La Hora Cuadrada
Por
Cayo Claudio Espinal
[1] Este texto forma parte de La Hora
Cuadrada, un libro de carácter experimental, escrito hace unos años, cuando
todavía no aparecía la sentencia No.168-2013, emitida por el Tribunal
Constitucional de la República Dominicana, como un riesgoso ejercicio que
mezcla, paradójicamente, la historia y la profecía. Dejo a los intelectuales
amigos que lo leyeron, hace algún tiempo, la oportunidad de ser testigos de
excepción de la fuerza que lo ha ido convirtiendo de manera progresiva en
realidad. Debido a que a veces los hechos se nos imponen de manera absoluta, me
veo en la obligación de publicarlo sin los textos que lo acompañan,
posibilitando que La Hora Cuadrada marque
un tiempo que se adelanta al de la ficción, para precisar sus sentidos
contextuales.
[2]Es necesario que escribamos de manera
explícita el contexto real en el que vivimos, provistos, incluso, de la mirada
que da la ciencia, al mismo tiempo que acogemos los imaginarios para fundar
nuestra literatura y nuestro arte, así jamás se podrá interpretar que nuestra
creación se construye divorciada de la historia. El contexto precisa los
sentidos de la textualidad y puede potenciar los registros que operan en la
página, incluso de manera creativa y activa, invirtiendo el uso pasivo y
secundario que se le ha reservado de manera tradicional; para alcanzar esta
función debemos otorgarle un papel principal y determinante en nuestra obra, de
la cual no puede ser excluido el metalenguaje, pues, tal como dice Jacques Derrida,
“El metalenguaje tendrá siempre que operar bajo el auxilio, bajo la
subordinación del contexto.”(…)“Esto
no supone que la marca valga fuera de contexto, sino al contrario, que no hay
más que contextos sin ningún centro de anclaje absoluto”: el parergon, el
marco, es el adentro y es el afuera, el parergon está en todos lados, y allí la
fuerza del contexto es avasallante. El metalenguaje tendrá siempre que operar
bajo el auxilio, bajo la subordinación del contexto.” (Jacques Derrida, Marges de la
Philosophie, Pág.362) Los fuertes hilos del contexto se amarran a los
hechos, corresponde al lector interpretarlos y situar su alcance ontológico. Es
quizás por esto que Heidegger definió la facticidad como el “carácter del ser
de “nuestro” existir “propio”(Martin
Heidegger, Ontología, Hermenéutica de
la Facticidad, Pág.25), estableciendo un evidente énfasis tautológico entre
facticidad y ontología. La historia llama a voces a los hechos, para poder ser.
Es lo que hemos realizado aquí, al llamar los hechos para que constituyan
nuestra historia, iluminándolo con la fuerza del contexto, en cuyo fondo
nuestra nación reclama el derecho a defender su soberanía, y lo que hemos
escrito aquí sólo se refiere a los hechos que en el momento actual actúan para
negarla, a causa de nuestro profundo amor por la nación dominicana, sobre todo
cuando parece que sólo los ciudadanos de los imperios tienen el derecho de amar
a su nación, sólo ellos tienen el derecho a ser nacionalistas, pues los
imperios no apuestan únicamente a su tierra natal, sino también a un
nacionalismo global que indefectiblemente encabezan, pues el mundo les
pertenece. Las naciones débiles, incapaces de oponerse a esa fuerza
totalitaria, son dominadas y recolonizadas por unos pocos países que se han puesto
previamente de acuerdo entre sí, para apoderarse de sus territorios, y de sus
vidas, dividiéndose geopolíticamente el mundo, como si los poderosos de la
tierra se hubiesen puesto de acuerdo para democratizar el imperialismo, pues en
esa lógica todo es puesto al servicio del poder global ejercido por los Estados
fuertes, haciéndonos saber que todo lo que es ajeno a los imperios está sujeto
a un permanente proceso de apropiación y anulación, como parte de la
instauración del nuevo orden mundial. Heidegger
analogiza facticidad y hermenéutica, pues la hermenéutica es siempre una
cuestión de hecho. Es sobre todo con cuestiones de hecho, que los países
débiles son derrotados, debiendo cuanto antes interpretar que han desaparecido,
o que desaparecerán, o que deben cuanto antes aceptar su inexistencia inminente
(esas vías de hecho son producidas de manera mediática, académica, económica,
militar, cultural, sicológica, filosófica, educativa, religiosa, etc., hasta
lograr la demolición del edificio del pensamiento que sustenta el ser de cada territorio
en vía de colonización). Los marcos legales son posteriores aquí a las
cuestiones de hecho, los cuales, como no deben ser dejados al azar de manera
permanente, una vez que no son ya contrarios al poder hegemónico, son
institucionalizados, enmarcados por la fuerza coercitiva de las nueva leyes,
reglamentos y decretos que actualizan su inmenso poder. Los Estados débiles
sólo deben entender que son irreversiblemente ajenos, que no se pertenecen, y
que, en consecuencia, deben abandonarse al poder que los subyuga, ya que es
imposible vencer la inmensa fuerza militar, económica, financiera y mediática,
ejercida a escala mundial en su contra, para construir el nuevo orden mundial. Es
necesario decir, además, que los hechos sociales están siempre cargados de
teoría, y que el contexto nos permite conocer, de manera precisa, el alcance
que poseen como categoría histórica; y que, asimismo, el presente texto ha sido
escrito por el autor a partir de la interpretación libre de los hechos
históricos, así como por los datos suministrados por el pueblo dominicano.
esquema
general de la conspiración internacional a la que nos referimos es el
siguiente: primer
paso: usar la migración como factor principal para alcanzar la
neocolonización de la República Dominicana, en cuyo proceso Haití será un raro
instrumento político, pues la
misma fuerza que le infundió su función
utilitaria, capaz de disolver el Estado nacional dominicano, simultáneamente
también colonizará y disolverá al Estado nacional haitiano, como parte de las
tareas de los poderes imperiales que actúan sobre ambos territorios. A causa de
esa permanente e indiscriminada migración hacia el este de la isla de Santo Domingo,
estimulada, financiada y mantenida de manera planificada, la frontera que
divide a ambos Estados resulta cada día más anacrónica e imaginaria, como si
los hitos que la demarcan ya no representaran los límites de sus propias
soberanías, pues para los imperios sólo existe la frontera global, inusitado
internacionalismo cuya ideología sirve para crear, y ampliar, la extensión
teórica de su territorio,[1]sobre
el cual establecen su hegemonía cultural, económica, mediática, educativa,
religiosa, y militar, una extraordinaria maquinaria que les permite apropiarse,
paso a paso, de las naciones.[2]
Haití ya ha sido reducido a sus símbolos
Los niños haitianos deambulan por doquier |
[1] Para los imperios el territorio
teórico es igual al real, los imperios no teorizan en vano.
