¿Quién sustituirá a la República Dominicana en el comercio
con Haití?
Por Manuel NÚÑEZ Asencio
Aquellos
que calcularon que las vedas progresivas que el Gobierno haitiano les ha
impuesto al comercio dominicano serían como una golondrina que no hacía verano
fallaron rotundamente. De pronto, todo el comercio que había crecido basado en
estas relaciones que los haitianos
nunca quisieron formalizar en la letra de los convenios, se vio forzado a una brutal reducción de sus
nóminas de trabajadores; se perdieron millones de pesos con esa interrupción
abrupta ; el crecimiento de
esos negocios se fue a
pique. Y, en algunos casos, verdaderamente catastróficos, los comerciantes
quedaron literalmente en la ruina. Y eso que todavía no ha pasado lo peor.
Falta el ciclón batatero.
Ahora
nos encontramos con las consecuencias
de una prohibición grave, sin rumbo político y sin solución
inmediata. A los haitianos todavía
les sobran padrinos que emprendan operaciones de maquillaje de último
minuto para amordazar la indignación; culparnos a
nosotros mismos que somos las víctimas y manifestarse como si los dominicanos
no tuvieran ni siquiera el derecho a desahogarse.
Un callejón sin salidas
¿Cuáles
son las salidas que tienen nuestras autoridades?
Hay
gente que cree en los poderes mágicos
del diálogo. Se figuran (¡vaya ingenuidad!) Que organizando sancochos, comilonas y fiestas podrán
convencer a los haitianos. Las circunstancias son claras. Se ha privado al
comercio dominicano de vender en un mercado donde antes había operado. Hemos
escuchado a dirigentes empresariales del más alto copete decir que hay que bajarse
los pantalones. “Haití es nuestro mejor cliente; pelear con nuestro mejor cliente
siempre es negativo. Naturalmente yo creo que hay que poner sobre la mesa qué
es a lo que aspira Haití, discutir punto por punto”. ¡Muy
bien, don Pepín! A Puerto Príncipe
hemos enviado tres ministros;
los hicieron esperar durante horas muertas. Una humillación que ha
pasado en silencio y volvieron con el rabo entre las
piernas. Sin nada. En
Managua, llevaron al propio Presidente de la República, Danilo Medina, a una
reunión con Martelly,
flanqueado de traductores, por ver si se aparecía la Virgen y fue muy diestramente toreado con una carretilla de
mentiras. La realidad, señores, es
que desde el hocico hasta el rabo, todo es toro. Si volvemos a la realidad,
llegaríamos a una primera conclusión: no hay salida diplomática. Porque no hay
normas, tratados fundados en compromisos de Estado para emprender
reclamaciones. Los hombres encantadores y los donjuanes de las relaciones con Haití no tienen nada que hacer. Se han tirado
a una piscina vacía
¿Tenemos la posibilidad de llevar a este
socio bellaco a la Organización Mundial del Comercio? Hay cláusulas del derecho
comercial que pueden ser invocadas y que podrían dar pie a la búsqueda de una
solución multilateral. Pero no olvidemos que Haití siempre ha rechazado firmar
acuerdos comerciales con nuestro país.
Que muchas de las convenciones existentes sobre automóviles, transportes hechos en el pasado resultan
ahora obsoletas. En realidad, le estaríamos apuntando con la carabina de
Ambrosio. Una carabina sin tiros.
La
pregunta de oro. ¿Quiénes sustituirán al comercio dominicano en esas
operaciones? ¿ Cuáles inversionistas estarían dispuestos a correr el riesgo de invertir en Haití, un país sin infraestructuras, ocupado desde hace diez años
por las Naciones Unidas, sin un polo de autoridad, con un 2% de cobertura
vegetal, donde el Kw/hora cuesta 40 centavos de dólar? ¿ Quiénes tendrían la tentación de invertir en un país donde el Presidente
de su Consejo de Desarrollo Económico
y de inversiones , Gregory
Mevs, declara que “Las inversiones desconfían de venir a un país donde una simple lluvia
puede eliminar el 4% del PIB” ( Le Nouvelliste, 13-6-13) .
