¿Qué nos
queda de nuestro país?
Por Manuel NÙÑEZ Asencio
Durante años he viajado a la frontera, acompañado de mi amigo el embajador William Páez
Piantini. Juntos hemos recorrido
desde el borne 1, en el talweg del
río Dajabón hasta la pirámide 311
en Pedernales. A veces acompañando
a los estudiantes de Geopolítica y de Relaciones Internacionales de la
Universidad del Ministerio de Defensa. En otras ocasiones, por cuenta propia, como parte de la preocupación permanente
y de las observaciones sobre el estado de nuestro desventurado país.
La frontera que separa a República Dominicana de Haití
tiene 391 kilómetros de longitud. Consta de cinco provincias: Montecristi,
Dajabón, Elías Piña, Independencia y Pedernales. Representan 10.527 km, el
21% del territorio nacional. La
desigualdad entre los dos territorios supone una amenaza a nuestro país. Según los censos albergan a unos
290.000 dominicanos, menos del 3.9% de la población del país,
mientras en lado haitiano en las
cercanías de nuestro país, proliferan 3,5 millones de haitianos. Las tres
ciudades Puerto Príncipe, a 50 kilómetros de Jimaní,
Cabo haitiano y el Departamento de Hincha
rozan una frontera
dominicana deshabitada. Una línea divisoria marcada exclusivamente por bornes,
padrones, sin obstáculos, sin alambradas, sin muros, que nos separa del país más
empobrecido del continente, que se convierte en una amenaza permanente a
nuestra existencia.
Hay tres fronteras: 1. una demarcación fluvial de 172 kilómetros (río Dajabón, el
arroyo Bernal, el río Libón, el río Macasia y el Artibonito, el río Mulito, la cañada de Bois dormé y
el río Pedernales); 2. Una línea marcada por macizos montañosos en Restauración,
por una carretera internacional y continuada por la Sierra de Neiba y por la
Sierra del Bahoruco. 3. Y, finalmente, una raya constituida por valles como Elías Piña y Jimaní y continuada por
llanuras, tal como acaece en Pedernales, en el Mar Caribe; en la llanura de
Manzanillo, en el Atlántico.
1.
La primera estación
de nuestro viaje es Manzanillo (Montecristi) . En el puerto donde
aún se hallan las ruinas de la Grenada Company visitamos el
Destacamento de la Armada. Allí
permanecen, incautadas, decenas de embarcaciones ilegales, con los cuales los haitianos han penetrado en nuestro
mar territorial; envenenan
los peces; destruyen toda la fauna
marina. Escuchamos relatos escalofriantes. En los Cayos y en los islotes de Los Frailes han destruido los nidales de
los bubíes y han depredado toda la fauna del mar. La Marina no dispone de recursos para capturar las
embarcaciones furtivas, que, durante la noche se introducen en las aguas
territoriales dominicanas. En una desolada playa de Manzanillo,
en el borne 1, empieza nuestro país. Dos centinelas cuidan ese puesto,
extremadamente vulnerable; los pescadores haitianos vienen del otro lado del río, penetran en el país
durante la noche ; convierten la frontera dominicana en un
colador . Salimos de la frontera marítima y seguimos a Dajabón.
2.
Primer puesto
oficial de control Dajabón-Ouanaminthe. En
Dajabón la
frontera se halla representada por el río Dajabon o Masacre y en sus municipios
Loma de Cabrera, Restauración, Partido, El Pino. En los días de mercado, la
población haitiana que se abastece de ese mercado, se agolpaba a las puertas de la fronteriza, e ingresaban al
país, masivamente, sin ningún
control de identidad ni de paquetes. No había unidad canina para detectar
drogas ni se podía localizar el ingreso de armas ilegales, eran ríos humanos de
niños, ancianos, mujeres embarazadas y la ciudad era prácticamente presa de
venduteros, pordioseros y motoristas haitianos. Con la llegada del crepúsculo,
la mayoría de haitianos regresaba, se quedaban algunos cuantos miles cada vez.
