Síntesis del coloquio
El domingo 2 de febrero fue celebrado en Santo Domingo el
evento “¿Dominicanidad en peligro?”,
un coloquio compuesto por intelectuales, historiadores, militares, dirigentes
políticos, dirigentes sindicales y empresariales que abordaron los riesgos del
Plan de Regularización de extranjeros ilegales y la naturalización colectiva
para la estabilidad y el futuro de la República Dominicana. La misma contó con
los auspicios del COMITÉ DOMINICANO POR
LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL CON HAITÍ, de la RED NACIONAL POR LA DEFENSA DE LA
SOBERANIA y de INTELECUALES POR LA REPÚBLICA DOMINICANA.
Los salones del Hotel El Embajador resultaron pequeños
para el público que desde temprano asistió a escuchar las distintas
exposiciones. La mesa fue presidida por el Dr.
Armando Armenteros, quien es el Presidente del Comité Dominicano por la
Solidaridad Internacional con Haití, y quien dio inicio al acto reconociendo en
nombre de todos los dominicanos la firme y tan esperada defensa de la soberanía
nacional hecha por el Presidente de la República Danilo Medina en su intervención
ante la CELAC.
Un primer panel, conducido por el periodista Julio Martínez Pozo, inició con el
dirigente sindical Gabriel Del Río, el economista y empresario Felipe Auffant Najri, el abogado José
Miguel Vásquez, el general retirado e historiador José Miguel Soto Jiménez y el abogado y dirigente político Euclides Gutiérrez Félix.
Del Río abordó los efectos del ingreso masivo de
extranjeros indocumentados al mercado de trabajo dominicano y su impacto en la
mano de obra nacional, lo cual está generando desempleo y bajos salarios para
los trabajadores dominicanos, impulsando una situación que afecta la vida de
los ciudadanos en su propio país. Auffant expuso la necesidad de una
frontera fuerte, bien custodiada y claramente delimitada para el control de la
inmigración desbordada, que no ha sido controlada adecuadamente en ningún
gobierno dominicano, lo que ha permitido una ocupación lenta y permanente por
parte de los ciudadanos haitianos. Sugirió la construcción del muro fronterizo
como control de la inmigración y de la pobreza dominicana.
El abogado José
Miguel Vásquez, disertó sobre el decreto que establece el Plan Nacional de
Regularización de Extranjeros Ilegales, declarando que el mismo contiene
disposiciones que son inconstitucionales; recordó que dicho decreto fue
demandado en inconstitucionalidad por varios grupos y organizaciones, y rechazó
que éste pretenda ser convertido en una vía de escape a la aplicación de la
Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.
Soto Jiménez, describiendo cuestiones sobre seguridad
nacional, recomendó la creación de unidades de Policía para vigilancia de los
ghettos haitianos esparcidos en el territorio nacional, tal y como tienen en
todos los países del mundo con los enclaves de inmigrantes. Expresó la
importancia de priorizar el cuidado de la frontera dominicana con Haití, la
cual, a su juicio, debe ser jurídica, tecnológica, real y fuerte, y pidió
mejores condiciones de vida y desarrollo para los hombres encargados de
protegerla. Señaló que aunque el control de la frontera está en manos de las
Fuerzas Armadas, la política migratoria es decidida por el gobierno, por lo que
los militares hacen lo que les ordenan.
Gran atención produjo la intervención del dirigente político
Euclides Gutiérrez Félix, quien pidió
un turno para encomiar las palabras del Presidente Medina ante la CELAC, para
expresar su apoyo a la actividad y a sus organizadores, y para sugerir que la
misma fuera repetida en todas las provincias del país, principalmente en las
fronterizas. El dirigente igualmente criticó las presiones que desde el
extranjero se hacen a los dominicanos para fusionar el país con Haití,
mencionando que tales planes cuentan con la colaboración de sectores mediáticos
contarios al interés nacional financiados por la agencia norteamericana USAID.
Durante el cambio de panel fue puesto en circulación el
libro “Derecho Migratorio de República Dominicana” de la autoría de Juan
Miguel Castillo Roldán, una voluminosa obra de estudio y compilación de la
legislación migratoria dominicana, que fue presentada por el abogado y editor
Trajano Vidal Potentini, quien ponderó su contenido y presentó al autor. También,
en su turno, Potentini recordó la importancia de la sentencia TC168-13 en la
definición de la nacionalidad dominicana y exhortó al gobierno dominicano a
reforzar su postura de defensa de la soberanía nacional y a dictar decretos que
no violen ni la Constitución ni las leyes ni la sentencia.
El segundo panel fue conducido por el abogado Manuel Valerio Jiminián, especialista
en materia internacional, quien introdujo el panel y presentó a la literata Pura Emeterio Rondón, al escritor e
historiador Manuel Núñez Asencio y
al abogado y ensayista Juan Miguel
Castillo Pantaleón.
En su introducción, Valerio señaló la importancia de que
exista transparencia en las negociaciones que sostienen República Dominicana y
Haití. Al presentar su ponencia el historiador y ensayista Manuel Núñez expresó que Haití no es amenaza militar sino demográfica,
y que pretende implantar la “dictadura del débil”. Núñez denunció que el
Decreto 327/13 que pone el vigor el Plan de Regularización de extranjeros
irregulares, hace retornar al país a las circunstancias del año 1822 al
eliminar la exigencia de los documentos de identidad para los extranjeros irregulares,
fabricando “un monstruo de incalculables repercusiones, y que tal medida será
un efecto llamada para nuevas oleadas de indocumentados”. El decreto, al
priorizar la acogida de enfermos y personas vulnerables otorgándole
residencia inmediata, devastará el sistema sanitario dominicano; al someter a
litigio judicial las decisiones sobre la permanencia en el país de extranjeros
que no califiquen, creará un caos judicial, y al prohibir las
deportaciones de esas masas de extranjeros que penetran por nuestras fronteras,
desmoralizará a las autoridades al CESFRONT, a los inspectores de Migración, al
Ejército y a todos los cuerpos encargados de la seguridad.
Por su parte, la intelectual y literata Pura Emeterio Rondón expresó que
actualmente la República vive de hecho un proceso de fusión con Haití; un
proceso favorecido por el Decreto 327, impulsado y apoyado por dominicanos en
connivencia con intereses extranjeros, en un contexto en el que la identidad ha
sido objeto de agresiones sistemáticas tendentes a neutralizarla, a
disminuirla, o diluirla a través de distintos medios y canales, cuyos
radios de acción alcanzan todo el espectro da la vida y el quehacer nacional.
