martes, 16 de diciembre de 2014

¿Propiciar el diálogo entre los estados Dominicano y haitiano?...


El diálogo domínico-haitiano: ¡Qué bajo hemos caído!

Por Felipe Auffant Najri 


Cuando el Fondo Para la Población de las Naciones Unidas propuso a la Oficina Nacional de Estadística (ONE) realizar la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes, financiada por la Unión Europea, la ONE aceptó el proyecto por su interés en “determinar el volumen de inmigrantes y establecer sus principales atributos”. Sin embargo, la encuesta tenía un trasfondo que iba muchos más allá de censar inmigrantes, pues en la presentación se afirma que el objetivo consistía en “orientar” o dirigir las políticas públicas de la República Dominicana. Si eso no era atreverse a mucho, las cosas no terminarían ahí, pues la encuesta sirvió de base a una campaña internacional sobre la supuesta apatridia de cientos de miles de personas, que tanto daño nos ha hecho. Cualquier estado soberano, medianamente organizado, hubiera cuestionado sus relaciones con el organismo multinacional que originó una iniciativa, cuyos objetivos no fueron total y debidamente revelados y mucho menos discutidos con la contraparte oficial, y que tantas dificultades le han provocado. Pero nada de eso ocurrió, pues se optó por guardar silencio y dejar pasar. Dado lo ocurrido, sorprende la iniciativa de la Unión Europea y la ONU de propiciar el diálogo
entre los estados haitiano y dominicano. Al igual que la citada encuesta, este proyecto supone juicios de valor y objetivos de parte de estas instituciones multinacionales, que bien deberían ser discutidos. El mediar entre dos estados, significa que entre dos entes iguales existe una serie de dificultades que deberían ser superadas, para lograr una mayor cooperación e integración, como ocurrió entre Alemania y Francia al inicio de la integración europea.
Sin embargo, el problema dominicano consiste en que la sociedad y el Estado haitiano han fracasado y son fallidos. Basta señalar, que en el índice de Estados Fallidos, el estado haitiano consistentemente es clasificado como ilegítimo, intervenido, fracturado en facciones, incapaz de proveer servicios sociales y de infraestructuras, etc. Las carencias del Estado haitiano son la raíz de nuestros problemas, y lograr una mayor integración nos perjudicará aun más, pues la República Dominicana nunca podrá sacar a Haití de su fracaso histórico, y bien podría ser arrastrada al naufragio, algo que cada día se hace más evidente. Es innegable que los dominicanos sentimos una creciente frustración, acompañada de un sentimiento de humillación, ahondada, cuando la Unión Europea nos recuerda el monto de sus ayudas, para justificar su activismo. Ayudas por demás innecesarias, pues tenemos un estado despilfarrador. ¡Qué bajo hemos caído! Es lastimoso observar cómo el estado dominicano acepta ser tratado con condescendencia, la superioridad disimulada por amabilidad, y como calla y deja pasar. Qué lejos está nuestro comportamiento personal de aquella idea de Bosch: “Si no se es capaz de desear lo excepcional, lo grandioso, y de ponerse a buscarlo, no se es hombre completo”. ¿Es que hemos perdido toda capacidad de grandeza?.

16/12/2014 

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