Ganadores y Perdedores
Por Manuel NÚÑEZ Asencio
1. Un comportamiento
fundado en la mentira
Una montaña de estudios se han empeñado
en fijar la idea de que la inmigración haitiana resulta indispensable para los
dominicanos. (Testimonios copiosos se hallan en las publicaciones del Centro Bonó, de la
FLACSO (La nueva inmigración haitiana: Rubén Silie,
Carlos Dore, Carlos Segura), Bridget Wooding, Richard Moseley).
Dos intervenciones muestran su enorme peso político en el teatro
de operaciones.
1. Las
declaraciones del embajador de la Unión Europea, Alberto Navarro, en el sentido de que Haití no constituía un problema sino una
oportunidad. Dicho en otras palabras, que, en lugar de reglamentar la inmigración,
contener sus riesgos, los Gobiernos deberían dedicarse a promoverla.
2. Las
conclusiones de la Estrategia Nacional de Desarrollo (Consúltese Ley-1-12, Sto.
Dgo. 2012), se han apoyado en las falsas apreciaciones sobre la naturaleza de
la inmigración haitiana. El objetivo de aquellos que han colocado esta
falsificación en el tapete es neutralizar, entre los periodistas, en las
universidades, la opinión pública y en los políticos la percepción de los
efectos reales de la inmigración haitiana en el empleo. Era el modo oficial
de sepultar los problemas que le plantea al país la
inmigración haitiana. Para los planificadores del Ministerio de Economía: el
problema no existe.
Hace unas
semanas, el profesor George
Borjas, el mayor experto en el tema migratorio de la Universidad de Harvard, dictó
una importantísima conferencia en el auditorio de la Cancillería. En contraste
con las teorías que plantean que el país se beneficia enormemente de la
inmigración ilegal haitiana, la tesis de Borjas es que en todo este tejemaneje
hay ganadores y perdedores. Que
los trabajadores dominicanos que pierden los empleos, que ven destruirse el
valor global del salario, estancarse definitivamente el crecimiento de sus
ingresos y a los que se les priva del bienestar y de los progresos de la economía
son los grandes perdedores. La conferencia del profesor Borjas, una autoridad
mundial en lo que
toca a la inmigración,
fue ignorada por los grupos
de prensa del país. Sus clarividentes observaciones fueron desoídas.
profesor George Borjas |
En lugar
de ocuparse directamente del bienestar de los ciudadanos dominicanos, aplicando
taxativamente las leyes que prohíben el ingreso de trabajadores ilegales en el
mercado de trabajo, disposiciones universalmente aplicadas en todos los países,
los técnicos internacionales y tras ellos, los expertos del Gobierno, se emplean a fondo, en una operación de
lavado de cerebro, para convencer a los trabajadores que el brutal despojo de
sus empleos, que la importación de todas las miserias de Haití, que la
destrucción de nuestro sistema sanitario, en lugar de constituir una tragedia
para cualquier país que la padezca, es una oportunidad.
Los
economistas son los únicos profesionales que hacen recomendaciones que provocan
inflación, desempleo, devaluación de la moneda y hundimiento de la economía, y
mantienen intacto su prestigio, a pesar los malos frutos de la aplicación de
las malas ideas. Aun no se han entendido que la desnacionalización del empleo
es una mala idea. Con sus excepciones honrosas, como la de Ramón Pérez Minaya,
Felipe Auffant y otros, la mayoría de los expertos y empresarios entienden que
los hombres deben estar al servicio de la economía. Vale decir, al servicio del
beneficio, de la rentabilidad, del egoísmo de las empresas. En este enfoque la
suplantación del dominicano por un trabajador más barato, que destruye el valor
del esfuerzo del trabajador y estanca el crecimiento y la modernización debería
prolongarse. Uno y otro, el trabajador ilegal extranjero y el empresario
dominicano que lo utiliza operan como un rodillo sobre las esperanzas de los
trabajadores dominicanos. El
modelo que se está imponiendo, prescinde del trabajador dominicano.