Señaló que la identidad, la dominicanidad, está en riesgo de neutralización, de
disolución y hasta de desaparición, ante la imposibilidad material, moral y
espiritual, de asimilar, sin desaparecer, la cultura de otra nación, la
haitiana, a la cual, si bien nos unen determinados elementos históricos y
culturales, es diferente a la nuestra en cuanto a territorialidad,
memoria histórica y lengua.
El panel fue cerrado por el jurista y ensayista Juan Miguel Castillo Pantaleón, quien
luego de ponderar el valioso contenido de la sentencia dictada por el Tribunal
Constitucional, hizo un breve recuento de lo acontecido posteriormente,
advirtiendo los riesgos potenciales de la modificación de la ley sobre
naturalización, si esta es hecha de manera colectiva, y de la aplicación de un
Plan de regularización de extranjeros en el que no se requieren documentos de
identidad, lo cual inutilizaría los efectos de la sentencia dictada por el
Tribunal Constitucional. Pidió al gobierno dar a conocer el contenido del
proyecto de ley que modificaría la Ley de Naturalización y escuchar los
criterios de quienes se encuentran en aptitud de juzgar, razonar y plantear
aportes sobre el mismo.
Al finalizar el panel, intervinieron
en los turnos libres para corroborar contenido de algunas exposiciones; representaciones
de las Provincias de La Vega y San Juan de la Maguana quienes solicitaron
repetir la actividad en todas las provincias del interior, e incluso
participaciones que reclamaron que se construyese un muro en la frontera con
Haití.
Por Felipe Auffant Najri.
El debate sobre la sentencia del Tribunal Constitucional
ha contribuido a que reflexionemos sobre el siguiente y preocupante dilema :
¿A donde nos
conducirá el deterioro social que resulta de una inmigración desbordada ?
¿A un conflicto
civil que ponga en peligro nuestra estabilidad social, independencia e instituciones
democráticas?
O por el contrario,
si esto no ocurriera: ¿Nos tocará
ser testigos de un proceso de deterioro paulatino de nuestra sociedad,
de nuestras instituciones, de nuestro medio ambiente, hasta hundirnos en el
atraso de nuestros vecinos?
Estos indeseables desenlaces podrían ser realidad, pues nuestro país no tiene recursos para sacar Haití de su secular
pobreza y atraso. Al contrario,
corremos el riesgo de ser arrastrados a una situación de caos social, o a un
paulatino deterioro social, institucional y medio ambiental.
Lo que acabamos de
decir parecería alarmista, pero no será la primera vez que muchos eligen ser testigos
indiferentes a las consecuencias de un proceso de deterioro social,
mientras no afecte a sus personas e intereses. Pero si bien estos procesos comienzan
afectando a algunos grupos mas vulnerables, de alguna manera terminarán
impactando a un grupo mas amplio, y quizás a todo el mundo, pues cuando el barco se hunde, igual se
ahogan los de segunda, como los de primera clase.
Resulta
sorprendente que el Estado
Dominicano este actuando ilusa, peligrosa e irresponsablemente, como si contara
con recursos suficientes para enfrentar la miseria ajena, además de la propia.
¿ Pero puede este
Estado ineficaz enfrentar la pobreza de 8 millones de haitianos indigentes,
cuando no ha sido capaz de resolver los problemas fundamentales y dar una vida
digna a mas de tres millones de dominicanos muy pobres ?
El Estado Dominicano
parece ignorar que el 35 % de la juventud dominicana esta desempleada. El
Estado Dominicano parece ignorar que en el 2013, mas de un millón quinientos
mil dominicanos fueron catalogados por el mismísimo Banco Central de la República de “ninis,” o sea que ni trabajan, ni
estudian. Cifra que aumentó
en un 14 % ese año con
respecto al 2012. Y también parece ignorar que la mayoría
de la población se dedica a trabajos informales de bajísima productividad.
Es hora que el Estado Dominicano implemente políticas públicas para estimular
el empleo de los dominicanos, con programas activos de entrenamiento y
relocalización de dominicanos realmente pobres, incentivando a las empresas y a
los empresarios, para que los empleen y los entrenen. Pues en materia de
empleos y servicios sociales los dominicanos tienen que ir primeros. Parece mentira que haya
que hacer semejante declaración. Hasta ahí han llegado las cosas.
Esta política de
empleo ayudaría a reparar el daño social de haber cedido cientos de miles de puestos
de trabajos a extranjeros, pues el desempleo desmoraliza, provoca vicios, hace perder habilidades y disciplina. Los mas atrevidos
enfrentan este drama social abandonando un país cuyo estado no ha sido capaz de
resolverles el problema del empleo, a pesar de muchos años de crecimiento económico robusto. Es para que
nos de vergüenza!
La política de
promover empleos es la manera mas eficaz de combatir la
pobreza de los dominicanos, pues a final de cuentas estamos convencidos que la
actual política de subsidios sociales no resolverá nada, pues el Estado no podrá subsidiar a los
millones de desempleados dominicanos,
mas millones de pobres
haitianos.
Y es que
queramos o no, si las cosas siguen
como van, tendremos que contar a millones de pobres haitianos, pues el estado
dominicano ineficaz y desorganizado, no es capaz de proteger una frontera de
400 kilómetros. De ahí, que este país esta siendo ocupado lentamente. De
acuerdo a la Primera Encuesta de
Inmigrantes, elaborado por las Naciones Unidas, la población inmigrante es del 30 % en Pedernales; del 23,3 % en
Elías Piña; del 22 % en Independencia; casi del 19% en Monte Cristi; casi de un
18% en Valverde; casi de un 16% en la provincia la Altagracia.
De acuerdo a este mismo estudio de las
Naciones Unidas, el 66% de los hogares de inmigrantes en las zonas rurales están
usando el carbón y la leña como combustible, un verdadero peligro para la
supervivencia de nuestros bosques,
que ya prácticamente no existen en el lado oeste de la isla.
Nada bueno saldrá de
esta ocupación de nuestro país.
Sin embargo, los
gobiernos dominicanos han tomado la política fácil de acomodarse y apaciguar tratando de llevar el asunto lo mejor posible, acomodando la
carga, si se quisiera, pero una carga que no cargan ni las elites políticas, ni
las económicas, sino los dominicanos pobres.
Y es una política
miope, sin futuro y, por ende, carente de sentido, pues terminará cuando los
haitianos y los dominicanos se empujen mutuamente por ocupar las camas de los hospitales públicos.
