jueves, 26 de diciembre de 2013

¡Defiende tu Patria!...


La Hora Cuadrada


Por Cayo Claudio Espinal


Con el propósito de que se comprenda[1] el alcance y las características de la conspiración internacional tramada para hacer desaparecer la existencia del Estado Dominicano, me permito contextualizar, de manera sintética, los hechos históricos que la configuran, los cuales, aunque percibidos por los ciudadanos de manera aleatoria, heterogénea y separada, forman, sin embargo, una unidad coherente, cuyo fines políticos específicos deben ser conocidos, enfrentados y derrotados, pues los dominicanos sólo tenemos un país, distinto a los imperios, que poseen tantos países como la fuerza de sus garras se lo permite.[2] El


[1] Este texto forma parte de La Hora Cuadrada, un libro de carácter experimental, escrito hace unos años, cuando todavía no aparecía la sentencia No.168-2013, emitida por el Tribunal Constitucional de la República Dominicana, como un riesgoso ejercicio que mezcla, paradójicamente, la historia y la profecía. Dejo a los intelectuales amigos que lo leyeron, hace algún tiempo, la oportunidad de ser testigos de excepción de la fuerza que lo ha ido convirtiendo de manera progresiva en realidad. Debido a que a veces los hechos se nos imponen de manera absoluta, me veo en la obligación de publicarlo sin los textos que lo acompañan, posibilitando que La Hora Cuadrada marque un tiempo que se adelanta al de la ficción, para precisar sus sentidos contextuales.
[2]Es necesario que escribamos de manera explícita el contexto real en el que vivimos, provistos, incluso, de la mirada que da la ciencia, al mismo tiempo que acogemos los imaginarios para fundar nuestra literatura y nuestro arte, así jamás se podrá interpretar que nuestra creación se construye divorciada de la historia. El contexto precisa los sentidos de la textualidad y puede potenciar los registros que operan en la página, incluso de manera creativa y activa, invirtiendo el uso pasivo y secundario que se le ha reservado de manera tradicional; para alcanzar esta función debemos otorgarle un papel principal y determinante en nuestra obra, de la cual no puede ser excluido el metalenguaje, pues, tal como dice Jacques Derrida, “El metalenguaje tendrá siempre que operar bajo el auxilio, bajo la subordinación del contexto.”(…)“Esto no supone que la marca valga fuera de contexto, sino al contrario, que no hay más que contextos sin ningún centro de anclaje absoluto”: el parergon, el marco, es el adentro y es el afuera, el parergon está en todos lados, y allí la fuerza del contexto es avasallante. El metalenguaje tendrá siempre que operar bajo el auxilio, bajo la subordinación del contexto.” (Jacques Derrida, Marges de la Philosophie, Pág.362) Los fuertes hilos del contexto se amarran a los hechos, corresponde al lector interpretarlos y situar su alcance ontológico. Es quizás por esto que Heidegger definió la facticidad como el “carácter del ser de “nuestro” existir “propio”(Martin Heidegger, Ontología, Hermenéutica de la Facticidad, Pág.25), estableciendo un evidente énfasis tautológico entre facticidad y ontología. La historia llama a voces a los hechos, para poder ser. Es lo que hemos realizado aquí, al llamar los hechos para que constituyan nuestra historia, iluminándolo con la fuerza del contexto, en cuyo fondo nuestra nación reclama el derecho a defender su soberanía, y lo que hemos escrito aquí sólo se refiere a los hechos que en el momento actual actúan para negarla, a causa de nuestro profundo amor por la nación dominicana, sobre todo cuando parece que sólo los ciudadanos de los imperios tienen el derecho de amar a su nación, sólo ellos tienen el derecho a ser nacionalistas, pues los imperios no apuestan únicamente a su tierra natal, sino también a un nacionalismo global que indefectiblemente encabezan, pues el mundo les pertenece. Las naciones débiles, incapaces de oponerse a esa fuerza totalitaria, son dominadas y recolonizadas por unos pocos países que se han puesto previamente de acuerdo entre sí, para apoderarse de sus territorios, y de sus vidas, dividiéndose geopolíticamente el mundo, como si los poderosos de la tierra se hubiesen puesto de acuerdo para democratizar el imperialismo, pues en esa lógica todo es puesto al servicio del poder global ejercido por los Estados fuertes, haciéndonos saber que todo lo que es ajeno a los imperios está sujeto a un permanente proceso de apropiación y anulación, como parte de la instauración del nuevo orden mundial. Heidegger analogiza facticidad y hermenéutica, pues la hermenéutica es siempre una cuestión de hecho. Es sobre todo con cuestiones de hecho, que los países débiles son derrotados, debiendo cuanto antes interpretar que han desaparecido, o que desaparecerán, o que deben cuanto antes aceptar su inexistencia inminente (esas vías de hecho son producidas de manera mediática, académica, económica, militar, cultural, sicológica, filosófica, educativa, religiosa, etc., hasta lograr la demolición del edificio del pensamiento que sustenta el ser de cada territorio en vía de colonización). Los marcos legales son posteriores aquí a las cuestiones de hecho, los cuales, como no deben ser dejados al azar de manera permanente, una vez que no son ya contrarios al poder hegemónico, son institucionalizados, enmarcados por la fuerza coercitiva de las nueva leyes, reglamentos y decretos que actualizan su inmenso poder. Los Estados débiles sólo deben entender que son irreversiblemente ajenos, que no se pertenecen, y que, en consecuencia, deben abandonarse al poder que los subyuga, ya que es imposible vencer la inmensa fuerza militar, económica, financiera y mediática, ejercida a escala mundial en su contra, para construir el nuevo orden mundial. Es necesario decir, además, que los hechos sociales están siempre cargados de teoría, y que el contexto nos permite conocer, de manera precisa, el alcance que poseen como categoría histórica; y que, asimismo, el presente texto ha sido escrito por el autor a partir de la interpretación libre de los hechos históricos, así como por los datos suministrados por el pueblo dominicano.

