El gallo no pelea
Por
Manuel NÚÑEZ Asencio
Si me quitan mi conuco, yo peleo
Si me quitan la mujer, yo peleo
Si me quitan mi caballo, yo peleo
Peleo, peleo y peleo
Merengue popular
Tras
los ataques desproporcionados del Gobierno haitiano en todos los foros
internacionales, tras las imputaciones formuladas por el CARICOM y por todos
los organismos influidos por la diplomacia haitiana, y a punto de dar un paso
trascendental, cuyas consecuencias negativas no han sido suficientemente
examinadas ; metidos en la calma chicha del ojo del huracán, los dominicanos
calculan que el sacrificio que harán de sus derechos soberanos debería
dispensarles unas paces en los
frentes abiertos por Haití.
El Presidente ha asumido el proyecto de
naturalización. Se multiplican las consultas a políticos y personalidades,
algunos son enemigos jurados de la Sentencia 168/13. Los periodistas,
sepultureros de la soberanía, se introducen en las consultas para opinar,
manipular e intrigar. El Gobierno mantiene en penumbras su
decisión. ¿Quien asegura que, tras ceder la soberanía al grupo
seleccionado, y obtener una
primera concesión va a terminar la guerra que están librando contra
nuestra tranquilidad?
Danilo Medina consulta al promotor de la amnistía total |
Durante
todos estos meses el país ha sido desacreditado, maltratado, sometido al acoso nacional e internacional. Su
agresor histórico se ha presentado como víctima. Nos ha sometido a una
implacable guerra psicológica. Nos ha echado la culpa ante el mundo de su
fracaso como nación . Y, en un gesto inexplicable, para obtener
la indulgencia del verdugo, el
Gobierno se transforma en rehén de su
implacable adversario. Se pone al servicio de la dictadura del débil. Es, lo que se ha diagnosticado como síndrome
de Estocolmo. La víctima se convierte en peón de su verdugo; le profesa lealtad al agresor. La mujer golpeada defiende a su
potencial asesino. Un
pueblo digno como el dominicano, movido por una falta de
amor propio, prefiere no defenderse de los ataques, de los abusos, de la extorsión, de las amenazas, de los ultrajes contra todas sus
instituciones. Y surge en el mando político un sentimiento de simpatía con aquellos que nos han desacreditado internacionalmente,
con aquellos que pidieron a PetroCaribe las peores sanciones económicas; con aquellos que han empleado toda su influencia y
propaganda para dañar el turismo que llega a nuestro país y para exigir una
intervención internacional en nuestros asuntos internos. Y, en esa misma
proporción, comienza a desarrollarse un resentimiento contra nosotros mismos,
contra el Estado, contra la Constitución
y contra el Tribunal Constitucional. Es decir, contra los mecanismos de defensa
de nuestros intereses fundamentales. Es , al mismo tiempo, una capitulación y
una catástrofe.
Gustavo Montalvo |
Un premio del gobierno a la traición |
Y después nos preguntaremos ¿Habrá valido la pena?
Ninguna
de esas concesiones le pondrá punto final al conflicto, No van a suspender los
ataques ni nos devolverán la paz.
Ni los jesuitas ni los traidores ni las ONG ni la Cancillería haitiana
que conduce un teatro de
titiriteros abandonarán a su víctima. Se equivocan los que crean que la cobardía
de un gallo que no pelea, detendrá al gallo que pelea. Están contando con los
escrúpulos de su adversario, y se olvidan de su vileza.
El
lobo nos pidió la pierna. Hemos aceptado con felicidad arrancarnos todos los dedos del pie. Muy rápidamente
devorará los dedos del pie, y volverá a pedirnos la pierna.
Las
relaciones entre los dos Estados que comparten esta isla encantada deberían solventarse
bajo el principio de la reciprocidad.
1.
Fue ese el principio invocado
en el Tratado de 1938 y en el Modus
Operandi de 1939, cuando se estableció que cada uno de los Estados sería
responsable y debería indemnizar al otro si sus poblaciones penetraban el
territorio del otro Estado. Es, ese y no otro, el punto de partida de un
entendimiento. Conforme al derecho internacional la reciprocidad implica
el derecho a la igualdad y el respeto mutuo de los Estados. Se considera un
deber moral de los Estados, el no imponerle a otro Estado obligaciones jurídicas
que ellos no sean capaces de aceptar en su propio territorio. El principio de
reciprocidad no puede contravenir el orden jurídico de cada país ni mellar su
soberanía ni la seguridad del orden público ni cualquiera de los intereses
fundamentales.
2.
En todas
las normas del derecho internacional aparece este principio como un símbolo
imponente. Esas normas establecen la igualdad del derecho de los pueblos a
ejercer su soberanía; la no injerencia en los asuntos internos de los Estados;
la prohibición de las amenazas o el uso de la fuerza para contravenir la
soberanía interna de los Estados. La regla de oro es que no se concedan
ventajas a los haitianos en nuestro país
que los dominicanos no tengan en Haití.
Examinemos,
aunque sea de pasada, cuáles son los requerimientos que Haití exige a una
persona que desee naturalizarse como ciudadano haitiano:
La naturalización en Haití
¿Cuáles
son las exigencias que se les plantean a las personas que han de pasar por el
proceso de naturalización en Haití?
a)
Las leyes haitianas
establecen que el extranjero debe tener residencia legal por los menos durante
cinco años, para solicitar el formulario de naturalización. Tradicionalmente
han sido (10) años de radicación
legal.
b)
Permiso de residencia del
extranjero
c)
Cedula de identidad de su país
d)
Pasaporte
e)
Certificado de residencia de
un Juez de Paz o Magistrado comunal
f)
Certificado de buena conducta
expedido por las autoridades
g)
Carta dirigida al Ministerio
de lo Interior solicitando la naturalización.
