Si hay algo que hay que reconocerle a Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez es su capacidad para responder bien o mal cualquier pregunta que le formule un periodista y hablar sin “pelos en la lengua” que es una de sus cualidades, como se dice popularmente.
Siempre recordaré mi paso por el periódico El Siglo, uno de los periódicos del que mas orgulloso me siento de haber formado parte de su equipo fundador bajo la dirección del Licenciado Bienvenido Álvarez Vega, pero una de las experiencias mas desagradables fue el acoso, si se podía calificar de ese modo, que sentimos los ejecutivos de la redacción de ese diario por una mala percepción del Cardenal acerca de una sección dedicada a las religiones editada por el novel periodista, en esa época, Fausto Rosario Adámes. Uno del retos que nos habíamos propuesto era lograr el mayor porcentaje posible de informaciones de manufactura de nuestro diario y lo logramos por lo menos mientras Álvarez Vega estuvo al frente del matutino.
El primer pecado de esta sección sobre religión fue una denuncia de feligreses de la parroquia Santo Tomas cuyo párroco-fundador lo era el R.P. Laútico García y se denunciaba que seria sustituido por el hoy famoso Agripino Núñez Collado, pero los parroquianos se negaban a dicha remoción del padre Laútico, mas adelante el director del diario no asistió a la bendición de las rotativas y esto fue suficiente para un “affaire” que duró hasta la salida de Álvarez Vega de este diario.
Hoy nos sorprendemos con la admisión de un guardia que no ha aprendido la lección de haber permanecido por mas de diez años al lado como jefe de seguridad y hombre de confianza del Presidente Leonel Fernández Reyna de lo que es el trato con la prensa y la actitud del presidente de tolerancia, aceptación de criticas, garantías del ejercicio periodístico y lo conciente que está del beneficio que representa para la nación dominicana en esta etapa de nuestra democracia, la libertad de información y opiniones.
El Teniente General Ramón Aquino García, Secretario Estado de las Fuerzas Armadas, admite olímpicamente que envió una comunicación querellándose ante los ejecutivos del noticiero Mundo Visión, por una pregunta que el consideró inapropiada del periodista Adolfo Salomón, nada mas y nada menos que al Cardenal López Rodríguez, el periodista fue cancelado del departamento de prensa por la empresa Color Visión.
El general parece que no sabe que el Cardenal no necesita que lo defiendan, el sabe defenderse solo de los ataques, embestidas y escaramuzas. La infantería y la artillería de los periodistas, solo son preguntas que le formulan y que tienen el deber de preguntar, como única forma de la sociedad enterarse de lo que se considera importante, pero el general ha dado una muestra de intolerancia y de un concepto equivocado del papel de la prensa.
Definitivamente no ha valido de mucho todos los años al lado del actual Presidente de la República.
No aprendió las lecciones.
8 de diciembre de 2006
Mon, 18 Dec 2006 06:24:59 -0600 (CST)
De: Send an Instant Message "Angela Peña"
Asunto: La Media Naranja
Para: Send an Instant Message "Angela Peña" penangela@yahoo.com
Media naranja
Lo que no trasciende en el periodismo
ÁNGELA PEÑA
Todavía hay en el país muchos criollitos que sienten y actúan como si fueran pequeños trujillitos que deciden la suerte de reporteros, redactores, creadores de opinión y hasta de ejecutivos de medios de comunicación. Escriben tarjetas con preciosos textos y envían frondosos arreglos florales cuando se les reconoce sus virtudes, se elogia el contenido de sus libros o se les pone como modelo en el desempeño de alguna función.
Pero pobre del comunicador si lo critica o si, inconscientemente, comete un error al mencionarlos. Retornan al pasado autoritario en el que están congelados y en vez de llamar para aclarar, enmendar, replicar o quejarse con decencia, se dirigen a los dueños del periódico para que se quiten la correa y le den una pela al periodista que cometió el pecado de "equivocarse" con ellos.
En esta conducta no sólo incurren grandes empresarios, autoridades del alto clero, encumbrados militares o flamantes funcionarios públicos que hacen ostentación de sus elevadas posiciones e investiduras para reaccionar de forma tan ridícula y poco civilizada. También los imitan unos saltapatrás, verdaderos carajos a la vela, insignificantes nuevos ricos que por vestir de saco y corbata o haber adquirido fama por su indolencia se creen intocables y piensan que su influencia llega tan lejos como para disponer en empresas que le son ajenas.
Si algunos dueños de periódicos hicieran caso a tantos bufos intolerantes que con su risible actuación ponen al descubierto su nulidad y su ignorancia y esa herencia trujillista de la que no han podido sacudirse, las salas de redacción estuvieran vacías.
Onorio Montás puso a circular por Internet un artículo escrito por él que recuerda como esa intransigencia de parte de un poderoso sector de esta sociedad apuntó sin éxito contra el director de un periódico que apenas comenzaba a circular. Ese caso, como el reciente de Adolfo Salomón, trascendieron, pero los cucos que a diario amenazan con llamar al propietario del diario para que cancele, amoneste o castigue de algún modo a miembros de su personal de redacción, abundan. Telefonean a directores y jefes de redacción y no conformes con las reacciones de estos ante sus absurdas pretensiones y querellas sin razón conminan al periodista: "Tus días están contados. Voy a llamar a Fulano". Y pronuncian el apelativo cariñoso del dueño como si fueran amigos de la infancia como para infundir pánico.
Esta sociedad sigue sumida en el atraso. Esa intolerancia es el más patético ejemplo de que "El Jefe" dejó como legado que no muere su cultura de terror, el convencimiento de que sólo se puede aludir a una persona para alabarla y enaltecerla. No han aprendido a disentir con elegancia y buenos modales porque detrás de sus vistosos trajes y prominentes funciones se oculta un dictadorcito, en el caso de los que son supuestamente honorables. En cuanto a los infelices pelagatos, reconocidos don nadie que han sobresalido más por su vagancia social que por méritos o aportes, se comportan de ese modo porque son inseguros o porque ven afectados sus intereses e imagen descubiertos, lo que les rebaja estatus o los coloca en desgracia con gobiernos e imperios.
Si los dueños de periódicos tuvieran un fuete o se quitaran la correa atendiendo a sus enojos, descontentos y ñoñerías, los periodistas vivieran con el cuerpo lleno de ramalazos. Estos zoquetes deben sufrir lo indescriptible cuando después de sus pataleos se encuentran de nuevo con la firma, en una noticia, del blanco de su impetuosidad incomprensible.
(HOY, 19 de diciembre 2006, Opiniones)
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