[2]Mientras los imperios estimulan y pagan
la migración de los habitantes del oeste hacia el este, Estados Unidos crea un
muro con México, mantiene ocupada militarmente una parte de Cuba, e impone
severas restricciones jurídicas contra la migración. Europa también mantiene
una política migratoria restrictiva. No existe en América Latina, ni en ninguna
otra parte del planeta, país alguno que permita, como el nuestro, que una
fuerza migratoria extranjera desproporcionada penetre y se establezca ilegalmente
en su territorio, en franca competencia laboral, educativa y de salud con los
ciudadanos de origen, hasta tal punto que constituye una carga económica que
medra de manera considerable su insuficiente presupuesto nacional, al tiempo
que se instaura como amenaza política de la existencia misma del Estado
nacional. En verdad, el caso de la República
Dominicana es marcadamente especial, ya que la independencia nacional
dominicana fue alcanzada de manera sangrienta frente a Haití, y sus nacionales
no sienten ningún amor por el pueblo dominicano, entonces, nos preguntamos,
cómo es posible que deba la República Dominicana ceder de manera alegre, e
indiscriminada, la nacionalidad, o la residencia en nuestro territorio, a
cientos de miles de personas que únicamente aman a su país de origen?, sobre
todo cuando, en lugar de solicitar la residencia, en una de las modalidades
establecidas por la ley dominicana, lo que se pide a nuestro país es la cesión
de la nacionalidad, sin pasar antes por ningún otro trámite, la cual, en el
caso del ciudadano haitiano, siempre será la segunda nacionalidad, pues el artículo
No.11 de la Constitución haitiana dispone que todo haitiano, por el solo hecho
de nacer, adquiere automáticamente la nacionalidad haitiana, lo cual impide que
pueda ser considerado apátrida, como de manera mentirosa se ha querido hacer
creer al pueblo dominicano, con propósitos ulteriores ocultos. Es evidente que
ese hecho produce suspicacia y parece pertenecer a un esquema mayor, que podrá
servir de plataforma política futura desde la cual hacer desaparecer al Estado
dominicano, como tratamos de explicar aquí. Esto no debe parecer utópico. El
diseño y creación de países a nivel planetario, a causa de la dirección de la
fuerza político-militar, asombra. México perdió su antiguo norte, Colombia
perdió a Panamá, los puertorriqueños perdieron a Puerto Rico; en África ha
surgido un infiernillo de países bajo la pulsión de fuerzas contrapuestas;
Irak, al parecer, deberá ceder una parte de sus derechos nacionales para que
los kurdos puedan tener un país, pues ya ocupan una parte importante y rica de
su territorio; la existencia de Palestina e Israel ha estado sujeta a las
variaciones de los intereses internacionales. La antigua Unión Soviética, a
partir del cambio de ideología, a pesar de sus bombas atómicas, fue sometida a
una reingeniería negociada, con la presencia de actores de muy diversa
naturaleza y alcance, que dio por resultado la división de su territorio y la
creación de múltiples Estados nacionales, lo cual desmembró, nada menos, que al
fuerte imperio soviético. La Guayana francesa es un limbo lastimoso de la
colonización latinoamericana, al igual que las antiguas colonias de Europa en
África y en América Latina, que siguen, de una manera o de otra, bajo el poder
colonial. Yugoeslavia y Checoeslovaquia fueron obligados a sangre y fuego a la
fragmentación territorial, de la cual surgieron varios Estados, debido al
diseño impuesto por los intereses internacionales. Es mentira que los países
que conforman la América Latina son independientes, lo que ha variado es el
método de dominación imperial. La excepción, en proceso, son Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Uruguay. Cuba es el único país de
América Latina que tiene soberanía incontestable.
elementales,
a su bandera, a su himno, a su historia olvidada y mediatizada, desde la cual
apenas balbucea, a causa de lo cual cada día es más ajeno, como un títere que
no puede zafarse de los hilos que lo mueven hacia el espectáculo de su propia
inconsistencia; ocupado por fuerzas militares extranjeras es hoy un espejo en
el que nuestro país debe mirarse, para construir la dimensión propia de su
alerta. Esos poderes entienden que también la República Dominicana olvidará su
vocación de eternidad, la capacidad de rebeldía y de resistencia enseñada por
sus héroes, de generación en generación, y que se colocará de espalda a su historia
y la despreciará y la escupirá, y que, como parte de la
renegación de su
historia preferirá regalar o vender su soberanía, y que la alta traición a la
patria será la última palabra del pueblo dominicano, que, maniatado por su
propia debilidad, estará obligado a “dar” su mayor patrimonio, la nacionalidad,
la fuente misma del origen del Estado, la cual, una vez colocada bajo la fuerza
del control imperial, será la aguja siniestra que marcará la dirección de
nuestro destino histórico, jugado con la ficha que lo deja abolido. La
migración indiscriminada hacia la República Dominicana procura colocar a los
Estados que comparten la isla de Santo Domingo en confusión mutua, lo que
posibilitará que el territorio dominicano sea percibido, en la medida en que se
desborda la migración, como tierra de nadie, convirtiéndolo en el punto de
partida de su recíproca y simultánea negación nacional.[1]
Esta estrategia, sin embargo, no se debe al altruismo internacional, pues la
trágica pobreza de Haití, ni la nuestra, jamás ha movido a compasión a los
imperios, ya que, históricamente, la avariciosa fuerza ciega sólo los conduce
al saqueo de nuestras riquezas, a malear nuestras instituciones, hasta controlarlas
o liquidarlas; y cuando nuestra nación, de manera orgullosa, se ha puesto de
pie, para oponerse heroicamente a lo que la ultraja, una poderosa invasión
militar nos obliga a retroceder hacia nuestro originario lugar de postración.
