El suicidio de una nación
Por Manuel Núñez
Asencio
En
París, el acontecimiento cultural más importantes en los últimos días del 2014,
además de las exposiciones de Hokusai y de la retrospectiva extraordinaria de Marcel Duchamps, fue
indiscutiblemente la
controversia generada por la publicación de la obra “ Le suicide francais “ (Albin Michel,
2014) del escritor Eric Zemmour. En pocos meses ha vendido más de medio millón de ejemplares. Si se toma en cuenta las repercusiones que el libro ha tenido
en los todos los programas de
opinión, le queda aún un buen trecho por recorrer.
El libro de Zemmour, un ensayo provocador, un grito de alarma, fundado en estadísticas
y en estudios más importantes y de mayor enjundia como la
notabilísima obra “ Les yeux grands fermés”
( Con los ojos cerrados,
Denoel 2010) de Michele Tribalat o el estudio de
Malika Sorel “Inmigration –integration: le langage de verite” ( 2011) o el texto
de Jean Yves le Gallou “ La preference nationale: response a l¨inmigration”
(Club de L´Horloge, 1985) . Con todo, el autor propone mostrarnos un país que se
deshace. Primero, porque ha anulado sus fronteras; segundo, porque ha colocado su soberanía en
manos de la burocracia de Bruselas; tercero, porque la mayor porción de sus élites
políticas ha renunciado a la Independencia en nombre de un proyecto internacional;
cuarto, porque la excesiva inmigración extranjera ha roto la unidad nacional; quinto, como
consecuencia de todo lo anterior, ese país se halla ante la pérdida de todas
las certidumbres, ante la destrucción del proyecto de nación.
¿Por qué generan
tanta preocupación y despiertan tanto entusiasmo los libros que se refieren a la identidad del país, al
porvenir de la nación? Y, ¿por qué
han dejado de interesar aquellos libros inspirados en quimeras ideológicas y
falaces redenciones?.
Contrasta
el libro de Zemmour con la acogida indiferente de otra obra publicada por estos
pagos, Devenir soi (“Llegar
a ser uno mismo “, Fayard, 2014)de Jacques Attali, un economista izquierdófilo, plagado de ideas neoliberales, consultor internacional, que, vende sus
informes por todo el mundo, aunque ya
se sabe, se trata de ideas que han fracasado radicalmente. Los programas
de opinión suelen invitar a los dos polemistas . Ambos expresan las dos grandes tendencias que
representan a Francia. Veamos, grosso modo, cómo piensa cada uno.
1. Attali nos
anuncia sus predicciones desacreditadas. Ante el desastre que supone el
predominio económico del euro, el desempleo que no cesa, los problemas de las
poblaciones no incorporadas al cuerpo general de la nación, Attali confía en el
advenimiento de un Gobierno mundial. Convierte sus deseos en una meta social.
El conejo que ha sacado de la chistera es el altruismo. Por la magia de su verbo, los hombres se
volverán altruistas, generosos, desprendidos. Se trata de un hombre que vive en
los aeropuertos. Que se ha olvidado de su propia nación. Como todos los hombres
de izquierda de Francia suele creer en la superstición de su superioridad
moral. La ideología que suele pregonar, según esto, le otorga una cierta
infalibilidad y el derecho permanente a experimentar con la sociedad, desde
luego sin pagar las consecuencias
de esos fracasos.
2.
Pertenece Attali a la vieja tradición de intelectuales
embaucadores que sedujeron a las juventudes de otros tiempos. ¿Quién le ha pedido cuentas a Antonio
Negri, el inspirador de las Brigadas Rojas? ¿ ¿dónde están los jóvenes que,
influido por su credo, quisieron tomar el cielo por asalto y desperdiciaron sus
vidas creyendo en esos vendedores de ilusiones? En “ Devenir soi “ , Attali se centra en el individuo. Se olvida del pueblo, de la sociedad. El altruismo que proclama debería conducirnos a destrucción de nuestra
propia sociedad. Conforme a lo que plantea Attali, una vez que se
desmantele la sociedad, de la nación, de la familia y todas las instituciones,
llegaríamos al día radiante que nos propone en su obra, inspirada en el gurú estadounidense
Carlos Castaneda. En su texto Attali se muestra como un hombre desencantado de
una sociedad y de un pueblo en el que no cree ni siente simpatía. Al mismo
tiempo que proclama la anulación del proyecto colectivo, coloca al individuo
como protagonista de su propia vida.
