DANILO Y EL SAPO
Tal vez han oído la historia que dice que si se
pone un sapo en una olla con agua al fuego, el sapo nadará tranquilamente
dentro de la olla mientras el agua se calienta lentamente. El aumento de
temperatura del agua no alarma al sapo, que lentamente se acostumbra a nadar en
aguas con temperaturas cada vez más altas. Hasta que llega un momento en que el
sapo queda flotando panza arriba en el agua, muerto. Murió sin darse
cuenta de que estaba siendo cocinado. Yo no he podido dejar de pensar en
esa historia desde que fue publicado el último reglamento relativo a la
naturalización de extranjeros. Y es que primero fue el plan de regularización,
que paró las deportaciones fomentando el ingreso de nuevos extranjeros por la
frontera; segundo fue la ley que acreditaba la nacionalidad a un grupo que ya
se encontraba inscrito (cosa con la que no estoy en desacuerdo) y que remitía a
los no inscritos al régimen de naturalización ordinaria; y tercero el
reglamento de aplicación recién promulgado, que termina otorgando la
nacionalidad dominicana de una forma anormalmente fácil. Así, de norma en
norma, fue el presidente subiendo la temperatura contraviniendo paso a paso la
sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional y cocinando la nacionalidad dominicana.
Por esa forma malignamente genial de hacerlo, poco a poco, los ciudadanos no se
han dado cuenta de que la sentencia histórica fue asesinada por la presidencia
y que ya casi la vemos flotando panza arriba en el agua del despiste de los
dominicanos.
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