Los Culpables
Por Manuel Núñez Asencio
¿Por qué los dominicanos no podemos aceptar ni
una fusión ni una solución federal con Haití?
Cuatro
razones fundamentales nos llevan a la defensa a ultranza de la nación en las
circunstancias actuales.
1.
Proteger la
identidad nacional del pueblo dominicano. Esto supone conservar su cultura, su lengua, sus costumbres, su modo de vida y la personalidad
de su nación. Todas esas paparruchas que nos hablan de un mundo postnacional,
de un hombre universal, sin patria y de sociedades donde reina el vacío son
cuentos de camino para que aceptemos el desmantelamiento del pueblo dominicano
y la destrucción de su unidad nacional.
2. La segunda razón es política. Mantener al pueblo dominicano dentro de
las fronteras de la nación. Preservar el control del territorio, el legado de
sus libertadores y la cohesión nacional son condiciones indispensables para la existencia de un Estado que defienda y que represente al pueblo dominicano. Ningún país puede
salvarse apoyado en ONG u organismos supra nacionales,
solo el Estado nación puede sustentar
las conquistas sociales del
pueblo dominicano. ¿Quién puede responsabilizarse del crecimiento de la economía,
del bienestar de la población, de los servicios sociales en nuestro país? ¿quien,
al momento de las grandes catástrofes, ciclones, grandes epidemias, terremotos, grandes bancarrotas puede
evitar que la nación entera se hunda en el caos y desaparezca en el desorden?
El Estado nación.
3.
La tercera
razón es económica.
Ningún país ha progresado económicamente importando pobreza. Las malas políticas nos han llevado combatir el desempleo endémico de los
dominicanos importando trabajadores haitianos, es decir, destruyendo el empleo
que produce la economía; combatimos
la insalubridad trayendo
enfermedades del país más insalubre del continente- Y, creemos que hacemos
progresar la escuela pública, importando
población del país vecino. El balance económico de esta inmigración es negativo. Toda la prosperidad que podamos crear se halla completamente
amenazada por el más grande ejército de desempleados del continente, dispuestos
a destruir para siempre el valor
del salario y a convertir los beneficios del esfuerzo económico de la nación
entera en agua de borrajas.
4.
La cuarta
razón es estratégica.
Preservar la unidad jurídica del pueblo dominicano resulta indispensable
para mantener el Estado de derecho. Si
se hace operar la soberanía
de dos pueblos en nuestra patria, esto supondría no sólo la anulación de los
resultados históricos de nuestra Independencia de 1844, sería, además, un salto al vacío. Porque los
dominicanos no podrán superar el fracaso de la Comunidad Internacional y de las
ONG, ni van a quedarse de brazos cruzados ante la pérdida de todo lo que nos resulta
hermoso.
Todo el
esfuerzo de todas las generaciones de dominicanos por mantener los resultados
históricos de nuestra Independencia se han tropezado con las maniobras de un enemigo interior. Estos
dominicanos que, en lugar de defender los empleos, el territorio y los
intereses del pueblo, promueven la desnacionalización. Esos dominicanos que han adoptado el punto de vista
haitiano, ya por convicción,
ya por hallarse asociados a
las ONG o a los jesuitas. O se han dejado seducir por las fabulaciones de
intelectuales que les han hecho
creer tras haber despedazado el
Estado nación, inspirado en ideario duartiano, verán surgir un mundo nuevo.
Quieren que cambiemos el sueño por una pesadilla. . Es tal el compromiso de los
traidores con la destrucción de la nacionalidad, que ahora nos imputan la condición de apartheid del Caribe; envían cartas llenas de mentiras a todas
las organizaciones internacionales; participan activamente en todas las
falsificaciones de documentos de inmigrantes ilegales ; les inventan
identidades falsas; exigen la intervención de organismos supra nacionales en
los asuntos internos del país; se han proclamado como enemigos jurados en todos
los conclaves internacionales. Convertidos en los ojos y en los brazos
ejecutores de la voluntad de los
organismos internacionales, combaten sin tregua los intereses del pueblo
dominicano.
La
insolencia de estos individuos no conoce fronteras. Se han propuesto
desguazar a la nación entera; promover la suplantación de nuestros trabajadores
y de nuestra población; profundizar el proceso de desnacionalización que
estamos padeciendo; transferirles la soberanía nacional a organismos
internacionales; anular todas nuestras conquistas sociales. Se movilizan en la
prensa, en el Gobierno, en las organizaciones de la sociedad civil para
proclamar la muerte del patriotismo. ¿Podrá toda la maquinaria de prensa y
agentes extranjeros borrar la historia
de nuestra Independencia y hacer que nos olvidemos de nosotros mismos?