En
su obra El G9 de las mafias Jean Francois Gayraud revela con abundantes testimonios que
el ex Presidente Aristide convirtió a su país en un narco Estado. Desde hace
tiempo, se sabe que Haití se halla plagado de conexiones con la mafia, el
crimen organizado y el narcotráfico. La propia DEA ha denunciado que el 15% de
la cocaína que penetra a Estados Unidos pasa por el territorio haitiano. Los actores
principales han cambiado. Pero las estructuras se mantienen inalterables. Todas
las plataformas en la industria avícola, en las harinas, en las negociaciones
con los textiles, en los plásticos ya están cabalmente establecidas para
suplantar a los exportadores dominicanos. Lamothe, el cerebro de todas estas
operaciones, ha colocado el
mercado con los dominicanos como pieza de negociación.
Un mercado que ronda los mil millones
de dólares. Una vez desplegada toda esa maquinaria con todas sus ramificaciones
delictivas. A saber: narcotráfico, trata de personas, prostitución, contrabando,
venta de armas etcétera y encubiertas con la mascarilla de empresas formales,
nadie podrá detener el rodillo de la extorsión, del lavado, como arma en los
negocios.
El dúo
Martelly-Lamothe con el agua al cuello
No
es que la mafia opere como un Estado independiente del Estado haitiano,
sino que el propio Estado ha
operado como una mafia.
A esas conclusiones llegó el juez de instrucción Jean Serge Joseph quien abrió un
expediente judicial contra el dúo Tet
cale (cabezas rapadas) de
Martelly y su primer ministro,
Lamothe por estafa al
Estado, blanqueo de capitales y
por haberle asignado a su hijo Oliver Martelly y a su mujer, Sofía Saint Rémy
Martelly cuarenta millones de dólares para construir un estadio de fútbol, que
nunca se hizo.
La Cámara de diputados de Haití le pisaba los talones a Martelly
y a toda su familia. Tanto Martelly como
Lamothe tenían el agua al cuello.
Para
hacernos una idea de lo que ocurre basta examinar algunos titulares de sus periódicos: Encausamiento del Presidente Martelly,
del Primer Ministro y del Ministro de Justicia, recomendada por la Comisión del
Senado (Le
Matin, 8-8-13),Comienzo del proceso por corrupción con la familia de Michel
Martelly, Sophia y Olivier ( Tout Haiti, 8-8-12) , La Comisión recomienda
acusar a unos y otros ( Martelly,
Lamothe, René Sanon, 8-8-13 Le Nouvelliste). Los
principales artículos de opinión de los periódicos se relacionan con el descrédito
de la pareja de gobernantes. “Los escándalos que ensucian la República “(Le Matin, 1-8-13,
Jose Fletcher), “Ajustes de cuentas entre los clanes del poder” (Le Matin, 1-8-13,
Eddy Jackson Alexis), “El quid del escándalo Moloskot” (Le Matin, 1-8-13, Jean
Michel Cadet).
De repente, se produjeron dos
milagros providenciales.
1. La
muerte del juez de instrucción, Jean Joseph, el 13 de julio,
un día antes del juicio. Tenía cincuenta y
ocho años, y estaba más sano que galeno. Dos días antes había sido visitado por
el dúo Martelly- Lamothe en el bufete de un magistrado ligado al Gobierno.
2. La veda a las exportaciones
dominicanas le ha producido el apoyo político de todos los grupos
antidominicanos. El nuevo escándalo
internacional sustituye al escándalo nacional. Fueron dos golpes de suerte. Las circunstancias, sin embargo, se
complicaron nuevamente. De buenas a primeras, surge el escándalo Moloskot.