esquema general de la conspiración internacional a la que nos referimos es el siguiente: primer paso: usar la migración como factor principal para alcanzar la neocolonización de la República Dominicana, en cuyo proceso Haití será un raro instrumento político, pues la
Los niños haitianos deambulan por doquier
misma fuerza que le infundió su función utilitaria, capaz de disolver el Estado nacional dominicano, simultáneamente también colonizará y disolverá al Estado nacional haitiano, como parte de las tareas de los poderes imperiales que actúan sobre ambos territorios. A causa de esa permanente e indiscriminada migración hacia el este de la isla de Santo Domingo, estimulada, financiada y mantenida de manera planificada, la frontera que divide a ambos Estados resulta cada día más anacrónica e imaginaria, como si los hitos que la demarcan ya no representaran los límites de sus propias soberanías, pues para los imperios sólo existe la frontera global, inusitado internacionalismo cuya ideología sirve para crear, y ampliar, la extensión teórica de su territorio,[1]sobre el cual establecen su hegemonía cultural, económica, mediática, educativa, religiosa, y militar, una extraordinaria maquinaria que les permite apropiarse, paso a paso, de las naciones.[2] Haití ya ha sido reducido a sus símbolos


[1] Para los imperios el territorio teórico es igual al real, los imperios no teorizan en vano.
[2]Mientras los imperios estimulan y pagan la migración de los habitantes del oeste hacia el este, Estados Unidos crea un muro con México, mantiene ocupada militarmente una parte de Cuba, e impone severas restricciones jurídicas contra la migración. Europa también mantiene una política migratoria restrictiva. No existe en América Latina, ni en ninguna otra parte del planeta, país alguno que permita, como el nuestro, que una fuerza migratoria extranjera desproporcionada penetre y se establezca ilegalmente en su territorio, en franca competencia laboral, educativa y de salud con los ciudadanos de origen, hasta tal punto que constituye una carga económica que medra de manera considerable su insuficiente presupuesto nacional, al tiempo que se instaura como amenaza política de la existencia misma del Estado nacional. En verdad,  el caso de la República Dominicana es marcadamente especial, ya que la independencia nacional dominicana fue alcanzada de manera sangrienta frente a Haití, y sus nacionales no sienten ningún amor por el pueblo dominicano, entonces, nos preguntamos, cómo es posible que deba la República Dominicana ceder de manera alegre, e indiscriminada, la nacionalidad, o la residencia en nuestro territorio, a cientos de miles de personas que únicamente aman a su país de origen?, sobre todo cuando, en lugar de solicitar la residencia, en una de las modalidades establecidas por la ley dominicana, lo que se pide a nuestro país es la cesión de la nacionalidad, sin pasar antes por ningún otro trámite, la cual, en el caso del ciudadano haitiano, siempre será la segunda nacionalidad, pues el artículo No.11 de la Constitución haitiana dispone que todo haitiano, por el solo hecho de nacer, adquiere automáticamente la nacionalidad haitiana, lo cual impide que pueda ser considerado apátrida, como de manera mentirosa se ha querido hacer creer al pueblo dominicano, con propósitos ulteriores ocultos. Es evidente que ese hecho produce suspicacia y parece pertenecer a un esquema mayor, que podrá servir de plataforma política futura desde la cual hacer desaparecer al Estado dominicano, como tratamos de explicar aquí. Esto no debe parecer utópico. El diseño y creación de países a nivel planetario, a causa de la dirección de la fuerza político-militar, asombra. México perdió su antiguo norte, Colombia perdió a Panamá, los puertorriqueños perdieron a Puerto Rico; en África ha surgido un infiernillo de países bajo la pulsión de fuerzas contrapuestas; Irak, al parecer, deberá ceder una parte de sus derechos nacionales para que los kurdos puedan tener un país, pues ya ocupan una parte importante y rica de su territorio; la existencia de Palestina e Israel ha estado sujeta a las variaciones de los intereses internacionales. La antigua Unión Soviética, a partir del cambio de ideología, a pesar de sus bombas atómicas, fue sometida a una reingeniería negociada, con la presencia de actores de muy diversa naturaleza y alcance, que dio por resultado la división de su territorio y la creación de múltiples Estados nacionales, lo cual desmembró, nada menos, que al fuerte imperio soviético. La Guayana francesa es un limbo lastimoso de la colonización latinoamericana, al igual que las antiguas colonias de Europa en África y en América Latina, que siguen, de una manera o de otra, bajo el poder colonial. Yugoeslavia y Checoeslovaquia fueron obligados a sangre y fuego a la fragmentación territorial, de la cual surgieron varios Estados, debido al diseño impuesto por los intereses internacionales. Es mentira que los países que conforman la América Latina son independientes, lo que ha variado es el método de dominación imperial. La excepción, en proceso, son Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Uruguay. Cuba es el único país de América Latina que tiene soberanía incontestable.
  

elementales, a su bandera, a su himno, a su historia olvidada y mediatizada, desde la cual apenas balbucea, a causa de lo cual cada día es más ajeno, como un títere que no puede zafarse de los hilos que lo mueven hacia el espectáculo de su propia inconsistencia; ocupado por fuerzas militares extranjeras es hoy un espejo en el que nuestro país debe mirarse, para construir la dimensión propia de su alerta. Esos poderes entienden que también la República Dominicana olvidará su vocación de eternidad, la capacidad de rebeldía y de resistencia enseñada por sus héroes, de generación en generación, y que se colocará de espalda a su historia y la despreciará y la escupirá, y que, como parte de la
renegación de su historia preferirá regalar o vender su soberanía, y que la alta traición a la patria será la última palabra del pueblo dominicano, que, maniatado por su propia debilidad, estará obligado a “dar” su mayor patrimonio, la nacionalidad, la fuente misma del origen del Estado, la cual, una vez colocada bajo la fuerza del control imperial, será la aguja siniestra que marcará la dirección de nuestro destino histórico, jugado con la ficha que lo deja abolido. La migración indiscriminada hacia la República Dominicana procura colocar a los Estados que comparten la isla de Santo Domingo en confusión mutua, lo que posibilitará que el territorio dominicano sea percibido, en la medida en que se desborda la migración, como tierra de nadie, convirtiéndolo en el punto de partida de su recíproca y simultánea negación nacional.[1] Esta estrategia, sin embargo, no se debe al altruismo internacional, pues la trágica pobreza de Haití, ni la nuestra, jamás ha movido a compasión a los imperios, ya que, históricamente, la avariciosa fuerza ciega sólo los conduce al saqueo de nuestras riquezas, a malear nuestras instituciones, hasta controlarlas o liquidarlas; y cuando nuestra nación, de manera orgullosa, se ha puesto de pie, para oponerse heroicamente a lo que la ultraja, una poderosa invasión militar nos obliga a retroceder hacia nuestro originario lugar de postración. Tomando en cuenta esa precedencia histórica es necesario afirmar lo siguiente: la actual realidad migratoria, a pesar de que avasalla la voluntad de independencia ganada por ambos pueblos, es tolerada de manera  obediente, lo que, de hecho, le imprime un carácter cuasi oficial, que parece contar con la indiferencia o la complicidad de la casi totalidad de los partidos políticos


