Cementerio
de Proyectos
Por Manuel Núñez
Asencio
1. Fracaso de la Comunidad
Internacional
Tras el teatro de tierra arrasada, dejado por el terremoto del 2010, se elaboro el Plan para recuperación y desarrollo de Haití ( Plan d´action pour le relevement et
developpement national d´Haiti, Puerto Príncipe, 2010). El PARDNH, plataforma del Gobierno encabezado por
el ex Presidente Bill Clinton y por el señor Jean Max Bellerive. Todo el esfuerzo emprendido por el
Gobierno del CIRH (Comisión
provisional para la Recuperación de Haití) se apoya en los compromisos asumidos por la Conferencia de Donantes de marzo del 2010 que calculó las necesidades de la recuperación y
del relanzamiento de esa nación en 11.500 millones de dólares. El total de las recaudaciones rondaban
los 10.500 millones de dólares. El
Plan del CIRH se basa en cuatro polos fundamentales para fortalecer al Estado
haitiano:
·
Una refundación territorial
·
Una refundación económica
·
Una refundación social
·
Una refundación institucional
Pasado
el tiempo, nos preguntamos ¿Cuál
ha sido el desempeño de los que han llevado a cabo esa ayuda? ¿Cuál ha sido la participación del Estado y
el pueblo haitiano en las tareas de la reconstrucción? ¿Qué porcentaje de los
desembolsos se ha destinado a gastos generales, vehículos, personal, viáticos y
alojamiento, y ¿cuál es, en rigor,
el monto de gastos que va directamente a la resolución de los problemas de Haití?.
En
abril del 2013, Jake Johnston y Alexander Main escribieron el Informe del Center For Economic and Policy Research en el que explican con toda menudencias el fracaso de la ayuda estadounidense a
Haití ( “ La caja negra de la ayuda a Haití: aumentar la transparencia y la
rendición de cuentas de la
asistencia de los EE.UU, abril 2013). He aquí algunas de sus conclusiones:
1.
Ha habido una rotunda falta
de transparencia en la rendición de cuentas. La ayuda desembolsada a través de
Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID) calculada en septiembre del año pasado en más de 2400 millones de dólares, se ha
evaporado sin que los propios haitianos y los contribuyentes estadounidenses sepan
cómo se ha gastado tanto dinero.
2.
Todos los proyectos aprobados
han sido atribuidos a empresas estadounidenses. Los montos de la asistencia se
distribuían en tres partidas contratos, donaciones y subvenciones. De todas las
empresas prestadoras de servicios Chemonic Internacional, una compañía
establecida en Washington se llevó la parte del león, más de 680 millones de dólares
en sólo un año de ejercicio. El resto de los fondos beneficiaron a las ONG y a
las compañías subcontratadas, asociadas
a Beltay, afincadas en Washington.
3.
De toda esa montaña de dinero,
sólo el 1% fue contratado por empresas
haitianas; de las subvenciones, apenas
0,7% se distribuyó en empresas locales. Los cabilderos para las compañías de desarrollo
internacional (CIDC) se opusieron cabalmente a la
participación de las compañías locales. Los propósitos de “ la ayuda no han logrado materializarse ni
generar un cambio significativo en la gestión de los fondos del USAID” (Informe:
2013, pág. 9). Al parecer, todos
esos fondos se han esfumado en una caja negra.
En
otro informe del Center for Global
Development ( “¿ Haití: dónde ha
ido todo el dinero ?” mayo 2012) escrito por Vijaya Ramachandran y Julie Walz se establece que el Gobierno de Haití recibió el 1% de la ayuda humanitaria, y
de un 15 a 20% de los fondos para reconstrucción. Sus conclusiones son
pavorosas: “ La dominación de las ONG y los operadores privados han creado
un Estado paralelo más poderoso que el mismo Gobierno. Esas entidades han
construido una infraestructura
alternativa para proveer de servicios sociales pero no tienen ninguna
responsabilidad ante el Gobierno ni ante el pueblo haitiano” ( pág. 42).
De
manera que la comunidad internacional, en lugar de fortalecer al Estado
haitiano y sus instituciones, como se había propuesto en la declaración del
PARDNH, se ha dedicado a sepultarlo, a vaciarlo de su contenido. a fortalecer
la impotencia, la incapacidad del Estado y sembrar una mentalidad de asistidos
sociales. La Comunidad Internacional, los países influyentes en la crisis y las
organizaciones internacionales, no
han logrado crear una plataforma que pueda hacerse cargo de llevar a cabo las
tareas gigantescas de la reconstrucción social, económica y político de un
Estado que se ha disuelto.
