Serbios y Croatas:
Una Larga Historia de Enemistad
Londres. 20.10.91. Los mediadores de paz
europeos enfrentarán
en Yugoslavia la ímproba tarea de mantener
apartados a serbios
y croatas, dos pueblos que, en opinión de
muchos, están
resueltos a combatir entre ellos pase lo que
pase.
No obstante sus comunes raíces eslavas e
idiomas similares,
los dos grupos étnicos más grandes de
Yugoslavia se
hallan divididos, acaso irreparablemente, por
motivos
religiosos e históricos.
Se encuentran alineados en bandos opuestos
sobre los bordes de
las profundas grietas que recorren su país,
actualmente en
proceso de desintegración y según muchos
historiadores fruto
de una creación artificial cuyas
posibilidades de supervivencia fueron
siempre precarias.
Persistentes recuerdos de atrocidades
perpetradas en el pasado
por ambas partes han caldeado la enemistad
entre los ocho
millones de serbios y los 4.5 millones de
croatas, desconocida
para muchos extranjeros que simplemente
consideran a
Yugoslavia como un paraíso turístico, pródigo
en hermosos
paisajes y playas doradas.
"Se matarán unos a otros hasta que
queden saturados", declaró
Nada Dobre, una exiliada serbia radicada en
Gran Bretaña.
Yugoslavia, cuyo nombre significa
literalmente un País de
Eslavos del Sur, fue creada en 1918 con
retazos que quedaron
de dos viejos imperios que habían gobernado
Europa durante
siglos y que se derrumbaron con la Primera
Guerra Mundial.
La idea motriz era unir a pueblos emparentados
que vivían en
la península de los Balcanes. Pero los
eruditos opinan que ese
principio ignoraba el hecho de que dichos
pueblos estuvieron
divididos desde la Edad Media en dos grupos,
regidos por
sistemas completamente diferentes y
antagónicos.
Las regiones del sur -Serbia,
Bosnia-Herzegovina, Macedonia y
Montenegro- estaban bajo el dominio de los
imperios bizantino
y posteriormente turco otomano. Prevalecían
allí los
cristianos ortodoxos, con una gran minoría
musulmana en
Bosnia.
Hasta el idioma de los yugoslavos está lejos
de ser uno solo.
El mundo exterior conoce un idioma denominado
serbo-croata,
pero el serbio y el croata, muy similares en
el sonido
hablado, son totalmente diferentes en la
lectura, ya que
respectivamente utilizan caracteres cirílicos
y latinos.
Eslovenia y Macedonia tiene lenguajes
propios, que tienen
menos similitudes.
Croacia y Eslovenia decidieron aliarse con
Serbia básicamente
a causa de su alarma ante la ocupación por
parte de Italia de
extensos tramos de áreas eslavas luego de la
Primera Guerra
Mundial, pero Yugoslavia se vio agobiada
desde el comienzo por
las rivalidades entre serbios y croatas.
El país tenía apenas 11 años de vida cuando
el rey Alejandro,
un serbio, abolió los partidos políticos e
implantó una
dictadura.
Alejandro fue asesinado por fascistas croatas
durante una
visita que realizó a Marsella en 1934.
Las luchas entre estos antagonizados grupos
llegaron a su
clímax durante la Segunda Guerra Mundial
cuando, según los
historiadores, murieron más serbios y croatas
en luchas
internas que a manos de los alemanes nazis
que invadieron
Yugoslavia en 1941.
La masacre de serbios en el Estado títere
nazi creado en
Croacia durante la guerra no ha sido
olvidada, y se constituyó
en poderoso factor movilizador de los serbios
en semanas
recientes, ansiosos por proteger a su minoría
radicada allí.
Cuando terminó la guerra y tomaron el poder
los comunistas
bajo el mando de Josip Broz Tito, un croata,
la doctrina
comunista dictaminó que las diferencias
étnicas eran
irrelevantes comparadas con la lucha de
clases, de manera que
fueron suprimidas por decreto.
Los partidarios de Tito afirman que fue
únicamente su firmeza
de carácter lo que mantuvo unida a
Yugoslavia, y que la
incapacidad de sus compatriotas en lograr que
funcione un
sistema luego de su muerte en 1980 empujó al
país hacia su
inexorable disolución.
Los adversarios de Tito opinan que su
autoritario régimen
comunista arruinó la economía del país y
generó una división
adicional -la ideológica- a las muchas que ya
proliferaban
antes. Los serbios mantienen su adhesión al
legado comunista,
mientras que casi todas lass demás repúblicas
abjuraron de él.
Los últimos meses se agudizó la
desintegración de Yugoslavia.
Croacia y Eslovenia proclamaron su
independencia en junio, una
medida que desencadenó directamente los
conflictos actuales, y
el pueblo de Macedonia se pronunció la semana
pasada en un
referendo por seguir el mismo camino.
http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/serbios-y-croatas-una-larga-historia-de-enemistad-59410.html
Otra Historia:
NTERNACIONAL
El genocidio de
Ruanda: 800.000 muertos en cinco meses
Ruanda.
Tutsis y Hutus.
Tutsi es un pueblo que
conformaba la elite gobernante en los reinos africanos tradicionales situados
en el sur de la zona occidental interlacustre de África centro-oriental, en los
actuales Ruanda y Burundi y en una pequeña parte de la vecina Tanzania.
Al parecer, conformaban una
minoría que no sobrepasaba el 16% de las sociedades que dominaban; es decir, de
7 millones de personas que poblaban Ruanda en 1994, los tutsis no llegaban al
millón.