[1] Una gran cantidad de haitianos, de todas las edades y géneros, cruza ilegalmente cada día la frontera de la República Dominicana, quienes, apenas asentados en nuestro territorio, reclaman la nacionalidad dominicana; pero esa reclamación no es realizada por los propios haitianos, sino por organismos internacionales, agencias extranjeras y oficinas no gubernamentales, cuyos cuantiosos costes operacionales son pagados por los poderes internacionales involucrados en el plan que haría desaparecer a los dos estados, en franca injerencia en los asuntos internos de la República Dominicana, aunque el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados sea uno de los fundamentos sobre el que descansa el orden internacional. Esas entidades alegan que los haitianos nacidos en el territorio dominicano poseen nuestra nacionalidad, por el hecho de haber nacido en suelo dominicano, lo cual es falso, pues la Constitución, las leyes, los reglamentos, así como la propia jurisprudencia dominicana, establecen lo contrario desde 1929, por lo que no existe tampoco retroactividad en la aplicación de la Constitución dominicana, como se alega,  sino más bien un hilo conductor que continuamente se reconfirma a través del paso del tiempo. Por eso, tomando en cuenta la trascendencia del tema, la Constitución dominicana debe ser modificada a la mayor brevedad posible, instituyendo el jus sanguinis como condición imprescindible para adquirir la nacionalidad dominicana, ya que es la llave maestra legal que impedirá el actual proceso de neocolonización diseñado para la isla.
  

de la isla,[1] así como de los poderes fácticos que actúan en la misma, sumisos a las directrices trazadas por las fuerzas internacionales. A esos políticos no les parece importar que desaparezcan los dos Estados nacionales construidos por sus héroes fundadores, ni que resulten borrados de la historia, a causa de la fuerte traición política dominante.[2] Por su parte, la izquierda dominicana  no incluye este problema en su agenda pública, y más bien lo soterra y lo evade, o, dada la ambigüedad o la indiferencia asumida resulta cómplice por omisión,[3] lo cual contribuye a la desorientación de las fuerzas políticas progresistas, sin que la izquierda comprenda que tiene la responsabilidad de asumir de manera decidida la resistencia política que mantenga, a cualquier precio, nuestra soberanía, que es la misma de América Latina, porque, de lo contrario, si no hay nación, no habrá país sobre el cual realizar la revolución, y, además, porque la inacción política de la izquierda, frente a esta realidad, la ilegitima y la disuelve a su vez de manera absoluta, por no asumir la defensa de su propia nación cuando más lo necesita, como sucede en los apesarados momentos históricos que vivimos, agredida por el conjunto de las fuerzas imperiales que actúan al unísono, de manera feroz, para que desaparezcan simultáneamente los Estados que comparten la isla, desarraigándolos del origen propio de su nacionalidad, arrojándolos del punto a partir del cual fueron creados. Este será, indudablemente, un funesto precedente para toda América Latina, pues se trata de introducir en nuestro continente un nuevo modelo de colonización para el siglo XXI. La antigua Unión soviética, China, Vietnam y Corea del Norte, a pesar de tener fronteras comunes, y de compartir, en un momento determinado, una misma ideología política, no plantearon nunca la fusión de sus Estados, aun cuando acataron el internacionalismo proletario como un concepto políticamente válido; Cuba, que privilegia contra viento y marea el marxismo como la ideología pertinente para gobernar su destino, coloca a José Martí como la fuente fundamental del origen de su independencia política, defiende su nación, y al mismo tiempo mantiene la fuerza del internacionalismo proletario, sin que medie traición alguna a la patria; y los países que forman la Comunidad Económica Europea, unidas por un mismo sistema económico, y por políticas comunes, bajo una moneda propia, cuyo poder atraviesa válidamente todos sus territorios, como si fuera la imagen misma de la equivalencia entre la fuerza y el dinero que motoriza la globalización, despliegan, de territorio en territorio, un internacionalismo capitalista, que, partiendo de su propio ámbito regional, tiene un peso económico-político planetario, que jamás plantea borrar, sin embargo, sus fronteras, y que, al mismo tiempo, jamás permite que desaparezcan las soberanías de los países que lo originaron. Desde nuestra patria, con equivocada arrogancia, la interpretación es, desgraciadamente, distinta,
Juan Pablo Duarte
y los efectos de la misma contribuyen, o forman parte, del proceso de traición política asumido por grupos mercenarios que trabajan bajo subordinación extranjera, incluso en el interior de la falsa izquierda. Frente a esos precedentes históricos, la masiva y planificada migración ilegal de los habitantes del oeste hacia el este de la isla de Santo Domingo plantea, a corto, mediano y largo plazo, de hecho, la revocación de la independencia haitiana lograda en 1804, así como la revocación de la independencia dominicana, y el regreso al estado de cosas anteriores al 27 de Febrero de 1844, no porque Haití nos pretenda incorporar, necesariamente, a su estado, sino porque el propósito principal impulsado por los imperios, al pretender unificar o fundir el Estado haitiano con el Estado dominicano, suprime la identidad nacional de cada Estado, para así construir una tercera identidad, a consecuencia de lo cual ha de lograr el control económico, político, social y militar sobre la totalidad de la isla, sin que importen en lo más mínimo las diferencias culturales e históricas existentes entre ambos pueblos, en cuyo contexto la migración es una mampara que oculta los fines verdaderos de la interesada, laboriosa, persistente e impiadosa política imperial.[4] En el interregno, mientras progresa de manera acelerada y creciente la puesta en escena de ese macabro teatro de transformación negativa, la escena
Ruben Silié Valdez
que vemos tiene un alto costo para la República Dominicana, pues transforma la naturaleza desde la cual debe fructificar su soberanía: provoca la pérdida de la independencia laboral, trastorna el sistema de salud, violenta el sistema educativo, encadena el sistema político, construye paso a paso la pérdida de la soberanía económica, así como el orden jurídico y social, agrede la identidad cultural, y vuelve incapaz al Estado dominicano de manejar de manera independiente su propio territorio, a causa de lo cual son visibles sus profundas y preocupantes contradicciones, las cuales preparan, de manera progresiva, un calculado teatro de guerra entre los dos países, que, necesariamente será cosechado y aprovechado por las fuerzas imperiales que operan en los dos territorios, sin importar la anacrónica, calculada, parcializada y siempre retrasada acción de la OEA y de la ONU, así como de los mecanismos multilaterales que controlan hegemónicamente, de manera consuetudinaria, a los países