Tomando en cuenta esa precedencia histórica es necesario afirmar lo siguiente:
la actual realidad migratoria, a pesar de que avasalla la voluntad de
independencia ganada por ambos pueblos, es tolerada de manera obediente, lo que, de hecho, le imprime un
carácter cuasi oficial, que parece contar con la indiferencia o la complicidad
de la casi totalidad de los partidos políticos
[1] Una gran cantidad de haitianos, de
todas las edades y géneros, cruza ilegalmente cada día la frontera de la
República Dominicana, quienes, apenas asentados en nuestro territorio, reclaman
la nacionalidad dominicana; pero esa reclamación no es realizada por los
propios haitianos, sino por organismos internacionales, agencias extranjeras y
oficinas no gubernamentales, cuyos cuantiosos costes operacionales son pagados
por los poderes internacionales involucrados en el plan que haría desaparecer a
los dos estados, en franca injerencia en los asuntos internos de la República
Dominicana, aunque el principio de no injerencia en los asuntos internos de los
Estados sea uno de los fundamentos sobre el que descansa el orden
internacional. Esas entidades alegan que los haitianos nacidos en el territorio
dominicano poseen nuestra nacionalidad, por el hecho de haber nacido en suelo
dominicano, lo cual es falso, pues la Constitución, las leyes, los reglamentos,
así como la propia jurisprudencia dominicana, establecen lo contrario desde
1929, por lo que no existe tampoco retroactividad en la aplicación de la
Constitución dominicana, como se alega,
sino más bien un hilo conductor que continuamente se reconfirma a través
del paso del tiempo. Por eso, tomando en cuenta la trascendencia del tema, la
Constitución dominicana debe ser modificada a la mayor brevedad posible,
instituyendo el jus sanguinis como condición imprescindible para adquirir la
nacionalidad dominicana, ya que es la llave maestra legal que impedirá el
actual proceso de neocolonización diseñado para la isla.
de la
isla,[1]
así como de los poderes fácticos que actúan en la misma, sumisos a las directrices
trazadas por las fuerzas internacionales. A esos políticos no les parece
importar que desaparezcan los dos Estados nacionales construidos por sus héroes
fundadores, ni que resulten borrados de la historia, a causa de la fuerte
traición política dominante.[2]
Por su parte, la izquierda dominicana no incluye este problema en su agenda
pública, y más bien lo soterra y lo evade, o, dada la ambigüedad o la
indiferencia asumida resulta cómplice por omisión,[3]
lo cual contribuye a la desorientación de las fuerzas políticas progresistas,
sin que la izquierda comprenda que tiene la responsabilidad de asumir de
manera decidida la resistencia política que mantenga, a cualquier precio,
nuestra soberanía, que es la misma de América Latina, porque, de lo contrario,
si no hay nación, no habrá país sobre el cual realizar la revolución, y,
además, porque la inacción política de la
izquierda, frente a esta realidad, la ilegitima y la disuelve a su vez de
manera absoluta, por no asumir la defensa de su propia nación cuando más lo
necesita, como sucede en los apesarados momentos históricos que vivimos,
agredida por el conjunto de las fuerzas imperiales que actúan al unísono, de
manera feroz, para que desaparezcan simultáneamente los Estados que comparten
la isla, desarraigándolos del origen propio de su nacionalidad, arrojándolos
del punto a partir del cual fueron creados. Este será, indudablemente, un funesto
precedente para toda América Latina, pues se trata de introducir en nuestro
continente un nuevo modelo de colonización para el siglo XXI. La antigua Unión
soviética, China, Vietnam y Corea del Norte, a pesar de tener fronteras
comunes, y de compartir, en un momento determinado, una misma ideología
política, no plantearon nunca la fusión de sus Estados, aun cuando acataron el internacionalismo proletario como un
concepto políticamente válido; Cuba, que privilegia contra viento y marea el
marxismo como la ideología pertinente para gobernar su destino, coloca a José
Martí como la fuente fundamental del origen de su independencia política,
defiende su nación, y al mismo tiempo mantiene la fuerza del internacionalismo proletario, sin que
medie traición alguna a la patria; y los países que forman la Comunidad
Económica Europea, unidas por un mismo sistema económico, y por políticas
comunes, bajo una moneda propia, cuyo poder atraviesa válidamente todos sus
territorios, como si fuera la imagen misma de la equivalencia entre la fuerza y
el dinero que motoriza la globalización, despliegan, de territorio en
territorio, un internacionalismo
capitalista, que, partiendo de su propio ámbito regional, tiene un peso
económico-político planetario, que jamás plantea borrar, sin embargo, sus
fronteras, y que, al mismo tiempo, jamás permite que desaparezcan las
soberanías de los países que lo originaron. Desde nuestra patria, con
equivocada arrogancia, la interpretación es, desgraciadamente, distinta,
y los
efectos de la misma contribuyen, o forman parte, del proceso de traición
política asumido por grupos mercenarios que trabajan bajo subordinación
extranjera, incluso en el interior de la falsa
izquierda. Frente a esos precedentes históricos, la masiva y planificada migración
ilegal de los habitantes del oeste hacia el este de la isla de Santo Domingo
plantea, a corto, mediano y largo plazo, de hecho, la revocación de la independencia
haitiana lograda en 1804, así como la revocación de la independencia
dominicana, y el regreso al estado de cosas anteriores al 27 de Febrero de
1844, no porque Haití nos pretenda incorporar, necesariamente, a su estado,
sino porque el propósito principal impulsado por los imperios, al pretender
unificar o fundir el Estado haitiano con el Estado dominicano, suprime la
identidad nacional de cada Estado, para así construir una tercera identidad, a
consecuencia de lo cual ha de lograr el control económico, político, social y
militar sobre la totalidad de la isla, sin que importen en lo más mínimo las
diferencias culturales e históricas existentes entre ambos pueblos, en cuyo
contexto la migración es una mampara que oculta los fines verdaderos de la
interesada, laboriosa, persistente e impiadosa política imperial.[4]
En el interregno, mientras progresa de manera acelerada y creciente la puesta
en escena de ese macabro teatro de transformación negativa, la escena
que vemos
tiene un alto costo para la República Dominicana, pues transforma la naturaleza
desde la cual debe fructificar su soberanía: provoca la pérdida de la
independencia laboral, trastorna el sistema de salud, violenta el sistema
educativo, encadena el sistema político, construye paso a paso la pérdida de la
soberanía económica, así como el orden jurídico y social, agrede la identidad
cultural, y vuelve incapaz al Estado dominicano de manejar de manera independiente
su propio territorio, a causa de lo cual son visibles sus profundas y
preocupantes contradicciones, las cuales preparan, de manera progresiva, un
calculado teatro de guerra entre los dos países, que, necesariamente será cosechado
y aprovechado por las fuerzas imperiales que operan en los dos territorios, sin
importar la anacrónica, calculada, parcializada y siempre retrasada acción de
la OEA y de la ONU, así como de los mecanismos multilaterales que controlan
hegemónicamente, de manera consuetudinaria, a los países
Juan Pablo Duarte |
Ruben Silié Valdez |
[1] Los poderes fácticos de la República
Dominicana y de Haití, su clase empresarial, las iglesias, el aparato
mediático, las ONGs, las universidades, y los intelectuales pagados que los
conforman, constituyen un extraordinario punto de apoyo de las políticas
neocolonizadoras, diseñadas para alcanzar la fusión política de los dos Estados
que comparten la isla de Santo Domingo.