La nacionalidad así obtenida puede
perderse
1) por ocupar un cargo político en un
Gobierno extranjero;
2) por naturalización en otro país o
ejercicio de su nacionalidad
extranjera;
3) por residir de manera continua en el
extranjero por más de tres anos, sin la autorización de las autoridades.
Estas circunstancias nos muestran las
enormes cortapisas que los haitianos les imponen al resto del mundo para naturalizarse
como haitiano. Durante la jornada Internacional de las migraciones y de los
refugiados celebrados el 18 de diciembre del 2012, en el Hotel Plaza de Puerto Príncipe,
el entonces Ministro de
la diáspora haitiana, Daniel Supplice, nos dejó esta perla:
Daniel Supplice |
“En 208 años de independencia el país solo le
ha concedido la naturalización a tres personas. (…) Es algo que parece
espantoso, tenemos 208 años de independencia y ni siquiera hemos podido otorgar
cuatro solicitudes de naturalización. He consultado todos los numero de la
gaceta oficial Le Moniteur y solo encontré tres nombres. (…) Tenemos un gran
problema como sociedad ¿Podemos considerar que personas como los Sassine, e
incluso los sirios, que viven en
el país desde 1930 como extranjeros? (Haití Press, Ali Laroche, 20/12/12)”.
¿Cómo
han podido producirse esas atrocidades, fundadas en la exclusión racial? No se trata de residentes ilegales,
sino de personas, privadas del acceso a la nacionalidad por el color de su
piel. ¿Puede Haití con semejantes credenciales darnos lecciones de derechos humanos
y de respeto de la dignidad de las personas? ¿Le conviene a República
Dominicana importar los prejuicios raciales que han desgarrado a esta
desafortunada nación? En materia
de antirracismo, derechos humanos, tolerancia, respeto por el prójimo, no
tenemos absolutamente nada que aprender de los haitianos.
Ley especial de naturalización
dominicana
Las
especialísimas razones que se
barajaron para poner sobre el tapete una ley especial de naturalización de
extranjeros irregulares, concebida con el objeto de paralizar la guerra diplomática
que Haití había desatado contra nuestro país, se fundamentan en dos argumentos
igualmente falsos: las razones humanitarias y la inculpación del Estado.
a) Las razones humanitarias
·
Se plantea que la
nacionalidad se otorgará por razones humanitarias. Es decir, que movidos por la
conmiseración, los descendientes de haitianos, que ya tienen la nacionalidad de
sus progenitores, serán privados por la fuerza de ese derecho natural, para
imponerles la nacionalidad dominicana. ¿Supone semejante consideración que la
nacionalidad haitiana es una humillación, equiparable a despojar
a una persona de los derechos
humanos? ¿por qué debe ser más
humanitario ser dominicano que ser haitiano? ¿Qué de humanitario tiene privar a
los hijos de la nacionalidad de sus padres? ¿Qué de humanitario tiene suplantar las identidades de las
personas, esconder sus orígenes y separar a esas personas de su entronque
natural en Haití?.
b) La inculpación del Estado
dominicano
. Se dice que el Estado dominicano es culpable por haberle
dado documentos de identidad a estas personas. Ninguna decisión que hayan tomado funcionarios del registro
civil de espaldas a la Constitución,
a las leyes y las normas del Estado tiene validez. Pretender santificar las
prevaricaciones de los empleados y funcionarios en detrimento del cumplimento
de la Constitución y las leyes es un desatino. Sobre esa idea absurda, el
incumplimiento de ley por parte de un funcionario se pretende culpabilizar al
Estado. Pero el Estado, cimiento y base legal donde deben asentarse todas las
decisiones que tome el Gobierno, no ha hecho en ningún momento esas
concesiones. La mayoría de los casos no nacen del desconocimiento de lo que es
norma inmutable que ha de ser observada por el funcionario, sino que nace de la
extorsión, del soborno y de las malas artes de los propios inmigrantes
indocumentados.
Conclusión
Si
los dominicanos respetamos nuestro himno, la bandera, los próceres fundadores,
las características de nuestra nacionalidad, tendremos que aplicar un protocolo de
naturalización, semejante al que se hace en las naciones respetables, con dos
pasos fundamentales:
1.
Los candidatos a la
naturalización deben, primariamente, recuperar su nacionalidad haitiana.
2.
Se le ha de exigir el
protocolo de incorporación: dominio de la lengua, conocimiento de las leyes,
respeto de la autoridades, certificados de no delincuencia, certificados de
salud y juramento solemne de lealtad al Estado bajo cuya bandera se desea vivir
definitivamente.
Una
vez tengan su nacionalidad haitiana plena y la posibilidad de residir
legalmente en el país donde desenvuelven sus vidas, desaparecidas las razones
de su angustia, ¿tendrán todos y cada uno el deseo de ser dominicanos? ¿Resulta sensato obligarles a ser dominicanos, privarlos
para siempre del derecho a la nacionalidad del país con el cual se hallan,
indudablemente conectados por vínculos consanguíneos, culturales y afectivos?
La naturalización debe ser una proclamación voluntaria.
La
primera vocación del extranjero establecido en otro país distinto del
suyo es a radicarse legalmente, cumplir con las leyes, adoptar las costumbres
del país de acogida, no imponer las suyas. En todo caso, no podría exigir
privilegios en el país que lo acoge, de cual carecen los extranjeros en su país
de origen.
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