Lo peor que nos pasa, es que no sabemos qué pasa
Por
Manuel NÙÑEZ Asencio
1. Las extravagancias del
árbitro regional
Entre
las gravísimas revelaciones que hace el Informe de la OEA, tras la visita de
los comisionados enviados por el Secretario General, don Luis Almagro, la de
mayor relevancia es la siguiente:
“Reconoce la existencia de desplazamientos
de poblaciones que sobreviven en condiciones precarias.
Existen diferentes cifras sobre el número
de personas que han cruzado la frontera, sin embargo es difícil confirmar estas
cifras en este momento” (Informe sobre la República Dominicana,
3/7/15)
Esas situaciones se han producido en
detrimento del Estado
Dominicano. Ante ese problema, ambos Estados cuentan con
el Tratado de 1938 y el modus operandi
de 1939 refrendado en Washington ante
los presidentes, Franklin Delano Roosevelt, de Estados Unidos, Lázaro Cárdenas, de México y Federico Laredo
Bru, de Cuba. En ese tratado cada uno de los Estados se compromete a evitar el
desplazamiento ilegal de su población y a impedir que ésta pueda franquear la
frontera, desprovista de los visados y de documentación. Son las normas establecidas
entre todos los Estados del continente que deben ser refrendadas por la
Organización de Estados Americanos y amparadas por la Organización de las
Naciones Unidas. Escribir un informe superficial, ignorando esas realidades, es
la muestra mayor de desprecio que sienten estos burócratas por la soberanía de
los pueblos.
Franklin Delano Roosevelt |
En África, en Asia, las Naciones Unidas ha realizado los estudios
pertinentes y ha tomado las medidas para evitar que los conflictos en potencia
puedan descarrilarse y transformarse en guerra y caos y crisis humanitarias. No
se trata, pues, de una rareza en este convulso mundo. Para los miembros del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el desplazamiento de poblaciones
constituye una de las mayores amenazas a la paz y a la seguridad. Los
desplazamientos son concebidos como un factor que puede desestabilizar a los
países de acogida. Sobre este punto, en su artículo 39, capítulo VIII, de la Carta de las Naciones Unidas se
estipula: “El Consejo de Seguridad
constata la existencia de una amenaza contra la paz, una ruptura de la paz o un
acto de agresión”. Para dar por
cumplida la legalidad internacional se recomiendan medidas en el artículo 41:
interrupción de las relaciones diplomáticas, sanciones económicas, llamados a
respetar la intangibilidad de las fronteras etc. y ante la perspectiva de
resistencia al llamado internacional, se baraja las posibilidades del bloqueo
y, finalmente, la intervención militar (articulo 42).
El Estado dominicano puede invocar, perfectamente, el artículo 51,
estableciendo medidas de legítima defensa, con vistas a salvaguardar su
soberanía e independencia. No hay, pues, ninguna disposición de las vigentes en
las Naciones Unidas que invalide, en nombre de los derechos humanos, la
soberanía del Estado dominicano ni de ningún otro Estado.
Al
igual que las Naciones Unidas, la Carta de la OEA, considera la ocupación territorial o el desplazamiento
de poblaciones por parte de otro Estado,
aun sea temporal, como una agresión a la integridad, a la independencia y la
soberanía del Estado (Art.21 y Art. 28).
Son esos los principios que debió esgrimir el
Secretario General al comprobar que contra el Estado dominicano se había
producido un peligroso desplazamiento de poblaciones. En lugar de tomar
nota y establecer
las providencias
necesarias para prevenir los conflictos que tales circunstancias presagian, el señor Almagro ha decidido llevar el error
hasta las últimas consecuencias. Se ha olvidado de los principios del organismo
que dirige; se entretiene intrigando con los haitianos y le aplaude todos los
incumplimientos e infracciones. Por ejemplo, la Carta de la OEA prohíbe que
ningún Estado aplique o incite a la aplicación de medidas coercitivas de
carácter económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado (art.20) y eso es lo que ha hecho precisamente Haití, en
comandita con los países del CARICOM;
pero don Luis Almagro ha
sepultado ese precepto. Las cosas, en verdad, han llegado demasiado lejos.
