Entre Sweet Micky y el Toripollo. Al
borde del abismo
Por Manuel NÚÑEZ Asencio
Antes de llegar a
la Presidencia de Haití, el Presidente Martelly era conocido en todas las
discotecas, salones, fiestas y mentideros haitianos como Sweet Micky. Aparecía en los espectáculos en paños menores o con un
taparrabo, cubierto el pecho con un corpiño, dando golpes de barriga, con una
coquetería que iba más allá de las fronteras de la
Michel Martelly |
decencia.
(Confróntese: http://www.youtube.com/watch?v=7z3XtuZgKOg). Por su parte, el Presidente Maduro, a quien los
venezolanos, han apodado el Toripollo.
Cuerpo de toro, su corpulencia resalta a ojos vistas, y cabeza de pollo, no
tiene reputación de hombre reflexivo ni de persona inteligente, ha dado
sobradas muestras de incapacidad en el ejercicio del poder. Tantas que hoy
Venezuela ha roto todos los records negativos: la mayor inflación del
continente, 56%; el mayor desabastecimiento de toda su historia no hay alimentos ni medicinas ni siquiera
papel higiénico; la mayor cantidad
de crímenes y de inseguridad del hemisferio (79 asesinatos por 100.000
habitantes), supera incluso los países en guerra. Tiene en su haber el peor
balance presidencial; su ejercicio de poder no ha resultado positivo para su país.
Ninguno de los dos son ejemplares, de uno y de otro, hay poco que aprender, y
nada que imitar.
Ambos hombres, en
conciliábulo, se han propuesto fracturar a
la nación dominicana. Sweet Micky ha logrado convencer a
Maduro de que los nacionalistas dominicanos son la reencarnación de la derecha
venezolana en la isla de Santo Domingo. Seducido por la intriga, toda la ira
del Toripollo se desencadena contra
la Sentencia del Tribunal Constitucional. La dependencia de los acuerdos de
PetroCaribe le otorga a esta intervención
una dimensión imponente.
Varias características
unen a estos dos hombres. En las ceremonias de vudú a las que suele asistir
envuelto en la bandera haitiana, a Sweet
Micky se le reserva el trono
del Barón Samedi, el hombre que es capaz de hablar con los muertos. Sirve de corcel de los espíritu o los luases que bajan
del más allá. Se aferra a las obsesiones con la determinación de una boa
constrictora. Uno de esos empecinamientos llevados con ceguera absoluta y con
obstinación delirante es la
destrucción de la soberanía dominicana. Lo ha jurado ante los ougam y ante las
mambos, que son los verdaderos jefes espirituales de Haití. Lo ha confirmado
ante el CARICOM, ante el Gobierno
de Venezuela y ante sus socios de las ONG. Se trata de un ejercicio
irresponsable, agresivo, arrogante de la política, fundado en la búsqueda de
soluciones ligadas a la hechicería. Delegado de fuerzas oscuras y caprichosas
que esperan que su campaña de descrédito, de humillación, desmoralización y de
ataques despiadados logrará demoler las instituciones dominicanas e imponernos
una subnacionalidad dentro del territorio dominicano.
Por su parte, el Toripollo ha dado muestras vivas de su
comunicación extra corporal. El milagro se produjo en una pequeña
capilla de Sabaneta,
poblado donde nació el Comandante. Allí, al parecer, Chávez, había reencarnado
en un pajarillo, secundado por la estatuilla del Cristo y de Gregorio Hernández.
Convertido en ornitólogo, Maduro tradujo el mensaje que Chávez le enviaba a
través de los pájaros. Desde
entonces suele conversar en las soledades del Cuartel de la
Montaña con el comandante Chávez. Y atribuirle la responsabilidad de sus
decisiones de Gobierno.
De modo que ambos
hombres se hallan unidos por su afición al pensamiento mágico, por sus
escapadas al mundo sobrenatural y
por ser el medio de aparición del
mandato de los muertos.
Tienen, además,
otras semejanzas. Suelen ser despiadados, incluso brutales, con la oposición política.