[1] Los poderes fácticos de la República Dominicana y de Haití, su clase empresarial, las iglesias, el aparato mediático, las ONGs, las universidades, y los intelectuales pagados que los conforman, constituyen un extraordinario punto de apoyo de las políticas neocolonizadoras, diseñadas para alcanzar la fusión política de los dos Estados que comparten la isla de Santo Domingo.  Lo peor que le puede pasar a un país es tener empresarios que les importe más el capital que la patria; se les olvida que frente a cualquier parámetro, la patria siempre está más alta; y que la ceguera causada por el dinero, al igual que a los líderes del “bando traidor”, a veces los colocan en los paredones. Por eso es necesario aplicar el artículo 76, y siguientes, del Código Penal dominicano contra quienes cometen crímenes y delitos contra la seguridad exterior e interior del Estado, el cual dispone lo siguiente: “Toda persona que, desde el territorio de la República, se ponga o trate de ponerse de acuerdo con Estados extranjeros o con sus agentes, o con cualesquiera institución o simples personas extranjeras, para tratar de que se emprenda alguna guerra contra la República o contra el Gobierno que la represente, o que se le hostilice de alguna forma, o que, contra las disposiciones del Gobierno, se intervenga de cualquier modo en la vida del Estado o en la de cualquiera institución del mismo, o que se preste ayuda para dichos fines, será castigada con la pena de treinta años de trabajos públicos. La sanción susodicha alcanza a todo dominicano que desarrolle las actuaciones mencionadas aunque ello se realice desde territorio extranjero.”
[2]En el caso de Haití los partidos políticos son entelequias, al igual que sus demás instituciones. Haití tiene una herencia política monárquica y dictatorial, su tradición democrática es casi inexistente. En contraposición, en la realidad dominicana, paradójicamente, el partido o bando prohaitiano o dominico-haitiano, también llamado por el pueblo dominicano, “el bando traidor”, ha sido reactivado de hecho en la actividad política dominicana, es un componente de hecho que afecta de manera inusitada nuestra vida institucional, ya que es una fuerza política irregular, que opera de manera ilegal, y que, al igual que las guerrillas, está en todos los partidos, y forma parte de los poderes fácticos que actúan en nuestro territorio, algo nunca antes visto en la historia dominicana; pero la gran diferencia consiste en que esa guerrilla la dirige y la financia el imperialismo, y esa es, precisamente, la causa de su trascendencia, y de su peso político.
[3] La excepción es el Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO).
[4]El Estado haitiano ya ha sido liquidado, como parte del primer paso del plan general que está siendo ejecutado en la isla, y su territorio se encuentra hoy ocupado por fuerzas militares extranjeras, por lo que la propaganda lo considera un Estado fallido. Los Estados Unidos invadió a Haití para secuestrar a su Presidente, Jean Bertrand Aristide, con el propósito de sacarlo de la lógica política haitiana, llevándoselo a África del Sur. Ahora ha permitido su regreso. También se ha permitido el regreso del dictador Jean Claude Duvalier. El actual proceso democrático haitiano es una farsa, cuyo Presidente electo es un títere, que baila diestramente la política imperial de dominación.
  

débiles, lo cual coloca en grave peligro la existencia misma del Estado dominicano y del Estado haitiano, en razón de que el posible estallido bélico no ha de ocurrir en cualquier lugar, sino en la frontera imperial, y de que ese escenario de guerra estaría siendo preparado como parte del proceso mismo de neocolonización, hasta el punto de que, abandonando las antiguas rivalidades que separaba a un imperio de otro, al tratar de desplazarse mutuamente para reconquistar primero el control económico y político de los territorios colonizados a partir del descubrimiento de América, han unido sus fuerzas para avasallar la capacidad de autodeterminación política de los países que comparten el territorio de la isla de Santo Domingo, creando, como hemos dicho, un nuevo modelo de colonización para el siglo XXI en América Latina. Segundo paso: el creciente endeudamiento del país provoca la pérdida de su capacidad para autodeterminar sus políticas públicas, las cuales son manejadas mediante recetas diseñadas en los centros del poder mundial, para así mantener y potenciar sus intereses económicos, geopolíticos y militares, produciendo un círculo vicioso entre pérdida de riqueza y pérdida de la independencia nacional, círculo del que nunca escapa, ya que el usurero crédito internacional es otorgado a países con debilidad económica a cambio de su propia sumisión generalizada, lo cual permite institucionalizar la depredación del Estado sometido, y garantizar la hegemonía de los poderosos países que la posibilitan e imponen. Tercer paso: reclutar a políticos, intelectuales,[1] militares,[2] empresarios,[3] líderes sociales[4] y religiosos, artistas,[5] académicos, periodistas,[6] e importantes organizaciones civiles no gubernamentales,  para que impulsen el proceso neocolonizador, haciendo primar la política del nuevo orden mundial sobre la política nacional, la cual, en la medida en que el Estado nacional resulte desconstruido o desindependizado, convierte a los traidores a la patria en los interlocutores y los garantes de la formalización de los tratados y de las leyes de