Lo peor que le puede pasar a un país es tener empresarios que les
importe más el capital que la patria; se les olvida que frente a cualquier
parámetro, la patria siempre está más alta; y que la ceguera causada por el
dinero, al igual que a los líderes del “bando traidor”, a veces los colocan en
los paredones. Por eso es necesario aplicar el artículo 76, y siguientes, del
Código Penal dominicano contra quienes cometen crímenes y delitos contra la
seguridad exterior e interior del Estado, el cual dispone lo siguiente: “Toda
persona que, desde el territorio de la República, se ponga o trate de ponerse
de acuerdo con Estados extranjeros o con sus agentes, o con cualesquiera
institución o simples personas extranjeras, para tratar de que se emprenda
alguna guerra contra la República o contra el Gobierno que la represente, o que
se le hostilice de alguna forma, o que, contra las disposiciones del Gobierno,
se intervenga de cualquier modo en la vida del Estado o en la de cualquiera
institución del mismo, o que se preste ayuda para dichos fines, será castigada
con la pena de treinta años de trabajos públicos. La sanción susodicha
alcanza a todo dominicano que desarrolle las actuaciones mencionadas aunque
ello se realice desde territorio extranjero.”
[2]En el caso de Haití los partidos
políticos son entelequias, al igual que sus demás instituciones. Haití tiene
una herencia política monárquica y dictatorial, su tradición democrática es
casi inexistente. En contraposición, en la realidad dominicana,
paradójicamente, el partido o bando prohaitiano o dominico-haitiano, también
llamado por el pueblo dominicano, “el bando traidor”, ha sido reactivado de
hecho en la actividad política dominicana, es un componente de hecho que afecta
de manera inusitada nuestra vida institucional, ya que es una fuerza política
irregular, que opera de manera ilegal, y que, al igual que las guerrillas, está
en todos los partidos, y forma parte de los poderes fácticos que actúan en
nuestro territorio, algo nunca antes visto en la historia dominicana; pero la
gran diferencia consiste en que esa guerrilla la dirige y la financia el
imperialismo, y esa es, precisamente, la causa de su trascendencia, y de su
peso político.
[4]El Estado haitiano ya ha sido
liquidado, como parte del primer paso del plan general que está siendo
ejecutado en la isla, y su territorio se encuentra hoy ocupado por fuerzas
militares extranjeras, por lo que la propaganda lo considera un Estado fallido.
Los Estados Unidos invadió a Haití para secuestrar a su Presidente, Jean
Bertrand Aristide, con el propósito de sacarlo de la lógica política haitiana,
llevándoselo a África del Sur. Ahora ha permitido su regreso. También se ha
permitido el regreso del dictador Jean Claude Duvalier. El actual proceso
democrático haitiano es una farsa, cuyo Presidente electo es un títere, que
baila diestramente la política imperial de dominación.
débiles,
lo cual coloca en grave peligro la existencia misma del Estado dominicano y del
Estado haitiano, en razón de que el posible estallido bélico no ha de ocurrir
en cualquier lugar, sino en la frontera imperial, y de que ese escenario de
guerra estaría siendo preparado como parte del proceso mismo de neocolonización,
hasta el punto de que, abandonando las antiguas rivalidades que separaba a un
imperio de otro, al tratar de desplazarse mutuamente para reconquistar primero
el control económico y político de los territorios colonizados a partir del
descubrimiento de América, han unido sus fuerzas para avasallar la capacidad de
autodeterminación política de los países que comparten el territorio de la isla
de Santo Domingo, creando, como hemos dicho, un nuevo modelo de colonización
para el siglo XXI en América Latina. Segundo paso: el creciente endeudamiento del país
provoca la pérdida de su capacidad para autodeterminar sus políticas públicas,
las cuales son manejadas mediante recetas diseñadas en los centros del poder
mundial, para así mantener y potenciar sus intereses económicos, geopolíticos y
militares, produciendo un círculo vicioso entre pérdida de riqueza y pérdida de
la independencia nacional, círculo del que nunca escapa, ya que el usurero
crédito internacional es otorgado a países con debilidad económica a cambio de
su propia sumisión generalizada, lo cual permite institucionalizar la
depredación del Estado sometido, y garantizar la hegemonía de los poderosos
países que la posibilitan e imponen. Tercer paso: reclutar a políticos, intelectuales,[1]
militares,[2]
empresarios,[3]
líderes sociales[4]
y religiosos, artistas,[5]
académicos, periodistas,[6]
e importantes organizaciones civiles no gubernamentales, para que impulsen el proceso neocolonizador,
haciendo primar la política del nuevo orden mundial sobre la política nacional,
la cual, en la medida en que el Estado nacional resulte desconstruido o
desindependizado, convierte a los traidores a la patria en los interlocutores y
los garantes de la formalización de los tratados y de las leyes de
[1]Puede hacerse, fácilmente, una lista de
los intelectuales prohaitianos que apoyan el surgimiento del partido
dominico-haitiano, o bando parricida,
cuyos miembros son considerados como traidores a la patria, si se examina el
rastro dejado en los medios de comunicación en las últimas décadas; existen
algunos indicadores para identificarlos, sólo es necesario examinar si ayudan a
deformar o sabotear la identidad nacional, si facilitan la cesión del
patrimonio nacional, si ayudan a ceder graciosamente la nacionalidad
dominicana, si lesionan su soberanía, sin son asalariados de organismos o
potencias extranjeras, y si colaboran, en sentido general, o específico, con la
política trazada por los poderes imperiales, en detrimento o perjuicio de su
propio país, desde el ámbito mediático, jurídico, educativo, militar, eclesiástico,
económico, cultural, etc. El crimen de Alta Traición a la Patria debe ser
instituido, y castigado con penas de treinta años de trabajos públicos, además
de otras penas complementarias.