3. Zemmour nos
recuerda, en contraste, que la historia es trágica. Del desequilibrio demográfico
entre inmigrantes y nacionales en la sociedad francesa, de la suplantación de
la poblaciones caeremos en un enfrentamiento de las poblaciones
nacionales que verán destruirse su modo de vida, a las que se imponen
realidades generadas por circunstancias extrañas al país. Las minorías que han
tomado el mando han decidido de desmigajar a Francia, han secuestrado al Estado
y han desguazado la sociedad y las
instituciones. No estamos como suele decirse ante una realidad irreversible,
sino ante el despliegue de la voluntad de una minoría que niega la nación, las
instituciones y la sociedad. Se ha llevado a cabo una fabulosa campaña que ha
vaciado la historia de su contenido. La gente no sabe en qué país vive ni hacia
dónde va ni de dónde viene. Zemmour ha dicho sin tapujos lo que todo el mundo
piensa en ese país. Se ha revelado contra la traición de los intelectuales que
se han plegado a esta visión. Por
todas estas razones, ha recibido
una salva de insultos zafios. La realidad, sin embargo, supera los discursos
mentirosos, plagados de compasión. Si se les otorga papeles y permisos de
residencia a todas las poblaciones que desean establecerse en Francia, tras los
primeros vendrán otros, inspirados
en la estrategia de la reunificación familiar, y así hasta borrar el país. Se
ha destruido el empleo de las clases bajas, y ante un mundo sin empleo, sin
servicios, carcomido por las miserias, ¿qué quedará de una sociedad, que, con semejantes problemas, ha
desmantelado su soberanía, ha perdido el control de su destino y se niega a ver
la realidad que la corroe y la
hunde?
Insultado,
caricaturizado, cañoneado con una salva de denuestos, Zemmour como los buenos
toreros escapa brillantemente de las embestidas, con una montaña de argumentos .
Es un autor que se lee con placer,
porque no escribe con el lenguaje
pedante de los sociólogos. Dice
las cosas con elegancia y con imágenes extraordinarias. Su diagnóstico es una clarinada. Llega a
unas conclusiones que no puedo compartir. Zemmour concluye: Francia ha muerto (
pp. 4, 23,24,238,519) . Conclusión desesperanzada, sin soluciones. No ha muerto, ni es probable que muera.
Dispone de más de medio millón de territorio de ultramar, con unas inmensas
riquezas marítimas; dispone
de un extraordinario sistema educativo, capaz de sobrellevar el
fardo de esos problemas; es una gran potencia y un país que ha exportado su lengua y su cultura a tres continentes y es una vieja nación , que, en el pasado, ha
visto desaparecer a su propio Estado y se ha levantado vigorosamente de sus cenizas como el ave fénix
El diagnóstico que hace Zemmour de las circunstancias
de Francia puede aplicarse punto por punto al caso dominicano. . Corremos
riesgos demográficos, políticos y geográficos que amenazan nuestra
existencia. El desplazamiento intra insular se ha
convertido en una ocupación extranjera, que ha desnacionalizado el empleo y la
cultura, que destruye los modos de vida, la soberanía nacional, la frontera jurídica
. Ninguna fuerza política se ha dedicado a defender a la clase trabajadora.
Ninguna ha tomado en cuenta el porvenir de los dominicanos, salvaguardar su
legado histórico, preservar las conquistas sociales
Una sociedad que se niega a defenderse,
y que, sin embargo, enfrenta tres grandes desafíos que pueden disolverla.
1. El
desafío demográfico. El desbordamiento de una población haitiana que crece
a un ritmo vertiginoso de más de 3%, y que según los cálculos del gran geógrafo haitiano Georges
Anglade, entre las diásporas y aquellos que se hallan en el territorio insular,
rebasa ligeramente los 14 millones
de haitianos ( L´Hebdo, 14/9/2007).