En la historia, las
políticas de acomodarse y apaciguar
solamente han llevado a graves conflictos. Es el caso del primer
ministro Británico Chamberlain, quien intentó acomodarse y apaciguar a Hitler, en vez de frenarlo en el momento oportuno. Lo que
siguió fue una guerra, por no decir un matadero, que causó 60 millones de
muertes. Y es que en asuntos de estado el jugar a no enfrentar los problemas no solamente resulta ridículamente tonto, sino sumamente
peligroso y nada caritativo, dados los males que pudieran desatarse.
De ninguna manera
abogamos por una política
inhumana. Nada mas alejado de nuestros
principios y formación educativa
de mas de 10 años en Norteamérica. Debemos ser humanos y desterrar todo
odio. Y nada mas alejado al Ideario de Juan Pablo Duarte, quien fundó el Estado
Dominicano, con el respeto a Dios
y el amor por los demás.
Pero igualmente,
debemos ser responsables y firmes y valientes para enfrentar los retos que tenemos
frente a nosotros, antes que sea demasiado tarde.
“El Gobierno debe
mostrarse justo y enérgico …o no tendremos Patria y por consiguiente ni
libertad ni independencia nacional.” Estas últimas palabras no son mías, sino de Juan Pablo Duarte.
Es hora de cerrar la
frontera.
Es hora de construir
una vaya fronteriza que garantice el control de esta inmigración desbordada.
Muchas gracias!
Por José Miguel Vásquez García
Abogado de la República
Coredactor de la ley
de Migración, Del Reglamento de migración
Y
del borrador del Proyecto de Regularización.
A propósito del día Duarte,
iniciaré estas palabras con una cita del primer dominicano por origen, por compromiso, por legitimidad y por
identidad, llamado Juan Pablo Duarte: “EL
GOBIERNO DEBE MOSTRARSE JUSTO Y ENERGICO O NO TENDREMOS PATRIA Y POR
CONSIGUIENTE NI LIBERTAD NI INDEPENDENCIA NACIONAL”.
Estas palabras se clavan como
espadas en el corazón de la patria, que hoy se ve amenazada, pero no por los
subversivos y peligrosos hombres armados, como en épocas pasadas, sino por
fuerzas internas en concubinato con fuerzas foráneas, que lucha por socavar el
orgullo patrio y la dignidad de la dominicanidad.
Más que nunca, la patria está en
peligro, acorralada por los cuatro vientos, exhalando desde su interior el
veneno de un reducido grupo de individuos asociados, que amparado en la tesis
de que este país es repudiable, maldito, racista, xenófobo, genocida, abusador
y castrador de nacionalidad, han desplegado una campaña masiva y persistente,
que ha corroído la imagen internacional, al punto, que fue el propio
presidente, quien tuvo que contener la pasión malvada, de algunos de los
voceros de la peor campaña de horrores que se recuerde en la historia
contemporánea.
Debiéramos considerar, que uno
de los pocos países impedido de implementar su propia política migratoria y
aplicar los principios de la nacionalidad de acuerdo a su constitución y leyes,
es precisamente la Republica Dominicana.
Costa Rica atraviesa por un
proceso de regularización de extranjeros donde se estima la mayor inmigración
de Nicaragua, donde se pretende regularizar a cerca 100 mil extranjeros, principalmente sin documentos o
con ellos vencidos. Dicho proceso está dirigido a extranjeros que trabajan en
áreas agrícolas y servidoras domésticas.
Por su lado, Venezuela ha hecho
lo propio, sin embargo el reglamento de regularización de extranjeros de
Venezuela dice textualmente que “La regularización no menoscaba en forma alguna
la potestad del Estado de negar la autorización de permanencia de los
extranjeros y las extranjeras, sin perjuicio de garantizar su seguridad, su
dignidad y la de su familia.” Pero resulta, que a Rep. Dom. se le quiere
imponer la obligación de que su plan sea con carácter incondicional.
En España se estiman que hay un
millón y medio de extranjeros irregulares, la mayoría proveniente de Marruecos
y Rumania en una población de cerca de 47 millones de españoles, y por ello
España no ha sido sometido a un juicio internacional.
No hemos visto ni a Costa Rica,
ni Venezuela ni a España sentados en un banquillo de acusados como se ha
pretendido tener a la Republica Dominicana porque implementen un proceso de
regularización de extranjeros, menos hemos visto, a esas islas vecinas,
sometidas a un cuestionamiento internacional, por devolver a los haitianos que
pasan o pretenden entrar a sus territorios.
Pero en el caso que nos ocupa,
lo que realmente se presenta no es una búsqueda a un simple problema
migratorio, no, es el interés de que nuestro país asuma los problemas
económicos, sociales, políticos, educativos y de la salud del vecino Haití.
Nos preguntamos, que hay detrás
de todo esto?
Vamos a ponerle una cita de un
discurso pronunciado por el ex presidente Joaquín Balaguer en el 1994, a
propósito de una firma de un contrato para la consolidación de la deuda
pública, la cual contenía la siguiente cláusula: “este contrato se ejecutara en los mismos términos, aun en los casos en que
la República Dominicana concierte pactos con la integración económica con otros
países, y en la caso de que la Republica Dominicana se fusione con otro país
del hemisferio.”.” Contrato sancionado por el congreso nacional de forma
inadvertido.”
De igual forma han mostrado
profunda preocupación los sectores más influyente de la vida nacional, como son
las diferentes iglesias del país, los empresarios, sindicatos, personalidades y
algunos líderes políticos responsables, que han dado muestra, de que el problema
que atraviesa el país en estos momentos, va más allá de una pose social o
electoralista, porque se trata de la sobrevivencia o el fin de la obra de Duarte, o conservamos la vida de la
república o permitimos que sucumba ante los ojos indiferentes de todos
nosotros.
En estos días, dijo el Mons.
Agripino Núñez Collado que, citamos: “Solo los enemigos de la República
Dominicana son los que dicen que aquí no se respetan los Derechos Humanos.”
Esta Republica Dominicana es la
que se caracteriza por darle comida al hambriento, abrigo al desnudo, medicina
al enfermo, protección al desvalido, eso es un sentimiento nacional, y así lo
hemos hecho siempre, aun se trate de nuestro histórico agresor.
No es verdad queridos amigos
comunicadores, que la conducta del dominicano es perseguir, discriminar,
maltratar, reprimir y golpear a los vecinos de Haití. Es una de las peores
insolencias dicha en contra de la patria. Siempre hemos vivido a la defensiva,
tanto en las intromisiones armadas que se han producido en nuestra historia,
como en la intromisión pacifica que se produce en esto momentos y en la guerra
diplomática.