[2]En múltiples ocasiones ha sido
propuesto al Estado dominicano la disolución, o reducción significativa, de su
aparato militar, o el desarme de la población civil, a pesar de que el Estado
haya otorgado un permiso para el porte y tenencia de arma, bajo el argumento de
que el tamaño del aparato militar dominicano es económicamente innecesario para
el Estado, o que, en un país con gran inseguridad ciudadana, como el nuestro,
las armas adquiridas por los ciudadanos para la defensa propia sobran, cuando
en realidad la causa fundamental de esta propuesta es privar al Estado
dominicano de la defensa de su territorio, y dejar al ciudadano abandonado a su
propia suerte, agravando el estado general de inseguridad nacional. Haití ya
fue “convencido”, y por eso su orden público es manejado por fuerzas
extranjeras.
[3] La mayoría de los grandes empresarios
dominicanos, tienen una vinculación con las fuerzas productivas
internacionales, una parte importante obedece, sumisamente, las direcciones
extranjeras.
[4] Los sindicatos han sido suprimidos
casi totalmente, la mayoría de los líderes de aquellos que quedan apenas
representan con pureza a los trabajadores.
[5] Este conjunto de actores, y de
factores, conforman un original modelo de neocolonización en el siglo XXI.
[6]Una parte importante de la Iglesia
Católica, liderada por la Compañía de Jesús, así como de intelectuales
dedicados a la educación, está vinculada al proceso de disolución del Estado
dominicano, de manera manifiesta o encubierta, actuando como verdaderos
facilitadores.
subordinación
política y económica, y en los gerentes locales del proyecto neocolonizador.
Esos actores sociales son los soportes que contribuyen a debilitar, modificar,
desprestigiar, tergiversar, o borrar la memoria histórica, disminuyendo o
debilitando el papel central de la cultura, como soporte de la identidad
nacional, trastornando nuestra economía, hasta hacerla risible y vergonzosamente
dependiente, haciendo igualmente penetrar nuestra cultura en el gran teatro de
títeres de la humillación política, cuyos multiplicados personajes asimilan
precozmente la sumisión comprada, listos para apoderarse de la soberanía
nacional. Las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs),[1]
el hogar manifiesto de los traidores a la patria, provistas de cuantiosos
recursos económicos provenientes de distintas fuentes internacionales,
haciéndose pasar por altruistas estructuras institucionales, creadas para fortalecer
y desarrollar nuestra realidad económica, cultural, educativa y política,
dentro de la supuesta apertura global de la humanidad, en realidad son las
encargadas de generar y consolidar el proceso de neocolonización, para, desde
ellas, con ayuda del aparato intelectual y mediático puesto a su servicio,
asegurar la conducción política del Estado dominicano, de manera gradual, hasta
alcanzar su desaparición y su dominio absoluto. Cuarto paso: Una vez que la
disolución, de hecho, del Estado dominicano haya logrado cierto nivel de consolidación
progresivo, se procederá a cambiar los marcos legales: la constitución, las
leyes, los reglamentos, los decretos y la jurisprudencia,[2]
para legalizar y legitimar el proceso
Gustavo Montalvo |
[1] Esas ONGs representan las fuerzas
imperiales que actúan en nuestro territorio, sus miembros hacen de voceros
oficiales de la política de neocolonización, son el brazo ejecutor directo de
los poderosos Estados que las financian, para interferir abiertamente en los
asuntos internos dominicanos sin ninguna dificultad, y, a pesar de que la Ley
lo prohíbe, abusan de su poder, llegando incluso a sustituir al propio Estado
nacional en diversos aspectos de la vida institucional de la República
Dominicana. En la actualidad más de 300 Oficinas no Gubernamentales (ONGs)
trabajan en la República Dominicana, subvencionadas por instituciones y
gobiernos extranjeros, sumadas a las que trabajan para los mismos fines desde
el propio territorio haitiano, las cuales contribuyen, de una manera coordinada,
a la disolución del Estado dominicano, o a la creciente pérdida de su
soberanía; con su ayuda ha sido creada una red de microempresas que permite a
los haitianos obtener su subsistencia, y permanecer ilegalmente en el territorio
nacional, pues les facilitan de manera sistemática el soporte económico. Esas
microempresas están muy organizadas, encontrándose casi totalmente bajo su
control la venta de frutas, tarjetas de llamadas telefónicas, CDs y vídeos
pirateados, helados, dulces, ropa, calzado, además de que es importante su presencia en la
industria de la construcción, en la agricultura, en el arte, la artesanía, y la
industria turística. En razón de la funesta e ilegal actividad que desarrollan,
enmascaradas de altruismo, las ONGs deben ser prohibidas, ya que el pueblo
dominicano no puede regalar el Estado nacional a cambio de sus enmascaradas
dádivas. La República Dominicana debe aprobar una ley que transfiera la mitad
de los derechos de propiedad de la empresa en favor de los trabajadores
dominicanos que en ella laboren, cuando viole las disposiciones legales
relativas a los trabajadores ilegales extranjeros.