2. El
desafío político, la Independencia nacional que puso punto final a la ocupación
haitiana y nos devolvió el control de nuestro territorio podría quedar
despedazada por los acontecimientos que se están produciendo aquí y ahora. Como se sabe, la República Dominicana al compartir la isla de
Santo Domingo con otra nación basa su existencia en el equilibrio. Una población
haitiana que supera el 3% constituye una amenaza a la unidad de la nación, y al
proyecto que constituimos los dominicanos desde 1844.
3. El
desafío territorial. El desastre medioambiental
ha convertido ese país en
una nación inviable. Sin capa vegetal apreciable, se ha transformado en el país
más empobrecido
del continente, sin posibilidades de una agricultura, y devastándose
a un ritmo de un 4% anual. Haití
consume seis millones de metros cúbicos de madera por año y tal circunstancia
hace que cientos de miles de haitianos se implanten en nuestros parques nacionales, en las faldas de las montañas
fronterizas. Miles de haitianos viven de esta fabulosa empresa de destrucción,
que compromete seriamente la
supervivencia de nuestro país.
Todas nuestras
conquistas sociales, los modestos progresos que hemos obtenido durante el paréntesis
democrático vivido tras la decapitación de la dictadura de Trujillo , podrían
volverse cenizas, arrasadas por las marejadas de invasores, cuya pobreza sin
parangón, al parecer, les da
derechos a liquidar a nuestro país.
Frente a esas
grandes señales de decadencia y de horror, la única solución que han previsto
la clase política al mando es profundizar las dificultades y hundirse aun más en el abismo. La encuesta de la ONE, patrocinada por el Ministerio de Economía y
Planificación, y auxiliada por el Centro Bonó y otras organizaciones, pretenden
convencernos de que no hay que ver a los inmigrantes haitianos como un
problema, sino como una oportunidad para el desarrollo.
A pesar de
todas las estafas intelectuales de expertos mentirosos y de gente sin probidad,
invito a los lectores a que se
hagan estas preguntas: ¿ Podremos darle trabajo y fomentar el desarrollo
personal de nuestro pueblo, importando trabajadores, que les arrebatan los
mecanismos de supervivencia a los dominicanos y
destruyen el valor del salario?
¿Podremos los dominicanos proteger a nuestra población, importando enfermedades
del país con la mayor proporción de enfermedades contagiosas del continente y
dejando que estas poblaciones devoran los presupuesto de la salud pública? ¿ Qué
ganará nuestro país al introducir en las escuelas a una población extranjera que
daña el proceso de enseñanza aprendizaje?
Dentro del enfoque, que tiene primacía
en los ámbitos políticos en lo que toca al tema haitiano hay dos posiciones.
Una,
nacionalista que plantea que hay
proteger a los dominicanos de estas amenazas a su porvenir y su
existencia como pueblo. Que Haití no puede constituirse en una responsabilidad
de nuestro país.
Otra,”
progresista” , según la cual, los
dominicanos deben renunciar a sus
progresos, dejarse suplantar en los empleos, en los hospitales y en la escuelas
por estas poblaciones. Y, finalmente, entregarle los documentos que su Estado
le niega, y además, recibir la salva de injurias internacionales por privar a
los haitianos de la documentación
que su Estado irresponsable, granuja, extorsionador le ha robado. En términos estrictamente judiciales,
los haitianos como todas las naciones tienen derecho al trabajo, a la salud, a
la educación y a tener una identidad. Son derechos humanos indiscutibles. Pero
esos derechos no pueden obtenerlo arrebatándoselo a los dominicanos, sino que
deben exigirlo y obtenerlo en los linderos de su territorio, pidiéndoselo a su
Estado y debería ser una obligación
de su Gobierno, no del nuestro.
Una porción muy
apreciable de la prensa, de los intelectuales, de los dirigentes políticos y de
los empresarios se han unido en contra de los intereses del pueblo dominicano.
Su amor a esos extranjeros se ha
convertido en un auténtico odio a nuestra existencia, amenazada como nunca antes en toda nuestra historia.
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