No se
respeta la ley; se somete al trabajador a las peores consecuencias de la
desintegración social; la prosperidad desaparece; el olvido de la nación; la
disociación de los trabajadores y de la acción política de un Gobierno que
vuelve los ojos a lo que resulta esencial. Nadie quiere mirar a las raíces del
gran problema que estamos creando. Los jóvenes de 20 y tantos años no
encuentran el primer empleo que le abra las esperanzas; no se benefician en lo
absoluto de un crecimiento que la CEPAL calcula en más de 5% durante años. La
prosperidad que ha podido crear el empleo ha quedado sepultada. Y los empleos
no mejoran; ni se modernizan; escasean; son brutalmente ocupados por
trabajadores ilegales.
Entre
las víctimas dominicanas de la catástrofe permanece vivo un sentimiento de
abandono. Los políticos durante los períodos electorales lo visualizan como un
mercado electoral. Los sindicatos de los trabajadores se han olvidado de ellos.
Son ruinas románticas. La Prensa
no registra el drama de sus familias. Se oculta deliberadamente el sufrimiento.
La destrucción psicológica de millares de dominicanos que ignoran qué pasa, que
no encuentran una salida para sus vidas destruidas. ¿Quiénes son los
responsables de tanto desastre? De la exclusión de los dominicano de la vida en
su propio país.
Los propósitos de la expansión haitiana
En un editorial del
periódico Le Nouvelliste (28-5-2014), el director Franz Duval,
plantea cuáles han de ser los objetivos de la política migratoria de Haití.
“Aquí, el futuro está bloqueado.
Desde hace un
siglo estamos emigrando.
¡Eso no
va a parar! En cualquier otro lugar es mejor y lo sabemos.
¿Qué tenemos que hacer?
En los momentos en que la diáspora—principal
motor de la economía nacional-- sueña con involucrarse en la vida
política del país, goza de la doble nacionalidad de hecho o de
derecho, ¿no es hora de preguntarse cómo ayudar a más y más haitianos a
salir del país? Hacer que salgan sin riesgos cada vez más haitianos a
destinos seguros. Haitianos, bien equipados, para satisfacer las necesidades
de los mercados laborales de los países de acogida. Este debería ser
un punto de nuestras políticas públicas. Incluso nuestros vecinos tienen un
interés en que administremos y dirijamos nuestra migración
correctamente.
Sin embargo, ni el Ministerio de
los haitianos que viven en el extranjero, ni ningún grupo de la sociedad civil han
puesto sobre el tapete la necesidad de organizar, racionalizar,
fomentar la salida de 50.000, 100.ooo ó 200.000 haitianos cada año en
los próximos años. La emigración masiva es necesaria para mantener el estilo de
vida de la economía haitiana que sobrevive sólo por las
transferencias económicas “
Se
trata, en definitiva, de privar al pueblo dominicano de las riendas de su
destino. Porque el editorialista ha descrito con toda menudencia el espectáculo
que se despliega ante sus ojos. Los dominicanos se hallan obligados de
contrarrestar esta estrategia que pone en salmuera nuestros progresos como país
y la continuidad histórica de nuestro Estado, con la construcción de un muro y
de un sistema de control de flujos migratorios, acompañada por un sistema de
reciprocidad jurídica entre las dos naciones que comparten la isla Española.
Que los haitianos no hagan exigencia en nuestro país que no estén dispuestos a
admitir en el suyo. En 200 años de
Independencia haitiana, ese país sólo ha concedido 3 naturalizaciones. La
legislación haitiana establece reglas que poco tienen que ver con las
exigencias se les hacen a la legislación dominicana. La solidaridad con Haití no debe ser pretexto para anular el
derecho a la felicidad de los dominicanos.
La catástrofe
La primera
pregunta que salta a la vista. ¿Cómo pudo concebirse una Estrategia Nacional de
Desarrollo omitiendo la política de empleo de los dominicanos?. Inmediatamente, a sabiendas que se ha
prescindido de los trabajadores dominicanos, tenemos el pálpito de una segunda pregunta. ¿Cuál es la
proporción de extranjeros ilegales haitianos a los que se entregará permiso de trabajo y residencia legal,
sin desnacionalizar la actividad?