Este es el único país del mundo,
donde se le permiten a los enemigos de la patria, permanecer en el país no
importando el daño que le hagan, pero es el único país del mundo, donde se le
proporcionan las facilidades a los enemigos, para que entren e inventen las
pruebas y creen las condiciones para celebrar un juicios sumarios en contra de
la patria.
Hombres y mujeres llenos de
odio, frustraciones, complejos, retaliaciones y resentimientos sociales, se han
congregado para enjuiciar al país, por el hecho de que la sociedad dominicana
ha entendido que debe dar los pasos para ordenar su casa en relación a flujo
migratorio.
En el último juicio sumario hecho
en contra de la Republica, vemos que la especial comisión que visitó al país,
haciendo un escarceo selectivo, en la que hizo un montaje, con el fin, no de
hacer una investigación seria e imparcial, sino una comedia satánica, de
pretender hacer lucir al país, como el lugar más criminal y horroroso, donde
los vecinos tienen que esconderse de una cacería de brujas, donde los
perseguimos y matamos. Que en vez de comida les damos veneno, en vez de ayuda
para que se ganen la vida los degollamos, que en vez de un vaso de agua le
damos un tiro, que en vez de darle asistencia a las parturientas le provocamos
abortos para que sus hijos no nazcan, que en vez de ayudarle en momentos de
calamidad, le tiroteamos su población. Esa fue la imagen que vendió de nosotros
la famosa comisión de los derechos humanos que nos visitó y es la imagen que
venden algunos comunicadores dominicanos. ¡Pero por Dios!, ¿a donde va a llegar
con esto?.
El perverso informe dice que la
republica priva arbitrariamente de su nacionalidad a dominicanos, que la
sentencia es discriminatoria y que solo impacta a personas de origen haitiano,
que es una sentencia retroactiva, que genera apatrídia respeto a aquellos que
no son considerados nacionales por ningún Estado.
Nunca había visto la conjunción
de tantas mentiras juntas, sin bien el Estado Dominicano es corresponsable de
las irregularidades en los registros dominicanos, no es menos cierto que esas
irregularidades se cometieron con una multiplicidad de ciudadanos de diversos
países, pero hay una realidad que
es innegable, que más del noventa por ciento de nuestros inmigrantes provienen
de Haití, por lo que hablar de extranjeros se asumen que estamos hablando de
Haití.
Pero hablar de ciudadanos
haitianos apátridas, es la muestra de ignorancia más notoria o de maldad más
burda, porque sería desconocer el derecho interno del Estado haitiano, derecho
que contiene el jus sanguinis como principio atribuible a la nacionalidad de
todo hijo de ciudadano haitiano, en razón de que todo hijo de un haitiano, le
sigue la nacionalidad de sus padres.
Han pretendido proyectar a la
república como una nación de racista, donde se practica la discriminación
racial, algunos de ellos, aprovechando los foros internacionales para
doblegarnos en el sentido, de que solo somos buenos cuando admitamos tener la capacidad de entender que hemos
violado los derechos humanos de los ciudadanos de origen haitiano, como lo dijo
el irrespetuoso e insolente expositor en la pasada cumbre en Cuba.
Hablar de retroactividad, es la
muestra más tosca de desconocimiento de razonabilidad jurídica, porque además
de que es un manejo de carácter constitucional lo que alude la pieza, no es
menos cierto que el sabio manejo que el Tribunal Constitucional le da a las
fechas, es con relación a la ocurrencia de los hechos en cada escenario constitucional que estos
acontecieron y el derecho que le es atribuible.
Pero no solo eso, han querido
satanizar a este órgano, por el hecho de que hace un relato histórico de todas
y cada una de las constituciones y resalta una constante de una de estas, desde
el 1929 hasta la fecha, en cuanto a indicar de manera precisa quienes son
dominicanos, lo que no ha variado en absoluto, salvo el detalle de la última
Constitución, que observó la transitoriedad en cuanto a los indocumentados, por
este haber sido un tema muy debatido y utilizado como herramienta para imponer
la ilegalidad por encima de la legalidad.
Esa sentencia, en vez de recibir
críticas, debió ser elogiada por esos sectores, en razón de que ha dado la
oportunidad de que este tema saliera a discutirse sin morbo y con la intención
de buscar una solución a personas que son inexistentes hasta en sus países de
origen, dándole la oportunidad de que obtengan, la mayoría una identidad y un
status migratorio, los otros, una identidad, una vida civil y la nacionalidad
que le corresponda y los otros un nuevo estado nacional.
Otra de las burdas mentiras es
que se habla de privación de nacionalidad, como se le puede quitar a alguien lo
que nunca ha poseído, la nacionalidad es un derecho que conceden los Estados de
acuerdo a sus leyes. Sin embargo, el Estado dominicano, de manera reflexiva y
humana ha previsto hacer una concesión a miles de extranjeros nacidos en el
país, a los fines iniciar un proceso para otorgar la naturalización a los que
califiquen, posterior haber con los requisitos, y prueben haber asumido a la
Republica Dominicana como su nación, y por otro lado, un proceso de
regularización a los extranjeros que el país pueda asumir, dentro de los que
califiquen para recibir permisos temporales de estadía.
Para solucionar el problema
migratorio que siempre hemos padecido, se promulgo la ley 285-04 del 2004,
siete años después, el Reglamento de migración contenido en el decreto
631-11, la Constitución, los
borradores del Plan de Regularización de extranjeros, el decreto 327-13 y la
modificación de la ley 1683, sobre la naturalización de extranjeros.
Sobre el decreto 327-13 que
instituye el plan de regularización de extranjeros en el país, queremos hacer
las siguientes observaciones: 1- en el borrador publicado por el ejecutivo,
habíamos hechos unas observaciones de derecho que debieron considerar; 2- No
obstante nuestras observaciones, le entregaron el decreto al presidente con una
serie de errores legales, que hacen del referido decreto, una pieza susceptible
de inconstitucionalidad; 3- En razón de las anomalías legales, procedimos a
incoar un recurso de inconstitucionalidad por ante el Tribunal Constitucional.
