11 Octubre 2008
LECTURAS CONVERSANDO CON EL TIEMPO POR JOSÉ DEL CASTILLO PICHARDO
La San José en el Night Club de la La Voz Dominicana. Papa Molina hace solo de trompeta, Joseíto canta y Pepín Ferrer está al piano.
Desde niño visitaba el hogar de don Pancho García -cabeza del movimiento nacionalista musical iniciado en Santiago en los años 20 del siglo pasado-, quien vivía junto a su dulce esposa y a sus hijos, Rafaelito y Chan, al doblar de mi casa, en la avenida Francia. Virtuoso juvenil del cornetín que puso música a "El Espejo", de Nicolás Guillén, entonces practicaba diariamente el cello con ardiente paciencia, armando sus composiciones cultas.
A pocos pasos, el profesor de Filosofía, Juan Francisco "Tongo" Sánchez, era el ancla de una peña a la que acudían su hermano Carlos Sánchez y Sánchez, su sobrino José Aníbal Sánchez Fernández, el arquitecto Chan García, animada con un piano de pared que tocaba el anfitrión.
A la super orquesta San José, bajo la diestra batuta de Papa Molina, la escuchaba en vivo en el estudio del palacio teleradiodifusor La Voz Dominicana, deleitándome con sus excelentes arreglos instrumentales a cargo de Reyes Alfau, Bienvenido Bustamante y el propio Papa, así como de las interpretaciones de su fabuloso elenco: Casandra Damirón, Lope Balaguer, Armando Recio, Guarionex Aquino, Elenita Santos, Francis Santana, Tony Curiel, Lucía Félix, Grecia Aquino, Luis Vásquez, Fellita Puello Cerón, Jerry Pellerano, Vinicio Franco y Alejandro Dandrades. Aparte del acompañamiento a las estrellas internacionales que desfilaban en la Semana Aniversario.
Bailé con esta big band en el Night Club de LVD con Joseíto Mateo al frente, una suerte de Gene Kelly del merengue, cuya coreografía innovadora ensayábamos en las fiestas familiares del barrio. Lo mismo con Antonio Morel en los salones de los clubes de la Juventud y el Centro Sirio, en los bailes infantiles y juveniles de Reyes, Año Nuevo y San Andrés.
La voz melosa de Lucía Félix y la aguardientosa de Julito Deschamps en los boleros, la versatilidad de Francis Santana, que dominaba lo romántico y lo rítmico con sonoridad nasal, se confundían con Negrito Macabí en los merengues y Lope Balaguer haciendo de las suyas en los acariciantes temas de Sánchez Acosta, Moisés Zouain, Luis Kalaff, Bienvenido Brens, Cabral Ortega y Bobby Capó.
Lo de la orquesta de Luis Alberti en el Patio Español del Hotel Jaragua, con las voces espléndidas de Pipí Franco, Marcelino Plácido y el inmenso Rafael Colón, era un acontecimiento de gala. Gracias a la generosidad de mis queridos tíos Arístides Alvarez Sánchez y Llullú Pichardo Sardá acudía mozuelo junto a mis primas Rosalía y Lucilita a esta plaza de la más coqueta elegancia musical.
Al hombre bueno que fue Alberti -ya retirado desde 1959 de la dirección orquestal- lo traté personalmente y me sentaba a su lado en La Pipa para que tocara en el piano temas de mi predilección. Dios lo tenga en la gloria, a esta gloria de las artes musicales, violinista, banjista, acordeonista, organista sacro, arreglista, director coral, pionero de la radio y las grabaciones discográficas, compositor de merengues y boleros memorables.
A Julio Alberto Hernández -el "Abo" de Maridalia- le aprecié profundamente por su sabiduría y humildad, participando en múltiples veladas musicales, entrevistándole varias veces en la paz de su casa para el libro Antología del Merengue, que publicara con Manolito García Arévalo hace unos veinte años. El piano que había en mi casa le fue rentado y luego comprado por mi madre, para que mis hermanas estudiaran un instrumento que sonaba monótono en las interminables clases de solfeo.
Su guarapo "Mañanitas de San Juan", en la voz de Guarionex Aquino, y el vals "Dulce Recuerdo", que escuché de pequeño en el timbre de ruiseñor de mi madre, se enroscaron a mi memoria junto a los merengues "Anoche Soñé" y "Desiderio Arias".
Al maestro José Dolores Cerón (Loló) lo veía desde muchacho visitar el hogar de los Ricart-Heredia en La Trinitaria, en San Carlos, donde acudía a participar en sesiones musicales que compartía con la consagrada profesora de piano Fifa Heredia, madre de mis compañeros de juego y colegio Miguel, José y Demetrio.