Hutu es un pueblo de
agricultores que forman el núcleo de población de los reinos tradicionalmente
situados entre el lago Victoria Nyanza y la serie de lagos que hay al oeste del
Rift Valley de África centro-oriental, en los actuales Ruanda y Burundi.
Su idioma es una variante
occidental de las lenguas bantúes de esa zona interlacustre. Generalmente, se
admite que al igual que los twa, cazadores y recolectores de las zonas
selváticas, los hutus ocuparon originalmente esta zona. Algo más al sur, en
Tanzania, los agricultores del reino de Buha reconocensuparentesco con los
hutus, aunque no se les conozca por el mismo nombre. No existe informaciónfidedigna
acerca del número actual de su población, pero probablemente ascendía a unos
cuatro millones antes de que Ruanda y Burundi alcanzaran la independencia a
comienzos de la década de 1960.
ISRAEL VIANA ISRA_VIANA
/ MADRID
Día 05/04/2014
Hace 20 años comenzaba uno de los episodios
más aberrantes de la historia reciente, en el que el 85% de la población hutu
exterminó al otro 15% tutsi
«La muerte del presidente enciende el terror
y las matanzas tribales en Ruanda», titulaba ABC el 8 de abril de 1994, dos
días después de que el avión en el que viajaba Juvénal Habyarimana, junto a su
homólogo de Burundi, fuese alcanzado por un misil en pleno vuelo. Con este
magnicidio daba comienzo, hace hoy justo 20 años, uno los episodios más
aberrantes, sanguinarios y atroces de la historia reciente: el genocidio de
Ruanda.
REUTERS |
A P | Un refugiado hutu, tras sufrir un ataque por parte de los tutsis |
Fue tal la ola de violencia que se desató en
el país africano el 6 de abril de 1994 que, durante cinco meses, fueron
asesinados entre 800.000 y un millón de tutsis (y hutus moderados), provocando,
además, más de dos millones de refugiados según los datos oficiales. El 85% de
la población, los hutus, agredió, torturó y aniquiló de manera sistemática al
otro 15% tutsi con un objetivo claro: exterminarlos.
Los métodos utilizados contra las «cucarachas
tutsis» –como se las calificaba en la «Radio Mil Colinas», que llamaba
abiertamente al asesinato colectivo, razón por la cual algunos de sus
periodistas cumplen ahora cadena perpetua– eran increíblemente despiadados:
relaciones sexuales forzadas con mujeres infectadas con sida, extremidades
amputadas a golpe de machete, violaciones masivas, cientos de personas quemadas
vivas en recintos cerrados o ejecuciones de niños y bebes, entre otras
torturas.
Y eso que no había entre ellos ningún rasco
étnico ni lingüístico que les diferencia a simple vista, pero sí una serie
tensiones históricas que se habían iniciado en el siglo XV, cuando los tutsis
invadieron Burundi, de donde son originarios los hutus. Fue a partir de
entonces cuando se las ingeniaron para monopolizar la política, el Ejército y
la economía de los hutus, a pesar de que los hutus solo conformaban una mínima
parte de la población total. Una pequeña minoría invasora dominando a la gran
mayoría.
Odio
enraizado
Ese fue el escenario en el que nació y se
enraizó el odio entre hutus y tutsis, hasta que, tras obtener Ruanda y Burundi
la independencia de Bélgica en 1962, los enfrentamientos entre ambos grupos
étnicos se fueron intensificando, dando paso a una época en las que las
violaciones de derechos humanos y los golpes de Estados se convirtieron en la
norma común.
En 1965, por ejemplo, se desencadenó una
matanza de hutus, que volvió a repetirse en 1972 con más
virulencia incluso:
fueron asesinadas más de 200.000 personas. En agosto de 1988 y en diciembre de
1991 se repitieron las matanzas. Según un informe de Amnistía Internacional,
más de medio millón de hutus fueron ejecutados entre 1965 y 1991.
REUTERS | Escenario ruandés, tras una de las matanzas |
Los acontecimientos se sucedieron a una
velocidad de vértigo a partir del 6 de abril del 94, una fecha macabra no sólo
para la historia de Ruanda, sino para la historia de la humanidad. Ese día se
produjo el atentado contra el presidente Habyarimana, que durante los 20 años
había gobernado Ruanda a favor de los hutus, la etnia a la que él mismo
pertenecía. Y solo un día después era asesinada la primera ministra del país,
también hutu, y los 10 soldados belgas que la custodiaban. Los autores no
fueron descubiertos ni se averiguó jamás a qué etnia pertenecían, pero la
reacción hutu no se hizo esperar.
El «Plan
Simbananiye»
Era la hora de la venganza, después de varias
décadas siendo el objetivo de una persecución sistemática que obedecía a un
proyecto maquiavélico dibujado poco después de las matanzas de 1972: el «Plan
Simbananiye», en referencia al nombre de su autor, que pretendía, como «única
solución democrática», eliminar al número de hutus suficiente como para que la
proporción con respecto a los tutsis se estableciera en un 50%.
El genocidio que se iniciaba en abril de
1994, ahora de la mayoría hutu contra la minoría tutsi, fue
seguido en directo
por Occidente a través de la televisión, dejando imágenes tan dantescas como
difíciles de olvidar [ver la fotogalería del genocidio]. Según las
organizaciones humanitarias, en los dos días siguientes al asesinato del
presidente ruandés, más de 2.000 personas fueron ejecutadas solo en la capital,
Kigali.