Nuestro interés no es destruir
la pieza que soporta el proyecto de regularización, sino, evitar que la misma
sirva de base para que el país desaparezca, toda vez que violenta disposiciones
constitucionales, como el caso de admitir la vigencia de la ley nueve años
después de su promulgación; existe
un conflicto entre el decreto y la ley, lo que necesariamente hace
inconstitucional el decreto por ser violatorio a la ley; Cuando el Poder
Ejecutivo exonera a los extranjeros de la presentación de documentos y prohíbe
su deportación, está rebasando simultáneamente los límites legales fijados para
la Regularización en el art. 151 de la Ley General de Migración y sus
atribuciones presidenciales enumeradas por el art. 128 de la Constitución
dominicana. Lo que definitivamente pone en peligro la institucionalidad del Estado
y la Soberanía Nacional.
Por lo que es inminente
detenerse y hacer los reparos correspondientes al referido decreto.
¡Viva la República Dominicana!
Identidad Nacional Dominicana: legado y compromiso
Por: Pura Emeterio Rondón
En medio del
torbellino que actualmente vivimos en la República Dominicana: por un lado,
la Sentencia TC/0168/13, que busca
ordenar el ingreso y estatuto de los extranjeros en el país; el Decreto 327,
emitido por el presidente Danilo Medina, que en varios sus artículos echa por
tierra esa Sentencia; la presión de grupos de poder político y económico dentro
y fuera del país para que el gobierno se pliegue cada vez más por los intereses
internacionales; la dirigencia haitiana que ve la oportunidad de derivar hacia
la República Dominicana la responsabilidad de enfrentar los problemas sociales,
mientras distrae a su pueblo para que no dirija la mirada hacia donde
corresponde.
Para ello cuenta ese
país con la envidiable eficacia de su diplomacia, especializada en sembrar
veneno en la opinión pública mundial, contra la República Dominicana. Eficacia,
que por cierto, no sería tan certera si no contara con la franca alianza de la nuestra, la cual se nos
presenta tantas veces inoperante y
servil a los intereses del Estado haitiano, si bien podemos reconocer honrosas
y excepciones. También contamos con individuos y grupos que por ideologías
anti-dominicanas y/o por intereses económicos hacen causa común con intereses internacionales.
La situación
descrita, converge con la actitud
de una clase política demasiado ocupada en la búsqueda de dinero y de poder, y
para quienes, en la mayoría de los casos, s el destino de la nación dominicana
y las precarias condiciones de vida de millones de dominicanos, son asuntos
menores en comparación con el lugar que ocupan aquellas tareas que tanto le
absorben.
En medio de este
complicado panorama, está la mayoría del pueblo dominicano, con plena
conciencia de ser el gran perdedor: de espacio físico, de posibilidades de
empleo, de salario digno, de soberanía. Tiene conciencia de la situación y por
eso apoya decididamente la
Sentencia.
Frente a esta
realidad histórica hoy agravada, ¿qué papel cumple o podría cumplir l la
cultura como identidad nacional, o sea, el pueblo dominicano identificado con
ella? ¿Cómo podría la cultura fortalecer al país y liberarlo de los complejos
de inferioridad y de los complejos de culpa que tanto gravitan en las decisiones y en las indecisiones
de los responsables de representar dignamente la país en esta conflagración
desigual de todos contra uno?
Cada pueblo tiene su
cultura. Porque aunque la raza humana es una sola, es propio de ella la diversidad, la cual se muestra
en formas diferentes de ver, de
pensar, de sentir, de comer, de hablar, de hacer. En definitiva, la cultura
expresa formas particulares de ser y de mostrarse las personas y los pueblos,
condición que viene determinada por la misma naturaleza humana, en su doble
vertiente: individual y social.
La identidad es
fundamentalmente una experiencia de vida, situada histórica y geográficamente.
Nacer en un determinado lugar implica estar vinculado/a, a un paisaje, un
clima, unos tipos humanos. Al mismo tiempo supone heredar las secuelas de
decisiones y acontecimientos históricos precedentes. Pero no es solamente eso.
Dentro de ese territorio y en ese transcurrir del tiempo, esos hombres y
mujeres han ido construyendo, y se han ido configurando a la luz de unos
valores que se expresan y refuerzan en hábitos y costumbres diversas, llenas de
matices regionales e individuales.
Entendemos
que el reconocimiento de esta identidad pasa por el conocimiento y
acepción de los elementos
fundamentales que entraron en su conformación: un territorio, una memoria, un
idioma. Un territorio: o sea, el
espacio donde habitar, donde vivir, el único que con propiedad puedo llamar mío
porque me pertenece y le pertenezco, objetiva y /o subjetivamente. Cierto que
virtualmente, soy propietaria del espacio completo, de todo el Universo, pero
si quiero estar físicamente en Estados Unidos, Francia Canadá o a algunos de
los países del Caricom y no tengo
visa, no sólo estoy imposibilitada de pisar esos territorios, sino que no me
dejan pasar del propio Aeropuerto
.
La memoria:
se va construyendo con las prácticas culturales de una comunidad, donde se va
fijando la manera como esa
comunidad resuelve los múltiples retos que la cotidianidad
y los acontecimientos extraordinarios le presentan, como va generando
costumbres y valores, que
transmite de generación en generación. Con ello se va forjando una
especie de tipología humana,
plasmada tanto en los individuos
como el colectivo, dentro de una dinámica dialéctica, creativa, a la vez que
repetitiva. Así se configura una identidad, un conjunto de especificidades, que
permiten distinguir y enriquecer la especie humana.
Como elemento
determinante, único diríamos, está
la legua. Ella permite la vida comunitaria al ser instrumento de comunicación
cotidiana, por tanto el principal elemento de elaboración y
transmisión la cultura. Pero además, la legua da soporte y estructura el pensamiento,
convirtiéndose así el medio
insustituible para captar y recrear la realidad inmediata o lejana. El idioma
como transmisor no sólo de valores culturales sino también de una visión del
mundo, es el que permite la construcción espiritual de la comunidad, por tanto
es el lazo fundamental que la une.
Otro elemento
relevante, es el conjunto de creencias religiosas, que en la República
Dominicana tradicionalmente ha tenido como eje el catolicismo, ligado también a
otras corrientes religiosas, ampliadas en las últimas décadas por la
multiplicación de iglesias evangélicas y de otras confesiones, juntamente con
la aperturas a creencias filosófico religiosas-orientales. Todo ello conforma el mapa sincrético, también
ecuménico, propio de la República
Dominicana, por la forma en que se expresa y convive esta pluralidad religiosa
y por la manera en que va impactando el imaginario cultural dominicano.
¿Por qué en la coyuntura actual la
cultura, base fundamental de nuestra identidad no ha cumplido el rol principal
que debe cumplir? ¿Por qué como país proyectamos una imagen de debilidad e
inconsistencia?