En Haití, el Presidente no
suele respetar los demás poderes del Estado. Ni al
legislativo, que ha tenido que soportar los malos humores, la destemplanza, los
retrasos del Estado para organizar las elecciones; las violaciones
constitucionales y, en los casos más flagrantes, la destrucción personal del adversario. Tal el caso del
juez Jean Serge Joseph. En el caso
del Presidente Maduro el despliegue represivo hacia la oposición, se halla
marcado por atropellos a la prensa, a las personas, a los legisladores y por
suprimir las competencias del Congreso y de las instituciones, mediante la llamada ley habilitante.
La
comparación sigue arrojando similitudes. Ambos hombres exhiben un discurso vacío
de contenido, plagado de frases altisonantes, amenazas desbordantes, salidas
irracionales. Cuando bajan el tono del diapasón, se acercan a la expresión de
un presentador de circo. Chabacanos corrientes y molientes, en las
concentraciones, desempeñan el
papel de los reggeatoneros, cantan, bailan, hacen chistes. Se alejan de la
solemnidad de los estadistas. Convierten su mortificación, su incomodidad en
problemas nacionales. No suelen orientarse por principios ni por visiones de conjunto, sino por la
atmósfera de sus estados de ánimo.
Los dos
personajes han tenido problemas
con su nacionalidad. Durante el comienzo de su ejercicio la oposición le
demostró a
Martelly que él, al igual que su mujer y sus hijos, tenían
nacionalidad estadounidense. La Constitución haitiana prohíbe que alguien que
posea otra nacionalidad ejerza la Presidencia. Se emplearon todos los
mecanismos del poder para esconder
la verdad. Incluso se le hicieron modificaciones al verdadero nombre del famoso
Sweet Micky. En el caso del Toripollo, una investigación arrojó, que
el señor Maduro, al igual que sus padres y sus hermanos, era de nacionalidad
colombiana. Que había modificado su fecha de nacimiento para hacer figurar que
nació en el territorio venezolano.
Que, en todo caso, si tiene otra nacionalidad de origen, y tal es el
caso, debería renunciar públicamente a ésta para terciar por la Presidencia.
Sobre todas estas cuestiones, en
uno y otro país, se ha echado un manto de nieblas.
El famoso Sweet Micky |
Ninguno de los dos ha hecho estudios
superiores. Se han formado en la universidad de la calle. Sweet
Micky es músico de oídas, aficionado a cantante y a bailarín, y el Toripollo era conductor de autobuses. En
los dos casos, se consideran muy superiores a nuestro Presidente; se creen más
listos que el Presidente Medina; se emplean a fondo para engañarlo, y a veces
les sale bien. Pero saben a ciencia cierta que son hombres ordinarios, sin
cualidades
intelectuales para gobernar, sin luces para examinar los grandes
problemas. En vista de ello, cada uno tiene un mentor, que obra como un oráculo,
al que acuden siempre para hallar el norte de la brújula. Sweet
Micky se halla sometido a Bill Clinton, y el Toripollo cada vez que se le nublan las razones acude al santuario
de La Habana.
Bil Clinton "titiritero" contra de República Dominicana |
Si alguna característica
manifiestan estos personajes es la tendencia al victimismo. Sweet Micky presenta los problemas de su
país como víctima de los
dominicanos. Que no acaban por
cederles definitivamente las escuelas y los hospitales a los haitianos. Que
reclaman los empleos de la República Dominicana. Así el gran problema de Haití,
según esta visión, se halla en la
República Dominicana. Son temperamentos lunáticos, pueden pasar del victimismo
a la agresividad desbordada. Así en un despliegue de hipocresía, un día vemos a
Martelly agradecer la creación de un vivero para combatir la deforestación de
su país. Y, al día siguiente, nos
declara la guerra económica.
