Haití,
las razones de un Estado fallido
Salvador Martí PuigProfesor de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca
Las imágenes que llegan de Haití son estremecedoras. No es ninguna novedad, pero últimamente -sobre todo desde el terremoto de enero de este año- todo el mundo ha podido ver la situación trágica en que se encuentra Haití. Ante este paisaje humano, hay que preguntar qué pasa en aquel país. ¿Cómo es posible que el impacto de un terremoto haya tenido unas consecuencias tan trágicas?
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Información publicada en lapágina 32 de la sección deOpinión de la edición impresa del día 29 de noviembre de 2010VER ARCHIVO (.PDF)
Desde República Dominicana, donde hace poco he estado para evaluar unos proyectos de lucha contra la pobreza, hay quien dice que lo que está ocurriendo en el Estado vecino es un castigo de Dios como consecuencia de que la mayoría de haitianos profesan el vudú. Evidentemente, la mayor parte de la gente no cree en esta teoría, pero sí que mucha se pregunta: ¿qué pasa a Haití?
A esta pregunta hay que responder con dos respuestas. La primera se relaciona con la vulnerabilidad de la población y la segunda con las razones por las cuales se ha llegado a esta situación. La primera pregunta es más sencilla de responder: el problema de Haití no es que sufra los rigores climatológicos propios de las islas caribeñas, si no que la pobreza de su población hace que cada huracán, terremoto o lluvia tropical suponga una hecatombe. Hay que señalar que estamos hablando de un país que tiene una población con una esperanza de vida de 51 años, que el 78% de la gente vive con menos de dos dólares diarios, y que solo el 52% tiene agua potable y el 32%, drenaje. Con este panorama social, la vulnerabilidad de la gente es extrema y, por eso, mientras que un terremoto de siete grados de la escala de Richter en California supone una docena de muertos, en Haití mueren (tal como sucedió el año pasado) 200.000 personas.
La segunda respuesta es algo más complicada. De entrada, hay que mencionar tres elementos: el legado del colonialismo francés, el impacto de las intervenciones norteamericanas que ocuparon y administraron el país desde 1914 hasta 1934, y el peso de una feroz y depredadora dictadura que empezó en 1957 y reinó hasta 1986. Esta dictadura, comandada por François Duvalier (conocido como Papa Doc) supuso un éxodo de la gente más capaz y un empobrecimiento del resto.
No hay duda que la dictadura fue uno de los capítulos más tristes, crueles y corruptos de la historia del país. Aunque quizá no se tiene que atribuir todo lo que se vive hoy en Haití a lo que pasó hace dos siglos o al legado de una dictadura.
Cómo ya se sabe, a principios de los 90, el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide ganó unas elecciones con un movimiento popular llamado Lavalas. La población tenía depositadas muchas esperanzas en este nuevo líder, pero en 1991 un militar (Raoul Cédras) interrumpió la experiencia democrática. Con Cédras, el país volvió a sufrir un régimen dictatorial. Poco después, en 1994, la Administración norteamericana volvió a invadir el país, pero esta vez para reponer en el poder al antiguo presidente electo.
El problema es que, desde entonces, Aristide y su succesor, René Préval (desde 1996), han podido hacer muy poco para llevar a cabo las políticas que creían necesarias, puesto que junto con la democratización de las instituciones también se liberalizó completamente la economía y se privatizaron las pocas empresas estatales que quedaban, a la vez que se desmanteló la poca infraestructura todavía en manos del Estado.
Hay que señalar que Haití sufrió una trágica combinación: la de la democratización institucional, la liberalización económica y el desmantelamiento del Estado. Esta combinación ha supuesto el empobrecimiento de los campesinos, la caída de la producción, la ruina de la poca industria y servicios del país y, además, la incapacidad de los gobiernos de poder hacer efectivas las políticas sociales, educativas y de seguridad más elementales. Fue en este contexto en el que, el 12 de enero, Puerto Príncipe sufrió un apocalíptico terremoto.
Lo peor de lO ocurrido es que a raíz de las políticas mencionadas ha sido imposible atender a las personas afectadas por el seísmo. Mucho del dinero y de las donaciones que llegaron a Haití hace 10 meses todavía no se han podido gastar. Hoy el país está administrado por una constelación de organizaciones internacionales que no tienen la capacidad de atender de forma coherente ni ordenada a los damnificados. Y el Estado tampoco puede hacerlo. En este contexto, ayer se celebraron elecciones para escoger un presidente, 99 diputados y 11 senadores. Muchas voces exclamaron que quizá se tenían que aplazar las elecciones, pero la OEA, la ONU y EEUU dijeron que era necesario escoger una autoridad democrática para poder avanzar en la reconstrucción. Quizá tienen razón, pero existe el peligro de pensar que las elecciones y la designación de nuevos representantes supone la creación del Estado. No se tiene que confundir un presidente con un Estado, y lo que necesita Haití es esto último, es ser un estado.