Varios factores inciden en esta
situación. Pero el más importante radica en el factor que corresponde a nuestra
identidad como dominicanos/as. Esta ha venido siendo sistemáticamente
neutralizada, a través de distintos
medios y canales, cuyos radios de acción alcanzan todo el espectro da la vida y
el quehacer nacional: el sistema educativo, los partidos políticos, las
iglesias, las universidades, los ministerios, … Durante décadas se ha venido dando un proceso de destrucción
de los valores patrios, justamente los que pueden dar densidad interna a
individuos y a colectivos, los que pueden en momentos críticos como estos,
cohesionar voluntades, por estar ubicados más allá de intereses individuales, partidistas o de otra índole.
Esta destrucción de la identidad se
ejercitado por diversos medios: en
la enseñanza de la historia, se han escamoteados datos, se han obviado
determinados periodos, prefiriéndose el juicio de valor y el sesgo, a la exposición
completa de los procesos; no se ha buscado el equilibrio, sino la reacción
extrema ante enfoques anteriores
parcializados hacia lo filohispánico.
Por esa vía, la figura de Duarte fue silenciada, cuando no
fue objeto de las críticas más
destructivas. Su figura se presentó
disminuida y sin grandeza,
restándole los méritos que
corresponden a sus excelsas
condiciones humanas. De esa forma,
no sólo se tergiversó la historia,
sino que se despojó al pueblo dominicano de un referente de excepción, de un
mito basado en la historia, lo
cual constituye una necesidad intrínseca de los seres humanos y por
consiguiente, una necesidad en la vida de los pueblos. Esto ha corrido
parejamente a una sutil y a veces no tan sutil merma de la de la relevancia de
la independencia nacional. ¿Para complacer a quién?
Otra postura errada
que ha perjudicado la causa nacional es una especie de antitrujillismo ciego,
por el cual, como Trujillo asumió determinados valore patrios, tenemos que rechazar junto a la figura de Trujillo,
también esos valores. Es un error ya que siguen siendo valores, pese a que
Trujillo los asumiera. Además, nacieron antes de su régimen. Que él los
aprovechara en beneficio propio, es otra cosa.
Y también vinculado al régimen trujillista, hay otro hecho con
el cual se ha logrado deformar la conciencia de muchos dominicanos, haciéndoles
creer que somos responsables, peor aún, culpables, de la masacre de 1937. Nada
más absurdo y manipulador. La masacre la perpetró ese régimen, no el pueblo
dominicano, quien precisamente fue su
víctima por más de tres décadas. Es así como se atenta contra un
componente esencial de la identidad: la memoria, la memoria histórica.
¿Cómo se atenta
contra el territorio? Al lado de
lo anterior, está la idea de una curiosa interpretación de ciertos elementos
del movimiento popular y de la
consigna “Obreros del mundo uníos”, aplicada en la República Dominica, sin la
debida contextualización, pudiéndose traducir como, hermanos haitianos vengan,
luchemos juntos aquí en la Republica Dominicana, contra nuestro único enemigo
común. Si a esto se une la idea posmoderna de no a las fronteras, tenemos un
cuadro aproximado del contexto dominicano a ese nivel, durante las últimas
décadas. Junto a esta ideologización, tenemos la postura irresponsable del
Estado dominicano que no se ha ocupado de proteger la frontera dominicana,
manteniéndola abierta a quien quiera violarla, sin el menor respeto por la
integridad de nuestro territorio.
En cuanto al idioma,
evidentemente que emprender una campaña consciente contra este elemento
identitario resulta más complicado y difícil, toda vez que hay que emplearlo
para hacerla; sin embargo, los enemigos de la nacionalidad dominicana, no
desperdician oportunidad y en aras de propiciar una visión unitaria
con Haití, han querido hasta
desconocer la función y el significado
de la lengua como factor determinante en la identidad nacional dominicana.
Para este proceso de neutralización
y destrucción de la identidad se
han empleado diversas armas. No solamente la tergiversación de la historia o su
interpretación más perjudicial para nosotros. Otra arma es la manipulación de
los sentimientos nobles de los dominicanos, como la hospitalidad y generosidad que les son tan propias. Ante
la mínima defensa de lo nacional, se manipula diciendo que tratamos mal a los
hatianos, cuando en la práctica cotidiana a los ojos de quien quiera ver,
resulta todo lo contrario. ¿En cuál país del mundo pueden los haitianos entrar trabajar y deambular como
lo hacen por todas las calles de territorio nacional?
La otra fórmula ya
bastante gastada es de de que somos racistas. Y esto se afirma ignorando que
somos un país con una de las expresiones fenotípicas del mestizaje más altas de
Latinoamérica; además, como si fuéramos el único país del mundo donde existe el
prejuicio racial; como el propio Estado haitiano no tuviera su base de
constitución en el racismo, cosa que no sucedió en la República Dominicana.
Sirviendo a esta
causa, la manipulación y el enajenamiento, cuando no el entreguismo, en algunos casos hasta la
ignorancia, se han revestido de ropaje “modernista”,
“progresista”, o “izquierdista”.
Estas medias verdades y tergiversaciones ha confundido a muchos, han
atemorizado y paralizado a otros, llegando a establecer una mentalidad
deformadora de la conciencia: se ha sembrado la mala conciencia. Y quien sustente lo contrario, es es retrógrado, atrasado,
decimonónico, racista, antiahitiano, nacionalista-fascista, o patriotero. Y
¿quién quiere quiere verse en ese paredón? De ahí el temor de muchos, a
manifestar lo que realmente piensan, para evitar ser tildado como tales.
Todo este clima
antinacional, inducido y promovido, quizás en sus inicios ingenuo y bien intencionado de parte de
algunos, (Guacanagarix en acción), ha sido el caldo de cultivo perfecto, al servicio de los interés de
Haití, que son encontrar la solución de sus problemas, no en ellos mismos, sino
en la República Dominicana, y también servir para a los intereses económicos y
políticos internacionales. Pero como ya no estamos en los tiempos de
agnegaciones revolucionarias, para
muchos dominicanos y extranjeros, estos servicios se cobran en dólares, aunque
con ello se destruya a la nación. A ese grado de enajenación y materialismo
hemos llegado.
