lunes, 30 de junio de 2014

Los haitianos son herederos de los depredadores de la isla de Santo Domingo



¿Cuál es el nombre de la isla:
Santo Domingo o Haití?



Por Manuel NÚÑEZ Asencio

         En uno de los panfletos de propaganda sobre el nombre de la isla que Cristóbal Colon llamó a su llegada a esta tierra encantada La Española, se habla copiosamente de la isla de Haití.

         Concluida su guerra de Independencia (1804), los haitianos habían echado andar la leyenda indigenista.   Proclamaron que  ellos eran los herederos de los antiguos aborígenes que habitaron La Española, por lo que, el gesto de su Independencia empalmaba con los tres grandes grupos que poblaron la isla de La  Española. A la llegada de Colón se hablaban en la isla tres grandes lenguas: el macoris de arriba, la lengua del norte y el macoris de abajo la lengua del sur. Lengua aprendida por Fray Román Pané y ya comenzaba a prevalecer, el taíno. Antonio Villasante que pasó veinticuatro años en La Española tenía reputación de ser el mejor conocedor del taíno. ( Consúltese El Conde la Viñaza,  Investigaciones históricas, 1932).

Todos estos grupos correspondían a emigraciones procedentes de los grupos cultivadores del arahuaco iñeri de la costa de Venezuela.

 El grupo humano del cual formarían, postreramente, parte  los haitianos, poco o nada tiene que ver con el indigenismo. Porque cuando se funda la colonización francesa que le sirve de pesebre a la que sería la colonia de mayor prosperidad poseída hasta entonces por Francia, ya se habían extinguido las lenguas indígenas.  De los tiempos coloniales sobreviven designaciones toponímicas indígenas:
Higuey, Maguana, Jaragua, Bohechío. El toponímico  Cibao, designaba, según consta, en Bartolomé de Las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo, la mayor porción de la isla. (Consúltese: Historia General de las Indias  t.1 . Historia de las Indias (1517)). Hay, desde luego, otros toponímicos indígenas relacionados con la porción occidental de la isla: Bayajá, Guanahibes,  La Yaguana, que quedarían olvidados con la colonización francesa.

         En los primeros siglos de colonización,  el único toponímico presente en todos las montañas de documentos que hablan de La Española era el nombre de Cipango, reino al cual creía haber llegado el Almirante de la Mar Océano , y que, andando el tiempo, quedó como convertido en el Cibao. En su Diario de Navegación (SD, F. Corripio, 1988, pág. 156), Colon se refiere, de manera imprecisa, al nombre de la isla  como bohío, indigenismo que designaba las viviendas de los nativos de La Española.  Colón empleó el arabismo alfaneque, para designar las viviendas.

Posteriormente, en una de las cartas de don Diego Álvarez Chanca, se dice que los españoles, llegaron a una provincia que los indígenas llamaron Haití. Luego a otra que llamaron Samana y finalmente a otra que llamaron Bohío (Notas de Fernández de Navarrete, pág. 264, obra citada). En su Relación de antigüedades de los indios (SD, F. Corripio, 1988 pág.26), Fray Román Pané  se refiere a que los indios llamaban la isla Haití y Bohío. Gonzalo Fernández de Oviedo hace igual constatación. Nos dice en su Historia General y Natural de las Indias, en Crónicas Escogidas (SD, F. Corripio, 1988 pág. 36) se refiere a la isla de Haití, que ahora llamamos Española.  Examinadas profundamente,  puede inferirse de las diferentes menciones del toponímico Haití, sólo existieron en el papel y no se
refirieron a toda la isla.

         Controversias aparte, los elementos materiales nos dicen que a la llegada de los españoles, la isla se hallaba dividida en cinco cacicazgos: Marien, Magua, Maguana, Jaragua e Higuey. Colón llegó al cacicazgo de Marien que corresponde, perfectamente, con la designación que el lexicógrafo  Emilio Tejera, hace del taíno. Haití, significa tierra de montañas, lugar al cual llegó Cristóbal Colón con sus desafortunados marinos, el 5 de diciembre (Historia de las Indias, SD, 1988 pág. 359). En las Décadas del Nuevo Mundo obra dada a la estampa sesenta años después en 1556 (SD, Sociedad de Bibliófilos,  1989, pág. 130) refiere como nombres indígenas de la isla: Quisqueya o Cipango. A estos nombres suele hacer referencia, el insigne José Gabriel García, padre la historiografía dominicana, en su  Compendio de Historia de Santo Domingo  T.I (SD, Publicaciones Ahora, pág. 13-14). Al parecer, los tres topónimos geográficos sobreviven; Haití  “tierra alta, montañosa”, Quisqueya “madre de la tierra” y Bohío “tierra de oro”.  En resumidas cuentas: en La Española no había unidad lingüística; se hablaban, cuando menos, tres lenguas; no había unidad territorial, se hallaba dividida en cinco cacicazgos. En consecuencia, la isla tenía a la llegada de Colón cinco nombres, según el deslinde de cada cacicazgo.

         Durante los primeros siglos, la existencia de los nombres de Haití, Quisqueya, Bohio ha sido exclusivamente literaria. Son designaciones empleadas por hombres que aprendieron la cultura de las indias. No hay ningún lugar en la colonia de Santo Domingo que lleve, en los primeros trescientos años de existencia,  designación con estos toponímicos.  Pasemos, entonces, a las designaciones que han tenido ininterrumpidamente carta de vecindad en los documentos que atestiguan de una existencia histórica.