AFP | Un refugiado Hutu, con la marca de un machetazo en la cabeza |
Probablemente nunca se sabrá el número exacto
de muertos, pero dando por cierta la cifra de 800.000, eso equivaldría al 11%
de la población, un 80% de los tutsis. Tampoco se sabe cuántas víctimas provocó
la reacción estos en aquellos meses de 1994, pero, aunque se hable del «otro
genocidio», parece que no fue en absoluto comparable.
«Caos,
desolación, muerte»
El 13 de abril, la misionera Maria Elena Adot
ya hablaba de «caos, desolación, muerte, angustia, matanzas, destrucción y
dolor» para definir la situación del país. «Los militares ruandeses están
desatados, matan a todos los tutsis que se encuentran a su paso», declaraba a
ABC, antes de contar su traumática experiencia al día siguiente del asesinado
el presidente Habyarimana: «Estábamos todos rezando en la capilla. Irrumpieron
unos militares y nos pidieron a todos la identificación. Nos dijeron que
podíamos seguir rezando. Así lo hicimos. Cinco minutos después nos hicieron
salir. Nos separaron: en una habitación del piso superior los de raza blanca y
un somalí de la ONU; a otra se llevaron a los de raza negra. Escuchamos unas
ráfagas y disparos sueltos. Ya está, ya los han matado, pensamos. Hasta la
mañana siguiente no pudimos salir de la habitación. Corrimos por el edificio
hasta el lugar donde los metieron. Abrimos la puerta y allí estaban todos
muertos. Mataron a los 15».
Otro testimonio impactante es el de Santos
Ganuza, misionero navarro de una parroquia al oeste de Ruanda: «En abril de
1994 llegaron los “Interahamwe” [grupo paramilitar hutu formado en 1991] y
mataron a unos mil tutsis que se habían refugiado en la iglesia, sin que yo
pudiera hacer nada para evitarlo. Pocos días después, llegaron los militares
tutsi y mataron a 10.000 hutus. Las televisiones occidentales proyectaron las
imágenes de los hutus asesinados en mi parroquia, identificándolos como a
tutsis».
La antropóloga forense Clea Koff cuenta en su
libro «El lenguaje de los huesos» el procedimiento para acabar con varios miles
de muertos en Kibuye, al oeste de Ruanda, en una sola masacre: «Según los
escasos supervivientes, el gobernador de Kibuye organizó a los gendarmes para
que condujera a dos lugares a la gente que él ya había elegido para ser
asesinada: la iglesia y el estadio. El gobernador les dijo que era por su
propia seguridad, que así quedarían protegidos de la violencia que se extendía
por el país. Pero al cabo de dos semanas, eran atacados por la misma policía y
la misma milicia que supuestamente debía protegerlos. Ésa era la típica táctica
de los genocidas de Ruanda».
Koff también describe los controles en las
carreteras donde se pedían los carnés de identidad a los ruandeses, para
identificar al grupo étnico al que pertenecía. «Mientras tanto, los políticos
que planearon el genocidio dejaban bien claro que abril de 1994 suponía la
bajada de bandera para el genocidio de los tutsis y para cualquiera que
estuviera casado con un tutsi o cuyas opiniones políticas pudieran calificarse
de “moderadas”», explicaba.
Entre 800.000 y un millón de muertos en cinco
meses es demasiado para un país como Ruanda que, en 1994, contaba con menos de
ocho millones de habitantes. El mayor infierno que haya podido ver la humanidad
desde la Segunda Guerra Mundial, demasiado duro para un país donde, además, la
esperanza de vida no superaba los 44 años, donde 250.000 personas están
contagiadas por el virus del sida y donde más del 70% de la población vivía y
vive por dejado del umbral de la pobreza.
Y, una más…
Del serbocroata al
serbio, croata, montenegrino y bosnio (¿y viceversa?)
Lenguas y culturas en la antigua Yugoslavia:
ni juntas, ni separadas
Mirjana
Tomić
ARI
144/2010 - 08/10/2010 , realinstitutoelcano
Tema: Cuando Yugoslavia se desintegró,
desapareció el serbocroata, idioma hablado en cuatro de las seis repúblicas y
la lengua oficial del país. Sin embargo, el idioma sigue existiendo bajo distintos
nombres. ¿Es un lazo de unión o un factor de división? ¿Junta o separa los
espacios culturales regionales?
Resumen: La proclamación de independencia de
Bosnia-Herzegovina, Croacia, Montenegro y Serbia coincidió con el estreno de
cuatro idiomas: bosnio, croata, montenegrino y serbio. El serbocroata, idioma
homologado por motivos políticos en el siglo XIX, a raíz del acuerdo entre
escritores serbios y croatas, desapareció también por motivos políticos: la
identidad étnica y nacional de los nuevos Estados se basó, entre otras cosas,
en subrayar las diferencias lingüísticas. Sin embargo, fue imposible romper
todos los lazos anteriormente creados y construir unos espacios culturales
propios, reconocibles tanto a nivel local como internacional. Además, muchos
proyectos culturales dependen de la financiación externa, y ésta establece la
cooperación regional como punto de partida. Las tendencias que prevalecerán en
el futuro –la cooperación regional y la búsqueda de un espacio propio dentro de
Europa, al estilo de los países escandinavos, o la continuación de la
balcanización de los Balcanes– dependerán de las decisiones políticas. El
idioma serbocroata se creó por motivos políticos y por motivos políticos se
enterró.
Análisis
¿Cuántos
idiomas hay?
En primavera de 1999, el director de cine
belgradense Srdjan Dragojlovic estrenó en Zagreb, capital de Croacia, su
película Rane (Heridas). Fue un acontecimiento cultural sin precedentes: por
primera vez una película serbia fue traducida, con subtítulos, al croata.