Pero la
realidad palpable, histórica, es que la definición de nuestra identidad nunca
ha estado determinada por asuntos
raciales sino culturales. Es la cultura, la heredada y recreada con el
dinamismo propio de cualquier cultura, la que nos distingue, querámoslo o no;
seamos conscientes de ello o no. Y esta cultura heredada es el fruto de una
mezcla de triple procedencia: africana, taína y española. No somos ninguna de
ellas aisladamente considerada;
tampoco una sumatoria. Somos algo totalmente diferente de lo que fueron
o son estas culturas. Somos, en palabras del escritor martiniqueño Eduard
Glissand, el producto de una creolización, el resultado de un proceso de
sincretización. Somos dominicanos, tan iguales como diferentes de los
nacionales de otros países.
Nuestra
historia, llena de vicisitudes y tropiezos, más que de otros pueblos, ha
marcado rasgos de conducta propios. Pretender asimilar nuestra historia a la
que han tenido otros países, para aplicarle elementos propios de ellos, es un grave error y una injusticia. Por
consiguiente, no somos indígenas, no somos españoles, ni africanos ni
haitianos. Somos dominicanos. ..
Lo que
planteamos aquí no significa de ninguna manera pretender aislamiento alguno.
Todo lo contrario. Para nuestra ventura y para nuestra desgracia, si existe un
país de espíritu abierto a otros, es este. Pero nuestra relación sana y digna
con los demás países sólo será posible si conocemos, respetamos, aceptamos y
amamos nuestra propia identidad.
Por otra
parte, es tan radicalmente importante la identidad para los individuos y para
los pueblos, que se constituye en derecho, pues es una condición para el cabal
desarrollo personal y nacional, un arma insustituible para la lucha en y por la
vida.
El no
reconocimiento o irrespeto a la identidad merma o destruye la capacidad de
estar en el mundo con dignidad ante sí mismo/a y frente a los demás individuos
o pueblos, lo cual trae como consecuencia la alienación. Y esta falla en la personalidad no sólo
perjudica a quien la sufre, nosotros en este caso, sino al resto de la
humanidad que disminuye su
pluralidad y riqueza.
Y esta identidad nuestra dominicanidad
es la que está en riesgo de neutralización, de disolución y quién sabe si hasta
de desaparición, ante la imposibilidad material, moral y espiritual, de
asimilar, sin desaparecer, la cultura de otra nación, la haitiana, a la cual,
si bien nos unen determinados elementos históricos y culturales, es diferente a
nuestra en cuanto a territorialidad, memoria histórica y lengua. Ahora bien,
pese a esta realidad palpable, la
pretendida fusión de la República Dominicana con Haití ya no es una amenaza, es un proceso
iniciado favorecido por disposiciones emanadas de la República Dominicana,
impulsadas y apoyadas por dominicanos en connivencia con intereses extranjeros.
Sin embargo, de este hueco profundo tenemos que salir
si es que somos conscientes de nuestra dignidad y si queremos tener y legar
patria a futuras generaciones. Porque todavía hay muchos dominicanos dormidos y
otros autoaletargados por el poder y el dinero, a unos y a otros, hemos de
hacerles saber que con los resultados de su actitudes, también ellos
pierden. Afortunadamente, sabemos
por las encuestas que quienes queremos y luchamos por la sobrevivencia de la
nación dominicana, somos más. La razón y la verdad nos asisten. Seamos nosotros
mismos. Actuemos. Ejerzamos nuestro derecho a la identidad, antes de que sea
demasiado tarde.
Y
no saber adónde vamos, ni de dónde venimos
Por Manuel
NÚÑEZ Asencio
Desde hace
algunos meses, hemos recibido una salva de insultos zafios procedentes de las
ONG pro haitianas que se han
´propuesto desacreditar la aplicación de la Constitución y las leyes. A esa
campaña internacional que no ha tenido treguas, se ha sumado el Estado haitiano
con todos sus embajadores, sus Ministros, sus cabilderos e incluso su
Presidente. La bullaranga de las insidiosas maniobras ha seducido a los
Gobiernos del Caribe. El CARICOM, Venezuela, Cuba se han convertido en caja de
resonancia del propósito de
criminalizar el ejercicio de la soberanía dominicana. El Gobierno dominicano se
enfrenta, sin saberlo, a una guerra relámpago. Una blitzkrieg en todos
los frentes en el político, en el diplomático, en el mediático, en el
económico. Sus consejeros palaciegos le sugieren que se convierta en
instrumento del poder extranjero, que dirija sus poderosísimas cañoneras contra
la decisión del Tribunal Constitucional. ¿Qué hará el Gobierno? , ¿Se
convertirá en la quinta columna del Estado haitiano y de sus aliados
extranjeros? ¿Le dará la espalda
al pueblo que está obligado a defender? ¿El porvenir de la República Dominicana
se halla determinado por las decisiones que ya ha tomado el Estado haitiano y
sus aliados? Tal como acaece en “Lo Fatal” del gran Rubén Darío, no sabemos adónde vamos ni de dónde venimos.
En la isla de La
Española, compartida por dos Estados, se desarrollan hoy dos proyectos
fundamentalmente distintos.
Se ha desplegado en el teatro internacional,
la voluntad de Haití y de los socios de las ONG de imponer un proyecto
fusionista. Que lleva diversos componentes:
1. Creación de una minoría nacional de haitianos con papeles
dominicanos, que se conviertan en la plataforma de una colonización masiva;
2. Traspasarnos sus grandes problemas
sanitarios, laborales, educativos, sociales que liquide nuestros logros
sociales
3. Pasarnos el rodillo del intervencionismo
internacional que elimine nuestra capacidad de autodeterminación. Toda esta
extraordinaria campaña se ha llevado a cabo con el apoyo de las ONG, organismos
para estatales, que se han fraguado como mecanismos de presión interior para
sabotear el ejercicio interno del Estado, por los lobby pagados por Haití; son los
cabilderos pagados en los Estados Unidos los que han fraguado la
destrucción de la imagen
internacional de la República Dominicana.
En
contraste con este plan, se
desarrolla el propósito de los
dominicanos de cada uno de los pueblos que habita en La Española viva
independiente, según su modelo de cultura. Nosotros nos hemos centrado en la
política de la no intervención. Esta guerra invisible que se desarrolla en el
pensamiento, en la diplomacia, en las visiones que se imponen en el teatro
internacional, nos plantea, a su vez, desafíos extraordinarios.
1.