Gallardo, ya vestido de elegante casimir o con su bien planchado uniforme militar de gabardina, Loló Cerón fue uno de mis personajes favoritos, sentado en el piano interpretando una pieza clásica o dirigiendo con donosura la banda musical del Ejército en las retretas con las que se animaba la vida cotidiana de Ciudad Trujillo en los años 50.
En casa de mi abuela Emilia Sardá Piantini, en San Carlos, se reunían en peña de cuerdas, junto a mi tío Dr. Manuel "Mané" Pichardo Sardá, los doctores Ramón "Mon" Guerrero y Frank Hernández, Blas Carrasco, guitarristas, y mis primos Bon y Guillermo Piantini del Castillo, mandolina en mano el primero y violín el segundo.
En sus años juveniles habían formado grupos de serenatas. A ellos se sumaba en ocasiones el violín del primo Carlos Piantini y la voz educada del tenor Rafael Sánchez Cestero, a quien admiré en "La Traviata" de Verdi, montada en 1957 en La Voz Dominicana. Fefé y mi tío Mané organizaron un grupo internacional de cuerdas que actuaba cada sábado en RTVD.
La Trinitaria 4 fue sinónimo de guitarra y calidad musical. Babín Echavarría, quien residía a pocos metros en la bajadita de la 16 de Agosto era habitué de esa casa, en la que tomaba café colado y chisteaba haciendo gala de su chispeante humor. Mi tío solía acompañarle en la guitarra en canciones de su predilección, a este feliz autor del bolemengue "Enamorado".
De Rafael Solano -con Vinicio Franco, Rico López y Francis Santana como vocalistas- he sido un seguidor de siempre, desde que su grata presencia se hizo meridiana en la dominical Hora del Moro por Rahintel, disfrutando no sólo de su buena música y caballerosidad, sino de sus atinados juicios.Toda una generación de talentosos artistas lleva la impronta de quien nació "como Juan" (Lockward) "en la falda de la loma" (Isabel de Torres): Cáffaro, Casado, Luchy, Defilló, Los Solmeños, Ivette Pereyra.
Seguí por todos los rincones en su incesante majareteo laboral a un santo cristiano llamado Tavito Vásquez, voz plena bramando "cuando los ángeles marchan al cielo".
En su desplazamiento por el mundo, compartí en Sudamérica, España, Nueva York y en el terruño, con Tiburón Beltrán, el famoso Negrito del Batey, creador del mayor hit de la Sonora Matancera: "Aunque me cueste la vida", del gran Kalaff. De Joseíto -sin dudas el verdadero Rey del Merengue- he sido admirador y amigo, bailador de su coreografía y visitante de su Patio.
He tenido la dicha inmensa de compartir con Enriquillo Sánchez, Negrito Chapuseaux, Simó Damirón, Sturla, Casandra, Kalaff, Cabral Ortega, Bullumba Landestoy, Manuel Sánchez Acosta, al punto de producir un disco para el Banco Central -Manuel y sus Amigos- que recoge los temas del último, grabados por Vangelis, Tito Puente y Paquito de Rivera.
Fui testigo del surgimiento de Félix del Rosario y sus Magos del Ritmo en el Night Club del Hotel Europa de mi primo Felo Haza del Castillo, bautizados por el ingenio de Rivera Batista. Al igual que de Wilfrido Vargas en el Cashba de Breno Brenes, quien dio al grupo el nombre Los Beduinos. Lo mismo puede decirse de Sergio Vargas, los Hijos del Rey y otros merengueros de la nueva generación asociados a la labor promocional de Cholo Brenes. Y por supuesto, de los grupos Convite y Expresión Joven, con la presencia de Luis Días, Dagoberto Tejada, Víctor Víctor, Ramón Leonardo, Chico González.
Siempre he buscado a Sonia Silvestre por cualquier rincón, con sus baladas, bachatas y boleros, como lo he hecho con Renée Barrios y su feeling en el Europa, el Yarey, el Diamante Bar o el Hotel San Juan y como antes sucedió con la Espiga de Ébano y su guitarra solitaria plena de roncas metáforas de un ayer romántico en el Castillo del Mar, bajo los viejos almendros de Güibia que acunaron mi infancia. Algo que todavía sucede con Lope Balaguer, esa voz diestra y melodiosa que ha llenado de gloria el bolero.
Porque en este mundo arremolinado, sofocante y cambiante, ahora con crisis financiera global, qué sería de la vida si uno no llevara la música por dentro.
A la super orquesta San José la escuchaba en vivo en el estudio del palacio teleradiodifusor La Voz Dominicana.
Porque en este mundo arremolinado, sofocante y cambiante, ahora con crisis financiera global, qué sería de la vida si uno no llevara la música por dentro.
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