Al comienzo de la película, una azafata de
vuelo dice: “vežite se, polećemo” (“abróchense los cinturones, despegamos”). El
subtítulo traduce: “vežite se, polijećemo”. A continuación aparece la leyenda:
“Beograd, jesen 1991” (Belgrado, otoño 1991). El subtítulo aclara “Beograd,
jesen 1991”. Con estos ejemplos, el escritor de Sarajevo Miljenko Jergovic
ilustra en la revista Feral Tribune las primeras secuencias de la película y
describe el ambiente en la sala del cine: “Reina la locura. Risas hasta las lágrimas”.
El traductor no firmó su obra. “Tal vez tuvo vergüenza”, ironiza Jergovic.
En la primavera de 2010 la primera ministra
de Croacia, Jadranka Kosor, entregó un regalo a sus homólogos de Serbia y
Montenegro: la versión croata del Acquis communautaire, las 160.000 páginas de
la legislación europea.
Agradeciendo el regalo, el viceprimer
ministro serbio, Bozdiar Djelic, dijo, sin intérpretes, que la cooperación
regional en la traducción de las actas de la UE era importante. Para
sincronizar la terminología legal, la oficina de la UE en Serbia organizó un
seminario bajo el título: “Hablemos europeo”. Participaron los traductores de
Serbia, Croacia, Bosnia Herzegovina y Montenegro.
Entonces ¿cuántos idiomas hablan los serbios,
los croatas, los bosnios y los montenegrinos? Oficialmente, antes de la
desintegración del país, hubo uno, el serbocroata, con sus tres variantes
regionales estandarizadas. Actualmente, y también oficialmente, se hablan
cuatro lenguas distintas: bosnio, croata, serbio y montenegrino. ¿Se entienden
entre sí? Por supuesto. ¿Se trata del mismo idioma llamado de distintas
maneras? La respuesta depende de la óptica política. Los políticos
nacionalistas, junto con sus lingüistas e historiadores, aseguran que los
idiomas son distintos. El resto sabe que no es el caso, pero no se atreve a
decirlo. Tampoco saben cómo llamarlo, ya que nadie quiere ser identificado con
un país desaparecido. Optar por una u otra interpretación lingüística conlleva
consecuencias políticas, a veces opuestas. Por motivos políticos, los idiomas
se unieron; por motivos políticos se separaron.
Normalización
del idioma
La primera homologación de los idiomas
hablados por los Eslavos del Sur, o sea, croatas y serbios, se produjo en 1850
en Viena. Escritores croatas y serbios suscribieron un acuerdo y sentaron las
bases lingüísticas del idioma literario estandarizado, aceptando las tres
principales variantes lingüísticas. El Acuerdo Literario de Viena coincidió con
el despertar del nacionalismo romántico de los pueblos bajo el dominio
austrohúngaro y otomano, y sus luchas por la independencia. El Acuerdo de Viena
acercó los lenguajes populares al idioma literario, muy distinto entre los
serbios y los croatas, pero conocido sólo por unas exiguas elites muy cultas.
Al principio del siglo XIX las minorías ilustradas solían leer y escribir en
alemán, italiano o húngaro, dependiendo de la zona. La mayoría de la población
era analfabeta.
La creación del Reino de los Serbios, Croatas
y Eslovenos en 1918, rebautizado Reino de Yugoslavia en 1929, y posteriormente
la proclamación de la Yugoslavia socialista en 1945 supuso un adicional
acercamiento lingüístico, sin anular las diferencias regionales. En 1954 los
lingüistas volvieron a normalizar el idioma, esta vez con el objetivo de potenciar
la identificación con el Estado socialista.
Los lingüistas croatas consideran que la
creación de Yugoslavia impuso la versión serbia del idioma en detrimento del
croata. Sus homólogos serbios aseguran lo contrario, negando las distinciones
lingüistas croatas.
En la Yugoslavia socialista había tres
idiomas oficiales: serbocroata, esloveno y macedonio. La diferencia entre el
serbocroata y el esloveno es comparable a la del castellano y el catalán,
mientras el macedonio se podría comparar con el gallego. En el resto del país
se hablaba el serbocroata. El proceso acelerado de alfabetización emprendido
por los gobernantes socialistas supuso el acercamiento lingüístico. En
Eslovenia y Macedonia la enseñanza del serbocroata era obligatoria.
El idioma
común desparece
Cuando Yugoslavia se desintegró, el idioma
común desapareció. Los nuevos Estados independientes, Bosnia y Herzegovina (3.8
millones), Croacia (4.4 millones); Montenegro (600.000) y Serbia (8 millones
sin Kosovo) estrenaron idiomas propios, elaboraron sus respectivas gramáticas,
cambiaron algunas reglas ortográficas, introdujeron palabras nuevas o
resucitaron arcaísmos. Montenegro introdujo dos nuevas letras, anteriormente
inexistentes.
Las consecuencias de la separación
lingüística fueron inmediatas. Lingüistas e historiadores afines a los
regímenes se precipitaron a proporcionar datos científicos para resaltar las
diferencias étnicas e identitarias, demostrar la antigüedad de sus pueblos y
justificar así los fundamentos de nuevos Estados. “La colaboración de
lingüistas con la ideología gobernante, llegó a convencer a la opinión publica
de que el idioma era determinante para la supervivencia de la nación”, opinó en
una entrevista la lingüista croata Snjezana Kordic, oveja negra entre su gremio
por establecer la relación entre la política nacionalista y la lengua en su
nuevo libro Jezik i Nacionalizam (Idioma y Nacionalismo).