. Dígase
lo que se diga, los dominicanos constituimos un proyecto nacional. El pueblo dominicano se halla representado
ante la comunidad internacional por un Estado que debe garantizar su libertad,
su capacidad de autodeterminación, la defensa de su territorio y movilizarse
ante todas las circunstancias que se transformen en amenazas. La soberanía, que
es el patrimonio de todos los dominicanos, no puede ser traspasada a organismos
supranacionales, llámese Naciones Unidas o la Corte Interamericana de los
derechos humanos de la OEA. Porque es el único espacio donde los dominicanos
pueden ejercer sus libertades, sus derechos democráticos, mantener su identidad
y su cultura.
Juan Pablo Duarte, el inspirador de ese
Estado, dejo claramente dicho en el proyecto de Constitución lo siguiente:
Art.6.
Siendo La independencia Nacional la fuente y garantía de las libertades
patrias, la Ley Suprema del pueblo dominicano es y será siempre su existencia
política como nación libre e independiente de toda dominación, protectorado,
intervención e influencia extranjera.
Art. 18. –
La nación dominicana es libre (Art. 6) e independiente y no es ni puede ser jamás
parte integrante de ninguna otra potencia, ni patrimonio de familia ni persona
alguna propia ni mucho menos extraña
La
Independencia dominicana es un equilibrio de las poblaciones y de las culturas.
Los dominicanos nacimos con la posibilidad de ver perderse, ya por la inmigración,
ya por razones políticas los resultados históricos de nuestra Independencia de
1844. Ninguna de las naciones del
continente salió a la luz de la libertad con semejantes riesgos. Para los
dominicanos la Independencia es compromiso, lealtad al ideario de los
fundadores del Estado y esfuerzo
permanente para contrarrestar con las fuerzas del Estado el expansionismo de un
Estado que ya, en 1949, había colapsado, según consta, en el Informe de las
Naciones Unidas ( Mission to Haiti, N. Y. 1945). Muy pocos dominicanos han
reflexionado hondamente en esa condición especialísima. Entre nosotros el
patriotismo no puede retirarse a las soledades de la contemplación, sino que es
una referencia permanente de una piedra que hay que cargar siempre como hacía Sísifo
para conservar el sentido inicial de nuestra vida como nación independiente.
Cualquier
circunstancia que deshaga los resultados históricos de nuestra Independencia de
Haití, cualquier maniobra que transfiera las decisiones y la autodeterminación
del pueblo dominicano a las poblaciones haitianas que se han desplazado a
nuestro territorio, implicaría comprometer la capacidad para el gobierno propio y destruir la cohesión
nacional.
¿Qué
proponen aquellos que, solapadamente, se oponen a que ejerzamos nuestra soberanía?
¿Qué hay detrás de la campaña que
ha iniciado en Bruselas Julienne Deguis Pierre, aupada por los Jesuitas, por
los comunicadores de un gran grupo de prensa, por las ONG que le han servido de
plataforma y por el ACNUR? ¿Por qué todos los haitianos a los que les hemos
otorgado la nacionalidad ejercen plenamente la deslealtad, sin que siquiera podamos
aplicarle las previsiones del art. 76 del Código Penal que sanciona la traición
a la patria? Gozan de todos los derechos de los dominicanos, y ninguno de los
deberes. La nacionalidad no la
puede contener un documento jurídico, obtenido por malas artes, y que no traduce la pertenencia a la
comunidad nacional.
El
pueblo dominicano ha sido víctima de la saña y de la crueldad increíble por
parte del mando político. Se le
privó del derecho a pronunciarse sobre la ley 169/14. Decisión que tendrá
fatales consecuencias en la
demografía electoral; segundo, al
establecer un plan de regularización sin cuotas, sin límites ni proporciones el
Gobierno dominicano renunció a una política nacional de empleos, por despreocupación de la cosa pública,
millones de dominicanos serán privados permanentemente de los empleos que la
economía produce. Los dominicanos han sido olvidados, arrojados a la
incertidumbre, condenados a la angustia, al abandono, a la soledad.
De
todo lo malo que lo que ha
ocurrido, y de lo que está ocurriendo ahora, hay responsables y hay culpables.
Don
Pedro Mir nos decía en su poema “Hay un país en el mundo” lo siguiente:
No es justo que el castigo caiga sobre todos
Busquemos los culpables, y entonces caiga el
peso infinito de los pueblos sobre los hombros de los culpables.
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