En represalia, contra las decisiones soberanas de la República
Dominicana, el Gobierno haitiano prohibió las importaciones dominicanas, y proclamó,
de manera irresponsable, que la harina procedente del país producía cáncer, declaración
que ambicionada dañar el turismo de República Dominicana.
Todas
estas circunstancias se han producido sin que el Secretario General defienda
los principios que al asumir el mando de la Organización jurara hacer cumplir y respetar. El primer
precepto de que hace gala en desdeñar, es el artículo 1, que lo obliga a preservar la independencia y
soberanía de los países miembros, y que
advierte que “ninguna de las disposiciones le autoriza a intervenir en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados miembros”.
Se burla olímpicamente don Luis cuando interviene en las disposiciones de
migración adoptadas por la República Dominicana, que, en el caso haitiano, son
las mismas que se aplican en Bahamas, en América Central, en las islas del Caribe y en Brasil. Todos, al parecer, pueden
ejercer plenamente su soberanía excepto la República Dominicana, a la que don
Luis le pone cortapisas, le hace advertencias y recriminaciones.
Ante
las consecuencias fatales de un desplazamiento de
poblaciones, la Organización
hemisférica -la OEA- y la propia Naciones Unidas hacen claras recomendaciones,
tanto en sus estatutos, como en los
informes relacionados con los conflictos provocados por el desplazamiento
irregular de grandes marejadas de poblaciones de un Estado a otro, para
quitarle la espoleta a esa bomba de tiempo,
con enfoques preventivos que alejen la profundización del
conflicto. Tal eran las intenciones del
Gobierno dominicano al emprender el Plan de Regularización de Extranjeros, que,
una vez concluido debió dar cumplimiento a un proceso de repatriación de
extranjeros, que por hallarse en una cifra extremadamente alta constituyen una
amenaza a la paz y a la seguridad de los dominicanos. Desoyendo todos los
principios, don Luis Almagro, recomienda “frenar el retorno voluntario de los
haitianos a su país” (CNN, 2/7/15).
¿qué pretende el señor Almagro con esta declaración?¿ Que nos despojemos de
cualquier política migratoria? ¿Que se le legalicen a todos indocumentados, que
no podamos repatriar? ¿Qué propone usted la legalización de la presencia
extranjera? ¿Se desea anular la soberanía en nombre de los derechos humanos de
los extranjeros ilegales? ¿Desde cuándo se halla privado el país del ejercicio
soberano que le consagra el derecho internacional?
¿Qué
hacer en un mundo donde las instituciones, llamadas a mediar entre los Estados,
han sido prostituidas, por individuos que desconocen los propios principios que
la han fundado? Ante los problemas que le plantea a la seguridad los
desplazamientos, los organismos
multilaterales aplican la
asistencia preventivas, centradas en mitigar las causas del desplazamiento, sin
olvidar el potencial de desestabilización
que desata en otros territorios, para los cuales representan auténticas
calamidades, venidas desde el exterior.
Con esta actitud contraria a la soberanía de los Estados, que omite el
derecho a la autodeterminación de los pueblos, el señor Almagro está sembrando
viento; cosechará, que no le quepa la
menor duda, grandes tempestades.
