Los
intelectuales inútiles
Durante años, los intelectuales
combatieron la sociedad de mercado,
el capitalismo, imaginaron que tomarían
el cielo por asalto
y que implantarían sociedades
perfectas. Todo ese mundo
se derrumbó en 1989. Entre los escombros,
algunos siguen reclamando el derecho a
experimentar con
nuestras propias vidas.
Por Manuel Núñez Asencio
En las actuales circunstancias, dos grandes riesgos se
proyectan sobre la nación dominicana.
1. La amenaza a su propio ser. Vale decir,
la destrucción de su capacidad de autodeterminación, mediante la suplantación demográfica
del pueblo dominicano. Al admitir a los haitianos como derechohabientes en el
Estado dominicano, al romper el
equilibrio jurídico, social y político entre los dos Estados que comparten la
isla de Santo Domingo, se anulan los resultados históricos de la Independencia
nacional de 1844.
2. La amenaza a lo que tenemos. En primer
lugar, la destrucción de nuestras
conquistas sociales. Los modestos progresos que hemos logrado se volverán agua de borrajas,
importando el
repertorio las enfermedades que se ensaña sobre esa
nación; echando sobre las espaldas
del pueblo dominicano el 70% de sus desempleados, sus gravísimos problemas
sociales: falta de instrucción,
descomposición social, oscurantismo. En segundo lugar, perderíamos el
territorio. Los haitianos consumen
más de seis millones de metros cúbicos de madera por año, nuestros bosques están
amenazados como nunca antes de quedar completamente
carbonizados, tal como ha
ocurrido en el propio territorio haitiano. Estamos importando sus probados hábitos
de depredación del bosque, que han reducido la superficie boscosa haitiana a
menos de 1% del territorio.
Con
semejantes debilidades, la República Dominicana sería manipulada por los
aventureros implantados en las instituciones supranacionales , por
las ONG conducidas por otros Estados y por los peones del intervencionismo
internacional. Llegados a este punto, el Estado dominicano no podrá representar
a una sociedad fragmentada, sin conciencia sí, despedazada en su unidad
interna, que sería fácilmente conquistada por las mafias, el crimen organizado
y por las multinacionales, deseosas de apoderarse de sus grandes riquezas
mineras, de sus infraestructuras, ciudades y de todo lo que nos resulta
hermoso.
En estas gravísimas circunstancias, ¿qué papel desempeñan los intelectuales?
Algunos
permanecen encerrados en un discurso embrollado. Lejos de la observación,
desentierran el cadáver de Trujillo y proclaman que todo aquel que oponga a la
desaparición de nuestra autodeterminación como pueblo y como nación
independiente, es partidario de la reimplantación de esa dictadura imaginaria. Se trata de fabricar el adversario,
empleando el miedo al pasado para rehusar referirse al problema central de
nuestra existencia. Que no es, desde luego, el resurgimiento del régimen que
quedó decapitado el 30 de mayo de 1961. Los que defienden la patria deben
enfrentarse continuamente con
palabras que no han dicho y con
discursos que no han sustentado.
Ninguna
de esas imaginerías puede salvarnos del toro real que enfrentamos en el ruedo.
Los enfoques de los problemas que sobrevienen entre las dos naciones que
comparten la isla de Santo Domingo, poco o nada tienen que ver con las
distintas preferencias políticas,
fundadas en las elecciones entre izquierda o derecha. De cualquier modo, los dominicanos han
tomado distancias de todas estas circunstancias. Entre otras razones, las alianzas políticas de los últimos
procesos electorales, las han vaciado de contenido.
La única
idea que sobrevive, tras el naufragio de todas las ideologías y de los experimentos sociales, es la nación. Todo lo demás ha quedado en el zafacón
de las ciencias sociales. ¿Qué hacer con ella? ¿Puede un intelectual que tenga
alguna responsabilidad cívica permanecer in
albis, en las nieblas ante un problema en el que está en juego lo que
somos, la unidad de la sociedad que hemos forjado y lo que tenemos, el territorio, las conquistas sociales,
el deseo de vivir juntos, sin interferencias extranjeras?,
Durante
años, los intelectuales
combatieron la sociedad de mercado, el capitalismo, imaginaron que tomarían el
cielo por asalto y que implantarían sociedades perfectas. Todo ese mundo se derrumbó en 1989. Entre los escombros, algunos siguen
reclamando el derecho a experimentar con nuestras propias vidas. El experimento que ha asumido como una
utopía la Compañía de Jesús, las ONG pro haitianas y los intelectuales , compañeros
de ruta, consiste en desmantelar al Estado dominicano, y crear un Estado
binacional. Es decir, que
suplantemos el proyecto nacional en el cual vivimos los dominicanos desde
1844 por la sociedad fantasiosa
que tienen estos grupúsculos en sus cabezas. ¿En nombre de qué principio puede
este grupeo de individuos decidir
el tipo de sociedad en la que han
de vivir de 10 millones de dominicanos?
¿En nombre de qué justicia,
de qué superioridad moral pueden desmantelar el Estado en el que hemos
vivido, para suplantarlo por una pesadilla?.
