Escudos Humanos
Por Manuel NÚÑEZ Asencio
Ni en
el Gobierno ni en los mentideros empresariales ni entre los políticos ni en las
academias se aprecia un punto de vista que se anticipe a los
problemas enormes que nos plantea la inmigración haitiana. No se expone en
ninguno de esos foros un pensamiento estratégico. Un enfoque que nos haga
comprender las operaciones que se están tramando contra nuestro porvenir.
Faltos de luces, nos encontramos con las nieblas, con las incertidumbres y con la impotencia de autoridades que
carecen de rumbo político.
Los
expertos y estrategas del Gobierno en lugar de combatir los problemas reales,
se dedican a perseguir problemas irreales; las realidades imaginarias. Adoptan
los puntos de vista de los enemigos de la soberanía nacional. Exhiben una
formidable ceguera ante los acontecimientos. Se mantienen en la creencia de que
se trata de un problema psicológico. Que se resuelve lavándole el cerebro a la
población, con campañas de auto engaño. O, sencillamente, dedicándose a
fantasear: “Haití es una oportunidad” “es
nuestro principal socio comercial etcétera, etcétera.”. Todavía hay tontos
a los que se les pueden vender estudios e informes proclamando que es una
ventaja tener de vecino al país más pobre del continente, que nos vamos a
salvar importando sus enfermedades, destruyendo el bienestar de nuestros
trabajadores y cargando con los gigantescos problemas, que ellos, en su país,
no han podido resolver. ¡En verdad, el papel aguanta todo!
Examinemos
el teatro de los acontecimientos, tal como se presenta en estos momentos.
Tras
haber explorado en helicóptero el nordeste del territorio haitiano, el portavoz
de las Naciones Unidas, Peter DeClercq, coordinador del programa asistencia
alimentaria en Haití, declaró a toda la prensa que la situación era preocupante.
Que el país se enfrentaba a una
crisis alimentaria. Ese clarín coincide con el informe del Consejo
Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA) que establece que el 43%
de los hogares padecía inseguridad alimentaria, cifra muy superior a la
media del país que ronda el.30%. Todas estas
circunstancias son atribuidas a la sequía que ha mellado drásticamente el
rendimiento agrícola.
Cada
uno de los personajes que hacen declaraciones sobre esta situación tiene un
propósito distinto:
El Gobierno haitiano, a través
de Pierre Gary Mathieu, responsable de la seguridad alimentaria, muestra a las
distintas instituciones de ayuda y a la Prensa estadounidense las gravísimas
consecuencias que tendrá la sequía. El objetivo concebido por los haitianos es
capturar la ayuda de la Red de Sistemas de Alertas tempranas para la hambruna
(FEWS). Un proyecto apoyado por
Estados Unidos para contrarrestar las hambrunas producidas por el cambio climático.
El sufrimiento de las poblaciones se emplea para recaudar fondos y obtener
ayudas extraordinarias. Con este montaje, entran al escenario los escudos
humanos.
La noticia de la sequía se
halla conectada a la designación de un oficial, cuyas
funciones serán la de supervisar
las acciones del Gobierno dominicano, en alianza con la ACNUR y los diferentes
organismos de la OEA, y en compañía de las ONG que viven del conflicto haitiano.
Este oficial tendrá como misión estar pendiente de que se cumpla a pie
juntillas la convención sobre el asilo en el país. En vista de que se prevé una
catástrofe humanitaria, y se quiere que el país acepte una buena proporción de refugiados medioambientales.
Se propone, que ese funcionario, interventor disfrazado de diplomático, asuma el liderazgo de las
organizaciones pros haitianas que se hallan en el teatro de operaciones, e
inicie las batallas jurídicas para desmantelar las resistencias de nuestro
Estado. Tiene ese pro cónsul, entre otras funciones, la misión de enseñarnos a
interpretar y a leer nuestras
leyes. Con esta decisión el Departamento de Estado aplica una diplomacia colonial, digna
de los peores momentos de la Guerra Fría. Disposición que quebranta—tal como
vamos a demostrar con abundancia de pruebas--- los principios del derecho
internacional:
1. Principio de no intervención.
Tras
la Segunda Guerra Mundial, el principio de no intervención en los asuntos domésticos
de los Estados, ha sido la tramoya sobre la que se asienta el derecho
internacional. Así ha quedado consagrado en la Carta de la OEA, en las
resoluciones de la Asamblea
General de las Naciones Unidas y en la jurisprudencia de la Corte Internacional
de Justicia, donde se establece como norma en vigor que : “ el principio de no intervención implica el
derecho de todo Estado soberano de conducir sus asuntos sin injerencia
extranjera”. Son las normas vigentes en el máximo órgano judicial
internacional. La Carta de las Naciones Unidas que debe ser obedecida por todos
los Estados miembros, plantea en su artículo 1, párrafo 7:
“Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las
Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la
jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a someter dichos asuntos a
procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta”.
A
ninguno de los Estados miembros se le puede permitir lo que esta disposición
prohíbe a toda la organización. El principio de no intervención no está en
entredicho. Aparece ratificado en la Resolución 375 (IV) de 1949 de la Asamblea
de las Naciones Unidas. En el artículo 19 de la Carta de la Organización de los
Estados Americanos (OEA), resolución 2131 titulada “Declaración sobre la Inadmisibilidad de la Intervención
en los Asuntos Internos de los Estados y la protección de su soberanía” y
en 2625 relativo a “la declaración sobre
los principios del Derecho Internacional referentes a las relaciones de amistad
y a la cooperación entre los Estados”.
Todas
estas disposiciones se hallan encaminadas a que ningún Estado intervenga en lo
que constituye dominio reservado de otro Estado o en sus conflictos interiores.
Las competencias de este oficial violarían la legalidad internacional.
2. ¿Existe un derecho de
injerencia?
El
argumento empleado por los Estados poderosos para intervenir en la política
interior de los Estados débiles se ha fundado en las supuestas violaciones a
los derechos humanos. Tras las matanzas de Biafra y las hambrunas que provocó
la guerra civil comenzó a
barruntarse un supuesto derecho de intervención, que no ha sido refrendado por
la legalidad internacional. En 1988, nació Médicos
Sin Fronteras, organización fundada por el promotor político de estas
intervenciones humanitarias, el político Bernard Kouchner y por el abogado Mario Bettati.
El
deber de injerencia es el derecho que se han atribuido varias naciones de
violar la soberanía nacional de otro Estado, fundado en una supuesta autoridad
supranacional. Es, al parecer, una facultad que sólo tienen las naciones
poderosas. Porque las naciones pequeñas y débiles no pueden, en contrapartida,
intervenir en los grandes Estados. Si esto no es una forma disfrazada de
imperialismo, ¿qué es, entonces, el imperialismo?.
En La
Habana, en la Cumbre del grupo de
los 77 del año 2000, todos los jefes de Estado, representantes de la mayoría de
los pueblos de las Naciones Unidas, se opusieron al quebrantamiento del
principio de no intervención y
rechazaron, clamorosamente,
el famoso deber de
injerencia, propósito irreconciliable con la Carta de las Naciones Unidas.
Los
haitianos quieren desmontar la soberanía del Estado dominicano. Cuentan con el
apoyo de grupos de poder en Estados Unidos. Cuentan con el trabajo sucio que han llevado
a cabo los peones dominicanos del intervencionismo internacional, que nos han
acusado de haber cometido un genocidio civil. La maledicencia de esa prensa ha
servido para fabricarle un expediente internacional a nuestro país. Los informes del Departamento de Estado
son la preparación psicológica de esta intervención. La cancillería haitiana,
emplea a los indocumentados haitianos, como escudos humanos. Cada vez que una
autoridad de Estados Unidos pone un pie en nuestro suelo, las ONG pro haitianas,
los reciben con multitud de niños haitianos. Los niños del MUDHA. Se les pagan los autobuses. Se les enseña
a llorar y a hacer llorar. Así fueron recibidos los jueces del CIDH, la Secretaría de Estado Hillary Clinton
y los representantes de la Fundación Kennedy. Son esos escudos humanos el
mecanismo empleado para romper el corazón y para obtener el respaldo para la
desintegración de nuestro Estado. Son esos escudos humanos el argumento para la
fabricación del enemigo que se quiere arrodillar, vencer, desmantelar,
desorganizar y condenar. Ese enemigo es el pueblo dominicano.