2. El meollo del
problema
El
Gobierno haitiano quiere que la República Dominicana le otorgue la nacionalidad
dominicana a los hijos de haitianos, sin que intervenga ningún protocolo, bajo
la presión internacional y presentando los hechos como una catástrofe
humanitaria. Conforme a la particular
interpretación del Gobierno haitiano corresponde a la OEA, al CARICOM, a la
Unión Europea y todos los miembros de la
Comunidad Internacional determinar las disposiciones del derecho interno de la
República Dominicana. De este modo, hemos observado cómo todos estos organismos
han hecho declaraciones en contra de la Sentencia 168/13 que proclamaba que los
hijos de haitianos no residentes en el país no podían beneficiarse del jus solis, circunstancia que, en todos
los países, en donde existe sólo arropa a los residentes, y desde luego,
excluye a los trabajadores temporeros y aquellos que no han formalizado residencia en el país. Hemos tropezado, de este modo, con la madre
del cordero. Nos hallamos ante una
inmigración emprendida con carácter permanente, y cuyo objetivo es proyectar el influjo del Estado haitiano en el
territorio dominicano.
¿Qué
ha hecho el Gobierno ante estas amenazas que podrían definitivamente
desplomar a toda la nación?
1)
Desconocer la
Sentencia TC168/13, mediante la promulgación de la Ley 169/14 que acredita como
dominicanos a todos los hijos de haitianos no residentes en el país, que
hallaban en parejas circunstancias que la señora Julienne Deguis Pierre.
Un
contingente de más de 55 mil haitianos y sus descendientes serán incorporados
en el padrón electoral de los comicios del 2016. Una población cuyas
proporciones podrían alcanzar las 250 mil personas. Con esta medida, el
Gobierno ha desmantelado la unidad demográfica del Estado. De este modo, se han
incorporado al país poblaciones que no tienen ninguna lealtad a la nación, que
no comparten ni nuestra lengua ni nuestra cultura ni sienten respeto por nuestras
instituciones, que, en el teatro internacional favorecen los propósitos de la
disolución nacional ¿Que hemos ganado con atribuirle la nacionalidad dominicana
a extranjeros que queman la bandera, que viajan por el mundo a pedir que se intervenga en el país y
que sirven a los propósitos de Estados extranjeros?.
2) Permanecerán
como una espada de Damocles los 288.466
haitianos registrados en el Plan de Regularización, de los cuales apenas habían
completado sus expedientes unas 4.000 personas, para, tras las elecciones del
2016, otorgarle una amnistía migratoria, y exponernos a una mayor
desnacionalización.
3) Renunciar a defender el país de los ataques que ha
desplegado la diplomacia haitiana ante la Comunidad Internacional. Ante los secuestros de cónsules, asaltos de sede diplomáticas, asaltos de
camioneros dominicanos, ataques en los foros internacionales y el incendio de
la bandera dominicana, tras la devastación del consulado de Puerto Príncipe y ante el despliegue de odio de sus
autoridades que nos han llamado torturadores y nos han comparado con los peores
especímenes de la Humanidad, el Gobierno dominicano ha rehusado a defenderse, y
ha permitido que humillen el país, y que nuestra reputación sea arrojada a los
perros.
¿Lograrán
vencer el patriotismo, llevándonos de tapadillo al sacrificio de la nación,
borrando todas las proezas que llevaron a la fundación del Estado dominicano? ¿Fracasaremos
definitivamente y no lograremos repatriar esta ocupación extranjera? Como decía
Ortega y Gasset, a nosotros lo peor que nos pasa, es que no sabemos qué pasa. Sin embargo, en todos los sondeos realizados
en los periódicos el 90% de los dominicanos desaprueba esa política. El
país se halla mentalmente secuestrado: desinformado, manipulado, engañado. No
puede comprender que, desde el Gobierno mismo, se le declare la guerra a sus
conquistas sociales.
Inmediatamente el Gobierno le otorgó la nacionalidad
a la señora Julienne Deguis Pierre, hija de haitianos no residentes en el país,
fue llevada por Gonzalo Vargas Llosa, director del ACNUR, a una cumbre en La
Haya (Holanda) , y luego a España, para denunciar a la República Dominicana, y
actuar como testigo en las distintas
conferencias sobre apatridia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario