2 Junio 2014
ORLANDO
DICE…
No
se pude dar licencias para matar
LAS OPINIONES.- El ministro de Defensa piensa como
soldado y habla como general con tropas, y ningún general quiere perder
soldados en las batallas que deban librarse, sean en la guerra o en los medios
de prensa. Sin embargo, la sociedad es civil, y estos asuntos deben discutirse
entre civiles, y los civiles deben decidirse por el comedimiento, el respeto a
las normas establecidas y los métodos civilizados. A los policías, la verdad
sea dicha, no se les puede dar licencia para matar, porque hasta a James Bond,
que es un personaje de ficción, en ocasiones lo controlan. La cuestión debe
plantearse de otra manera. ¿ Los policías no pueden enfrentar la delincuencia
sin matar al delincuente ? ¿ Acaso muerto el perro se acaba la rabia ? El
problema, entonces, podría ser otro. Falta de entrenamiento o escaso manejo del
arma, pues el profano supone que puede dispararse al atacante sin causar daños
mayores. Entre expertos se habla de las cualidades del buen tirador, aquel que
donde pone el ojo pone la bala. Ese sería el agente ideal…
REACCIONES.- Sucede que los agentes de la Policía Nacional
hacen el trabajo de la única forma saben, a tiro limpio, y la población, al ver
el resultado, en ocasiones reacciona a favor, y hasta aplaude. Sin embargo, se
produce la muerte de Wander Sánchez, un joven de 17 años sospechoso de un
crimen horrendo, y la opinión pública la condena como si se tratara de un
inocente. Cuando asesinaron a Mercedes Torres Báez, oficial que prestaba
servicios en Amet, la demanda fue unánime de que se diera con los culpables.
Era mujer, madre de cuatro hijos, gozaba de aprecio en la institución y fue
atacada a mansalva. Ahora parece olvidarse el ánimo de entonces y la Policía
Nacional difícilmente se libre del acoso de la opinión pública y sobre todo de
los grupos de derechos humanos. Incluso, se produce un debate lúgubre. ¿ Cómo
distinguir entre edad y género, entre mujer y juventud ? Las explicaciones sobran,
pues la propia ley otorga una condición especial, casi de privilegio, a los
adolescentes que andan en malos pasos…
EL
NOMBRE.- En los días de la persecución nunca se dio su
nombre, en razón de que era menor de edad, y el grueso de la población no podía
saber que era sospechoso de un crimen. Si cuando murió acompañaba a su novia a
visitar una tía, significa que andaba – como se dice popularmente -- lo más
quitado de bulla. ¿ Cómo explicar que un joven cuyo nombre no puede publicarse
por motivo de edad, si puede morir en un intercambio de disparos con agentes de
la Policía Nacional ? Una situación a todas luces incongruente, pero esa es la
norma, y arreglarla podría resultar peor…
ACLARAR.- El ministro de Defensa debiera elaborar mejor su
opinión, pues hay una especie de se oye o no se oye que puede dar lugar a
equivocaciones. De hecho ya se advierte un tropiezo. Se entendió que los
policías que matan delincuentes deben gozar de inmunidad absoluta, y que su
sola palabra será suficiente para el descargo ante la opinión pública y sin que
medie ninguna investigación. Como si el país
fuera el Chicago de Al Capone,
Elliot Ness y Los Intocables, y que en nada se parecen al Santo Domingo de
estos días. Además, Los Intocables no llegaron a cometer los desafueros de que
ahora se culpa a la Policía Nacional. No hay que confundirse. Una cosa fueron
Los Intocables de la película y serie de televisión y otra muy diferente,
aunque sí igual de efectiva, Los Intocables que lograron procesar a Capone.
Léase bien. Procesar, no matar.
INDUDABLE.- Nadie tiene duda de que para el menor Wander
Sánchez y el adulto Juan Carlos Cruz se decidió pena de muerte. Una suerte de
venganza originada en un espíritu de cuerpo. Los hechos, por tanto, fueron
consumados tal y como fueron ordenados, y de seguro que ahora se intentará
pasar rápido la página…
EL
DEBATE.- Ese apremio, sin embargo, no debe borrar lo
principal. La discusión debe continuarse o en los medios o por vía
institucional, de si puede darse licencia a los agentes de la Policía Nacional
para que
apliquen ese método de “ dar p´abajo ”, sin ninguna piedad, a los
delincuentes que enfrenten la autoridad…
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