Raíces de una Desafección
Reynaldo Vargas*
Espero que iniciar la
aventura de abrirme paso entre las conmociones de mi país, me facilite ver de
qué manera lograron sembrarlo poco a poco en las penumbras de una amnesia de
209 años, desvelar los judas de nuevo cuño que –con o sin Denarios de por
medio- lo han encerrado en un
fatal juego de ignominias y deshonras; y a lo mejor, con suerte, arrebatarles
-también- una que otra hazaña que no conocemos todavía.
No digo nada nuevo,
pero la política es como un buffet donde cada quien se sirve todo lo que le
apetece de lo que más le gusta; sólo que no está permitido intentar tener
un ameno y suculento almuerzo con
Dios y Lucifer en una misma mesa y esperar que el resto de comensales aplaudan
la genialidad.
Cuando se está al
frente de un país -sobre todo pequeño como el nuestro-, la definición es
crucial por inevitable, pues, es convertido en lacayo o defensor de sus intereses en menos tiempo del
que el gallo de Pedro -el
“cortaoreja” de la última cena-
tarda en cantar. Cuando se elige ser un sometido o ser soberano, lo que
se evidencia es la debilidad o la fortaleza de espíritu, ya que, se claudica o
se resiste respondiendo a las intenciones que, en silencio, habitan en el
interior de cada individuo. Por consiguiente, no hay cabida para posiciones
descafeinadas, ni para escrituras con media tinta, mucho menos para añadir
olvido a la humillación.
En el escenario
actual, la República Dominicana real se parece mucho a la República Dominicana
virtual que anhela el patrón de los 4 jinetes del apocalipsis que, con
sospechosa prisa, vinieron a entregar su
“bolsa de valores” que, más bien, parece una olla donde sólo se cuecen plagas, penas y amarguras.
Desde luego que, el tenaz acoso a nuestra soberanía -cada vez más encogida-, no
podría ser explicado sin la correspondiente complicidad de todos los
presidentes que -en tanto cuanto han permitido- hemos tenido después de la
desaparición de Trujillo, con la única excepción de Bosch.
Tras una -ya extensa- trayectoria de ambivalencia y una gestión hatera populista,
el gobierno se acerca a una inminente colisión con su pueblo. Acorralado y
carente de ideas para modular estrategias y desdeñar el precipicio de una vez y
por todas, termina -infortunadamente-
acuñando modos diversos para eludir su responsabilidad, presentando un simulacro ideológico
como carta de ruta y -con ella- pasar por debajo de la puerta una mimetización
camaleónica que, si bien es un intento maliciosamente ingenioso, es
Promovidas o
toleradas, se han movilizado poderosas fuerzas antinacionales, por ende, decididamente contrarias a nuestro
compromiso territorial. Instaladas en puestos importantes en la política
-visibles, incluso, en el gobierno-
ejercen abierta violencia contra la Constitución y las leyes por medio
de negociaciones espurias con el objetivo de quebrar el sentimiento patrio y
destruir nuestra identidad nacional. Todo eso, bajo la mirada abúlica de la
población… aparentemente.
Entiendo que el
gobierno no lo tiene fácil estando bajo interminables amenazas de países
supuestamente amigos que, desde luego, no son; y, por la responsabilidad que se
supone tiene, nunca se espera que reaccione con pereza y desdén hacia sus
propios ciudadanos que, de hacerlo, los convertiría en el blanco perfecto para
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una cruzada canalla; de igual manera, pondría en fatal peligro los fundamentos
del país. Si así fuere, no sería descabellado pensar que el miedo callado
siempre recurre al fiable subterfugio del engaño y si se llega a semejante
conclusión, es que estamos en caída libre.
Aun pareciendo
una tierra irremisiblemente perdida, yo, rebelde sin causa, que me resisto como
mártir al verdugo, todavía aspiro a la reconstrucción de una patria heroica, de
una República Dominicana épica; como tampoco pierdo la esperanza de ver
cabalgar erguido el espíritu indómito
de nuestra nacionalidad que nació en 1844.
*Reynaldo Vargas es un eminente médico cirujano cardiovascular en pleno
ejercicio, preocupado por nuestro futuro como nación.
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