[2] La ley sobre migración no se aplica,
es letra muerta, y el reglamento para poner en ejecución la misma estuvo engavetado,
extrañamente, por ocho largos años en el Ministerio de Interior y Policía. Ese
período fue funesto, contribuyó de manera insólita a la agravación del peligro
que pesa sobre el Estado nacional. La no aplicación de la Ley sobre Migración, y
su Reglamento, a pesar de que alrededor de dos millones de haitianos reside de
manera ilegal en la República Dominicana, aun cuando las estadísticas digan lo
contrario, hizo cuasi inexistente la Dirección General de Migración por ese
largo período, a la vez que abrió totalmente la frontera con Haití, lo cual
contaminó todo el Estado dominicano, ya que contribuyó de manera sostenida e
inequívoca, a la creación, de hecho, de un Estado binacional en la isla de
Santo Domingo, una paradójica y peligrosa situación política que en muchos
aspectos se mantiene o no ha sido aún superada, lo cual hace posible la
balcanización del territorio nacional. El temor ahora es la mediatización de la
Ley de Migración y sus reglamentos, el miedo a que el Estado dominicano
relativice las ejecutorias que conducen a una pura restitución de nuestra
soberanía, o al ejercicio puro y simple de ella. En la actualidad, el poder
ejecutivo trata de cumplir con la sentencia No.168-13, dictada por el Tribunal
Constitucional, que ordena la regulación de extranjeros ilegales en la
República Dominicana, bajo la feroz oposición de todas las fuerzas involucradas
en el proyecto neocolonizador, tanto nacionales como internacionales, a pesar
de que la emisión de la citada sentencia es un ejercicio de la soberanía
nacional, y una expresión directa del poder legalmente constituido. En la
medida en que sea mediatizada o impedida la ejecución de la Constitución, ley,
sus reglamentos, y la jurisprudencia dominicanas, que son la expresión de los
poderes que constituyen el Estado nacional, la República Dominicana estará
aceptando su condición de colonia, ya que primará el orden internacional sobre
el nacional, y, en consecuencia, se habrá perdido la soberanía nacional y habrá
comenzado la disolución del Estado dominicano.
neocolonizador
en curso,[1]
creando, incluso, un Tribunal Constitucional que relativice, disminuya o impida,
en el momento oportuno, la aplicación de las leyes nacionales, o de la propia
Constitución, con ayuda de la presión de los poderes fácticos, bajo el
argumento de que los tratados internacionales, de los cuales es signatario la
República Dominicana, o los que puedan ser firmados en el futuro de manera
complaciente o impuesta, poseerían una fuerza jurídica superior a la emanada de
la propia Constitución nacional, lo cual la hará aparecer, como automática
letra muerta, y construirá de manera gradual la subordinación al orden
internacional que posibilitará que la República Dominicana sea legalmente una
colonia, lo cual dará un golpe de estado jurídico-constitucional en las bases
mismas del edificio fundamental del sistema, que legitimará el estado de cosas
procurado para la escena jurídicamente manipulada, la cual tendrá como
propósito político principal otorgar la nacionalidad dominicana a una parte
importante de los extranjeros que residen de manera ilegal en el territorio
dominicano, al producir una declaración de amnistía general,[2]
con el propósito de crear, en los subsiguientes 20 años, una minoría de
ascendencia extranjera provista de fuerza política, con derecho a votar en las
elecciones nacionales, que, aglutinada, financiada y conducida políticamente
por los imperios, con el apoyo de los poderes fácticos existentes, tenga
capacidad de determinar quién ganará las elecciones presidenciales,[3]
congresuales y municipales en la República Dominicana, determinando así el
poder político en el territorio nacional; en otras palabras, esa minoría
política de origen extranjero, organizada desde su origen por el poder
imperial, ciegamente sumisa a sus mandatos, determinará quién será el
Presidente de la República Dominicana,
y quiénes compondrán la Cámara de
Diputados y la Cámara de Senadores, y quién será el Síndico y las demás
autoridades nacionales y municipales, lo cual obligará a los dominicanos que
deseen alcanzar el poder político a tener que participar en íntimas y estrechas
“negociaciones” con los políticos
dominico-haitianos, pues de lo contrario no podrán conquistar la victoria
electoral en su propio país, lo cual constituirá la más insólita dependencia,
subordinación, humillación y traición de toda nuestra historia, a consecuencia
de lo cual los políticos dominicanos deberán ceder derechos políticos
permanentes a favor de Haití, a cambio de poder político coyuntural, lo cual
irá definiendo y determinando progresivamente, a corto, mediano y largo plazo,
el proceso de fusión de los dos Estados existentes en la isla; y provocará que,
luego de un breve tiempo, de tanto ceder, de manera constante, poder político
permanente, para
Danilo Medina Sánchez |
[1] Algunos,
irónicamente, han llegado a plantear que quienes procuran la preservación del
Estado nacional son conservadores, en contraposición a quienes trabajan desde
las fuerzas imperiales, que ahora, constituirían las fuerzas liberales, como si
se hubiesen desconstruido, milagrosamente, las categorías filosóficas que
fundan históricamente el concepto.
[2] Esta estrategia tiene un amplio camino
trazado en nuestra reciente historia; pero una fuerza contraria al signo de la
doblegación institucional ha surgido, operando desde la Junta Central Electoral
y el Tribunal Constitucional de la República Dominicana, estimulada y apoyada por
los héroes civiles que luchan, desde los diferentes frentes, para que no
perezca la existencia de la República Dominicana.