Desafío de
la vecindad. Los haitianos quieren hacernos culpables de su fracaso,
de sus frustraciones y de su impotencia. Quieren solucionar su incapacidad para
enfrentar de manera soberana las exigencias que les plantean los tiempos
desmantelando a la República Dominicana. Los dominicanos han sido agredidos en
su identidad por todos los medios disponibles. Los haitianos se proponen romper
la frontera jurídica; atacan a la
Junta Central Electoral, a la Dirección de Migración. Exigen la eliminación de
nuestra Constitución y de nuestras leyes. No se trata de la petición de
residencia que hace cualquier extranjero que se halle en nuestro territorio,
sino la de la depredación de la
nacionalidad dominicana. Toda la maquinaria propagandística se ha apoyado en
nuestros intelectuales desnacionalizados, sin identidad y sin sentido
patriótico, y en los periodistas, las ONG, los jesuitas y los empresarios,
comerciantes, que intervienen en estos manejos.
El gran desafío que nos plantea la vecindad es
la defensa de nuestra identidad como nación y como país, y la preservación de
los mecanismos de supervivencia del dominicano. Los dominicanos han perdido el control de los yacimientos
empleos que el país produce. Se ha producido una ocupación por la mayor
cantidad de enfermos del país más insalubre y con más enfermedades del
continente. Semejante problema se
está produciendo en el combate a la orfandad y al desamparo de nuestros niños;
la mayoría de los hogares infantiles se hallan poblados de haitianos. Todas las
políticas sociales que ha emprendido la República Dominicana se han
descalabrado con esta importación masiva de pobreza del país más empobrecido
del continente. Esta agresión se ha acompañada de una campaña implacable para
destruir la imagen del país. La destrucción creadora de este caos ni siquiera
ha sido prevista por los dirigentes políticos. En lugar de tratar de comprender
el abismo en el que estamos cayendo, los promotores de esta política tratan de
culpabilizar a los propios dominicanos del desastre que nos ha provocado la
vecindad. Nuestra incapacidad como
Estado para defendernos de esta avalancha se presenta como la causa de la
desnacionalización del país, es decir, que los haitianos son eximidos de la
responsabilidad de corromper a las autoridades, a las cuales les pagan; son
absueltos de la responsabilidad de violar la frontera de un Estado extranjero.
Tampoco son culpables de suplantar identidades, de emplear cédulas falsas, de
comprar documentos fraudulentos. Este razonamiento que omite el papel de la
mala fe, del odio que incendia banderas dominicanas y de las ambiciones que
produce la frustración es un insulto a la inteligencia del pueblo dominicano.
Si para defendernos del problema nos decidimos
a repatriarlos, entonces se nos acusa de xenófobos, racistas, y patatín y
patatán. Es palos si bogas, y palos si no bogas.
2. La amenaza a nuestro territorio. En la isla
que habitamos la demografía constituye en factor desestabilizador. Son veinte
millones de habitantes, el 90% de las tierras agrícolas se hallan en nuestro
país; Haití ha destruido su país; se deforesta a un ritmo implacable de 4%
anual; consume seis millones de metros cúbicos de madera. Tiene menos del 1% de
superficie boscosa; esa realidad desoladora ha lanzado a miles de haitianos
a nuestros bosques y a nuestros
parques nacionales. Nosotros estamos pagando el precio de la imprevisión y del
ansia destructiva del haitiano. Nuestros bosques son desmontados, carbonizados
y transportados a Puerto Príncipe a través del Lago del Fondo. Esta dinámica
infernal, no sólo no ha sido enfocada por su Gobierno ni enfrentada por la
Comunidad internacional representada por la MINUSTAH ni, desde luego, afrontada por la comunidad de países
del Caribe que se han asociado a los intereses haitianos. Los dominicanos no somos responsables
de este desequilibrio. Sin embargo, las necesidades de los haitianos podrían
aniquilar nuestra soberanía alimentaria. Nosotros estamos obligados a defender
el territorio de esta devastación. Increíblemente el movimiento ecologista
dominicano que ha sido tremendamente eficaz en combatir los enclaves mineros de
las compañías transnacionales, mantiene una ceguera extraordinaria ante la
catástrofe producida por las poblaciones que viven de la producción de carbón,
que emplean más de 150 mil personas en este trasiego. Hoy podemos decir que el bosque dominicano
arde en las cocinas de Puerto Príncipe.
3. La recuperación de Haití
La historia no la hacen las grandes masas,
como creíamos en las etapas románticas de las revoluciones, sino que estas
grandes mayorías son manipuladas por minorías, pequeños grupos que crean redes, que tienen el poder y la
influencia política, económica y cultural, para tirar del carro y llevarnos a
nuevas riberas. Así nació el Estado dominicano, los trinitarios que eran una
minoría, lograron orientar al pueblo dominicano, y crearon la chispa que
incendió la pradera. Nosotros nos
hallamos en momento desolador, las minorías haitianas, han echado a rodar la
idea de que la solución y la
recuperación se Haití se halla en la República Dominicana, y eso es
fundamentalmente falso. Y, por otra parte, las minorías más poderosas de la
República Dominicana carecen de patriotismo y de claridad de miras. Nosotros
podemos enfrentar los desafíos económicos y alcanzar progresos dentro de los
linderos de la nación. Lo que resultaría imposible sería enfrentarnos a
nuestros deberes de país, con una crisis de identidad, con las grandes masas
haitianas implantadas en nuestro territorio, y compitiendo por los mecanismos
de supervivencia del pueblo dominicano. Sobre temas importantes del país,
salvaguardar nuestras fronteras, control territorial es el pueblo quien debe
decidir mediante el mecanismos del referéndum.
Nosotros no podemos esperar que
Haití se recupere para llevar a cabo nuestras políticas de nacionalización del
empleo, fundamental para combatir la pobreza y la exclusión del dominicano de
la prosperidad del país, no podemos esperar que Haití se restablezca de los
desastres y del abismos en que lentamente se hunde, para recuperar los
hospitales, las escuelas, la seguridad social, las políticas sociales y devolverle la esperanza a nuestro
pueblo.
El mayor problema que tenemos es la vergüenza
y el miedo a ejercer la soberanía. El chantaje que nos impide aplicar nuestras
propias leyes. Entre haitianos y dominicanos el problema que nos divide
quedaría zanjado dándole primacía al derecho internacional, al
respeto de las soberanías, al respeto de las fronteras, necesarias para que impere
la paz, el derecho, la amistad y la colaboración.
En todo este drama se ha sido maquinalmente
injusto con nuestro país. A fuerza
de hacernos creer que todos los
países tienen derecho a defender su identidad, menos nosotros. Que solo los otros tienen derecho a la
soberanía y que todos tienen razón, menos nosotros, nos han llevado a la
autodestrucción.
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