Una vez que los haitianos sean regularizados; ocupen los empleos,
considerarán que se trata de derechos adquiridos. Tratarán, apoyados en la
legalidad, de traspasarles esos derechos a sus familiares y allegados con los
cuales se hallan hermanados por vínculos
consanguíneos. A seguidas, entra en el ruedo una tercera
pregunta: ¿Qué
cantidad de trabajadores dominicanos tendrá derecho a tener empleos en la
agricultura, en el trabajo informal, en la construcción y en las grandes obras de la inversión pública?
¿A qué cuota de los empleos que el país produce tendrán derecho los
dominicanos, señor Ministro de Economía?.
Temístocles Montás |
Enfrentados
a la catástrofe de la fragmentación de la sociedad, el Gobierno—en lugar de
reorganizar el mercado de trabajo y aplicar las leyes—ha tomado medidas que a
la larga serán insuficientes y desastrosas.
1.
La nómina pública
que rondaba en el 2004, los 290.000 empleados y se consideraba sobreabundante,
excesiva, capaz de hundir las finanzas del Estado, ha sido llevada a 690.000
personas. Las proporciones del gasto público devora los gastos de inversión y
obligan a completar el Presupuesto con préstamos internacionales.
2.
Para contrarrestar la falta de acceso al
consumo de grandes porciones de la población dominicana han creado gigantescos programas de ayudas:
tarjeta solidaridad, el bonogás, los comedores económicos. A nadie se le ocurre
devolverles los empleos que produce nuestra economía a los trabajadores
dominicanos.
Si el Gobierno se revela incapaz
de organizar a la sociedad para que el fruto del crecimiento económico
beneficie y cree empleo a su población, para evitar que las políticas sociales
naufraguen, si resulta ineficaz para devolverles los mecanismos de
supervivencia a todos esos dominicanos que van al garete, sin rumbo político,
sin rumbo nacional, el propio Estado dominicano perderá su razón de ser. ¿ podrá
el Gobierno que representa a ese Estado superar la sumisión a los organismos
internacionales, a los propósitos de los grupos económicos y de los dirigentes
políticos que han perdido la brújula, que permanecen con una tremenda amnesia
histórica para afrontar el desafío de nuestra continuidad histórica? ¿Podrá el
Estado sobrevivir ante el concierto de fuerzas desintegradoras, decididas a
sepultar nuestra capacidad de gobernarnos?.
Toda
esta catástrofe ha sido construida sobre la desintegración de la sociedad
dominicana. Una fragmentación que suplanta al trabajador dominicano por el haitiano, que extorsiona a la clase política, que debilita las
instituciones, que nos arrebata la soberanía jurídica (Ley 169 y decreto
327-13), y que se expresa en la voluntad
de complacer permanentemente a los enemigos de la República Dominicana y
en el propósito que tienen todos estos grupos de destruir el Estado nacional El
pueblo dominicano ha sido abandonado por una clase política que ya no lo representa
ni lo defiende. Ha sido privado de su derecho a expresarse previsto en el artículo
272 de la Constitución, ¡! el único artículo que le concede el poder de decidir,
cuando se trata de ciudadanía, extranjería, moneda y territorio, al pueblo dominicano a través del
Referendo aprobatorio!.
El Congreso Nacional ha irrespetado nuestra Constitución |
Pero el pueblo está ahí. No ha
perdido su cohesión social ni ha sido desmantelado. Y buscará las fórmulas para
implantar el Gobierno que ponga la economía al servicio de los dominicanos, y
no al servicio del egoísmo, de los beneficios de las empresas y de los
trabajadores extranjeros. Un gobierno de todos los dominicanos, con todos y por
el bien de todos. Que nos devuelva los hospitales, las escuelas, los empleos y
el territorio. Un Gobierno que se inspire en el pensamiento del fundador de la
República Dominicana, Juan Pablo Duarte. Un Gobierno que defienda los 365 días
del año los resultados históricos de nuestra Independencia Nacional de 1844.
Podría parecer un sueño. Pero
cuando los sueños se inspiran en la justicia, en la libertad, en la
independencia se vuelven invencibles.
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