[3] Los imperios, que implantan, a todo
precio, su política de dominación, no tienen jamás la aspiración de que sea
respetado derecho alguno fuera de sus territorios, su aspiración sólo comienza
y concluye bajo la cerrada lógica de sus intereses de dominación.
alcanzar
el poder político coyuntural, el Estado dominicano, de hecho, sólo existirá de
manera nominal, hasta convertirse, incluso, en un verdadero estorbo, dada la
nueva realidad política creciente prohijada en el territorio de los dos
Estados, que ya han comenzado a convivir fusionados, de hecho, de manera
binacional,[1]
y porque, además, se impulsará la desaparición de casi todas las fronteras
legales y culturales, y de otra naturaleza, existentes entre los dos países,
dada la envergadura del poder internacional envuelto, sumada a la creciente y
alta incidencia de los políticos haitianos en la vida política dominicana, y
viceversa; a todo lo cual seguirá, de manera natural y simultánea, un proceso
de reeducación y reculturización general de los dominicanos y de los haitianos,
haciendo énfasis en el origen africano de ambos pueblos,[2]
aunque la presencia de las otras culturas que forman históricamente la sociedad
dominicana sea un excedente, un sobrante prescindible, tras lo cual,
aprovechando el uso y tráfico tolerado de las drogas, la corrupción
gubernamental, empresarial y militar consuetudinaria, y creciente, la
inseguridad física de los ciudadanos, a causa del alto índice de criminalidad
tolerada, al no combatir el consabido origen mismo del crimen, el escaso acceso
a la salud de calidad de los habitantes, el desempleo avasallante, la
disfuncionalidad de las instituciones, la escasa conciencia educativa y
política, la inexistencia práctica de sus fronteras, y el auge generalizado y
escandaloso de la pobreza, cuya atmósfera negativa envuelve de manera común a
toda la isla, creará el convencimiento en los nacionales de ambos países, de
que sus estados nacionales han fracasado, y que verdaderamente deben ser
considerados estados fallidos, tal como dice la propaganda interesada, y, en
consecuencia, dada la postración material, moral y legal, no habrá impedimentos
mayores para pasar a legitimar la colonización: legalizar el nuevo Estado de
hecho que ha venido construyéndose con ayuda internacional, y una vez liquidada
la ya vulnerable capacidad de defensa de ambos países, material y moral,
lograda con la complicidad y la coautoría de los actores apostados en cada una
de las trincheras creadas en las estructuras guerrilleras de la más genuina
[1]Nuestro sistema educativo incluyó a los
ilegales extranjeros en la escuela, incluso sin ningún documento, mientras a
los dominicanos la falta de documentos les impide todavía la inclusión en el
sistema educativo, lo que quiere decir que al niño haitiano se le ha dado una
condición privilegiada en relación con el niño dominicano, que debe hacer más
esfuerzo para acceder, en su propio país, al sistema educativo; igual le ha
sucedido a nuestro sistema de salud, en ambos, a pesar de que esos servicios públicos
son pagados por el Estado dominicano, la competencia impide a los ciudadanos pobres
nacionales acceder a los mismos; lo cual es considerado por el “bando traidor”
a la patria como un paso simbólico y pragmático de la fusión de los dos Estados.
[2] En Haití la raza negra fue fundamental
para su independencia, no así en la República Dominicana, que convocó a la
lucha a los miembros de su incipiente nación, sin importar la raza, luego de
siglos de mezclas raciales. Mientras Haití nació como un pueblo de raza negra,
el pueblo dominicano se consideró a sí mismo el producto de tres
razas-culturas. En Haití la raza siempre ha sido un componente ideológico
trascendental, en la República Dominicana nunca lo ha sido, pues es
fundamentalmente un pueblo mulato, producto de la mezcla europea, indígena y
africana; en consecuencia, dado que la familia dominicana es multiracial, es
imposible reclamar una pertenencia exclusiva, en una u otra dirección del color,
ya que el pueblo dominicano es triracial, con lo cual nuestra lógica es la de
la inclusión, y de ninguna manera la de la exclusión racial. Ese simple hecho
nos permite descartar, de manera práctica, el racismo en la República
Dominicana. Naturalmente, el pueblo dominicano tiene su historia, hecha de
diferencias, desde la cual construye su dignidad, frente a todos aquellos
países, que también la tienen, a partir de la cual, a su vez, construyen su
trascendencia, sujetos, como nosotros, a la especificidad, constructora de la
riqueza que siempre da la diversidad de las culturas. Pero lo importante aquí
es que dentro del alma dominicana hay un diálogo cultural permanente, no un
monólogo cultural o racial, tal como sucede en la cultura haitiana. Esa sola
razón debe impulsar a los dominicanos a manifestar su oposición contra todo
cuanto estimule la lucha racial, un objetivo de las fuerzas internacionales que
operan en nuestro territorio, con la finalidad de dividir por todos los medios
al pueblo dominicano, introduciéndonos así en la lógica cultural haitiana, en
cuya sociedad el color de la piel es una categoría o hecho político
trascendental, no así en la República Dominicana.
derecha,
portadoras, al más alto nivel, de presión social, económica y política,
permeadas e integradas al proyecto, de hecho o de derecho, con los medios de
comunicación comprados, o en manos de testaferros, o de socios económicos y
políticos comprometidos con el nuevo estado de cosas, o simplemente
complacientes, se habrá logrado el desmembramiento y la disolución jurídica de
los dos Estados, sin que explote, piensan los sediciosos, conspiradores y
conjurados, un solo cartucho, a consecuencia de lo cual se procederá a crear un
plebiscito, o un referéndum, que declare la disolución formal de ambos Estados,
lo cual no supondrá mayores dificultades, ya que cada país, maduro para esos
fines, se encontrará sumido en el caos y la confusión generalizada, y se habrá
producido una gran fuga de cerebros, y los líderes económicos disidentes, o que
no quieran involucrarse en dichos planes, verán en peligro sus capitales y
emigrarán, todo lo cual facilitará el nacimiento del Estado resultante de la
fusión del Estado haitiano con el Estado dominicano, sobre todo luego de que
previamente ha sido liquidado ya, de hecho, el Estado haitiano, y de que en el
futuro inmediato, los presidentes surgidos de la farsa electoral, controlada de
manera directa y cercana por el poder imperial, que sólo financia y elige a los
títeres obedientes a sus fines específicos, procederá a fortalecer las
instituciones emergentes del nuevo estado de cosas, para lo cual establecerá un
orden de progreso inminente, debidamente publicitado, bajo la tutela garantista
del imperio que haya aceptado el nuevo país como botín o responsabilidad
geopolítica, o bajo un hipócrita estatuto mixto ocultamente compartido,
previamente negociado; en el entendido de que en caso de que se produzcan hechos
contraproducentes de envergadura, que pongan en peligro la buena marcha del
proceso descrito anteriormente, y que aumente, de manera desproporcionada, el
alto costo económico y político de la neocolonización, entonces se creará un
enfrentamiento militar entre los dominicanos y los haitianos, internacionalizándose
así, por otra vía, el conflicto en toda la isla, a consecuencia de la
contradicción histórica creada de manera calculada entre los dos Estados que
comparten la isla, lo cual justificará una nueva y sangrienta invasión militar
a la República Dominicana, ya que la parte oeste de la isla se encuentra
ocupada militarmente; esa invasión se
hará bajo el amparo del derecho internacional, con el único objeto de recuperar el orden y la paz entre las partes
beligerantes, e impedir el derramamiento innecesario de sangre, así como la
pérdida de vidas y de propiedades, logrando, al final de la desigual
contienda, un acuerdo pacificatorio entre las partes enfrentadas, que mantenga
el estado de cosas ya creado, liquidando a los líderes opositores remanentes,
instaurando, de todas maneras, con el apoyo de la comunidad internacional
maleada, las Naciones Unidas, la OEA,[1]
y los organismos multilaterales de
[1] Debemos hacer
constar, todavía, un aspecto importante, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, una dependencia institucional de la OEA, continúa siendo un
instrumento de dominación de América Latina, también lo es la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Un indicador importante lo constituye el
hecho de que el ochenta por ciento del presupuesto de la OEA es pagado por dos
países, los Estados Unidos y Cánada. Llegamos también fácilmente a esa
conclusión si examinamos los hechos y actos realizados por ambas instancias de
la OEA en relación con la República Dominicana y otros países de América
Latina, ya que sus actuaciones, de manera general, son manifiestamente
injustas, y responden al esquema de colonización de que hemos hablado; en
consecuencia, el Estado dominicano debe retirarse de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al igual
que, llenos de honor y dignidad, lo han hecho otros países de América Latina.