Durante el gobierno nacionalista de Franjo
Tudjman en Croacia (1990-1999), el país introdujo una batería de palabras
nuevas. Los periodistas tuvieron problemas, pues desconocían el lenguaje. La
Radiotelevisión de Croacia elaboró precipitadamente unos diccionarios con nueva
terminología y cada informador disponía de uno. A veces se equivocaban de
palabra.
Serbia no quedó atrás. Su presidente
nacionalista Slobodan Milosevic (1989-2000) impuso el alfabeto cirílico como
oficial y limpió el idioma de croatismos. A veces sus lingüistas no estaban
seguros si una palabra era de origen serbio o croata, pues hubo mucha mezcla.
Se cambió la señalización pública y la comunicación con las autoridades solo se
podía hacer en cirílico. Esta decisión creó problemas: antes de la
informatización de la burocracia, los empleados que viajaban fuera del país
cargaban con unas pesadas máquinas de escribir en cirílico. Anteriormente, el
cirílico y el latín cohabitaban oficialmente. Sin embargo, el pueblo no quedó
convencido: es casi imposible encontrar rótulos comerciales en cirílico y el
Internet impone el latino como el alfabeto preferido.
En Bosnia la situación ha sido compleja: los
Acuerdos de Dayton (1995) sentaron las bases del nuevo Estado al finalizar la
guerra y dividieron el territorio en dos grandes entidades (además de pequeñas
divisiones): la Republika Srpska, de predominancia serbia, y la Federación,
compuesta principalmente por croatas y musulmanes. Cabe señalar que antes de la
guerra el término musulmán determinaba la pertenencia étnica, o sea, eslavos
que se convirtieron al islam durante el Imperio Otomano. Actualmente, esa
población se denomina bosnia. Las tres etnias, sin embargo, hablaban el mismo
idioma, o sea, el serbocroata. Actualmente, hay tres idiomas oficiales: bosnio,
croata y serbio. Para subrayar las diferencias, los serbios de Bosnia
comenzaron a imitar el modo de hablar de los habitantes de Serbia, los croatas
emularon a sus correligionarios de Croacia y los bosnios resucitaron numerosas
palabras turcas, caídas en desuso tras la retirada del Imperio Otomano en el
siglo XIX, e inventaron nuevas reglas de pronunciación.
En Montenegro hay grandes desafíos para que
el nuevo idioma arraigue. Tampoco hay muchos expertos en ese idioma: lingüistas
croatas y ucranios ayudaron a sus colegas montenegrinos a redefinir las nuevas
reglas del idioma. Aunque el acento y el uso de ciertas palabras en Montenegro
es distintivo, el 41,6% de los montenegrinos asegura hablar serbio, según el
estudio publicado en junio de 2010 por Matica Crnogorska, asociación cultural
creada para promover la identidad montenegrina. Un 38,2% dijo hablar montenegrino.
Para que no haya confusión, todos los encuestados hablan igual.
Esta nueva realidad lingüística ha provocado
cambios culturales: la clausura de espacios culturales, el surgimiento de
nuevas casas editoriales, instituciones culturales y academias de lenguas,
además de la proliferación de servicios de traducción e interpretación.
Culturas
separadas
Zagreb y Belgrado dominan el espacio cultural
de la antigua Yugoslavia, con su competencia a nivel regional y europeo, sus
idiosincrasias, sus disputas y acercamientos. Era así en Yugoslavia y lo sigue
siendo. Sarajevo intenta competir y en algunas áreas lo logra, mientras
Podgorica, capital de Montenegro, queda a la zaga de los acontecimientos. No
tiene medios ni influencia ni recursos humanos.
En la industria editorial, los editores
croatas y serbios coexisten sin conocerse mutuamente y sobreviven con
dificultades. Sus mercados son pequeños y la población lee poco. El amor por
los libros no da para comer. Los escritores serbios no se publican en Croacia,
ni viceversa. Sólo las obras de unos cuantos autores traspasan las fronteras y
llegan a la librerías.
Mientras Yugoslavia existía, “el ganador del
prestigioso premio literario NIN tenía garantizada la venta de 100.000
ejemplares de su libro, de los cuales 25.000 se vendían en Croacia”, recuerda
Seid Serdarevic de la editorial croata Fraktura. “Actualmente, vendimos 6.000
ejemplares de nuestro best-seller, La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón”.
Los libros se traducen paralelamente en
Croacia y Serbia y las primeras tiradas no suelen superar las 1.500 copias.
Recorriendo las librerías en Zagreb y Belgrado sorprende la cantidad y la
actualidad de los títulos internacionales traducidos del inglés, francés,
italiano, español, ruso, árabe, checo, etc.
En Bosnia-Herzegovina, los editores carecen
de fondos para publicar en bosnio y sobre todo para traducir: los libros de
Serbia y Croacia se importan ilegalmente y circulan sin pagar impuestos. La
producción local, un 5% del mercado, abarca las publicaciones religiosas.
Menos del 1% de los libros vendidos en
Montenegro procede de este país. Tampoco se puede esperar que en un futuro
próximo haya muchos libros traducidos al montenegrino: en septiembre de 2010
las autoridades luchaban por encontrar maestros de primaria, capaces de enseñar
el nuevo idioma, cuya gramática salió al final de agosto de 2010.
Mientras las editoriales languidecen, los
traductores de documentos oficiales prosperan: los trámites oficiales requieren
traducción. Las autoridades croatas exigen la traducción oficial de documentos.
¿Qué diferencia puede existir entre el lenguaje administrativo serbio y croata?
