El diálogo domínico-haitiano: ¡Qué bajo hemos
caído!
Por Felipe Auffant Najri
Cuando el Fondo Para la Población de las Naciones
Unidas propuso a la Oficina Nacional de Estadística (ONE) realizar la Primera
Encuesta Nacional de Inmigrantes, financiada por la Unión Europea, la ONE
aceptó el proyecto por su interés en “determinar el volumen de inmigrantes y
establecer sus principales atributos”. Sin embargo, la encuesta tenía un
trasfondo que iba muchos más allá de censar inmigrantes, pues en la
presentación se afirma que el objetivo consistía en “orientar” o dirigir las
políticas públicas de la República Dominicana. Si eso no era atreverse a mucho,
las cosas no terminarían ahí, pues la encuesta sirvió de base a una campaña
internacional sobre la supuesta apatridia de cientos de miles de personas, que
tanto daño nos ha hecho. Cualquier estado soberano, medianamente organizado,
hubiera cuestionado sus relaciones con el organismo multinacional que originó
una iniciativa, cuyos objetivos no fueron total y debidamente revelados y mucho
menos discutidos con la contraparte oficial, y que tantas dificultades le han
provocado. Pero nada de eso ocurrió, pues se optó por guardar silencio y dejar
pasar. Dado lo ocurrido, sorprende la iniciativa de la Unión Europea y la ONU
de propiciar el diálogo
entre los estados haitiano y dominicano. Al igual que
la citada encuesta, este proyecto supone juicios de valor y objetivos de parte
de estas instituciones multinacionales, que bien deberían ser discutidos. El
mediar entre dos estados, significa que entre dos entes iguales existe una
serie de dificultades que deberían ser superadas, para lograr una mayor
cooperación e integración, como ocurrió entre Alemania y Francia al inicio de
la integración europea.
Sin embargo, el problema dominicano consiste en que
la sociedad y el Estado haitiano han fracasado y son fallidos. Basta señalar,
que en el índice de Estados Fallidos, el estado haitiano consistentemente es
clasificado como ilegítimo, intervenido, fracturado en facciones, incapaz de
proveer servicios sociales y de infraestructuras, etc. Las carencias del Estado
haitiano son la raíz de nuestros problemas, y lograr una mayor integración nos
perjudicará aun más, pues la República Dominicana nunca podrá sacar a Haití de
su fracaso histórico, y bien podría ser arrastrada al naufragio, algo que cada
día se hace más evidente. Es innegable que los dominicanos sentimos una
creciente frustración, acompañada de un sentimiento de humillación, ahondada,
cuando la Unión Europea nos recuerda el monto de sus ayudas, para justificar su
activismo. Ayudas por demás innecesarias, pues tenemos un estado
despilfarrador. ¡Qué bajo hemos caído! Es lastimoso observar cómo el estado
dominicano acepta ser tratado con condescendencia, la superioridad disimulada
por amabilidad, y como calla y deja pasar. Qué lejos está nuestro
comportamiento personal de aquella idea de Bosch: “Si no se es capaz de desear
lo excepcional, lo grandioso, y de ponerse a buscarlo, no se es hombre
completo”. ¿Es que hemos perdido toda capacidad de grandeza?.
16/12/2014
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