Unos eran localizados en Cañongo, en Copey, en la avanzadilla de Villa Vásquez. En nuestro último viaje, fueron capturado sólo el primer
día, unos 500 haitianos durmieron en la fortaleza y serían repatriados al día
siguiente. Otros cruzan las redes
de vigilancia, son introducidos por personas que se dedican al tráfico de
personas, y que suelen cobrar entre 3000 y 5000 pesos. Dajabón tiene una de las aduanas más
importantes; es centro de
exportaciones e importaciones entre los dos países; tiene una importantísima
agricultura y ganadería, y además, tiene en el municipio de Restauración una de
las mayores minas de oro, plata y zinc de la isla. En Dajabon operan las ONG
pro haitianas manejadas por los jesuitas. En 2013, la ciudad fue amenazada con una marejada humana conducida
por el padre Regino Martínez que estuvo a punto de descarrilarse en un incidente
internacional. El padre Regino ha
continuado con sus faenas de introducir haitianos en la tierra prometida en la
comarca de Sanché, con muy bajo perfil. Le sustituyó en el comando de la orden
jesuita el Padre Travieso. Opera,
igualmente, la ONG Visión Mundial que se ha dedicado a construirle casas a los
haitianos en la misma línea fronteriza,
en Cavacieres, en Pedro
Santana; a orillas de la carretera Internacional, se levantan pueblos enteros
desgajados de los centros
haitianos. El Ejército, en la décima compañía, el mando central del
CESFRONT, el J2, el batallón aéreo,
con asiento en Restauración, la unidad antidrogas del DOIF, distribuidos en 27
destacamentos y el cuerpo especializado del CESFRONT centrados en
Capotillo, todos tienen como misión
controlar el paso de indocumentados, , el tráfico de niños, la trata de
personas, contrabando de armas, el
tráfico de drogas. Son tareas inmensas.
Porque, además, por esa frontera cruzan delincuentes del crimen organizado, delincuentes haitianos fugados
de las cárceles y cargamento de carbón,
procedente del desmonte de nuestros bosques y áreas protegidas.
En Villa Anacaona, tras cruzar el puente sobre
el Río Libón, en la carretera internacional, nos topamos con Tilorì. Un pueblo
haitiano situado en la misma orilla de la línea fronteriza constituida por la
carretera internacional. Los días
de mercado se instalan en la porción dominicana de la carretera; lo han hecho
tantas veces, que ya comienza a observarse a más de mil metro de altitud la
deforestación total de los pinares de la carretera internacional. Una vez
reducido a ceniza el bosque en la parte haitiana, ya comienza un proceso muy
semejante en la porción dominicana, que, en esas soledades, está completamente
deshabitada. Dajabón muere. Se deforesta. Se despuebla. La porción montañosa
desde Villa Anacaona a Los
Algodones se halla completamente carbonizada. Según informaciones del
CESFRONT, se han establecido en la
zona fronteriza más de 2.420 familias haitianas. Hay pueblos enteros, en la
Sierra del Bahoruco, en Puerto Escondido,
en El Aguacate, completamente
poblado por haitianos que se han implantado en el Parque Nacional de la Sierra de Neiba, en el Parque José
del Carmen Ramírez y el Parque Jaragua. Allí se encuentran las grandes reservas
boscosas del país. Allí , en Nalga de Maco, nace el Artibonito; en las estribaciones del Bahoruco, nace
el Yaque del Sur y todos sus afluentes. (Diario
libre, 12/11/15). En todas
esas comarcas
despobladas se han implantado poblaciones carboneras, que
constituyen la mayor amenaza a nuestra existencia material.
La tercera
estación de este periplo por la demarcación fronteriza la constituye el paso fronterizo en el valle de Elías
Piña-Belladere. La línea la
constituye el arroyuelo Carrizal. En este lindero los haitianos han levantado
un muro de un kilómetro y medio de longitud, para contrarrestar la presencia de los comerciantes
dominicanos, en el mercado fronterizo de Belladere , el único plantado en
territorio haitiano, con la colaboración
internacional.
