Vivir de la miseria
Por
Manuel NÚÑEZ Asencio*
En el reino animal son
conocidos como los parásitos. Cada uno desarrolla su modus vivendi. Las garrapatas, las chinches, las sanguijuelas
vampirizan a la víctima. Los hongos colonizan el cuerpo; descomponen la materia;
viven de la muerte; se vuelven carroñeros. Los bichos se
radican en el intestino grueso; organizan expediciones hacia el colon. Se
ensañan con el ano de su víctima. Cualquiera que haya pasado por la experiencia
del escozor mordiente con que se manifiestan estos roedores sabe que son
implacables. Viven de la mortificación de la víctima. Se divierten
anunciándonos su sórdida presencia. De todos estos vividores, los más
decididamente criminales, son las células malignas. Tienen la apariencia de los
seres vivos. El cerebro no logra diferenciar a estos depredadores. No sueltan a su víctima hasta
aniquilarla completamente. Cuando no logran matarnos gangrenando el pulmón o pudriendo cualquier otro órgano, viajan
por el líquido sanguíneo, penetran en los linfocitos; nos hacen metástasis.
Nos mandan al otro barrio. De nada valen nuestras maniobras de último
minuto. El lector lo sabe más que
nadie. Para sobrevivir al cáncer
hay que emplear todo el
poder de fuego de la medicina: la cirugía mayor, el trasplante de médula, el
rayo láser, la quimio, la yodo,
la radioterapia. Toda la
pujanza de la medicina nuclear.
En las sociedades
actuales, el equivalente de estos tremebundos parásitos son las ONG’s que viven
de la miseria. Crean tribunales; suplantan a los Estados; convierten los países
en laboratorios de sus improvisaciones; succionan las ayudas al desarrollo. En
los casos más espectaculares, se
convierten en un Estado dentro del Estado. Se aprovechan de la candidez de los
políticos, para, con la mascarilla de la llamada sociedad civil, gobernar
sin que nadie haya votado por ellos.
Esta plaga ha sentado sus reales en Haití. Esta nación se ha convertido
en la República de las ONG’s. Todas las voces razonables muestran su disgusto
con semejante incidencia. Los primeros en poner el grito al cielo son los
propios haitianos que denuncian la
falsedad de estos filántropos que exacerban la miseria; montan su teatro para
sacarle todo el jugo a la compasión; explotar la culpabilidad y la piedad
cristianas. Pero también han mostrado su desacuerdo con estos manejos, los Clinton, la ex gobernadora de
Canadá, Michaelle Jean, oriunda de Haití, Edmond Mulet, representante de la
MINUSTAH. El enviado de la OEA, Ricardo Seitenfus, hombre de confianza del ex
Presidente Lula Da Silva, lo ha dicho sin paños tibios : “Hay una relación de
causa-efecto entre la infelicidad de los haitianos y la felicidad de las ONG y
el peligro más grande que afrontamos ahora es la 'onegización' del país (El
Mundo, (Madrid) 4-2-2010).
El propio Presidente Martelly lo ha
proclamado urbi et orbi, de los 4 mil
millones de dólares que Haití ha recibido tras el
terremoto del 2010, sólo unos tres
millones de dólares ha pasado por las cajas del Gobierno
haitiano; el resto ha sido capturado por estas
maquinas centrífugas. Que no les interesa ponerle punto final a la miseria.
Porque viven de ella. ¿Qué han hecho con esas montañas de dinero las ONG’s? Mucha propaganda, y pocos resultados.
Unas casas que se derrumban al año siguiente, urgencias inmediatas que vuelven
y renacen. Dicho brevemente: nada que contribuya a la autonomía del país y a su
desarrollo. Tras estas ONG’s hay, además, una buena cantidad de pedófilos, de traficantes de niños y de
órganos, jefes de redes de prostitución infantil; una manada de lobos disfrazados de ovejas.
Tras el terremoto República Dominicana ha sufrido una oleada de ilegales |
. No
todas las ONG’s, desde luego,
tienen estas características funestas. Muchas han contribuido ( y no poca cosa) en el terreno de la salud,
del medio ambiente, del combate a
la adicción a las drogas, del rescate de los minusválidos y de la ayuda al
desarrollo de nuestra población. Tras el prestigio de las primeras, se ha
cobijado una buena cantidad de charlatanes. Y es a ellos que se dirige nuestro
dedo acusador.
