No hay solución dominicana para los
problemas haitianos
Por Manuel Berges hijo
“Solo siendo dominicano,
se siente lo que yo siento”
La ocupación militar haitiana de Santo Domingo en
1822 fue un período histórico que duró 22 largos años, en el cual Haití gobernó la parte oriental de
la isla, imponiéndose sobre el nuevo Estado de Haití Español, el cual fue
dividido en dos Departamentos: situándose uno en la porción Norte el Cibao, y el
otro en la porción Sur, el Ozama.
Los veintidós años de la ocupación haitiana de
Santo Domingo, son y serán recordados
por los dominicanos y el mundo occidental, como un período de régimen militar
tiránico y brutal, con excepción de la abolición de la esclavitud.
Los haitianos durante su férreo dominio, llevaron a cabo expropiaciones de tierra a
gran escala y no realizaron los esfuerzos propios para la producción de
cultivos de exportación; impusieron el servicio militar; restringieron
el uso de la lengua española; y
se trató de eliminar las costumbres tradicionales, tales como las peleas de
gallos.
Haití prohibió que los ciudadanos de raza blanca tanto en el lado oriental como en el
occidental de la isla, pudieran ser propietarios de tierras, y los
terratenientes de mayor renombre, se
vieron privadas por la fuerza, de sus propiedades, emigrando hacia Cuba, Puerto Rico o a la Gran Colombia, por
lo que los jefes y altos militares haitianos adquirieron abusivamente sus
tierras.
Los haitianos, que asociaban la Iglesia Católica
Romana con sus amos franceses, que les habían explotado antes de su
independencia, confiscaron todos los bienes de la iglesia, deportaron a todos
los clérigos al extranjero y los restantes miembros del clero rompieron los
lazos con el Vaticano.
La Universidad de Santo Domingo, la más antigua de
América, fue cerrada por los haitianos.
Con el fin de recibir en aquel momento el
reconocimiento diplomático de Francia, país que ahora rechaza e ignora su
antigua colonia, y que con sus tropas,
frente a la MINUSTAH y los poderosos del Planeta Tierra, entrena el nuevo
ejército de 15,000 hombres, Haití se vio obligado en aquel momento, a pagar una
indemnización de 150 millones de francos a los ex-colonos franceses, suma que
fue reducida posteriormente, a 60 millones de francos, tras lo cual Haití nos impuso onerosos impuestos, para pagar esa absurda
deuda.
Como Haití no podía mantener adecuadamente a su ejército, las
fuerzas de ocupación en gran parte, sobrevivieron confiscando a los dominicanos
sus alimentos y suministros, a punta de
pistola.
Los intentos de redistribución de la tierra en
conflicto por el sistema de terrenos comuneros que había surgido con la economía
ganadera, y el resentimiento de los recién emancipados esclavos hizo que la administración haitiana que se sabe,
era era ineficiente, dispusiera aumentar los cultivos comerciales en virtud
del Código Rural de Boyer, siendo sus efectos más notorios en nuestra ciudad de
Santo Domingo, lo cual encendió el movimiento por la independencia.
Los terrenos comuneros surgieron debido a "la
escasez de población, el bajo valor de la tierra, la ausencia de funcionarios
calificados para el estudio de tierras y la dificultad para dividir el rancho
de tal manera que cada individuo recibiría una parte de los pastizales, los
bosques, arroyos, palmerales y las pequeñas parcelas agrícolas que sólo se
combinan cuando se hizo posible la explotación del rancho”.
En 1838 nuestro Juan Pablo Duarte, fundó la
sociedad secreta La Trinitaria para intentar conseguir la independencia de Haití, y
un año antes de la Independencia, en 1843,
se aliaron con un movimiento haitiano
cuyo objetivo era el derrocamiento de Boyer.
Al revelarse los dominicanos a sí mismos, como revolucionarios que trabajaban por la
independencia dominicana, el entonces nuevo Presidente de Haití, Charles
Rivière-Hérard, exilió o encarceló a los principales trinitarios.
Al mismo tiempo, Buenaventura Báez, un exportador azuano
de caoba y Diputado en la Asamblea Nacional de Haití, negociaba con el Cónsul
francés el establecimiento de un Protectorado francés.
En un levantamiento cuyo fin era anticiparse al
acuerdo de Buenaventura Báez, el 27 de febrero de 1844 los trinitarios
proclamaron la independencia de la República Dominicana con el apoyo de Pedro
Santana, un rico ganadero de El Seíbo que comandó un ejército privado de peones
que trabajaban en sus fincas.
Esta parte de nuestra historia debe de servirnos
de aliciente para ratificar que nuestra amada Patria, nunca será esclava, ni sujeta a mandatos foráneos y que debemos
defender nuestra soberanía.
Mantengamos nuestro patriótico concepto de que:
No hay solución dominicana para los
problemas haitianos.
¡Viva la Republica Dominicana!
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