Editorial
12 Junio 2014
El
verdadero “genocidio”
En el proceso de organizar nuestro sistema
migratorio y de ciudadanía a partir de la sentencia 168-13 del Tribunal
Constitucional, el país fue acusado sistemáticamente de promover la “desnacionalización”
y “apatridia” de los descendientes de haitianos nacidos en nuestro suelo, como
actos refl ejos de un estado de ánimo xenófobo y discriminatorio prevaleciente
entre los dominicanos.
Haciendo uso maniqueo de estas falsas
acusaciones, los opositores de la sentencia desarrollaron una vasta campaña
mediática, nacional e internacionalmente, para intentar llevar al presidente
Danilo Medina a un callejón sin salida y hacerlo incumplir el mandato del
Constitucional, so pena de condenar o “aislar” al país por tan execrable
pecado.
Afortunadamente, la conspiración ha fracasado
y el país está demostrando ahora, con su nueva ley de naturalización y su largo
y fl exible plan de regularización, así como con la revisión exhaustiva de su
registro de extranjeros, que está empeñado en dar todas las facilidades y abrir
todas las vías a los extranjeros indocumentados para legalizar su estatus a los
fi nes de conseguir residencia o la adquisición de la ciudadanía dominicana.
Resulta ahora que es Haití que esquiva sus
graves responsabilidades como Estado, al desproteger a sus propios ciudadanos
cuando intentan obtener sus documentos de nacimiento, de identidad o de viajes
para presentarlos ante las autoridades dominicanas en pos de la regularización
de su presencia en este país, si no encareciendo los costos de dichos
documentos, por lo menos creando las condiciones que difi cultan su obtención.
Si a eso añadimos que hay una corriente
subyacente en Haití que promueve la salida masiva e ilegal de haitianos fuera
de su territorio (preferentemente hacia el nuestro), sin importar los riesgos
que entrañan estas aventuras por tierra o por mar, cualquiera pudiera deducir
que quienes en realidad alientan un “genocidio civil” y empujan a la “apatridia”
son aquellos que, en estas horas, han escurrido el bulto ante las
incertidumbres, quejas, trabas y desalientos que abruman hoy a millares de
haitianos que han confi ado en cambiar la suerte de sus vidas con este plan de
regularización que ha puesto en marcha el país.
La verdad sale a relucir ahora, a plenitud, al
comprobarse que las naciones y organismos que se ocuparon de distorsionar la
realidad no han movido ni un solo dedo para fi nanciar el proceso de
actualización y legalización de los papeles de nacimiento, identidad y viaje de
los ciudadanos haitianos, ni mucho menos para asistirles en otras necesidades
vinculadas a la regularización de su estatus en nuestro país, dejando la mayor
parte de la carga a República Dominicana.
Han quedado, así, totalmente desenmascarados
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