En
nombre de los derechos humanos de extranjeros ilegales radicados en nuestro país,
se propone un oficial diplomático para intervenga en el manejo jurídico
interior de nuestro país. El Estado haitiano priva a su población de documentos
de identidad; pero a nadie se le ocurre exigirle a ese Estado que dote de
documentos a su población, que cumpla con sus propias leyes. Se le exigen al
Estado dominicano los documentos que el Estado haitiano le niega.
En
nombre de los derechos humanos se quiere privar a los hijos de haitianos de la
nacionalidad de sus padres. Para desmontar el principio de la filiación,
consagrado por la Convención de Viena, se ha planteado que los hijos no pueden
heredar la ilegalidad de los padres. En el derecho penal los hijos no son
culpables de los delitos que cometan los padres. Pero los hijos heredan el
nombre, el patrimonio genético, los apellidos, los bienes y no se le puede
privar, arbitrariamente, de la nacionalidad de sus padres.
3.
Ninguna
organización internacional puede ser usada como sujeto activo de un acto
intervencionismo en
un Estado.
No
hay ninguna justificación jurídica que pueda apoyar la intervención que Estados
Unidos realiza en nuestro país, mediante
las ONG, apoyadas económicamente
por la USAID, a través de la manipulación de personalidades (periodistas,
diarios digitales, organismos de la sociedad civil etc.) que se han convertido
en marionetas de las maniobras que están desarrollando en estos momentos.
Todos
estos ataques abusivos han sido patrocinados por la indiferencia diplomática de
nuestro Estado. Porque los dominicanos que se han convertido en instrumento de las maniobras de otro
Estado, se han colocado al margen de la ley y de la Constitución, y han debido
ser sometidos y sancionados conforme al derecho interno (Artículo 76 del Código Penal) relacionado con
los actos de traición a la nación.
4. Quebrantar el derecho
internacional, con escudos humanos
Queda
sobradamente demostrado que los grupos que combaten la soberanía dominicana emplean a los niños,
a las parturientas y a las oleadas de haitianos que han penetrado
ilegalmente en nuestro país como
escudos humanos. Se trata de un mecanismo de propaganda innoble, cobarde, para desacreditar a nuestro Estado.
Se
nos quiere hacer creer que es un deber moral destruir nuestras leyes, y responsabilizar
a nuestro pueblo del colapso de la nación vecina. Por razones humanitarias
hemos permitido que a los dominicanos de menos recursos les sean brutalmente
arrebatados los empleos en la construcción, en la agricultura y en los
servicios por el torrente de ilegales que han penetrado al
territorio. Esas mismas razones son las que han hecho posible que los
hospitales dominicanos que desde hace muchísimos años iban de capa caída, se
hallen privados de recursos para satisfacer las demandas de los dominicanos.
Porque más del 30% de todo el presupuesto de salud pública lo devora esta
colonización extranjera. Se trata, pues, de un humanitarismo que se ha olvidado
de los dominicanos. Ahora se nos pide que también entreguemos la nacionalidad.
Y, por estas mismas razones, estaremos fomentando el crecimiento de una sub
nacionalidad, que ha de servir de plataforma de nuevas implantaciones,
procedentes del país vecino, que,
terminarán fragmentando el país en dos comunidades rivales. Y, por razones humanitarias, se nos quiere convertir en sepultureros
de la obra de Juan Pablo Duarte, es decir, de los resultados históricos de la
Independencia de 1844.
Con
la coartada de la sequía, cosa que ocurre todos los años, se nos quiere
preparar para recibir una cruzada de refugiados medioambientales. Nadie ha abusado tanto como los haitianos y los que los promueven de los sentimientos de conmiseración,
de la devoción humanitaria y de la piedad cristiana, para hacerle daño a otro
país. ¡Qué triste espectáculo ver la bondad y los nobles sentimientos,
manipulados por los malvados¡.
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