[1]Puede hacerse, fácilmente, una lista de los intelectuales prohaitianos que apoyan el surgimiento del partido dominico-haitiano, o bando parricida, cuyos miembros son considerados como traidores a la patria, si se examina el rastro dejado en los medios de comunicación en las últimas décadas; existen algunos indicadores para identificarlos, sólo es necesario examinar si ayudan a deformar o sabotear la identidad nacional, si facilitan la cesión del patrimonio nacional, si ayudan a ceder graciosamente la nacionalidad dominicana, si lesionan su soberanía, sin son asalariados de organismos o potencias extranjeras, y si colaboran, en sentido general, o específico, con la política trazada por los poderes imperiales, en detrimento o perjuicio de su propio país, desde el ámbito mediático, jurídico, educativo, militar, eclesiástico, económico, cultural, etc. El crimen de Alta Traición a la Patria debe ser instituido, y castigado con penas de treinta años de trabajos públicos, además de otras penas complementarias.
[2]En múltiples ocasiones ha sido propuesto al Estado dominicano la disolución, o reducción significativa, de su aparato militar, o el desarme de la población civil, a pesar de que el Estado haya otorgado un permiso para el porte y tenencia de arma, bajo el argumento de que el tamaño del aparato militar dominicano es económicamente innecesario para el Estado, o que, en un país con gran inseguridad ciudadana, como el nuestro, las armas adquiridas por los ciudadanos para la defensa propia sobran, cuando en realidad la causa fundamental de esta propuesta es privar al Estado dominicano de la defensa de su territorio, y dejar al ciudadano abandonado a su propia suerte, agravando el estado general de inseguridad nacional. Haití ya fue “convencido”, y por eso su orden público es manejado por fuerzas extranjeras.
[3] La mayoría de los grandes empresarios dominicanos, tienen una vinculación con las fuerzas productivas internacionales, una parte importante obedece, sumisamente, las direcciones extranjeras.
[4] Los sindicatos han sido suprimidos casi totalmente, la mayoría de los líderes de aquellos que quedan apenas representan con pureza a los trabajadores.
[5] Este conjunto de actores, y de factores, conforman un original modelo de neocolonización en el siglo XXI.
[6]Una parte importante de la Iglesia Católica, liderada por la Compañía de Jesús, así como de intelectuales dedicados a la educación, está vinculada al proceso de disolución del Estado dominicano, de manera manifiesta o encubierta, actuando como verdaderos facilitadores.
  

subordinación política y económica, y en los gerentes locales del proyecto neocolonizador.
Gustavo Montalvo
Esos actores sociales son los soportes que contribuyen a debilitar, modificar, desprestigiar, tergiversar, o borrar la memoria histórica, disminuyendo o debilitando el papel central de la cultura, como soporte de la identidad nacional, trastornando nuestra economía, hasta hacerla risible y vergonzosamente dependiente, haciendo igualmente penetrar nuestra cultura en el gran teatro de títeres de la humillación política, cuyos multiplicados personajes asimilan precozmente la sumisión comprada, listos para apoderarse de la soberanía nacional. Las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs),[1] el hogar manifiesto de los traidores a la patria, provistas de cuantiosos recursos económicos provenientes de distintas fuentes internacionales, haciéndose pasar por altruistas estructuras institucionales, creadas para fortalecer y desarrollar nuestra realidad económica, cultural, educativa y política, dentro de la supuesta apertura global de la humanidad, en realidad son las encargadas de generar y consolidar el proceso de neocolonización, para, desde ellas, con ayuda del aparato intelectual y mediático puesto a su servicio, asegurar la conducción política del Estado dominicano, de manera gradual, hasta alcanzar su desaparición y su dominio absoluto. Cuarto paso: Una vez que la disolución, de hecho, del Estado dominicano haya logrado cierto nivel de consolidación progresivo, se procederá a cambiar los marcos legales: la constitución, las leyes, los reglamentos, los decretos y la jurisprudencia,[2] para legalizar y legitimar el proceso