En la República Dominicana
se han implantado unas doscientas ONG’s que trabajan, actualmente, con los indocumentados haitianos. Han
importado todos los problemas de Haití a nuestro país: la falta de
documentación, la ausencia de un
Estado de derecho, la supervivencia de la población empobrecida etc. Hoy
ya podemos cuantificar las manifestaciones de sus operaciones destructoras:
1. Poseídos de una ideología que detesta al
Estado, se han propuesto como finalidad sembrar estereotipos
internacionales contra la República Dominicana para arrebatarnos la soberanía.
Varias de estas ONG’s (MUDHA, Centro Puente, Centro Bonó, etc) lograron ya una
condena del Estado dominicano ante la Corte Internacional de Costa Rica en el 1998.
Actualmente nos mantienen en la picota con varios casos de indocumentados
haitianos que exigen que el país la dé
nacionalidad y los papeles que su país le niega a más del 40% de su
población. Ya han roto la frontera física, , ahora quieren romper la frontera
jurídica. Todas esas operaciones son acompañadas del catecismo de los derechos
humanos. Pero la República Dominicana no es un derecho humano de los haitianos.
Es un país soberano, independiente y, al parecer reconocido, por las demás
naciones del mundo. Nuestras avenidas y calles están repletas de mendigos
haitianos: niños, mujeres embarazadas, dementes que son los testigos de la
acusación de nuestro Estado ante el mundo. Las probabilidades de tener razón en
esta Corte, manejadas por antiguos resentidos del sistema democrático, son
absolutamente nulas. Ningún Estado ha tenido ganancia de causa, en esa Corte
hecha para complacer a las ONG’s.
2. .
Otras ONG’s se han dedicado a
criminalizar el ejercicio soberano del Estado dominicano de repatriar
personas que han ingresado al país ilegalmente. Cada vez que la Dirección de
Migración deporta a un haitiano, estas ONG’s despachan notas de protestas a
Amnistía Internacional, a la UNICEF y otras ONG’s multinacionales, tan
poderosas como cualquier Estado. Obsérvese que las denuncias
internacionales del Centro Jano
Sikse, CEFASA, Solidaridad Fronteriza y de las ONG’s de los jesuitas actúan como si no tuviésemos derechos
ni a defender los empleos, ni a proteger los hospitales ni a salvaguardar las
escuelas, que no tenemos derecho ni siquiera a un gobierno que nos defienda de
esta avalancha devastadora. Todas estas operaciones están financiadas por
OXFAM, por la Unión Europea, por Estados Unidos, es decir, por Gobiernos que,
en apariencias, no son hostiles a la existencia de la República Dominicana.
3. El
otro objetivo de las ONG’s es instrumentalizar a nuestra prensa.
La Unión Europea ha desembolsado 400.000 euros a la Cátedra UNESCO, alojada en
la Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), nobles instituciones,
convertidas en testaferros de ONG’s, para que cambien las miradas de los
periodistas dominicanas en lo que toca la inmigración haitiana. En
realidad, para formar los cuadros de
esta cruzada.
Todas estas malas noticias no nos
hacen augurar un porvenir halagüeño.
Del otro lado de la frontera, el propio Gobierno haitiano opera con la
lógica de una ONG’s. Dentro de unos meses tendrá que organizar las elecciones
legislativas y municipales. Para llevar a cabo ese compromiso necesita entre 35
y 40 millones de dólares. Una cantidad irrisoria, si se examinan sus caudales
impositivos. Pero los pedigüeños siempre se creen más listos que los
demás, y aunque tengan dinero en sus faltriqueras, prefieren ordeñar la vaca
lechera. El Ministro Laurent Lamothe ha dicho que el Gobierno haitiano sólo
contribuirá con 10 millones de
dólares, y Brasil, Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá deberán aportar el
resto. Las elecciones ya se han retrasado un año. Y los haitianos están
dispuestos a convertir a su propia población en escudos humanos, para lograr
estos caudales. Ese es el legado dejado por las ONG’s: haber sembrado en ese
país una mentalidad de asistidos sociales.
* Manuel NÚÑEZ Asencio: Poeta, ensayista e historiógrafo. Tiene una
licenciatura en Letras Modernas de la Universidad de París VII (Jussieu), una
maestría en Literatura General de la Universidad de París VIII (Saint-Denis) y
un doctorado en Lingüística y Literatura de esta última universidad. Enseñó
literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha sido columnista de
los periódicos Hoy y El Siglo y editor de la casa Editorial Santillana. Es
considerado como uno de los ensayistas nacionales más polémicos del momento. En
1990 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con la obra "El ocaso de la
nación Dominicana".
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