Cosas Veredes, Sancho
Por L. Portorreal
Lo bueno de vivir en
“democracia” es que todo el mundo tiene “derechos”, pero pocos tienen
“deberes”.
Pero ni unos ni otros
(derechos y deberes) viven, conviven y perviven casi a la perfección, como
sucede en sociedades más “avanzadas” que la nuestra.
Lamentable, pero
cierto.
Ahora y aquí, con
motivo de la Sentencia 168 del Tribunal Constitucional, son muchos los que la
respaldan y unos pocos los que la objetan. Pero…
Esos muchos
(autoridades, comunicadores, especialistas, congresistas, sacerdotes, ministros
evangélicos, protestantes y ciudadanos de a pie) no tienen ni siguen un
“programa” que apoye con efectividad el inmenso deseo de los dominicanos por
resolver “el problema haitiano” y la porosidad de nuestra frontera.
Los pocos, sin
embargo, sí tienen claro un calendario de actividades para defender a esa
cantidad de haitianos nacidos en Haití, de hijos de esos nacidos aquí y de
otros que ingresaron más recientemente a nuestro país, huyendo de la miseria y
las calamidades provocadas por el terremoto del dos mil diez.
Esos “pocos” tienen el
apoyo, además, de organizaciones de la llamada “sociedad civil”, de
instituciones internacionales y hasta de gobiernos muy poderosos. Y ellos no
pueden negar esta aseveración común porque es mucho el dinero que se gastan en
su “programa de reinvidicación” de los derechos humanos y legales de esos
pobres ciudadanos carentes de pan, educación, ropa y amor.
La mayoría de los
dominicanos sabe todo lo que pasa en Puerto Rico, en Miami, en Nueva York, en
Boston, en Venezuela, Panamá, Italia o España, pero sabe muy poco de lo que es
Haití y de cómo se vive allí. No hay casi informaciones procedentes de allí,
como por ejemplo que nacen y nacen niños que no son declarados en ninguna parte,
no hay casi Oficialías.
Lo del estado
calamitoso de Haití se sabe porque Francia, Estados Unidos y Canadá, para
mencionar solo tres, han sido países beneficiados del suelo y el subsuelo, amén
de otras “explotaciones” que se consideran “normales”.
Apartando que Haití
gobernara a RD durante 22 años (1822-1844) de muy mala manera, los dos pequeños
países se distancian por tener
idiomas, religiones, costumbres y modales
culturales muy diferentes. Y esto lo saben esos “pocos” que hablan mentiras
cuando refieren que los haitianos ilegales residentes aquí desde antes de 1929
gustan de nuestras cosas.
Un haitiano o un
nacido aquí de haitiano ilegal “no vive nuestro merengue”, no “se zapatea y
mueve las caderas” cuando escucha un tema de Johnny Ventura o de Milly Quezada,
no conoce, baila ni goza con “La Sonora Matancera”, Barbarito Diez, Celina y
Reutilio, Alfredo Sadel, Marco Antonio Muñiz, Roberto Yanés, Fernando Casado, Rafael
Solano y Niní Cáffaro entonando “Por amor”.
Ningún haitiano nacido
aquí o en Haití se goza los triunfos del “Licey”, del “Escogido”, de las
“Aguilas Cibaeñas”, ni se goza y baila la salsa de Rubén Blades, de Vaqueró, o
de “El Buenón”, ni las bachatas de Anthony Santos, Frank
Reyes, Joe Veras y otros muchos.
Por eso extraña que
esos “pocos” quieran que RD se abra por completo a los haitianos y permita que
más de los dos millones que ya residen aquí entren a nuestro territorio.
Y eso, que esos
“pocos” viven diciendo que RD y sus más recientes administraciones no han hecho
nada por el país y su gente, lo que trae como consecuencia la interrogante de
cómo hemos podido entonces recibir, atender, mantener y hospedar a tantos
vecinos en condiciones irregulares e ilegales.
Pero voy más lejos. ¿Ha
escuchado usted a un haitiano (nacido allá o aquí) entonar nuestro Himno, o
saber, hablar y resaltar a Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Manolo, Minerva,
Hostos, los Henríquez Ureña?. Nada de eso.
La Sentencia 168 del
TC está ahí y debe ser mantenida por encima de cualquier “Decreto”, de cualquier “bajadero” o de cualquier
“intromisión” extranjera que solo pretenda “beneficiar” a un conglomerado,
perjudicando a un país sabroso, amoroso, respetuoso, democrático, solidario y
viril como es República Dominicana.
Y no hablo ya de mi ignorancia en cuanto a
ver como esos “pocos” que hablan y actúan por los “muchos”, se juntan con
yanquis y franceses, con españoles y canadienses, con “fósiles izquierdistas” y
“políticos aberrantes” para “enjuiciar” a nuestro país, por el hecho de querer
regularizar a los extranjeros ilegales residentes aquí, de ordenar nuestra
frontera y de exigir a cuantos vengan o residan aquí un mínimo de preparación,
de salubridad y amor por quienes le facilitan un suelo y un trabajo (mal que
bien pagado) para una subsistencia que no tienen ni encuentran en su lugar
natal.
Yo quiero que haya
mejor vida en Haití, que eche palante, que se desarrolle, que sus hijos tengan
“papeles legales” al nacer, pero todo sin que se afecte a nuestra querida
República Dominicana.
Si el gobierno que
encabeza don Danilo Medina Sánchez anula la Sentencia, la desconoce por
“decretos” o le busca un “bajadero” cualquiera para “quedar bien” con esos
“pocos” y con esos órganos, países y organismos extranjeros, pienso que algo
grande va a pasar en Quisqueya, pues se quedaría sin el apoyo de los “pocos” y
sin el apoyo de los “muchos”.
Y pienso en que hasta los
“yanquis” regresarían como resucitarían también los Caamaño, los Fernández
Domínguez, los Herasme Peña, los Caba y los Collado, los Hernando Ramírez y los
Hombres Ranas, todos verdaderos anti-imperialistas.
Y este país, en
constante progreso pese a sus corruptos e hijos perversos, no se merece otro
nuevo atropello.
10-12-13
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