La misma que existe entre el argentino y el castellano. Puesto que los croatas
exigen la traducción oficial del serbio al croata, los serbios requieren el uso
del cirílico. Como los croatas no usan el cirílico, hay que traducir. Un serbio
medio desconoce la terminología legal croata y el croata medio no dispone del
programa informático para escribir en cirílico. Los traductores se frotan las manos.
En Bosnia Herzegovina hay tres idiomas
oficiales y no se traduce, por el momento.
Tampoco tan
separados
No todo se ha balcanizado en los Balcanes:
los espacios culturales se siguen entremezclando. Las teleseries croatas se
emiten en Serbia sin traducción, los músicos tocan en festivales por toda la
antigua Yugoslavia, los actores serbios actúan en las películas croatas, se
celebran talleres literarios con participación de todas las etnias, los grupos
de teatro hacen giras, sin traductores. Cuando un importante grupo teatral
croata llega a Belgrado su presencia mediática es mayor que si se tratara de un
teatro español o británico. Cuando los cantantes identificados con el
nacionalismo van de gira, hay protestas. Las canciones de algunas estrellas de
“turbo-folk”, un género musical que combina el pop y el folk y es
particularmente despreciado por las elites urbanas por la vulgaridad de sus
cantantes y su ostentoso nacionalismo, nunca han tenido problemas en conquistar
el público en la antigua Yugoslavia y los Balcanes. Por otro lado, los jóvenes
comienzan a asistir a los festivales de rock en toda la región.
La industria cinematográfica, necesitada de
fondos, es otro segmento de la industria cultural que traspasa las fronteras.
Las coproducciones proliferan. Sin embargo, a veces hay problemas políticos:
¿cómo clasificar una película de coproducción croato-serbia? ¿Como nacional o
internacional? El problema se presentó en 2010 en los festivales de cine en
Pula (Croacia) y Nis (Serbia), entre otros. Se encontró una formula salomónica:
la categoría se eligió en función de la cantidad de dinero aportado y el número
de actores de un país u otro.
El ejemplo de las votaciones en Eurovisión es
también ilustrativo: el público se identifica con la música regional y se votan
entre sí. “Hay que ser realista, nadie en Europa conoce los productos croatas,
pero los serbios sí. El futuro está en la cooperación económica” dijo Zrinka
Vrbec Mojzes, consejera del presidente de Croacia, durante un seminario
celebrado en Viena en septiembre de 2010. El ejemplo de Vrbec es aplicable a
música, el teatro, las estrellas de “turbo-folk” y las celebridades locales.
La fundación de la No Border Orchestra
(Orquesta sin fronteras) en 2010 es el último intento de proyectar una nueva
imagen de los Balcanes y utilizar el potencial musical de toda la región.
Cuentan con el apoyo institucional en Serbia, Eslovenia, Croacia, Macedonia,
Montenegro y Kosovo. Se estrenan en 2011 con una gira regional e internacional,
tocando la Resurrección, la Sinfonía nº 2 de Gustav Mahler.
La Región
La desaparición del término Yugoslavia creó
la necesidad de denominar de alguna forma este espacio geográfico. La palabra
Balcanes fue descartada: nadie quería identificarse con un concepto que
conlleva connotaciones negativas. Por eso se acuñaron eufemismos: Balcanes
Occidentales y Sudeste de Europa. Estos términos políticamente correctos son
neutros, pero “culturalmente, nadie se identifica con estos conceptos”, escribe
la socióloga de cultura Milena Dragicevic. Para no herirse mutuamente, los
ex-yugoslavos suelen hablar de La Región: todos saben qué significa. En los
medios de comunicación también se hace esa distinción: noticias domésticas,
regionales e internacionales.
¿Qué
importancia tiene cómo se denominan los idiomas de La Región?
Políticamente, es grande. La díscola
lingüista croata Snjezana Kordic, profesora en las universidades alemanas,
desató la ira al declarar: “No somos menos croatas porque hablamos el mismo
idioma que los serbios”. Su colega lingüista Stjepan Babic la acusó de “socavar
las bases del Estado croata”. Kordic subrayó que los lingüistas consideran que
se trata del mismo idioma cuando la compresión es de entre el 75% y 85%. “En
nuestro caso es superior”, sentenció.
En Serbia no se quedan atrás. Duska Klikovac,
autora de un texto escolar sobre la lengua y literatura, ha sido objeto de
críticas despiadadas. Su crimen consistió en utilizar el término serbocroata en
lugar del serbio en algunas explicaciones acerca de la historia del idioma. Estás
discusiones, aparentemente doctas, son siempre políticas.
En Bosnia-Herzegovina, la patria de tres
etnias, hay tres sistemas de educación paralelos, con tres idiomas y tres
interpretaciones de la historia opuestas. Los alumnos atienden clases segregadas,
a veces en horarios distintos para no mezclarse. Las intervenciones
internacionales para unificar el sistema de educación han fracasado. La
pertenencia étnica determina las carreras políticas.
En Sandzak, región al sur de Serbia con
mayoría musulmana, los imanes y algunos políticos exigen estudiar en bosnio.
Además, exigen autonomía política.
Algunos montenegrinos en Serbia exigen la
educación en montenegrino y las minorías serbias en Croacia en serbio. Estas
solicitudes proporcionan rédito político.
No obstante el acercamiento político entre
Belgrado y Zagreb –los presidentes Boris Tadic e Ivo Josipovic demuestran una
gran sintonía personal y política, pero su cercanía ha suscitado reacciones
políticas violentas en casa–, el nacionalismo no ha muerto y crece con la
crisis económica. Basta leer los tabloides populares para detectar el lenguaje
de odio (hate speach) y la propagación de un nacionalismo excluyente y fóbico.