[1] Esas ONGs representan las fuerzas imperiales que actúan en nuestro territorio, sus miembros hacen de voceros oficiales de la política de neocolonización, son el brazo ejecutor directo de los poderosos Estados que las financian, para interferir abiertamente en los asuntos internos dominicanos sin ninguna dificultad, y, a pesar de que la Ley lo prohíbe, abusan de su poder, llegando incluso a sustituir al propio Estado nacional en diversos aspectos de la vida institucional de la República Dominicana. En la actualidad más de 300 Oficinas no Gubernamentales (ONGs) trabajan en la República Dominicana, subvencionadas por instituciones y gobiernos extranjeros, sumadas a las que trabajan para los mismos fines desde el propio territorio haitiano, las cuales contribuyen, de una manera coordinada, a la disolución del Estado dominicano, o a la creciente pérdida de su soberanía; con su ayuda ha sido creada una red de microempresas que permite a los haitianos obtener su subsistencia, y permanecer ilegalmente en el territorio nacional, pues les facilitan de manera sistemática el soporte económico. Esas microempresas están muy organizadas, encontrándose casi totalmente bajo su control la venta de frutas, tarjetas de llamadas telefónicas, CDs y vídeos pirateados, helados, dulces, ropa, calzado, además de que es importante su presencia en la industria de la construcción, en la agricultura, en el arte, la artesanía, y la industria turística. En razón de la funesta e ilegal actividad que desarrollan, enmascaradas de altruismo, las ONGs deben ser prohibidas, ya que el pueblo dominicano no puede regalar el Estado nacional a cambio de sus enmascaradas dádivas. La República Dominicana debe aprobar una ley que transfiera la mitad de los derechos de propiedad de la empresa en favor de los trabajadores dominicanos que en ella laboren, cuando viole las disposiciones legales relativas a los trabajadores ilegales extranjeros.
[2] La ley sobre migración no se aplica, es letra muerta, y el reglamento para poner en ejecución la misma estuvo engavetado, extrañamente, por ocho largos años en el Ministerio de Interior y Policía. Ese período fue funesto, contribuyó de manera insólita a la agravación del peligro que pesa sobre el Estado nacional. La no aplicación de la Ley sobre Migración, y su Reglamento, a pesar de que alrededor de dos millones de haitianos reside de manera ilegal en la República Dominicana, aun cuando las estadísticas digan lo contrario, hizo cuasi inexistente la Dirección General de Migración por ese largo período, a la vez que abrió totalmente la frontera con Haití, lo cual contaminó todo el Estado dominicano, ya que contribuyó de manera sostenida e inequívoca, a la creación, de hecho, de un Estado binacional en la isla de Santo Domingo, una paradójica y peligrosa situación política que en muchos aspectos se mantiene o no ha sido aún superada, lo cual hace posible la balcanización del territorio nacional. El temor ahora es la mediatización de la Ley de Migración y sus reglamentos, el miedo a que el Estado dominicano relativice las ejecutorias que conducen a una pura restitución de nuestra soberanía, o al ejercicio puro y simple de ella. En la actualidad, el poder ejecutivo trata de cumplir con la sentencia No.168-13, dictada por el Tribunal Constitucional, que ordena la regulación de extranjeros ilegales en la República Dominicana, bajo la feroz oposición de todas las fuerzas involucradas en el proyecto neocolonizador, tanto nacionales como internacionales, a pesar de que la emisión de la citada sentencia es un ejercicio de la soberanía nacional, y una expresión directa del poder legalmente constituido. En la medida en que sea mediatizada o impedida la ejecución de la Constitución, ley, sus reglamentos, y la jurisprudencia dominicanas, que son la expresión de los poderes que constituyen el Estado nacional, la República Dominicana estará aceptando su condición de colonia, ya que primará el orden internacional sobre el nacional, y, en consecuencia, se habrá perdido la soberanía nacional y habrá comenzado la disolución del Estado dominicano.   
  
neocolonizador en curso,[1] creando, incluso, un Tribunal Constitucional que relativice, disminuya o impida, en el momento oportuno, la aplicación de las leyes nacionales, o de la propia Constitución, con ayuda de la presión de los poderes fácticos, bajo el argumento de que los tratados internacionales, de los cuales es signatario la República Dominicana, o los que puedan ser firmados en el futuro de manera complaciente o impuesta, poseerían una fuerza jurídica superior a la emanada de la propia Constitución nacional, lo cual la hará aparecer, como automática letra muerta, y construirá de manera gradual la subordinación al orden internacional que posibilitará que la República Dominicana sea legalmente una colonia, lo cual dará un golpe de estado jurídico-constitucional en las bases mismas del edificio fundamental del sistema, que legitimará el estado de cosas procurado para la escena jurídicamente manipulada, la cual tendrá como propósito político principal otorgar la nacionalidad dominicana a una parte importante de los extranjeros que residen de manera ilegal en el territorio dominicano, al producir una declaración de amnistía general,[2] con el propósito de crear, en los subsiguientes 20 años, una minoría de ascendencia extranjera provista de fuerza política, con derecho a votar en las elecciones nacionales, que, aglutinada, financiada y conducida políticamente por los imperios, con el apoyo de los poderes fácticos existentes, tenga capacidad de determinar quién ganará las elecciones presidenciales,[3] congresuales y municipales en la República Dominicana, determinando así el poder político en el territorio nacional; en otras palabras, esa minoría política de origen extranjero, organizada desde su origen por el poder imperial, ciegamente sumisa a sus mandatos, determinará quién será el Presidente de la República Dominicana,
Danilo Medina Sánchez
y quiénes compondrán la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, y quién será el Síndico y las demás autoridades nacionales y municipales, lo cual obligará a los dominicanos que deseen alcanzar el poder político a tener que participar en íntimas y estrechas “negociaciones” con los políticos dominico-haitianos, pues de lo contrario no podrán conquistar la victoria electoral en su propio país, lo cual constituirá la más insólita dependencia, subordinación, humillación y traición de toda nuestra historia, a consecuencia de lo cual los políticos dominicanos deberán ceder derechos políticos permanentes a favor de Haití, a cambio de poder político coyuntural, lo cual irá definiendo y determinando progresivamente, a corto, mediano y largo plazo, el proceso de fusión de los dos Estados existentes en la isla; y provocará que, luego de un breve tiempo, de tanto ceder, de manera constante, poder político permanente, para


[1] Algunos, irónicamente, han llegado a plantear que quienes procuran la preservación del Estado nacional son conservadores, en contraposición a quienes trabajan desde las fuerzas imperiales, que ahora, constituirían las fuerzas liberales, como si se hubiesen desconstruido, milagrosamente, las categorías filosóficas que fundan históricamente el concepto.

[2] Esta estrategia tiene un amplio camino trazado en nuestra reciente historia; pero una fuerza contraria al signo de la doblegación institucional ha surgido, operando desde la Junta Central Electoral y el Tribunal Constitucional de la República Dominicana, estimulada y apoyada por los héroes civiles que luchan, desde los diferentes frentes, para que no perezca la existencia de la República Dominicana.
[3] Los imperios, que implantan, a todo precio, su política de dominación, no tienen jamás la aspiración de que sea respetado derecho alguno fuera de sus territorios, su aspiración sólo comienza y concluye bajo la cerrada lógica de sus intereses de dominación.
 