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Haití, un estado fallido en el Caribe
Haití, un país castigado por las dictaduras, las tiranías y la
Infolatam
Puerto Príncipe, 14 de enero de 2010
Puerto Príncipe, 14 de enero de 2010
Las claves
- Temor a que la crisis humanitaria provoque una oleada migratoria hacia la República Dominicana
- Haití está considerado como un estado fallido y uno de los más corruptos del mundo.
- Haití es el país más pobre de América latina con el 60% de la población ganando menos de un dólar diario.
Haití era en el siglo XVIII la colonia más próspera del imperio francés gracias al cultivo del azúcar y a la esclavitud. Fue el primer país de América latina en independizarse, en 1804, al hilo de la lucha contra la esclavitud y en el marco de la Revolución francesa. Así se convirtió en la primera república negra del mundo.
Todavía en el siglo XIX Haití soñó con seguir siendo próspera. De hecho, en 1822 invadió la parte oriental de la isla y se anexionó lo que hoy es la República Dominicana. Incluso algunos de sus caudillos soñaron con ser nuevos napoleones y se proclamaron emperadores. Haití entró en decandencia en la segunda mitad del XIX en medio de las luchas entre caudillos y el predominio de los mulatos sobre los negros.
La tiranía de los Duvalier
El siglo XX estuvo marcado por la tiranía familiar de los Duvalier que pusieron fin a un largo periodo de inestabilidad (ocupación estadounidense incluida).Francois Duvalier, "Papa Doc", gobernó el país por medio del terror desde 1957 hasta su muerte, en 1971.
Luego su hijo Jean Claude Duvalier, de sólo 19 años ("Baby Doc), le sucedió y continuó gobernando de forma autocrática. En 1986, un levantamiento popular derrocó a Duvalier, que partió a refugiarse en el sur de Francia, donde aún reside, disfrutando de las riquezas acumuladas.
Los años de Aristide
Las dictaduras militares se sucedieron en los 80 y los 90 hasta que Jean-Bertrand Aristide, un sacerdote católico muy popular, ganó las elecciones en 1990. Pero en septiembre de 1991, fue derrocado por un golpe militar y tuvo que refugiarse en Estados Unidos.
La Organización de los Estados Americanos y la Organización de las Naciones Unidas decretaron sanciones contra el nuevo régimen militar del general Raoul Cédras. El bloqueo económico a partir de 1993 y la presión de los Estados Unidos provocaron la caída de la junta militar.
Aristide
Aristide fue reestablecido en sus funciones en octubre de 1994 y en 1995, René Préval ganó los nuevos comicios. Los gobiernos de Aristide, quien volvió a la presidencia en 2001, se caracterizaron por el estilo populista del presidente y el recurso a la violencia para atemorizar a sus oponentes.
Esta situación desembocó en una sublevación popular que condujo a Aristide al exilio en 2004. El Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1542, en que se estableció la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, MINUSTAH, formada fundamentalmente por contingentes latinoamericanos y liderada por Brasil.
Bajo su presencia fue elegido presidente René Preval en 2005 y sus cerca de 6.700 militares procedentes de 17 países participaron en el socorro a las víctimas de los huracanes que afectaron a Haití en 2004 y 2008.
Haití, Estado fallido
La revista Foreign Affairs considera que Haití es el país número 12 entre los 60 estados fallidos del mundo. Haití es el país más pobre de América y tiene una renta per cápita de apenas 1.300 dólares el año, en el puesto 203 entre los 229 países del mundo.
Transparencia Internacional sitúa a Haití como el país más corrupto del mundo.La debilidad del estado en Haití provoca que el narcotráfico haya encontrado un terreno abonado para desarrollarse. Además, las fuerzas del orden apenas controlan la violencia de las pandillas, en especial la de los seguidores de Aristide, "los chimerés". La violencia y la inseguridad apenas son contenidas por la MINUSTAH, que en teoría debe marcharse del país en 2011.
El índice de desarrollo humano lo ubica en el lugar 149 entre los 183 estados considerados. Otros datos hablan claro: el 60 por ciento de los casi nueve millones de habitantes sufren desempleo, y sólo el 3,4 por ciento tiene esperanzas de superar los 64 años de vida.
Gran parte de la población vive con menos de dos dólares al día, en tanto la tasa de alfabetización no supera el 45 por ciento. Otros datos económicos señalan un alto déficit con el exterior y una balanza comercial constantemente en pasivo pese a las exportaciones de café, azúcar, mango y bananas, productos típicos de Haití.
Un estado tan débil e incapaz de moderrnizar la infraestructuras es un blanco perfecto para padecer desastres naturales. Desde hace 167 años ha sufrido el huracán 'Gordon' en 1994, el huracán 'Georges', en 1996, que dejó más de 168.000 damnificados. 1.330 muertos y 1.056 desaparecidos por las inundaciones causadas por la tormenta tropical "Jeanne".
El huracán 'Dennis' dejó 45 muertos en 2005 y en 2007 la tormenta tropical 'Noel' provocó 64 muertos. En 2008, la tormenta tropical 'Fay', el huracán 'Gustav', la tormenta tropical 'Hanna' y el huracán 'Ike' causaron la muerte de 793 personas y la desaparición de 310.
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