Dos bombas de
tiempo
Por
Manuel Núñez Asencio
La circunstancia haitiana
En los últimos veinte años, la
Comunidad Internacional ha respaldado los procesos electorales con apoyo económico,
con asistencia técnica, escudada en la tesis de que bastaba con la llegada de
la democracia para que la prosperidad económica y los problemas gigantescos de
la nación haitiana comenzaran a desaparecer.
En este período, el
poder internacional ha secundado un cúmulo de errores.
1.
Primer
error: creer que el problema haitiano radica en un déficit de democracia.
La idea de que la ausencia de democracia era el principal problema de Haití
llevó a la Unión Europea, a Canadá
y Estados Unidos ha gastar cientos de millones de dólares para organizar
elecciones y presentar el espectáculo de la democracia como la llegada de una
nueva sociedad. Ninguna de esas ilusiones fantásticas pudieron concretarse en realidades apreciables.
2.
El segundo error:
fue creer que los grandes problemas de
ese país podían ser resueltos por un mesías. Un líder populista, que se apoye en el resentimiento, en la
pobreza, para devolverle a la población el sentimiento de la esperanza y de
redención. Un liderazgo basado en el empleo de palabras mágicas. Todas esas
alucinaciones se desvanecieron en las dos presidencias fallidas
de Jean Bertrand Aristide. Durante años, la
comunidad internacional ha esperado inútilmente el advenimiento de un milagro
en unos líderes sin carácter, sin
proyecto, sin credibilidad, sin
visión, sin honestidad, sin disciplina, fantasiosos, endiosados por la función, sin ningún compromiso con su
pueblo, y, en algunos casos, opacos y sin carisma.
Jean Bertrand Aristide |
3. Tercer error: fue creer que las ONG y los organismos supra nacionales podían cumplir con
todas las funciones de un Estado. El asistencialismo ha
arruinado a los productores de arroz del valle del Artibonito; ha destruido el
comercio; ha generado un paternalismo paralizante y ha bloqueado
la participación de la sociedad haitiana en la solución de sus problemas.
4.
Cuarto
error: durante mucho tiempo las agencias internacionales hicieron rodar la
idea de que el problema haitiano
radicaba en la falta de diagnóstico. Se han gastado millones de dólares
convocando a los mayores expertos del planeta Paul Collier, Jeffrey Sachs,
Muhamed Yunus y otras lumbreras del pensamiento económico, geopolítico han
hecho
sus aportaciones al examen de la circunstancia de Haití. Se han producido
montañas de informes. Hemos oído todas las paparruchas de intelectuales inútiles,
cantamañanas disfrazados de consultores, y como decía el gran Martí, la realidad ha vencido al libro
importado. Para resolver los problemas de Haití no hay que buscar de modelo a la democracia sueca o
noruega. Se organizan cumbres y seminarios interminables, y las personas
terminan subyugadas por esos vendedores de ilusiones.
Muhamed Yunus |
5.
Quinto
error: consiste en creer que el despegue de Haití puede resolverse con montañas de préstamos
del Banco Mundial y con gran impulso de un Gobierno Internacional
La ocasión pareció llegar paradójicamente
con el terremoto del 2010. En
aquel punto y hora se crearon dos Gobiernos. Uno, formal presidido por Michel
Martelly y otro dotado de toda la fuerza económica para reconstrucción al
mando
de Bill Clinton. Ambos Gobiernos han fracasado estrepitosamente.
Bill Clinton y Michel Martelly |
Mientras tanto, el Estado haitiano no tiene control del territorio. No tiene
servicios sociales. No tiene capacidad para cobrar impuestos y fomentar la
riqueza del país. No tiene el monopolio de la violencia y de la fuerza. Su
población se halla dispersa, sin
documentos de identidad, sin escuelas ni hospitales ni empleos. No hay
instituciones que puedan constituirse en árbitro de la sociedad. En algún
momento, la Comunidad
Internacional que apadrina la MINUSTAH
tomará la decisión de abandonar el país. ¿Podrán los haitianos ocuparse
de la seguridad de su país si desaparece el polo de autoridad, que ha mantenido
las apariencias de un Estado? ¿Cuándo? ¿cómo? ¿Con cuáles recursos? Todas esas
terribles circunstancias nos ponen delante de una bomba de tiempo. ¿Cuándo
estallará? ¿Qué hará el Gobierno ante esos desafíos que amenazan todos los
progresos que el país ha logrado?
2. La circunstancia dominicana
Los
Estados Unidos que son la primera potencia del mundo consideran que tener 12
millones de ilegales en su territorio constituye una situación totalmente
calamitosa y una amenaza a su existencia y a su identidad como nación. Se trata
de una proporción de 3% de los trescientos millones de habitantes que tienen la
nación estadounidense. Para
hacerle frente a ese desafío, se construyó un muro de más 1.123 kilómetro de
longitud que representa un tercio de su frontera con México. Se han tomado medidas extraordinarias para
contrarrestar la inmigración ilegal.
En el
caso dominicano, la mudanza de una enorme población extranjera haitiana a
nuestro territorio que rebasa los dos millones de
personas, y que nos pone
delante del mayor desafío migratorio del continente, más de 20% de la población.
Las consecuencias de este desplazamiento son la desnacionalización del trabajo,
de la cultura y la colonización del territorio por parte de una población que,
con el apoyo de la comunidad internacional, se propone fracturar a la nación
dominicana.
Se trata
de un modelo insostenible. Para afrontar la falta de empleos, el Gobierno se ha
visto obligado a agigantar la nómina de todas las instituciones del Estado que ha pasado de 245.000
personas en 2004 cálculos que ya eran graves, a proporciones que rebasan las 700.000 personas; se han
desplegado grandes planes de ayuda social, subsidios de los campesinos sin
trabajo, de los trabajadores sin empleos. Todas esas cargas sociales recaen
sobre la clase media, y para mantener ese sistema perverso que priva a los
dominicanos de los mecanismos de supervivencia hay que tomar dinero prestado
para financiar el presupuesto, para evitar un desbordamiento social.
Ni la
capacidad de endeudamiento ni el asistencialismo que pueda llevar a cabo el
Gobierno son ilimitados, ¿Qué ocurrirá
cuando ambas realidades encuentren su frontera natural?
¿Permaneceremos
impasibles ante el desplome de nuestra sociedad?
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