La juventud serbia, excluida del mundo occidental debido a la exigencia de
visados para viajar, recién abolidos y empobrecida por la crisis económica, se
ha construido una identidad basada en nacionalismo y xenofobia.
En Bosnia, según el estudio de Mediacenter de
Sarajevo, la presencia y vigilancia internacional, además de la proliferación
de las ONG empeñadas en promover el diálogo, no ha disminuido el lenguaje de
odio. “Es una de las estrategias usadas por las elites etno-nacionalistas para
seguir controlando el poder social, político y económico”, sentencia el
estudio. La pertenencia étnica es la base de la carrera política en Bosnia.
La comunidad internacional y los Balcanes
balcanizados
Considerando la cultura como instrumento de
reconciliación, numerosas instituciones internacionales han invertido fondos
para promover proyectos culturales regionales: obras de teatro, talleres de
escritura, danza, colonias de pintores y escultores, intercambio de
estudiantes, traducciones de obras literarias, exposiciones de pintura,
escultura y fotografías, ediciones de libros conjuntas y talleres para
periodistas.
La Open Society Institute del millonario
norteamericano de origen húngaro George Soros ha sido particularmente activa en
los años 90 en promover los valores cívicos. A partir del año 2000 otras
instituciones europeas han sido prominentes: Kulturkontakt y Erste Stiftung
(Austria), Pro-Helvetia (Suiza), Consejo de Ministros Nórdicos, Consejo
Británico, European Cultural Foundation y Fund for Central and East European
Book Projects (Paises Bajos), además de las distintas fundaciones alemanas. La
disponibilidad de fondos internacionales destinados a promover la cooperación
cultural regional impulsó la creación de numerosas organizaciones no
gubernamentales, especializadas en diseñar proyectos, pedir financiación y
organizar seminarios, conferencias y talleres. Si bien escasean estudios acerca
del impacto de esos proyectos, lo que sí resulta obvio –basta asistir a algunos
seminarios– es que los participantes suelen ser los mismos, o sea, los
representantes de las elites culturales que jamás habían roto los contactos con
sus colegas de otras etnias.
“Es fácil conseguir fondos internacionales,
pero no al público para esas manifestaciones culturales alternativas, las que
promueven otros valores”, señala Milena Dragicevic, experta en gestión cultural
y cooperación internacional. Algunas manifestaciones culturales han sido
canceladas debido a las agresiones de grupos nacionalistas.
¿Y cómo
reacciona la comunidad internacional?
El Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia, con sede en La Haya, donde se juzgan los crímenes de guerra,
encargó a dos renombrados eslavistas estadounidenses, Morton Benson y Wayles
Browne, dictaminar si era necesaria la traducción en tres idiomas eslavos.
Ambos lingüistas, por separado, emitieron su opinión: bastaba con un traductor.
Las diferencias idiomáticas eran comparables al inglés británico y americano.
Así, la interpretación de los procesos se hace en B/H/S (bosnio/croata/serbio)
y la hace el intérprete/traductor de turno.
La Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE) tiene otra política lingüística. Su formulario
oficial de empleo contiene todas las opciones idiomáticas balcánicas. Sin
embargo, si uno es nativo de serbio, ¿debe marcar o no si conoce los restantes?
Si pone que no los habla, demuestra una actitud nacionalista, y si los marca,
parece oportunista, un multilingüe sin esfuerzos de estudio. Como señaló el
lingüista croata Dubravko Skiljan, los croatas, al nacer, son bilingües, ya que
entienden perfectamente el serbio. Por otro lado, si uno pone que entiende
todos los idiomas regionales, qué nivel de conocimiento debe poner: nativo o
profesional. ¿Qué debería poner un mexicano en España? ¿Habla el castellano
como nativo o no? Nadie cuestiona que su acento no coincide con el madrileño,
pero se trata del mismo idioma. O no.
Ese dilema lingüístico tiene connotaciones
políticas. Según el semanario croata Globus, sólo un embajador de ese país
escribió en su curriculum que hablaba el serbio. La ausencia del serbio de los
currículos diplomáticos croatas tiene dos lecturas: (a) por motivos políticos
era inadmisible poner que entendían perfectamente el serbio; o (b) que daban
por hecho que los demás sabían que lo entendían.
En ambos casos, el público internacional
queda confundido, ¿se entienden o no se entienden? En La Región todos se
entienden y cuando están juntos dicen: “Hablemos nuestro idioma”. Pero, de cara
al exterior, un español o británico no lo puede saber. Por eso, la política
lingüística que en el futuro adopte la UE tendrá consecuencias políticas en La
Región. Cuando todos los países sean miembros de la UE se traducirán los
documentos a las lenguas casi idénticas. La decisión será, como siempre,
política.
Conclusión: Las elites políticas de la
antigua Yugoslavia recurrieron al idioma, la cultura, la historia, los mitos,
la religión y las tradiciones para potenciar las distintas identidades étnicas,
crear nuevos Estados independientes y proyectar una nueva imagen internacional.
La guerra ayudó a potenciar las diferencias y crear odios y reticencias, pero
no ha logrado enterrar un pasado cultural, político y económico común. Los
croatas, bosnios, montenegrinos y serbios son pueblos pequeños, con idiomas
minoritarios, difícilmente distinguibles para la comunidad internacional.
Pasada la euforia del distanciamiento
político, económico y cultural, proliferan las iniciativas de cooperación. Son
más influyentes juntos que por separado. Sin embargo, es prematuro hacer
pronósticos. El problema de Kosovo no está resuelto aún, y Serbia no tiene
todavía unas fronteras del Estado bien definidas. Kosovo no es tema de este
artículo porque el albanés es un idioma distinto del resto, no es eslavo, y los
albaneses no han sido una nación constituyente de Yugoslavia, ni en 1918 ni en
1945. Fueron una minoría étnica con derecho al uso de su idioma, igual que los
húngaros, italianos, eslovacos y otras minorías.