Dos testimonios concluyentes
Las conclusiones a las que llega Le nouvelliste ( “ Quand l´aide n´aide pas”
cuando la ayuda no ayuda)
en su editorial del 29 de
agosto del 2014 no tienen desperdicios.
“ los blancos pagan o nos prestan el dinero.
Nosotros decimos gracias. Tomamos un cursillo y no hacemos nada más. (…) Se
podrían citar proyectos interminables que nacen muertos y otros que han
desaparecido con la salida del último cooperante. Las autoridades haitianas se interesan en los anuncios de la
ayuda. Los funcionarios en los gastos, en los vehículos y en otros beneficios
ridículos que puedan extraer de los presupuestos. Cuando termina un proyecto
esperan el siguiente. La misión, los planes y los objetivos no cumplidos sirven
como pretexto para el próximo proyecto. Es un eterno recomienzo que muestra
nuestra incapacidad para avanzar. Reescribimos el mismo proyecto durante
cincuenta años después de haber asesinado un proyecto semejante. Al final los
resultados son similares. Muchos proyectos, pocos resultados. El remedio no
cura al paciente Haití . Constantemente, se le descubren nuevas patologías. (…)
Es un ballet interminable de expertos, de inauguraciones, seminarios, discursos
y comentarios poco halagueños
destilados en privado. La
ayuda no ayuda. Y eso no es culpa de nadie”
El
cineasta haitiano Raoul Peck, una
de las mayores personalidades de
ese país, mostró en su documental “ Assistance
mortelle” (Berlinale, 2013) que el mas gigantesco esfuerzo de solidaridad y
reconstrucción en todo el
continente se redujo a sal y agua; poquísimas realizaciones; los grandes despilfarro de dinero;
proyectos faraónicos de personas
incompetentes; fabulaciones de intelectuales impregnados de todos los
populismos;
Raoul Peck |
chapucerías de todos los vendedores de milagros y de ilusiones que
nunca llegan a concretarse. Y algo peor que la propia tragedia, la impotencia,
la incapacidad para resolver los problemas. Sus conclusiones despejan todas las
dudas: “La dictadura de la ayuda es violenta, ciega, imbuida
de sí misma. Un monstruo
paternalista que barre con todo a su paso. Nos hace creer que resuelve los problemas
que se empeña en mantener “
Acusar a la víctima
Los dominicanos somos la primera víctima de
las repercusiones de toda esa circunstancia verdaderamente pavorosa. Como una
jauría hambrienta se han lanzado los haitianos sobre los modestos progresos que
hemos alcanzado en los últimos cincuenta años. Una porción importantísima de las ONG y organismos de Naciones
Unidas, en lugar de reconocer su
fracaso rotundo en Haití se han
dedicado a acusar a la víctima. El
apoyo a las ambiciones jurídicas de Haití dentro del territorio dominicano se traduce por una campaña de desmantelamiento moral, El ACNUR acusa al Estado dominicano de
apartheid. Los autores de esa
campaña importan escenarios de
otras realidades; claman por una intervención internacional ¿debemos los dominicanos confiar en que
la comunidad internacional velará, como es su obligación jurídica, por el
respeto a la soberanía de un Estado fundador de las Naciones Unidas como lo es
República Dominicana?.En cualquier caso, nuestros dirigentes políticos, no
deben confundir la indecisión y la incapacidad para enfrentar los problemas con
la prudencia, ni la falta de patriotismo con la sabiduría .
Ante los despropósitos, la insolencia y el irrespeto a nuestra soberanía
debemos sacar en claro dos lecciones.
1. las denuncias altisonantes no bastan para evitar las fatales
consecuencias de este proceso.
2. El tiempo no resuelve por sí solo los
problemas; suele confrontarnos con los hechos consumados.
3.
No podemos confiar el porvenir de todas las generaciones de dominicanos
en la decencia ajena. El pueblo dominicano tiene derecho a existir como nación
independiente, los únicos que
pueden defender esos derechos son los dominicanos. Son esos valores los que han
construido la Independencia, los que han forjado todos los progresos y hazañas
del pueblo dominicano.
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