         La Española que será el nombre que tendrá la isla a partir del Descubrimiento en 1492,  se alternó con la designación latina empleada por Pedro Mártir de Anglería, de la Hispaniola. En 1918, los norteamericanos impusieron en nombre de la Hispaniola, en la Sociedad Geográfica de los Estados Unidos, por amoldarse mejor a la pronunciación anglosajona (Confróntese Juan Daniel Balcácer, “Acerca del nombre de nuestro país”), y desplazaron la designación de la Española, que había hecho fortuna en el pasado. Pero, conjuntamente con  la Española (isla Española suele denominar el historiador Juan Daniel Balcácer)  entró en el concierto de designaciones de la isla, Santo Domingo. A partir  de 6 de diciembre de 1508  por  Real Ordenanza del Rey Fernando VII  se le da el nombre de Santo Domingo a toda la isla, que ya era el nombre de la principal ciudad.

De manera, pues,  que durante los dos primeros siglos en que España mantuvo el dominio total de la isla de 1492-1697, los dos nombres predominantes de la isla fueron La Española, y más concretamente, Santo Domingo.
Cuando los franceses fundaron su colonia, de manera precaria tras las paces de Nimega y Ratisbona, en la isla de La Tortuga y en la porción norte de la Isla de Santo Domingo, y posteriormente, tras el Tratado de Ryswick, momento en el que se inicia la expansión a la Verapaz (Puerto Príncipe) y hasta los  confines de La Yaguana (Leogane) y la isla de Guanahibes (Gonaïves). Los franceses llamaron a la colonia que fundarían plenamente en el siglo XVIII, Saint Domingue.

Durante  el siglo de existencia, en que se mantuvo la dominación francesa en la porción occidental de la isla de Santo Domingo, los franceses no emplearon nunca el toponímico de Haití para designar una isla que en todas las documentaciones y cartas de navegación de aquel punto y hora, ya era conocida como Santo Domingo. Toussaint Louverture, el esclavo domestico de la familia Breda, convertido en el flamante gobernador por la intervención británica, tras el alzamiento de esclavos de 1791 de las haciendas de Turpin y Lagoscette, no llegó a conocer el nombre de Haití  para el territorio que él gobernó con el nombre de Saint Domingue (1697-1804). Cuando Toussaint Louverture murió en 1803, habían pasado tres siglos del Descubrimiento de América.Ningún territorio del Nuevo Mundo llevaba el nombre de Haití. De su etapa de gobernador nace la primera Constitución de Saint Domingue en 1801.
Al nombrar el nuevo Estado, los constituyentes haitianos se refieren  “a la isla de Haití, antes llamada Santo Domingo” (art. 8). En 20 de mayo de 1805 queda instituido el Imperio de Haití, sobre las ruinas de lo que había sido la próspera colonia francesa de Saint Domingue. De manera que los haitianos se proclaman herederos de una circunstancia,  que había  concluido mucho antes ( por lo menos dos siglos)  del comienzo del proceso de su propia formación y asentamiento en la isla.

 En 1804,  entre los habitantes del Estado haitiano no  había unidad lingüística . Porque la mayoría de los esclavos no hablaban la lengua criolla, predominante como lengua franca entre los esclavos y los amos franceses. Tampoco había unidad cultural, porque la población extranjera, era tan importante como la población criolla. El único vínculo  que unía a los distintos grupos de las plantaciones era un sentimiento primario de libertarse del brutal sistema de plantación, convertido en consigna de muerte y en odio a la población blanca de la isla. Al proclamarse la Independencia, los habitantes más antiguos, los que habían creado ese asentamiento humano, los colonos franceses de Saint Domingue, fueron excluidos como grupo racial de la conformación del nuevo Estado.
En 1804 nace el gentilicio de haitiano. El nombre de Haití comienza a emplearse y a generalizarse en las designaciones geográficas. Es una resurrección porque hasta entonces esa designación sólo tenía valor literario, y no determinaba ningún objeto concreto. Los haitianos emplearon un indigenismo que se hallaba en el desván de los recuerdos, para atribuirse una antigüedad de la que carecían.  En los manuales de historia de Haití, se dice que Colón no llegó a Santo Domingo, sino a la isla de Haití, y que ellos, los haitianos negros han suplantado a los haitianos indios.  Esa es una operación de camuflaje.

Antes de fundar el Imperio de Haití , los historiógrafos llamaron a Dessalines, comandante en jefe del Ejército indígena. Tomaron todos los símbolos de un pasado que no les pertenecía. Colocaron como haitianos, a los negros traídos por los españoles para atribuirse una presencia durante la época hispánica. Se atribuyeron la historiografía de la etapa indígena, sin que debamos considerarlos heredados de la colonización española. Sobre esas montañas de mentiras,  han echado a rodar la leyenda de la antigüedad de la isla de Haití. De la que ellos son los continuadores.


Los haitianos son herederos de los depredadores de la isla de Santo Domingo. Causabientes de bucaneros y filibusteros, que atacaron la isla en el siglo XVII y XVIII. Herederos de la sociedad fraguada por el genio de Francia, que llegó a constituir la colonia más rica del continente, con el nombre de Saint Domingue. Al quedar acéfala, privada totalmente de la inteligencia que la llevó a sus años de gloria,   quedó convertida en el territorio más  empobrecido del continente. Sólo los dominicanos,  en el continente, hemos padecido las consecuencias fatales de la vecindad con este territorio. Nos han amputado el destino. Y ahora, pretenden incluso arrebatarnos las primacías históricas que todo el mundo nos reconoce.  Suplantan la verdad con sus falsificaciones. Mienten tanto los haitianos, que hasta el nombre de su Estado, se funda en la mentira.

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