En cuanto al resto ¿serán capaces de
construir un día un frente cultural al estilo escandinavo? Depende de sus
políticos y de la política de la UE. Las necesidades políticas crearon el
espacio cultural conocido como Yugoslavia y las ambiciones políticas lo
desintegraron.
Cualquier opción que prevalezca, las
consecuencias sobre el terreno serán prácticas. Actualmente, los jóvenes
croatas y serbios se entienden menos de lo que se entendieron sus padres. Las
jergas se distancian, la gente cruza menos las fronteras, las realidades se
alejan. La cultura anglosajona se impone. ¿Se comunicarán un día en inglés?
Depende de lo que decidan sus elites políticas.
Mirjana
Tomic
Periodista y
analista política
Las diferencias
étnicas tienen a Bosnia como un país fracturado
20 años después del inicio de la guerra en
los Balcanes persisten las diferencias étnicas entre croatas, serbios y
musulmanes.
Por:
Agencias EFE y APDomingo, Abril 8, 2012
Bosnia no ha podido recuperarse de la que
guerra que enfrentó durante tres años a musulmanes, serbios y croatas. Veinte
años después de la contienda más sangrienta en Europa desde la II Guerra
Mundial, es un país fracturado por líneas étnicas, sin apenas capacidad para
consensuar su pasado ni afrontar el futuro.
Los dos entes autónomos que forman el país
-el común de musulmanes y croatas, y el serbio- así como los tres pueblos,
funcionan por su cuenta. Las instituciones centrales, las comunes de los tres
pueblos, representan un conjunto de intereses que casi nunca coinciden, con una
clara falta de cooperación que permita un funcionamiento eficaz del Estado
compartido.
“La guerra es todavía el elemento que domina
en todos los acontecimientos de la sociedad de Bosnia-Herzegovina”, declaró a
EFE el analista Sacir Filandra, decano de la Facultad de Ciencias Políticas en
Sarajevo.
El viernes pasado en Sarajevo, durante la
conmemoración del inicio de la guerra, el alcalde de la capital bosnia, Alija
Behmen, aseguró que “se estima que en Sarajevo murieron 18.000 personas, de
ellos 1.600 niños, pero tenemos hasta ahora los nombres de 11.541.
Los bosnios se desplazaron en silencio y
sollozantes por la calle principal, depositando flores y regalos sobre 11.541
sillas dispuestas en filas aparentemente interminables. Recordaban como los
serbios sitiaron Sarajevo durante 46 meses -11.825 días-, más tiempo que el
sitio de Leningrado (hoy nuevamente San Petersburgo) durante la Segunda Guerra
Mundial.
Sus 380.000 habitantes se quedaron sin
alimentos, electricidad, agua ni calefacción, mientras los serbios lanzaban un
promedio de 330 cañonazos diarios sobre la ciudad.
La división
Aunque el lema formal de las principales
estructuras políticas de Bosnia es avanzar para ingresar en la Unión Europea
(UE), desde hace más de cuatro años, entre los políticos musulmanes, serbios y
croatas no hay consenso sobre las reformas para un funcionamiento consolidado
de las instituciones centrales de cara a agilizar el paso a la integración
euroatlántica.
Bosnia es uno de los países más pobres de
Europa y tiene un 40% de desempleo; aún así, los temas sociales son secundarios
frente a una clara agenda política nacionalista.
El analista Momir Dejanovic, de la ONG Centro
para una Política Humana, advierte que pocos dicen que la guerra fue
innecesaria y errónea, y “domina la tendencia de justificar la guerra como una
defensa ante el otro”, ya sea musulmán, serbio o croata.
Veinte años después del conflicto, los
bosnios, no sólo los políticos, sino también los intelectuales o historiadores,
no pueden ponerse de acuerdo ni sobre la fecha y el origen de la guerra.
El inicio oficial fue el 6 de abril de 1992,
cuando la UE reconoció la independencia de Bosnia. El mismo día, los
francotiradores serbo bosnios dispararon contra unos manifestantes en el centro
de Sarajevo. Para los serbios, el inicio del conflicto fueron los disparos de
unos delincuentes musulmanes en marzo de ese año contra un cortejo nupcial serbio,
en el que murieron dos personas.
Para los musulmanes, fueron los ataques de
los serbios, que tuvieron en su mano la mayoría del armamento del antiguo
ejército yugoslavo, y que asediaron Sarajevo durante toda la guerra.
El director de teatro sarajevita Haris
Pasovic señaló en declaraciones a Efe que después de la muerte, en 1980, del
líder comunista yugoslavo Josip Broz Tito, “se intensificaron los procesos
nacionalistas en Yugoslavia, y con la caída de la cortina de hierro la
necesidad de tener Yugoslavia como un corredor diplomático entre el este y le
oeste dejó de existir”.
El analista Dragan Jerinic sostiene que
después de la muerte de Tito, “los conflictos entre los conceptos nacionales
(...) llevaron a la guerra en Yugoslavia. La más sangrienta y trágica fue en
Bosnia-Herzegovina, porque dentro de sus fronteras se enfrentaban los intereses
de tres comunidades nacionales (musulmanes, serbios y croatas)”.
http://www.elpais.com.co/elpais/internacional/noticias/diferencias-etnicas-tienen-bosnia-como-pais-fracturado
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