Por
Silvio Herasme Peña
La
génesis es el principio de “algo” y el proceso de concatenación que se orienta
hacia la formación de un hecho que nadie ha planificado previamente o talvez
sí.
Si
hablamos de dónde viene Haití, o lo que resultó siendo Haití, debemos
remontarnos a la presencia de piratas en la isla Tortuga al norte de la isla y
en dirección a Cuba. Esa isla Tortuga se convirtió en un antro, o refugio, en
el que pernoctaban piratas y busca vida de todo tipo de excrecencia humana que
recalaba por aquí huyendo, muchas veces, a las autoridades europeas.
Todo
estudiante de historia de la República Dominicana recordará lo que fueron los
Bucaneros y los Filibusteros, viandantes que asolaban el oeste de la isla
cazando animales silvestres, vacas, caballos, cerdos, etc., dejados abandonados
por la población española cuando el inefable Rey Felipe II de España, ordenó
despoblar el oeste de la isla y que lo llevó a cabo el gobernador Antonio de
Osorio en 1605-1606.
Los
pueblos del norte, Puerto Plata y Montecristi se convirtieron en el actual
Monte Plata y Bayaguana fue formada por pobladores de Bayajá y Yaguana, como
resultado de las devastaciones de Osorio en 1605 y 1606.
Hay
por lo menos cinco acuerdos entre España y Francia para definir lo que era la
colonia de Santo Domingo. Los franceses ya habían ocupado un pequeño porcentaje
del abandonado territorio español de la isla y luego se llegó primero al
tratado de Ryswick en 1697 y luego al Tratado de Aranjuez en el 1777. Antes y después
de esos acuerdos macros hubo otros pequeños convenios y otras negociaciones.
La
colonia francesa de Saint Domingue se desarrolló a mediados de los siglos 17 y
el 18, y tuvo tanto éxito comercial explotando la fabricación de azúcar,
producción de café y otros renglones, que se le llamó para entonces “La Joya de
la Corona Francesa”.
La
colonia prosperó y en un momento dado la población esclava era de unos 800 mil
seres humanos. Esas personas no eran tratadas como “humanos”, sino como
“acémilas” o burros de trabajos y otras bestias de faenas.
Nadie se imaginaba a
Haití
Durante
años no se concebía siquiera la idea de que los esclavos pudieran iniciar una
rebelión que les permitiera fundar una República habitada por los ex esclavos y
mestizos. La lucha de lo que vino a ser Haití tuvo que esperar la
materialización de la Revolución Francesa del 1789. Período que también abrió
la oportunidad de independizarse a todos los pueblos de América Latina, en un
esfuerzo encabezado básicamente por Simón Bolívar.
La rebelión
Muy
anterior al estallido de la gran rebelión hubo conatos que fueron reprimidos
inmisericordemente por las autoridades francesas, pero después de Dutty Boukman
la subversión se extendió y produjo la formación de bandas, muchas de las
cuales peleaban entre sí, hasta que Toussaint Louverture las unificó.
Una
vez los esclavos confirmaron su poder, ya no hubo paz en la colonia francesa
hasta que un enviado del directorio revolucionario de la Revolución Francesa
decretó la eliminación de la esclavitud en el 1894.
Ni
siquiera entonces se pensó todavía en crear una República independiente, eso
vino después del envío de enormes fuerzas francesas del gobierno de Napoleón
encomendadas para retornar el orden y la esclavitud en el territorio. Detenido
Toussaint y enviado a Francia donde murió, ya no quedó dudas en la población
negra de Haití que volvería la sumisión.
La
guerra de Independencia se inició sin cuartel y Jean Jacques Dessalines fue
nombrado jefe de las fuerzas rebeldes que pudieron, a sangre y fuego, destrozar
a los franceses y crear la República que él decidió nombrarla Haití, en
reconocimiento al nombre que le daban a la isla los primeros pobladores, el
principal grupo étnico llamado Los Taínos.
El
punto es que la primera Constitución haitiana consignó que la isla era una e
indivisible. Lo que implicaba que se atribuían la autoridad sobre el territorio
que eventualmente sería el Estado de Haití Español, creado por Núñez de Cáceres
en noviembre de 1821 al término de la presencia española en Santo Domingo.
Al
igual que Toussaint en el 1801 que ocupó todo el territorio de la Isla lo mismo
hizo el presidente Boyer quien había heredado al bueno de Alexandre Petión a su
muerte y que una vez se suicidó Henry Christophe también enfilaría sus tropas
hacia la ciudad de Cabo Haitiano para unificar Haití, luego a Santo Domingo la
ocupó sin disparar un tiro.
Hubo
por lo menos un asesor de Jean Pierre Boyer que le aconsejó no ocupar la parte
Este de la isla porque aquí vivía un pueblo, culturalmente muy distinto a Haití
y que en 20 años iniciarían su propia Independencia. Nada fue tan cierto, el 27
de Febrero de 1844 se cumplió el vaticinio.
Al
Este, desde el inicio
Es
fácil comprender que desde los primeros momentos los ocupantes desde la isla
Tortuga, piratas y malandrines, hasta a el día de hoy los habitantes del Oeste,
no obstante la consolidación de la independencia dominicana, no han cejado
jamás en su interés de vivir en toda la isla. Primero por la vía militar como
en el pasado, luego por la vía pacífica de infiltración.
Ese
fenómeno explotó en el 1937 cuando Trujillo fue convencido en Montecristi de
que los haitianos prácticamente controlaban los terrenos de la Línea Noroeste
por lo que dispuso el terrible “Corte” que costó miles de vidas de humildes
haitianos de este lado de la Isla.
La
presión Migratoria sigue hasta estos días y pese a que Haití es ahora un país tan pobre como
siempre, no es menos cierto que su situación es ahora muy diferente e insisten
en su derecho de vivir “en cualquier lugar de la Isla”.
Debemos
recordar que Soulouque se engulló tres ciudades dominicanas en su afán
terrorífico sobre la independencia del país. Nos referimos entre ellas a San
Miguel de Atalaya e Hincha, en el llamado plató central, un valle justo frente
a la ciudad de San Juan de la Maguana.
Lo
que los haitianos definen como “problema migratorio” los dominicanos más
recalcitrantes lo consideran una invasión pacífica del territorio nacional.
Ese
es el tema de hoy, y lo será para toda la vida, y los dominicanos con aplomo y
racionalidad tienen la obligación de defender su nación como la quieren hacer,
sin que otra cultura socave las instituciones dominicanas.
No
hay que ser crueles con los vecinos, pero debemos ser firmes en la defensa de
nuestra cultura como la entendemos y deseamos.
Cobra
fuerza el criterio de “que cada quien deber vivir en su rincón” . Volveremos
sobre el tema.
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