La OEA debe ser reformada de manera integral, pues no responde a los intereses
de la mayoría de los países que la componen. El primer paso hacia la decisión
anterior debe hacerse aprovechando que el Congreso Nacional todavía no ratifica
nuestra inclusión en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dejando
constancia que esa decisión no puede ser interpretada jamás como una separación
o distanciamiento del ejercicio pleno de los derechos humanos en nuestro país.
Para tomar una decisión tan importante como la anterior debería bastar que la
OEA se prestó a legitimar la invasión militar extranjera realizada contra
nuestro país en el año 1965, así como el espíritu de injusticia internacional
que caracteriza las sentencias condenatorias arrojadas en nuestra contra, lo
cual llena de vergüenza a América Latina, y al mundo.
asistencia
económica y política, el estado binacional, denominado Federación Quisqueyana, bajo
la refundación de las instituciones que lo ampararán y lo consolidarán en toda
la isla, y una vez logrado los propósitos anteriormente expuestos, dar a cada
quien lo que le pertenece, bajo el puño del nuevo Padre de la Patria de los dos países,[1]
a quien se le rendirán honores bajo el toque del nuevo himno y el izamiento de
la nueva bandera,[2]
lo cual marcará el primer segundo de la hora cuadrada.[3]
[1]La República Dominicana debe castigar
penalmente a los traidores a la patria, pues el grupo de individuos que trabaja
asalariadamente, y de manera feroz, para destruir a su propio país, no puede poner
fin a su historia, ni vender su patrimonio colectivo, conquistado con la sangre
de sus héroes y de sus mártires. La persona que encabeza el grupo culpable de
alta traición a la patria desplazará fácilmente de su siniestro sitial al General Pedro
Santana, responsable de la Anexión de la República Dominicana a España, en
razón de que éste, irónicamente, antes de ser traidor, fue un héroe militar
forjador de la independencia nacional.
[2] Los empresarios leales a la patria, los sacerdotes y pastores, los
educadores, los periodistas, los trabajadores, los artistas, los militares, los
intelectuales leales a ella, los políticos, y, en sentido general, todo el pueblo
dominicano, debe cuanto antes apoyar la patria en este trance histórico, expresarlo
de manera manifiesta, con todo el instrumental material y espiritual disponible
en nuestras manos, pues nuestra patria se encuentra en grave peligro, y nosotros,
los hijos verdaderos de élla, sus eternos deudores, debemos defenderla. Este es
el momento de retribuir de manera generosa a la patria, pues es un infinito
honor tener la nacionalidad dominicana, ya que la espiritualidad dominicana, a
pesar de descansar en un pequeño territorio, también engrandece de manera
elocuente a la humanidad. Como un humilde paso hacia mi homenaje, transcribo
aquí un poema inédito:
ACTO
Imperios
sois el peso de la noche
sangran las islas con
vuestros fuegos fatuos
islas robadas que nunca
podrán ser transportadas
para ser quemadas en las
hogueras de vuestras casas
una memoria de nuestra
tragedia
gira en los cines para
entender
y los países hambreados
son la verdadera imagen de la
democracia
si sois tan fuertes
¿para qué esta tierra de pobres
desarmados
que apenas pueden conseguir
el pan?
El maestro eleva la bandera
como si fuera
La más alta escuela de
nuestra libertad
pero nosotros vivimos en la
casa amenazada
y la codicia ajena jamás nos
sirve para creer
llegáis a nuestra pequeña
fiesta armados
a comprar el débil con la
fuerza
hasta que bebemos, bailamos y
comemos
con desalmados testaferros
nuestros pobres son vuestros
fantasmas
saboteado está de antemano
nuestro sueño
y a causa de la fuerza
hasta nuestras propias cosas
nos resultan ajenas
mas oye patria
yo te defiendo
con el lirio que aprende a
ser espada
con el árbol que ha vuelto a
su memoria y con el caos que ahorra la forma de mi mano
yo voy contigo a poner el
azul.
[3] Cada actor
jugará su papel histórico según le corresponda, como ocurre en el teorema
minimax, de John von Neumann, que afirma que en una clase particular de juegos con
una estructura simple, siempre existe una estrategia mixta que permite a los
jugadores hacer simultáneamente su máxima pérdida, tan pequeña como sea
posible. John Nash “hizo un avance fundamental para los juegos con muchos jugadores. Definió el concepto, denominado equilibrio
de Nash, y probó que siempre existe. Un conjunto de jugadores está en
equilibrio de Nash si cada miembro del grupo está haciendo la decisión que es
mejor para él, conociendo las decisiones que los demás han hecho.” (Ian Steward, Las Matemáticas de la Vida, Pág.271).
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