Un
periodista, Ernest Edouard Laventure, alias Moloskot se hizo pasar como Coordinador General de Aduanas,
autorizado por el propio Martelly, se convirtió en recaudador individual de
impuestos. Distribuía, además, unas tarjetas cuyos poseedores quedaban librados de pagar todos los
impuestos aduanales; tenían derecho a portar armas de fuego y a muchísimos privilegios más. Aún no se
había secado la tinta del caso Moloskot, cuando se produce algo peor: el regreso del cadáver del juez
Joseph. Una autopsia hecha en el extranjero, solicitada por el Poder
Legislativo, proclama que juez Jean Serge
Joseph fue envenenado. La comisión del Senado ha acusado oficialmente al dúo
de (Tet Kale) cabezas rapadas
de hallarse implicado en la muerte del magistrado juez de instrucción. Dos
abogados llevan la imputación: Newton Saint Juste y André Michel. Para escapar
a las tenazas de la Justicia y a la acusación del Poder Legislativo, Martelly hará valer sus relaciones con el
procónsul Bill Clinton. No tiene otro aliado que pueda cambiar las
circunstancias adversas.
Ernest Edouard Laventure, Moloskot |
Un
Estado dirigido por dos individuos mezclados en negocios mafiosos—esa es la
tesis de los magistrados St Juste y Michel, que llevan a cabo la imputación— que se proponen secuestrar el mercado de su país, echando en olvido el interés de su
población, que es abastecerse al mejor precio posible y con políticas que se
oponen a lo que ha sido la tradición
comercial entre los dos países. Las autoridades dominicanas no se han opuesto a
encontrarles salidas de consenso a esta situación que mantiene tensas las
relaciones en todas nuestras poblaciones fronterizas.
Pero no puede haber
consenso con quien quiere aniquilar el comercio, con quien no sabe claramente
lo que quiere, con quien desacredita nuestras empresas con mentiras, con quien
trata siempre de presentarse como víctima, y además, quiere que se negocie
nuestra soberanía, haciendo peticiones infundadas, y empleando el chantaje. Ha
llegado la hora de explorar nuevos mercados, y de mirar para otro lado.
Es
hora de recordar a los héroes dominicanos
de este comercio. A los conductores de contenedores saqueados en las
turbulentas calles de Puerto Príncipe. Y, muy particularmente, a las víctimas
de linchamientos. A los camioneros
desaparecidos. ¿Dónde están Leo Claudio Báez (22-8-11). Roberto Antonio de la Cruz (28-12-11),
Carlos Aníbal Campusano (18-10-12) y otros dos camioneros que llevaban mercancías
a Haití? Ni la embajada haitiana ni su Gobierno ni la Justicia de ese país han
dado explicaciones. Nada se sabe
de su paradero. Sus familias han sido estafadas por abogados y buscones
haitianos. Muchas patanas han sido
incendiadas, sus mercancías pilladas,
y nadie explica nada. En silencio, muchos han perdido la vida; otros se han salvado milagrosamente como Héctor Luis Durán,
despojado de la patana y de su carga de cemento, escapó por los pelos de una
refriega. Casi siempre los choferes son asaltados por bandas, y obligados a
pagar hasta dos mil pesos de peaje.
Y nadie dice nada. Siete comerciantes dominicanos fueron secuestrados en
la carretera internacional por haitianos
y lograron salvarse
mediante una operación conjunta
del Ejército y la MINUSTAH. Las protestas haitianas suelen estar acompañadas del incendio de los contenedores
procedentes de la Republica Dominicana. En otros casos más trágicos, son
rematadas con el incendio de nuestros consulados, tal como acaeció en Belladere
o con manifestaciones odiosas en las que se suele quemar la bandera dominicana.
Secuestros. Atropellos. Linchamientos.
La indiferencia de la prensa, de los defensores de los derechos humanos
ante estas circunstancias son una prueba de que practican una justicia tuerta,
de que valen de una indignación selectiva. y la pregunta que debemos hacernos
es ¿ Es que los dominicanos no tienen derechos humanos? ¿Es que el dolor de las
familias que han perdido a un padre o un hijo en esas tierras caóticas y
turbulentas no conmueve a nadie? ¿Es
que la bancarrota de los
transportistas, cuyos vehículos han sido robados o incendiados, el esfuerzo de
años convertido en cenizas, no
inspira ni siquiera una notilla de protesta? , la descomposición de todo este comercio será como un ciclón
batatero.
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