Por su parte, el Toripollo suele columbrar conspiraciones hasta
en la sopa. Maduro
reconoce en un discurso ante el comercio de su país que hay problemas con el
manejo de las divisas. Al día siguiente, invita a los venezolanos a saquear el
comercio. Estamos en ambos casos, ante redentores, que emplean profusamente la
demagogia Su capacidad de comediantes
simuladores, su tendencia a incumplir lo que prometen, burlarse de las leyes,
actuar como reyezuelos absolutos, que no respetan la separación de los poderes,
la Independencia y la soberanía de sus países, subyugada en cada caso por
mentores extranjeros.
Ni siquiera conocen
la historia que empalma a Venezuela y Haití. Y están dispuestos a reinventársela.
En 1816 se produjo la ayuda de Alexandre Petion a Simón Bolívar.
Posteriormente, los haitianos
enviaron a la Gran Colombia
a Desrivieres Chanlatte para
proponerle al Gobierno un Tratado que la colocara en pie de guerra contra
Francia. O de lo contrario, que se le restituyera el valor de todos los
pertrechos y municiones que le habían suministrado al
Libertador. Para solventar las
exigencias de los haitianos, Santander hubo de solicitar un préstamo a un banco
de Londres. Con la suma obtenida, los haitianos se pertrecharon de armas y municiones para hacer efectiva la
conquista de la porción oriental de la isla Española, que se había emancipado en
1821 bajo la inspiración de José Núñez de Cáceres.
Para muchos
haitianos esta maniobra política, le restaba mérito a la ayuda que le había
prestado Petion a Bolívar en 1816. La cobraron con creces. El historiador Thomas
Madiou desaprueba la actitud de Boyer.
De este modo, queda cabalmente explicado por qué Bolívar no invitó a los
haitianos al Congreso de Panamá.
El diálogo
convocado para el 7 de enero en Juana Méndez entre los miembros de una comisión de plenipotenciarios que se
impondrá como objetivo neutralizar la decisión del Tribunal Constitucional será
el teatro de una batalla llevada a cabo fuera de las instituciones dominicanas,
y, en cierta manera, contra ellas. Dos proyectos sustancialmente distintos se
hallan enfrentados.
1.
El
proyecto de crear una población numerosa de haitianos con papeles dominicanos,
la oportunidad de transformar definitivamente la geopolítica, y construir la
plataforma para nuevas oleadas de
una colonización brutal y definitiva del país. Los haitianos han logrado
asociar a sus intenciones al CARICOM, a Venezuela, a la Unión Europea, a las ONG pro haitianas radicadas en el
país y a los grupos traidores al ideario
de independencia de Haití, que obran como un enemigo interior. Toda la
voluntad de Sweet Micky se vuelca de
manera apasionada y resuelta en la disolución de la soberanía dominicana.
2.
Por
otro lado, en el bando nacional no
hay claridad de miras. Se
enfrentan a una mayoría de comisionados, dispuestos a caricaturizar la posición
del país. Sin convicciones, sin
ideales, desdeñando la historia se han metido en la encerrona de dialogar sobre
el fin de la soberanía dominicana De modo que el porvenir del país no está entre Lucas y Juan Mejía, sino entre Sweet Micky y el Toripollo.
Es decir, al borde del abismo. Según esto, todos los países del continente
tienen derecho a aplicar su Constitución y sus leyes, sin el intervencionismo
internacional. Todos, menos el nuestro. En estos tristísimos momentos, nos vienen a la memoria aquellas
palabras
del fundador de la República Juan Pablo Duarte: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón
y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de
la Patria”.
El
pueblo dominicano es muy superior a sus dirigentes, que no han mostrado aprecio
por su soberanía ni por su dignidad ni por su honor. Al pueblo dominicano no
pueden sumergirlo en el pesimismo, en la derrota, en el fatalismo y en la
impotencia de la que han dado sobradas muestras sus dirigentes políticos.
Recordémosle a todos, que el pueblo dominicano ha luchado
solo, y ha vencido en soledad. Solo luchó contra la destrucción de su
nacionalidad y contra la ocupación extranjera. Sin ayuda de nadie combatió en
las playas y en los campos; se enfrentó a fuerzas muy superiores en número, capaces de arrasarlo completamente;
combatió sin cansancio a los reyezuelos y a los emperadores haitianos; y nunca
se rindió.
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