alcanzar el poder político coyuntural, el Estado dominicano, de hecho, sólo existirá de manera nominal, hasta convertirse, incluso, en un verdadero estorbo, dada la nueva realidad política creciente prohijada en el territorio de los dos Estados, que ya han comenzado a convivir fusionados, de hecho, de manera binacional,[1] y porque, además, se impulsará la desaparición de casi todas las fronteras legales y culturales, y de otra naturaleza, existentes entre los dos países, dada la envergadura del poder internacional envuelto, sumada a la creciente y alta incidencia de los políticos haitianos en la vida política dominicana, y viceversa; a todo lo cual seguirá, de manera natural y simultánea, un proceso de reeducación y reculturización general de los dominicanos y de los haitianos, haciendo énfasis en el origen africano de ambos pueblos,[2] aunque la presencia de las otras culturas que forman históricamente la sociedad dominicana sea un excedente, un sobrante prescindible, tras lo cual, aprovechando el uso y tráfico tolerado de las drogas, la corrupción gubernamental, empresarial y militar consuetudinaria, y creciente, la inseguridad física de los ciudadanos, a causa del alto índice de criminalidad tolerada, al no combatir el consabido origen mismo del crimen, el escaso acceso a la salud de calidad de los habitantes, el desempleo avasallante, la disfuncionalidad de las instituciones, la escasa conciencia educativa y política, la inexistencia práctica de sus fronteras, y el auge generalizado y escandaloso de la pobreza, cuya atmósfera negativa envuelve de manera común a toda la isla, creará el convencimiento en los nacionales de ambos países, de que sus estados nacionales han fracasado, y que verdaderamente deben ser considerados estados fallidos, tal como dice la propaganda interesada, y, en consecuencia, dada la postración material, moral y legal, no habrá impedimentos mayores para pasar a legitimar la colonización: legalizar el nuevo Estado de hecho que ha venido construyéndose con ayuda internacional, y una vez liquidada la ya vulnerable capacidad de defensa de ambos países, material y moral, lograda con la complicidad y la coautoría de los actores apostados en cada una de las trincheras creadas en las estructuras guerrilleras de la más genuina


[1]Nuestro sistema educativo incluyó a los ilegales extranjeros en la escuela, incluso sin ningún documento, mientras a los dominicanos la falta de documentos les impide todavía la inclusión en el sistema educativo, lo que quiere decir que al niño haitiano se le ha dado una condición privilegiada en relación con el niño dominicano, que debe hacer más esfuerzo para acceder, en su propio país, al sistema educativo; igual le ha sucedido a nuestro sistema de salud, en ambos, a pesar de que esos servicios públicos son pagados por el Estado dominicano, la competencia impide a los ciudadanos pobres nacionales acceder a los mismos; lo cual es considerado por el “bando traidor” a la patria como un paso simbólico y pragmático de la fusión de los dos Estados.
[2] En Haití la raza negra fue fundamental para su independencia, no así en la República Dominicana, que convocó a la lucha a los miembros de su incipiente nación, sin importar la raza, luego de siglos de mezclas raciales. Mientras Haití nació como un pueblo de raza negra, el pueblo dominicano se consideró a sí mismo el producto de tres razas-culturas. En Haití la raza siempre ha sido un componente ideológico trascendental, en la República Dominicana nunca lo ha sido, pues es fundamentalmente un pueblo mulato, producto de la mezcla europea, indígena y africana; en consecuencia, dado que la familia dominicana es multiracial, es imposible reclamar una pertenencia exclusiva, en una u otra dirección del color, ya que el pueblo dominicano es triracial, con lo cual nuestra lógica es la de la inclusión, y de ninguna manera la de la exclusión racial. Ese simple hecho nos permite descartar, de manera práctica, el racismo en la República Dominicana. Naturalmente, el pueblo dominicano tiene su historia, hecha de diferencias, desde la cual construye su dignidad, frente a todos aquellos países, que también la tienen, a partir de la cual, a su vez, construyen su trascendencia, sujetos, como nosotros, a la especificidad, constructora de la riqueza que siempre da la diversidad de las culturas. Pero lo importante aquí es que dentro del alma dominicana hay un diálogo cultural permanente, no un monólogo cultural o racial, tal como sucede en la cultura haitiana. Esa sola razón debe impulsar a los dominicanos a manifestar su oposición contra todo cuanto estimule la lucha racial, un objetivo de las fuerzas internacionales que operan en nuestro territorio, con la finalidad de dividir por todos los medios al pueblo dominicano, introduciéndonos así en la lógica cultural haitiana, en cuya sociedad el color de la piel es una categoría o hecho político trascendental, no así en la República Dominicana.
  
derecha, portadoras, al más alto nivel, de presión social, económica y política, permeadas e integradas al proyecto, de hecho o de derecho, con los medios de comunicación comprados, o en manos de testaferros, o de socios económicos y políticos comprometidos con el nuevo estado de cosas, o simplemente complacientes, se habrá logrado el desmembramiento y la disolución jurídica de los dos Estados, sin que explote, piensan los sediciosos, conspiradores y conjurados, un solo cartucho, a consecuencia de lo cual se procederá a crear un plebiscito, o un referéndum, que declare la disolución formal de ambos Estados, lo cual no supondrá mayores dificultades, ya que cada país, maduro para esos fines, se encontrará sumido en el caos y la confusión generalizada, y se habrá producido una gran fuga de cerebros, y los líderes económicos disidentes, o que no quieran involucrarse en dichos planes, verán en peligro sus capitales y emigrarán, todo lo cual facilitará el nacimiento del Estado resultante de la fusión del Estado haitiano con el Estado dominicano, sobre todo luego de que previamente ha sido liquidado ya, de hecho, el Estado haitiano, y de que en el futuro inmediato, los presidentes surgidos de la farsa electoral, controlada de manera directa y cercana por el poder imperial, que sólo financia y elige a los títeres obedientes a sus fines específicos, procederá a fortalecer las instituciones emergentes del nuevo estado de cosas, para lo cual establecerá un orden de progreso inminente, debidamente publicitado, bajo la tutela garantista del imperio que haya aceptado el nuevo país como botín o responsabilidad geopolítica, o bajo un hipócrita estatuto mixto ocultamente compartido, previamente negociado; en el entendido de que en caso de que se produzcan hechos contraproducentes de envergadura, que pongan en peligro la buena marcha del proceso descrito anteriormente, y que aumente, de manera desproporcionada, el alto costo económico y político de la neocolonización, entonces se creará un enfrentamiento militar entre los dominicanos y los haitianos, internacionalizándose así, por otra vía, el conflicto en toda la isla, a consecuencia de la contradicción histórica creada de manera calculada entre los dos Estados que comparten la isla, lo cual justificará una nueva y sangrienta invasión militar a la República Dominicana, ya que la parte oeste de la isla se encuentra ocupada militarmente; esa  invasión se hará bajo el amparo del derecho internacional, con el único objeto de recuperar el orden y la paz entre las partes beligerantes, e impedir el derramamiento innecesario de sangre, así como la pérdida de vidas y de propiedades, logrando, al final de la desigual contienda, un acuerdo pacificatorio entre las partes enfrentadas, que mantenga el estado de cosas ya creado, liquidando a los líderes opositores remanentes, instaurando, de todas maneras, con el apoyo de la comunidad internacional maleada, las Naciones Unidas, la OEA,[1] y los organismos multilaterales de