Luego la frontera
vuelve a elevarse y queda marcada por la sierra de Neiba. La cuarta estación se
halla en Jimaní-Malpasse. Aquí
la frontera la constituye la orilla del Lago del Fondo, llamado Saumatre o Lago
Azuei. Los grandes desplazamientos
de tierra de las montañas sin árboles se vierten en el Lago, y han desplazado
la línea fronteriza más de cuatro kilómetros hacia nuestro país. Esta
circunstancia no es única, hay más de 50 pirámides desaparecidas. En dos
ocasiones las instalaciones de las aduanas, y el puesto fronterizo han reculado
kilómetros, las pirámides
fronterizas se hallan hundidas en el lago, permanecen enterradas en el centro
del Lago. Las aguas han borrado la
raya divisoria.. Ya la orilla del Lago no es la línea fronteriza; pero los haitianos continúan en la
orilla, con embarcaciones y poblados fundados en la porción dominicana. En las
Lajas, en la Cuarenta, en Boca de Cachón,
se han convertido en almacenes de carbón. Las montañas de sacos de carbón, producto de la depredación de nuestros bosques, son transportadas en embarcaciones a
través del lago del Fondo. Miles de haitianos viven de esta calamitosa empresa
de destrucción. Haití consume más de seis millones de metros cúbicos de madera
por año. El porvenir se puede
predecir a partir de lo que ocurre en el presente. La comunidad haitiana es un organismo viviente, prolífico, dinámico que ha aniquilado el suelo material de su
supervivencia, se expande al
territorio dominicano, y reproduce la
depredación que han mantenido durante siglos.
Solo una comprensión
cabal de la circunstancia y una reacción valiente dirigida a detener el fatal
determinismo podría ponerle coto a las consecuencias de lo que está ocurriendo
aquí y ahora, que es la lenta extinción, o, por mejor decir, la aniquilación
del territorio nacional.
En
Jimaní nos hallamos con el triste malvivir de unas poblaciones entregadas al caos producido por la
descomposición del Estado haitiano. Escuchamos relatos desgarrantes. En las
noches, las calles se han llenado de prostitutas haitianas; los estadios se han
transformado en campos de fútbol, en el barrio de Los Espartillos no queda ya
un dominicano; los casos de SIDA han crecido superando sobradamente la media
nacional; la población del municipio rebasa el 18%; se ha colado, desde Haití, la encefalopatía del cerdo; se
han introducido el deprimente espectáculo de las llamadas fiestas del gallo, donde, una pareja de haitianos, realizan
ante el publico un acto sexual, en
plena calle y rodeado como en las galleras de una multitud vociferante.
El viaje que emprendimos concluye en el
puesto Pedernales- Anse a Pitre..
La más vulnerable y la más despoblada de todas
las provincias. Un río muerto,
seco y depredado marca como una lengua amarilla la división fronteriza. Baja desde la cañada de Bois Dorme, se
une al río Mulito y luego queda represado en el canal de derivación, que vierte
una porción de agua a las
poblaciones de Anse a Pitre y
destina el agua de Pedernales casi exclusivamente a la agricultura.
Desde
Anse a Pitre penetran los haitianos a la población costera de Oviedo. Se han
implantado como una colonia en la costa y han fundado el pueblo de Troudille,
que marca , al igual que Verón, un proceso de vertiginosa suplantación de los
dominicanos.
En
su discurso de ingreso a la Real
Academia Española, Carlos Castilla del Pino, una de las lumbreras de la
psiquiatría, nos dice que los seres humanos tenemos por así decirlo, dos
biografías y , desde luego, dos vidas. Una vida real constituida de
frustraciones, desengaños, errores y limitaciones; y otra vida mental,
fantasiosa, soñada, hecha de ambiciones desbordadas y de alucinaciones. En más
de un caso, suplantan la vida real por la vida soñada. Ante la destrucción del
territorio de Haiti, ante la pérdida de toda esperanza, los haitianos añoran
volver a las circunstancias de 1822,
cuando Haití ocupaba Santo Domingo y sus políticos sometían a la
obediencia a los dominicanos; la servidumbre a ese delirio ha profundizado el
hundimiento de ese país. Entre los haitianos nadie enfrenta la desgracia. Todos tienen , al parecer , una
fe ciega en el intervencionismo internacional. Sin embargo, ni la irresponsabilidad del mando político, que
ha privado a la frontera de recursos; que ha suspendido las deportaciones de
ilegales, que ha desmoralizado a las autoridades, encargadas de contener las
marejadas humanas; ni las componendas de los enemigos internos y externos,
quebrarán la lealtad de la mayoría de los dominicanos al acto fundacional del
27 de febrero de 1844.
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