Hagámonos
una pregunta al estilo de Bertrand de Jouvenel. ¿Por qué los intelectuales
dominicanos odian a la nación?.
·
En primer lugar, por ignorancia. La mayoría desconoce la naturaleza de
la sociedad haitiana; omite las consecuencias que padecerían los
dominicanos incrustando en su
interior un elemento que dinamitará todo lo que hemos logrado. Desintegración
de su unidad nacional; destrucción del proyecto nacional; desmantelamiento de
la idea de progreso y de su porvenir.
Mario Vargas Llosa |
·
En segundo lugar, por arrogancia. Los intelectuales
intervienen, con el prestigio ganado en otras áreas del conocimiento, en un dominio en los cuales no son expertos. ¿Qué
valor tienen las recomendaciones económicas y sociales de Vargas Llosa cuando
defiende como una fiera el Gobierno neoliberal de Margaret Thacher, y la
convierte en una heroína de su ideario político? ¿ Quién puede concebir que el desmantelamiento de
todos los servicios público del
Reino Unido, que la arrogancia imperial de la dama de hierro represente un gobierno digno de
imitarse? Los primeros en darse cuenta de esa engañifa fueron los británicos que le retiraron
su apoyo, y se libertaron de ese espantajo. En suma, Los
intelectuales han dicho muchas estupideces (véase el Estupidiario de los
filosófos, Madrid, Cátedra, 2004, C. Roche, JJ Barrere).
Una de ellas, es que
debemos renunciar a la aplicación de nuestra Constitución y nuestras leyes,
para que los derechos de los extranjeros se impongan sobre los derechos de los
dominicanos. Su absoluto desprecio por el funcionamiento de la economía, su
falta de comprensión de cómo funcionan las sociedades los lleva a ignorar que en esta operación
necesariamente hay ganadores y perdedores.
·
En tercer lugar, nos hallamos ante personajes sin
ideales, que prefieren traicionar a su patria, ante que darle la espalda a la Humanidad. Según esto, los
dominicanos no formamos parte de esa Humanidad. La operación de despojo de nuestros derechos, comienza con
una idealización de las víctimas, que no tienen, al parecer, ninguna responsabilidad. Se exhibe la
miseria sin nombre de los haitianos. En segundo tiempo, se culpabiliza de
semejante horrores a los dominicanos, los vecinos más próximos. Y, finalmente, se manipula a la opinión nacional
e internacional para presentar a la República Dominicana como la solución a un
problema extraterritorial y extra nacional.
Todas
estas creencias se sustentan en la mentira. Con encuestas de expertos, glosas y cuadros estadísticas se nos
quiere demostrar que la inmigración haitiana nos aporta pingues beneficios.
Hemos leído montaña de estudios realizados por una cáfila de
mercenarios, que, apoyados en sus “hallazgos maravillosas”, nos demuestran que
destruir la mano de obra dominicana, y traspasarla a los haitianos, resulta
beneficioso; que importar enfermedades del país más insalubre, es una gran
aportación al desarrollo, y que los gobiernos deberían dedicarse a promover la salida de los dominicanos
del proyecto nacional. En todas estas consideraciones, campan por sus respetos,
la falta de probidad, la falta de patriotismo y la ceguera ante los hechos históricos.
Desde
el Informe Misión to Haiti (Nueva York, ONU, 1949) los expertos de las
Naciones Unidas saben, perfectamente,
que la sociedad haitiana es inviable. Que todos los esfuerzos emprendidos hasta
ahora no detienen el progresivo hundimiento de esa sociedad.
¿Cuáles
razones llevan a los intelectuales a mentir, a rechazar sus responsabilidades cívicas
de defender su país? En realidad,
hay dos tipos de intelectuales.
·
Los que actúan, seducidos por
ideas abstractas. Se dejan
subyugar por las extravagancias de sus palabras cohetes y por la visión de
sociedades imaginarias. No instruyen; no educan; no explican; se enamoran de
sus discursos embrollados. Son los
intelectuales inútiles. Tienen una
idea rotundamente distorsionada de
su propia importancia.
·
Quedan los intelectuales que
defienden la nación, que actúan en
función dominicanista. Que luchan por el engrandecimiento moral del pueblo
dominicano. Que no quedan arropados y atrapados en la angustia y en la indignación.
El deber no está en echarse a un lado o en mirar a las estrellas o en volverse
indeciso, sino asumir su responsabilidad.
En
resumidas cuentas, nos enfrentamos a un Estado que está en contra de los
intereses del pueblo, que obedece más a las decisiones extranjeras que a la propia Constitución. Promueven la llegada de la tragedia,
porque piensan que de la destrucción de la unidad de la sociedad, que de la
importación de las marejadas de pobreza haitiana, nos llevará al centro de la
catástrofe. Vivimos una crisis de
frontera, hemos perdido el control
del territorio. Vivimos una crisis de identidad, nuestros dirigentes políticos no
defienden ni la historia ni el Estado ni la sociedad.
Enfrentamos la colonización extranjera, el terrorismo
moral y las fuerzas del caos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario