Tres
panfletos
Por: Andrés
L. Mateo
UNO
Ministros como Temístocles Montás, Ligia Amada Melo,
Monchy Fadul, Bautista Rojas Gómez, Euclides Gutiérrez, Francisco Javier
García, y César Pina Toribio, han acumulado más de catorce años en los
gobiernos del PLD. Como dice el viejo refrán “hieden a barco viejo”. Y uno los
ve transitar en el bestiario político dominicano rescatando la tan antigua idea
de la perversión del poder. ¿En cuál país del mundo puede ocurrir algo
semejante? Ni siquiera en un país africano un Ministro es como un tótem inmóvil
que sobrevive a los cambios. ¿Qué encabritado esplendor nos dispensa de captar
lo escandaloso de ese cuadro que está entre los grandes garabatos de la
práctica política más degradada del continente americano?
Esos Ministros resisten perfectamente al símbolo y a
la caricatura. Son la engreída presencia del atraso. Únicamente en un país de
mentira podrían existir. Encarnan la amenaza de un orden arrogante donde no
existe el pensamiento, y en el cual el tiempo se ha petrificado. ¿No es
Euclides Gutiérrez un espécimen del siglo diecinueve? ¿No lleva Monchy Fadul en
su rostro la pereza incorporada al rango de rigor? ¿No es Bautista Rojas Gómez
la destrucción de la sociabilidad, un hombre seco, vano, estéril; el pequeño
burgués mareado desde la altura de su promoción económica? Temístocles Montás y
Francisco Javier García no solamente han transmitido al cargo el señorío de sus
“vera effigies”, sino que nos han hecho creer que ser ministro es como su
segunda naturaleza.
El mundo atrapado en un espejo, eso es lo que somos
en este país. ¡Ministros con catorce años en el gobierno! Esta vaina está
frisada, es el medioevo; un poco cómico y un poco vil.
DOS
Lo del Congreso de la República Dominicana no es ni
siquiera una contravención a los buenos usos del marco institucional, porque su
frecuencia y naturalidad indican que no son anomalías, sino una ideología que
juzga como un patrimonio propio los bienes públicos que se administran. Ahora
se inventaron lo de una “Comisión bicameral que defenderá al país en
parlamentos extranjeros”, presidida, nada más y nada menos, que por Prim
Pujals, el mismo senador que montó el show de la investigación de la fortuna
del también senador Félix Bautista, y transformó el escenario del poder
legislativo en un teatro de mala muerte. Con motivo de los trabajos de esa
Comisión se gastaron fondos públicos, se viajó a Perú y algún otro país, se
incordió a periodistas y abogados, columnistas y muchas otras personalidades de
la vida nacional. Durante varios meses el cinismo del poder se esforzaba por
embocar a la verdad. Pero el oprobio de Prim Pujals se estancó en el silencio.
Dos años después esa “Comisión” no ha rendido ningún informe, y ahora Prim
Pujals vuelve a darse unos viajecitos presidiendo una comisión para “defender
al país ante parlamentos extranjeros”. Vivimos en la posmodernidad, son
innumerables los recursos tecnológicos para que el Congreso se haga oír en
parlamentos extranjeros sin tener que viajar en “Comisión”. Pero, además, el
senador que preside la “Comisión”, antes de volver a usar los fondos públicos
para viajar, debería recordar que le debe un informe al país.
TRES
¿No le bastaría a un país tan pequeño un parlamento
unicameral? ¿No hemos vivido etapas de la historia nacional en las cuales no
hemos tenido senadores, por ejemplo? ¿Para qué tantos senadores y diputados?
¿Si suprimiéramos el Senado qué ocurriría en el aspecto institucional, qué
perderíamos? ¿Qué ha aportado a la democracia, al fortalecimiento de la
equidad, a la justicia, a la transparencia, al juego indispensable de la interactuación
social, éste Senado y esta Cámara de Diputados que no son más que sellos
gomígrafos del ejecutivo? ¿Qué dirían los clásicos del enciclopedismo,
auscultando a unos legisladores que le imponen una carga impositiva a su propio
pueblo, sin despojarse ellos mismos del más mínimo de sus privilegios? ¿Cuál es
el paradigma que se desprende del modelo de Congreso que tenemos en el país: el
barrilito, el cofrecito, las exoneraciones, la compra del voto, la corrupción?
Deberíamos incluir en las papeletas de las próximas
elecciones una pregunta sobre la posibilidad de eliminar el Senado.
Históricamente este país no necesita un Senado, y menos como el que tenemos,
que sólo en el barrilito consume más de 1,500 millones. Esos turpenes que
excluyen sus privilegios de las leyes que dictan.
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