillo a Rómulo Betancourt
en 1960. Ahora en pleno ejercicio de nuestra soberanía, hemos sido
llamado a capítulo ante el
Consejo, por diligencias de Haiti,
que ha empleado a un Estado minúsculo del Caribe, San Vicente y Granadinas,
para acusarnos de violar sus derechos por querer aplicar nuestras propias leyes
que son semejantes a la que mantienen todos los Estados del continente desde
México hasta Chile.
Haití y todos sus embajadores están solicitando la intervención
internacional para arrebatarnos el derecho soberano que tenemos los dominicanos
de decidir quiénes son nuestros nacionales. Lo han hecho ante la CIDH, ante el
Consejo de la OEA, ante las Naciones Unidas, ante las cancillerías europeas, ante Amnistía Internacional , ante la
Fundación Kennedy que le está haciendo presión al Presidente, y luego han
empleado en ese conciliábulo de fuerzas , personalidades dominicanas y
extranjeras, ¿ podrán con todo
este concierto de influencias combinadas desmantelar la soberanía dominicana?.
El destino de nuestro país está en manos del pueblo
dominicano. Sus políticos han
perdido los ideales. Sus
intelectuales lo han traicionado. Sus élites han desertado de sus
responsabilidades. El pueblo sabe
que hemos acumulado una gran cantidad de agravios. Nuestro Gobierno se gasta
más de 3500 millones de pesos en la salud de los haitianos; el empleo desaparece secuestrado por
estas multitudes hambrientas. Crece la incertidumbre. Hemos soportado una
inmigración muy superior a nuestras capacidades de acogida. Y sin embargo, se mantiene una campaña de acoso internacional contra la Republica Dominicana, y el grupo de haitianófilos y sus ONG nos acusan de “genocidio civil “ porque no les
entregamos el país. Son ellos los que han sembrado la tesis infame de que los
haitianos siempre tienen razón, cuando nos atropellan, cuando pisotean nuestras
leyes, cuando se presentan como víctimas nuestras ante el mundo, cuando nos
llevan por cualquier periquete a una Corte Internacional, y que nosotros nunca la tenemos, ni siquiera, cuando
sencillamente nos defendemos.
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