[1] Debemos hacer constar, todavía, un aspecto importante, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una dependencia institucional de la OEA, continúa siendo un instrumento de dominación de América Latina, también lo es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Un indicador importante lo constituye el hecho de que el ochenta por ciento del presupuesto de la OEA es pagado por dos países, los Estados Unidos y Cánada. Llegamos también fácilmente a esa conclusión si examinamos los hechos y actos realizados por ambas instancias de la OEA en relación con la República Dominicana y otros países de América Latina, ya que sus actuaciones, de manera general, son manifiestamente injustas, y responden al esquema de colonización de que hemos hablado; en consecuencia, el Estado dominicano debe retirarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al igual que, llenos de honor y dignidad, lo han hecho otros países de América Latina. La OEA debe ser reformada de manera integral, pues no responde a los intereses de la mayoría de los países que la componen. El primer paso hacia la decisión anterior debe hacerse aprovechando que el Congreso Nacional todavía no ratifica nuestra inclusión en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dejando constancia que esa decisión no puede ser interpretada jamás como una separación o distanciamiento del ejercicio pleno de los derechos humanos en nuestro país. Para tomar una decisión tan importante como la anterior debería bastar que la OEA se prestó a legitimar la invasión militar extranjera realizada contra nuestro país en el año 1965, así como el espíritu de injusticia internacional que caracteriza las sentencias condenatorias arrojadas en nuestra contra, lo cual llena de vergüenza a América Latina, y al mundo.     
asistencia económica y política, el estado binacional, denominado Federación Quisqueyana, bajo la refundación de las instituciones que lo ampararán y lo consolidarán en toda la isla, y una vez logrado los propósitos anteriormente expuestos, dar a cada quien lo que le pertenece, bajo el puño del nuevo Padre de la Patria de los dos países,[1] a quien se le rendirán honores bajo el toque del nuevo himno y el izamiento de la nueva bandera,[2] lo cual marcará el primer segundo de la hora cuadrada.[3]


[1]La República Dominicana debe castigar penalmente a los traidores a la patria, pues el grupo de individuos que trabaja asalariadamente, y de manera feroz, para destruir a su propio país, no puede poner fin a su historia, ni vender su patrimonio colectivo, conquistado con la sangre de sus héroes y de sus mártires. La persona que encabeza el grupo culpable de alta traición a la patria desplazará fácilmente de su siniestro sitial al General Pedro Santana, responsable de la Anexión de la República Dominicana a España, en razón de que éste, irónicamente, antes de ser traidor, fue un héroe militar forjador de la independencia nacional.

[2] Los empresarios leales a la patria, los sacerdotes y pastores, los educadores, los periodistas, los trabajadores, los artistas, los militares, los intelectuales leales a ella, los políticos, y, en sentido general, todo el pueblo dominicano, debe cuanto antes apoyar la patria en este trance histórico, expresarlo de manera manifiesta, con todo el instrumental material y espiritual disponible en nuestras manos, pues nuestra patria se encuentra en grave peligro, y nosotros, los hijos verdaderos de élla, sus eternos deudores, debemos defenderla. Este es el momento de retribuir de manera generosa a la patria, pues es un infinito honor tener la nacionalidad dominicana, ya que la espiritualidad dominicana, a pesar de descansar en un pequeño territorio, también engrandece de manera elocuente a la humanidad. Como un humilde paso hacia mi homenaje, transcribo aquí un poema inédito:

              ACTO
Imperios
sois el peso de la noche
sangran las islas con vuestros fuegos fatuos
islas robadas que nunca podrán ser transportadas
para ser quemadas en las hogueras de vuestras casas
una memoria de nuestra tragedia
gira en los cines para entender
y los países hambreados
son la verdadera imagen de la democracia
si sois tan fuertes
¿para qué esta tierra de pobres desarmados
que apenas pueden conseguir el pan?
El maestro eleva la bandera como si fuera
La más alta escuela de nuestra libertad
pero nosotros vivimos en la casa amenazada
y la codicia ajena jamás nos sirve para creer
llegáis a nuestra pequeña fiesta armados
a comprar el débil con la fuerza
hasta que bebemos, bailamos y comemos
con desalmados testaferros
nuestros pobres son vuestros fantasmas
saboteado está de antemano nuestro sueño
y a causa de la fuerza
hasta nuestras propias cosas nos resultan ajenas
mas oye     patria      yo te defiendo
con el lirio que aprende a ser espada
con el árbol que ha vuelto a su memoria y con el caos que ahorra la forma de mi mano
yo voy contigo a poner el azul.
  
[3] Cada actor jugará su papel histórico según le corresponda, como ocurre en el teorema minimax, de John von Neumann, que afirma que en una clase particular de juegos con una estructura simple, siempre existe una estrategia mixta que permite a los jugadores hacer simultáneamente su máxima pérdida, tan pequeña como sea posible. John Nash “hizo un avance fundamental para los juegos con muchos  jugadores. Definió el concepto, denominado equilibrio de Nash, y probó que siempre existe. Un conjunto de jugadores está en equilibrio de Nash si cada miembro del grupo está haciendo la decisión que es mejor para él, conociendo las decisiones que los demás han hecho.” (Ian Steward, Las Matemáticas de la Vida, Pág.271).

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